16.3.13


El tecnólogo de Oz (léase OSE)


2ª quincena, marzo 2013


La industria cultural nace en Estados Unidos para propiciar la cinematografía, desde sus inicios, al servicio de una estrategia de frente interno. Por entonces se atisba, entre las dos guerras mundiales, el papel galvanizador que podía cumplir la imagen en movimiento, para impulsar la propia movilización de masas.[1] En aquel ensayo estadounidense se inspira una ya extendida tradición que ha afinado su punto de mira en la creencia, pasando de la demonización del enemigo al entretenimiento educativo de la infancia.

Ya Platón advertía el alcance educativo de las canciones infantiles en la incorporación de orientaciones a través de la diversión más inocente.[2] Ahora se plantea adosar, a una figura que propicia la adhesión de los espectadores infantiles, la impresión que producen los efectos especiales de la tecnología. La bondad y la tecnología no son sino un único patrimonio innovador. Para convertir la invención en intención nada mejor que dotar al Mago de Oz de un paradigma de maquinación benefactora, que en el film Oz, el poderoso[3], actualmente en cartelera, beatifica al inventor prodigioso: Thomas Alva Edison.

El Mago de Menlo Park ha impresionado durablemente el registro de memoria de  Disney Company, al punto que la versión del Mago de Oz que nos ofrece el gigante de la diversión infantil toma por mentor al inventor de la bombilla eléctrica. El paralelo mago-inventor rige el desarrollo narrativo tanto como la jerarquía política del relato, sin dejar de mandatar la divisoria moral entre el bien y el mal. No sólo la referencia al inventor paradigmático luce primigenia, en la fantasía del mago de circo cuestionado por un público de campesinos groseros y arteramente desconfiados, sino que la misma figura inmarcesible preside el operativo de la liberación bienhechora. Thomas Alva Edison no inventó la bombilla eléctrica sino que la perfeccionó,[4] mejoría redentora sin embargo, que arroja durable luz artificial sobre la necesaria intercesión previa, que propicia toda invención útil. La metáfora de la invención a medias de la luz artificial ilumina, desde entonces, el paso a dar por cada hijo de vecino, para alcanzar  la felicidad pública: si somos como Edison la magia de la invención derramará sus bondades –mago mediante- sobre el Reino de Oz.

Dirimido el punto arquimídeo de la polis, el conflicto se traslada al fuero íntimo del mago ¿podrá el chapucero convertirse en benefactor? En pos de ocupar el trono real de Oz, el proto-poderoso-mago-chapucero sólo atina a llenarse de oro, traicionar a las brujas que parecen buenas y atacar a la que parece mala, abusar de la credulidad de un mono adulón y mofarse de un pueblo de idiotas; sin dejar de conservar, en medio del embuste, la ambición y la seducción, un tropismo de gentileza sentimental, que puede convertirlo todo él en solidaridad conversa.

En un universo hecho a la medida de la invención,  el genio gestor de la bondad pondrá la necesaria cuota parte de innovación del sí mismo, para pasar del mal al bien por una vía de ajuste de emisión, que termina por proyectar, en  el propio patio del castillo, en voluta gigante la imagen virtual del mago-rey. Auxiliado por un operador afro-descendiente, el tecno-mago interviene por la imagen de sí, en calidad de efecto especial absoluto con relación al Mal, que representan estúpidamente las brujas malas. Incapaces de percibir, ante la proyección que las confunde tecnológicamente, el bien que gracias a la invención del Mago de Menlo Park se proyecta bajo efecto especial, las brujas malas dejan finalmente el reino de Oz en manos del Mago-Rey, o viceversa, que desde entonces traerá la felicidad y la tranquilidad a un pueblo  bondadoso, todo en uno.

Si Disney Company logró convertir al Mago de Oz en un tecnólogo exitoso, es presumible que idéntico logro, incluso de taquilla, advenga con la enjundiosa innovación de la Universidad Tecnológica, recientemente creada entre nosotros. Pareciera que para ilusionar a la población con los pases productivos de un mago inventor pudiera prescindirse de efectos especiales cinematográficos, ante  la misma parusía del bien que se anuncia por vía gubernamental. Quizás ni siquiera se logre diferenciar, desde la platea, entre el incremento de productividad programado y los efectos especiales proyectados, a partir de la misma base virtual en una pantalla de milagro, incluso de (¿PC? escolar) XO. 

El maná de buenas acciones y mejores intenciones que desde ya se prodiga desde los cielos financieros sobre el emprendimiento tecnológico, pauta agorero su bienaventuranza. Tanto como el anuncio de idénticos afanes benefactores de financiadores internacionales, requeridos ahora ante la necesidad de purificar las aguas de OSE (Obras Sanitarias del Estado), invadidas por el desequilibrio biológico producido por agrotóxicos en tropel vandálico.[5]

 Ante la prosapia psicotrópica de un narcisista simpático, Mago-Inventor-Rey-Tecnólogo,  habilitado tecnológicamente a reconvertir la propia vesania timadora en empatía benefactora, conviene recordar aquella hueste del averno que dominaba en Gualeguaychú. ¿No pretendían aquellos adoradores de Satanás que las agroindustrias iban a acarrear polución y desarreglo ecológico?[6] ¿No se probó hasta el hartazgo que según los estándares internacionales Botnia no contaminaba? ¿No probó de forma fehaciente, el propio fallo de la Corte Internacional de la La Haya, que no estaba probado que esa planta contaminara? ¿No pretendían asociar, sin la correspondiente base empírica, un conflicto local a un criterio supuestamente orientador de la perspectiva colectiva?

Vendrán “espontáneamente” más préstamos del BID[7] para apoyar bienhechoramente a la Universidad Tecnológica y estos acarrearán otros más para filtrar las aguas ahora tóxicas, que de niños tomábamos enardecidos de sed, de la canilla, al terminar el picado con la pelota que fuera, por ahí. Porque a la Tecnología le cabe la aplicación feliz de lo que es buenamente sabido, como se sabe, incluso pese a estrambóticas e inútiles disquisiciones filosóficas acerca del vínculo entre lo que es conocer y lo que es ser,[8] como si lo que se aplica objetivamente se atara a una sensibilidad subjetiva y como si el desarrollo productivo pudiera llegar a ser nocivo, absurda polución idealista que proveería cierto trasfondo cultural, incluso prostituyéndolo -se dice- financieramente.






[1] McQuail, D. (1983) Introducción de la comunicación de masas, Paidós, Barcelona, p.217.
[2] Platon (1873) Les Lois (livre VII), Charpentier, Paris, pp.50-52.
[3] Oz, el Poderoso, You Tube https://www.youtube.com/watch?v=ZrAPtrg-gCU (acceso el 15/03/13)
[4] “Edison y la lámpara incandescente” EPEC http://www.epec.com.ar/docs/educativo/institucional/fichaedison.pdf (acceso el 15/03/13)
[5] “OSE invertirá millones para tratar el agua antes de evitar los agrotóxicos” LaRed21 (15/03/13) http://www.lr21.com.uy/comunidad/1092914-ose-invertira-millones-para-tratar-el-agua-antes-de-evitar-los-agrotoxicos
[6] Viscardi, R. “El zorro en la papelera” (03/01/06) Compañero http://www.pvp.org.uy/viscardi.htm
[7] Mizrahi, A.M. (entrevista a Rodolfo Silveira) « La UTEC creará dos carreras universitarias en marzo 2014” LaRed21 (09/03/13)  http://www.lr21.com.uy/comunidad/1091627-la-utec-creara-dos-carreras-universitarias-en-marzo-2014
[8] Dos mesas sobre “El presente de las Humanidades en la Universidad”, en el marco del 2º Congreso latinoamericano de filosofía de la educación, tendrán lugar en el Salón Maggiolo de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, el jueves 21 y el viernes 22 de marzo, a las 13 y 30 h.