15.8.10

“Neoliberales de izquierda”: amaos los unos a la derecha de los otros


2ª quincena agosto 2010


Mi amiga María Vidal publicó en facebook un planteo crítico de los contoneos comentaristas del señor presidente José Mujica. El texto es certero y sobrio, sitúa perspectivas y evalúa consecuencias. Tuvo 21 comentarios en la “red social”. Como no volví a esa lista, puede ser que sean al día de hoy muchos más. Ni uno de los 21 justifica los propósitos de Mujica. Tampoco hace el duelo del voto que seguramente muchos le sumaron. No es necesario al propósito crítico consignar el pronunciamiento votado. Recordé lo textos que publiqué en este blog con relación a los dichos de Mujica incluso bastante antes de que fuera candidato a la candidatura frenteamplista a la presidencia y que en distintas oportunidades comenté con María Vidal:

-¿A quién le teme Sanguinetti?

-Batllismo difuso en tiempos de contracultura

-Guerrilla de papel

-Carta abierta al presidente electo Sr. José Mujica

-Pinochet, Sanguinetti y Mujica

Pensaba dedicar este blog a la afirmación de la existencia de una “izquierda neoliberal”. Esta afirmación se ha hecho por parte de un académico de relieve en la Universidad de la República[1] y por parte de un gremio particularmente representativo en el contexto del movimiento sindical uruguayo[2]. El punto que me parece significativo es plantear que la determinación neoliberal de la izquierda –y no sólo la uruguaya- ancla en determinaciones estructurales de la tradición política y de la memoria cultural que no se disuelven ante intereses concretos, sino que los modulan y tergiversan incluso. La izquierda (incluso la que no es propensa a una sensibilidad derechista) ha pagado un precio muy caro al determinismo economicista heredado particularmente del marxismo. La idea de que la “situación de clase” y la “conciencia para sí” son capaces de sobreponerse al peso de la orientación cultural y la sensibilidad intelectual ya ocupa su nicho en el cementerio de la teoría. Sobre todo en tiempos en que la “situación de clase” y la “conciencia para sí” se laudan a distancia en la pantalla, programación de medios mediante.

El neoliberalismo no es una mera construcción economicista, como lo ha pretendido la divulgación orientada por la lectura de Milton Friedman y sobre todo interesada en propalar un reduccionismo que justifica sus propias anteojeras conceptuales. A partir del error económico de derecha, se pretende constituir una economía “buena” de izquierda, cargada de intenciones populares y valores sociales. En verdad, la necesidad económica constituída en razón per se de la verdad social terminará por justificar el alineamiento con los intereses dominantes en el plano económico, es decir: con la derecha liberal. Miremos a Cuba en su actualidad y a China en su potencia. Así actuó la “inteligencia económica” del gabinete de Vázquez y así lo afirmó a los cuatro vientos Mujica, incluso desde que prometió con relación al gobierno Vázquez “más de lo mismo”.

La elaboración de una teoría política neo-liberal ancla, entre las dos guerras mundiales del siglo XX en la necesidad de construir una alternativa a la amenaza que los conflictos armados, las crisis económicas y el nazi-fascismo hacían pesar sobre las democracias de los países dominantes de entonces. Se basa en una reducción de la complejidad social a la racionalidad instrumental y de la democracia representativa al interés económico. Para llevar a cabo esa reducción de la sociedad al mercado debe suponer que un orden natural prevalece en la condición estructural de la economía y en la actividad utilitarista de los individuos. De ahí la noción de una “mano invisible” y de una “fatalidad económica”, que conviene librar a su curso irrestricto para que ordenen a la propia sociedad, donde los indómitos terminarán por ser disciplinados por la necesidad pública.

El dispositivo es simple y eficaz teóricamente porque es tradicionalista y trivial intelectualmente. Está dentro de las cosas que se consideran “inteligentes” porque revierten la obviedad en observación, incluso supuestamente perspicaz. En verdad, detrás asoma a la lectura la mera naturalización del relato de la autoridad y una fase primitiva de la secularización teológica que revierte el Orden divino en orden natural. Por eso, ante la incidencia de ese arcano cultural que remonta a una visión religiosa “naturalizada” no basta con demostrar que tal orden es económicamente inviable. En efecto, la “racionalidad” que representa está cargada de nociones fácilmente convertibles en moneda corriente a través del curso público de la opinión: libertad, responsabilidad, fatalidad. Un repertorio moral cristiano.

“Estamos condenados a ser libres”[3]. la frase de Sartre resuena tanto más conmovedora cuando “libertad” se entiende en clave de “izquierda”. Sin embargo, la sinonimia entre “libertad” e “izquierda” esconde la aterradora posibilidad de un accidente fatal: que la izquierda quiera ser de derecha. Esta lamentable posibilidad, lejos de encontrarse aventada por alguna significación pura de izquierda, es la que convoca la misma significación “izquierda” en su origen toponímico: para que tenga lugar, también deben tener el suyo un centro y una derecha.

Tal unidad de las tres partes del espectro político corresponde a la necesidad histórica, por el mismo concepto de un Orden sobre cuyo destino impar manifestamos sin embargo convicciones contrapuestas[4]. Por parte de cada quién habrá una elección singular, que nos condenará a una libertad que no adquiere ningún valor inalterable. Igual que la izquierda.

Un ajuste contingente permite asimismo una orientación estratégica de la necesidad, en cuanto esta última admita ser gobernada por la determinación, es decir -en términos traducidos del conocimiento moderno al pensum cristiano-, por la fatalidad de la predestinación.[5] La significación del Orden se manifiesta en cada circunstancia, por medio de las condiciones en presencia, de forma que cada individualidad protagoniza la destinación de su propia índole. Esta predestinación del Orden presenta dos grandes alternativas para el gobierno del destino común: Restauración o Transformación del Orden-Realidad.

La libertad de elección, en cada circunstancia puntual, está lejos de ignorar la predestinación que el orden asigna a sus individuos. En cuanto integra ante todo un todo único, toda traición de la izquierda por la izquierda será subsanada desde la propia izquierda (lo mismo vale para la derecha). La fatalidad de los sucesos une la predestinación con el libre albedrío, a condición de entender a la una y al otro como partes re-ligadas en la común-unión del Orden-Realidad. Esa matriz cristiana ha sido traducida por el pensamiento clásico en términos de Naturaleza y por la modernidad en términos de Historia, de forma tal que “determinación” no expresa sino “el uno a uno” de los acaecimientos de la libertad dentro de un orden: la fatalidad. Esa es la condena sartreana de la libertad en su traducción occidental-moderna: ser de a vez la de cada uno, sin poder ser de una vez la del Uno.

La índole fatal de la determinación que predestina a la izquierda uruguaya a querer ser de derecha, proviene de la misma hiper-integración política que condiciona el destino del Uruguay como Estado. La razón estructural de esa hiper-integración en torno al Estado, que caracteriza tanto a la historia como al propio sistema político uruguayo, proviene a su vez de la génesis geopolítica de la institucionalidad estatal uruguaya, caracterizada por sostenerse a sí misma por sí misma, -como la levitación del barón Munchäusen, que sostiene su propio cuerpo por los cabellos- en razón del imperativo estratégico que le ha dado origen. Creado por razones geo- políticas con el propósito de desarticular la unidad cultural y económica del Río de la Plata en beneficio de una partición imperial, el Estado uruguayo teje laboriosamente en la hora diurna de la acción política lo que desteje rudamente en la hora nocturna de la racionalidad de recursos[6].

Ese destino marcado por la imperiosa conservación del Orden en aras de la supervivencia estructural –que no encuentra definitivo sustento geo-estratégico en la propia entidad nacional- ha conllevado una pasión Restauradora[7] que percibe cada remezón de la estructura como anuncio de una catástrofe. Metternich encuentra en el Uruguay una posteridad fiel a su postulado retrógrado: el Orden debe prevalecer incluso bajo formas pretéritas.

El síndrome hiper-integrado de las estructuras partidarias uruguayas se expresó, a principios del siglo XX, en el designio batllista de superar la inestabilidad endémica de las insurgencias caudillistas y las dictaduras militares por medio de una racionalidad social de la democracia, adoptando un sesgo social-demócrata integrador de la propia izquierda, en circunstancias del mercado mundial que habilitaban el paternalismo estatal.

En el trasfondo del desarrollo y la generación histórica de la izquierda uruguaya se encuentra esa fatal determinación que la predestina a verse reflejada en un Estado supérstite y mundialmente autorizado.

Sin embargo, con la radicalidad que la libertad exige, en particular cuando se le supone raigambre de izquierda, suele manifestarse una contingencia que desafía a la misma necesidad (sobre todo en cuanto es Una Misma). Esa índole transgresora consigo misma inficiona una división en la izquierda, que lamentan los domadores en la arena política y que aman quienes prefieren la “condena de la libertad” a lo Sartre.



[1] “El Frente Amplio abarca sectores con idelogía neoliberal” entrevista de Jorge Lauro y Alfredo García a Pedro Narbondo, Voces, (15/07/10), Montevideo, p.16 http://www.vocesfa.com.uy/No262/No262.htm

[2] Balbi, P, Olivera, J. “Así,no. Es con otros, y sobre otra cosa” Fenapes, boletín de julio 2010, p.12.

[3]Estamos solos, sin excusas. Es lo que expresaré diciendo que el hombre está

condenado a ser libre. Condenado, porque no se ha creado a sí mismo, y sin

embargo, por otro lado, libre, porque una vez arrojado al mundo es

responsable de todo lo que hace”.

Jean-Paul Sartre, biblioteca virtual de AFU, http://www.box.net/public/eu4vinouky, p.7 (consultado el 7/03/07). Edición de referencia: Sartre, J-P. L’existencialisme est un humanisme, Paris, Nagel, 1946.

[4] « En términos de su historia conceptual, todos estos símbolos de código tienen raíces medievales que realmente no pueden cortarse. Fueron formulados por primera vez dentro de una lógica de perfección como algo que no podría aumentarse después, como el punto final en un aumento progresivo, y tomaron de esto una referencia concretamente visible al orden ». Niklas Luhman, Poder, México, Anthropos, 1995, p. 122.

[5] « ¿Bajo que respecto, pues, peco y cometo un asesinato ? Porque quiero y puedo. Que puedo me es concedido por Dios, que quiero me viene dado por las circunstancias junto a toda la cadena causal retrotraíble al comienzo del mundo ». Gottfried Leibniz, Escritos en torno a la libertad, el azar y el destino, Madrid, Tecnos, 1990, p. 71.

[6] El tópico del debate mercosureño en torno a las « asimetrías » internas al bloque regional, consagra polémicamente en términos del presente esa circunstancia geopolítica. Vázquez declaró al final de una visita de Lula (26/02/07) que el Uruguay no pretende dádivas, sino justicia. ¿De dónde podría provenir tal « justicia » sino de la compensación de una desigualdad regional ? Que este reconocimiento se dé en el interior de la diplomacia del Mercosur, es un avance con relación antiguas « compensaciones » basadas en la intervención o influencia de potencias extra-regionales. Ver « El incomprendido », Montevideo Portal, 26/02/07, http://www.montevideo.com.uy/noticiappal_39923_1.html

[7] El tópico « restauración » comenzó a ser empleado en la salida de la dictadura (1985) para expresar la retrotopía consuetudinaria que obsesiona a la cultura política uruguaya y a la propia celebración de la idiosincracia del país. En particular el términos « post-restauración » fue empleado en el semanario cultural La República de Platón (1993-1995) del cotidiano La República para caracterizar el período de la segunda administración posdictatorial, caracterizada por un marcado empuje neo-liberal.