3.9.10

Diccionario de Infamia Parlamentaria


1ª quincena septiembre 2010


Infame genealogía de este diccionario. Contrariamente a la visión predominante de la Enciclopedia, los diccionarios no se hacen, sino que se encuentran. Suponen determinada organización previa de la experiencia bajo forma de memoria instruida de costumbre (“consuetudinaria”, según la acepción que corresponde al concepto en el diccionario). Esta sedimentación que organiza la estratificación del sentido, según un transitar que subraya la huella, ha ocupado a quienes se preguntaron cómo hacer para saber: Husserl (El origen de la geometría) Benveniste (Categorías de pensamiento y categorías de lengua) Foucault (La arqueología del saber). Por consiguiente, acceder a la versión del diccionario supone percibir la condición alfabética de una cultura, es decir, el orden sucesivo de las partículas dotadas de doble (o más) articulación. La principal dificultad para percibir este “orden” consiste en entender que todo orden también obedece a una doble articulación: El/La Orden[1]. En cuanto forzado por la fuerza de la razón, que se deshonra al margen de la divisoria razón/fuerza, desde ya nuestro Diccionario de infamia parlamentaria incluye una entrada que formara parte de un antecedente jocundo, que a través del Diccionario de Papelera se aproxima al significado “Frente Amplio”[2]. Puede ser, en la escritura que redacta estas líneas, que El/La Orden me indiquen la necesidad de incluir alguna otra entrada de aquel Diccionario de Papelera que fungía en tanto verborrágico espejo de la impoluta moral jurídico-político uruguaya (condenada en el Tribunal de La Haya). Desde aquel paraíso jurídico al que no parecía tan afecto, Lord Ponsomby debe quedarse contemplándonos con aire de reprobación paternal.


Descrédito de la democracia representativa.- Se supone que los militares usaron un acerbo difamatorio acuñado por los subversivos que atacaban a los políticos tradicionales (blancos y colorados), como si estos fueran responsables de la iniquidad representativa del Uruguay en los años 60. Luego los mismos políticos tradicionales protagonizaron en el año 2002 el mayor accidente económico del país, no como producto de la corrupción moral, sino de la idiotez intelectual encarnada en el apotegma “no hay almuerzos gratis” (doctrina neoliberal). Lo cual por cierto no impide que la alimentación sea paga por otros, como lo probó el quiebre y vaciamiento en cadena del sistema financiero uruguayo. En esa circunstancia el Frente Amplio rehusó iniciar el juicio político al entonces presidente Jorge Batlle, presagiando que el desorden que incluiría la acefalía republicana sería contrario a su desideratum de pronta victoria electoral. Luego, aquel favor entre partes partidarias y parlamentarias parece ahora la antesala de la misma resolución de sobreseimiento a favor de los así llamados “delicuentes de cuello blanco”, cuyo ejemplo incluiría una estirpe encarnada en la familia Peirano.

Frente Amplio[3].- No es lo que era. Coalición con carácter de Frente Popular en su origen, que se convierte en Frente Electoral tras la desistencia de la guerrilla y la caída del Muro de Berlín. La disolución del sistema político en el sistema de medios conlleva, a través de la conversión de los partidos de masas en partidos de concentración a distancia, la mediatización por los medios de los vectores partidarios de la coalición de izquierdas. La variación de los sucesivos porcentajes electorales de los sectores que componen el frenteamplismo traduce, desde los 90’, el rating mediático de algunos líderes de opinión entre sus filas. La reciente integración de los distintos partidos frenteamplistas en una única fuerza política consagra ese proceso de disolución mediática, de manera que trasunta lo amplio no sólo en el frente, sino ante todo en el trasfondo de un “eterno retorno” de la Ley de Lemas en la política uruguaya. Ejemplo: Espacio 609.

La renuncia imposible.- Desde la renuncia de Guillermo Chiflet, la especie de la renuncia se ha vuelto, como ya por entonces se preveía, particularmente escasa. Se sabe que el crimen perfecto existe, desde que alguien puede borrar la sombra de sus propios pasos sólo con decir que los ha dado. Sucede que la renuncia imposible requiere que todo lo que pueda ser dicho de los acontecimientos ya haya ocurrido. Tanto los socialismos reales como las socialdemocracias fantásticas o las sagas del “hombre nuevo” demostraron, en su catástrofe, que la izquierda entendida como tradición estatal es imposible. Integrar una fuerza político-partidaria que reclama multipartitamente una genealogía perforada por la “historia reciente” supone, por lo tanto, ponerse al margen de todos los derrumbes (de la misma soberanía democrático representativa) del Estado-nación, que a su vez la alberga (por ejemplo, vía derogación por presión internacional de la Ley de Caducidad o de crisis entre estados vecinos prohijada por una mutinacional finesa). Por consiguiente, quienes integran instituciones democrático-representativas en tanto representantes públicos no pueden renunciar más que a la resignación, ni resignar otra cosa que la renuncia. Renuncian cuando asumen, asumen cuando renuncian: da igual, aunque la diputación no siempre se ve recompensada con la reputación.

La vigilancia democrática del electorado.- Esta entrada es el reverso de la anterior “El descrédito de la demoracia representativa”. Mirado del reverso ese descrédito supone que alguien deja de creer. Pero también por reversión el que deja de creer debiera dejar de votar. Sin embargo todos los parlamentarios han sido hasta ahora votados por quienes supuestamente descreen, incluso con reiteración real. Los blancos y colorados fueron reelectos después de la salida de la dictadura, los frenteamplistas fueron reelectos tras una acerba campaña interna, cuyo encarnizamiento sólo se vuelve racional en pos de la irracional creencia en un electorado de izquierda cautivo del Frente Amplio, sueño de la reelección eterna cruelmente desmentido votos en blanco y anulados mediante. Tan sólo el voto con papeletas (pero sin hoja de votación partidaria) por los plebiscitos en octubre de 2009 y los votos anulados y en blanco en las municipales de 2010 suponen un gesto que manifiesta descrédito ante la representación pública. Sin embargo aquí no hay vigilancia de lo que debiera ser, porque se deniega el acto electoral positivo, sino vigilia del por-venir, en cuanto posibilidad sin sistema.

Los hombres del presidente.- Tabaré Vázquez no sólo ejerció durante su mandato presidencial la medicina en una empresa privada, sino que incluso autorizó a su ministro Gonzalo Fernández a hacer lo propio en tanto ejercicio de la abogacía paralelo al cargo público de gobierno. Detrás de este relieve que adquiere la figura del particular, en cuanto transita entre lo público y lo privado en andas de la excelencia, se configura un lugar que no es público ni privado, sino egolátrico. La idea moral como pocas, frunce el ceño desde el escaño pero se mira a sí misma desde las barras, mientras la asiste el fundamento común de la mayestática: es más que lo otro desde que es lo mismo pero mejor. En este sentido los hombres del presidente forman parte de la galería de la presidencia del "hombre", sobre todo cuando tan sólo debe cumplir un mandato obvio que proclama “más de lo mismo” (Mujica dixit). Desde ese punto de vista, los dos gobiernos frenteamplistas (en un sentido particularmente amplio del término) han estado atravesados por “el hombre” (no necesariamente en un sentido machista) que es un sentido figurado de “el ejemplo que nos gobierna a todos”. Aunque la izquierda uruguaya no haya sido la única en consignar tales vidas ejemplares para la Humanidad, desde ahora conviene considerar que algunos murieron en la cama, otros no.



[1]Derrida,J. (1996) Apories, Galilée, Paris, p86.

[2] Viscardi, R. “Diccionario de Papelera” (4/04/06) Compañero, http://www.pvp.org.uy/viscardi4.htm

[3] Ver nota 2.

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