11.3.15

La insoportable levedad del grado cero de la ideología


1a. quincena, marzo 2015


Cierta insoportable levedad del relato aqueja a la perspectiva frenteamplista, aunque el duelo que impone una imposible consistencia va más allá de esa coalición, cuestionada desde un margen (incluso electoral) cada vez más amplio (aunque no frentista).

Salvador Schelotto lamenta, tras reseñar la ausencia de relato apenas suplida por “identidad y mística” en las últimas elecciones nacionales, la carencia de inspiración que unifique y proyecte la campaña de cara a un proyecto de ciudad. Señala de paso un elemento que no es menor y quizás el síntoma mayor de la desaparición del horizonte frenteamplista: el retorno sigiloso al recurso electoral de la “ley de lemas”,1 apenas disimulada por las “candidaturas múltiples”. Sin embargo Sechelotto no sólo expresa su desazón ante la ausencia de un relato de ciudad que anime la campaña frenteamplista con vectorialidad política, que según denuncia, el elector no registrará jamás ante la mera lectura de un programa de gobierno, sino que refiere al concepto de “predominio sin relato”.2

En el artículo de Marcelo Pereira “Predominio sin relato”, al que refiere Schelotto en el texto que acabamos de reseñar, el director de La Diaria comienza por señalar los remecidos estados de ánimo de la estructura frenteamplista, entre la agonía previa y la inesperada victoria electoral que le siguió, así como el paso de la euforia al desencanto, una vez que las “candidaturas múltiples” (ver nota 1), las amenazas de “dos bancadas de izquierda” y la precipitada cura de cauterización del gabinete presidencial de Vázquez3 (antes que lo desangrara la negociación interna) señalaran a las claras el vuelo gallináceo de la unidad. Luego pasa a reseñar tanto las dificultades de cada sector para adjudicarse las orientaciones, dada su genealogía variopinta e incluso contradictoria entre las distintas versiones contrapuestas, como la distancia entre los intelectuales dedicados a “interpretar” y los políticos limitados a ejecutar. Por último describe la imposibilidad de que se produzca ningún desborde por la izquierda del Frente Amplio, para terminar señalando los desplazamientos ciudadanos que son el telón de fondo de los años frenteamplistas y la relación de causa a efecto que se establecerá, a su entender, entre la actividad política y el relato que la cristalizará.4

Raúl Legnani confunde, por su parte, relato con versión histórica. Lamenta que carente de un relato unificado del pasado, el Frente Amplio quede a la merced de los “errores intelectuales” (ergo “desviaciones”) de sus miembros, al tiempo que imposibilitado de transmitirle a las generaciones v5enideras un sentido unificado del acontecer político. En efecto, el Frente Amplio se encontraría, carente de una única verdad, imposibilitado para tratar como “disidentes” a quienes “pensaran mal” y de proyectar un video de los logros “unitarios” en el baile de afiliación de adolescentes. Sin embargo Legnani encuentra, en medio de tanto desorden, una razón esperanzadora: Mujica le ha dado la razón a la derecha: todo fue culpa de los militares y de los tupamaros, ya que los subversivos emperoraron lo que ya venía mal. Legnani no parece observar que no hay planteo problemático en que Mujica no le haya dado la razón a la derecha, incluso y sobre todo, al confesar que “había querido cambiar el mundo” y que “el mundo” lo había cambiado a él. Al poner a Mujica como ejemplo del sinceramiento que se debe a sí mismo el Frente Amplio, el propio Legnani se pone a sí mismo, a su vez,  a resguardo de más de una lectura de izquierda del mismo Frente Amplio, por ejemplo la que expresa su propia base social a través de los sindicatos de la enseñanza, los empleados públicos o los movimientos sociales (ecologismo, derechos humanos, identidades de género). Todos ellos han condenado a Mujica y mostrado por donde no pasa la consigna histórica de la izquierda uruguaya “Obreros y estudiantes, unidos y adelante”.

Estos tres relatos (Schelotto, Pereira, Legnani) tienen en común referirse al relato como elemento clave del acontecer político. Aunque los acentos y las orientaciones sean diversas, están afirmando una convicción que dan por admitida con criterio pragmático: la vinculación estratégica entre relato y política. Esta convicción choca, aunque parezcan no advertirlo, con sus propios propósitos (el de Schelotto de expresar una mística, el de Pereira de subrayar la participación ciudadana y el de Legnani de consagrar una versión oficial). La razón de esta contradicción es que la enunciación del relato es el grado cero de la ideología, así como, según lo planteó Barthes, la literatura remitida al lenguaje (que sólo puede habitar y transgredir al mismo tiempo) es el grado cero de la escritura.6 El “grado cero de la ideología” supone la primacía del relato, en tanto el enunciador no puede dejar de transgredir el sentido de una versión previa para elaborar la propia. Darle la primacía al relato en la consideración del presente político acarrea, quizás inadvertidamente a través del análisis desarrollado, colocarse de lleno en una perspectiva de fragmentación de la identidad, en cuanto tal primacía deja en “post” (enunciación) cualquier otro tópico (-modernidad, -estructuralismo, -política, -ideología, etc.). Desde una perspectiva que admita una participación decisiva del relato (y es el caso de estos tres comentaristas), cualquier tema viene después (post-) del sentido que cada quién le dé (y de ahí que cada relato sea estratégico, sobre todo para “ganar” a otro: persuadirlo de que también es el suyo).

Por distintas vías los relatos de estos tres autores son post-relatos, en cuanto parten de una vigencia del relato como elemento de referencia que hubiera horrorizado, más aún que el fantasma del comunismo recorriendo la Europa de la época, a la visión de la historia de Marx. Para el autor de “El Capital”, sin bien la subjetividad transformaba la realidad, lo hacía en cuanto se encontraba “de cara” a una condición objetiva que la trascendía y retroalimentaba, de manera que el relato no podía sino ser “efecto” de la realidad. Esa visión teórica capotó, no sólo políticamente, como lo pretende la derecha, sino ante todo teóricamente, desde que el siglo XX dejó de asignar la verdad y por lo tanto el sentido que incorpora todo relato (sobre todo el científico) a una realidad “única”, para vincularla ante todo con una actuación a través del lenguaje. Verdad, sentido y relato configuran una continuidad que no se puede disociar sin eliminar el conjunto que configuran entre sí (Tarski denominó a su teoría de la verdad “Teoría semántica de la verdad”).7

Schelotto piensa que los dos extremos del relato (sentido y realidad) se pueden articular entre sí (pergeñar un relato que se haga eco de la sensibilidad contextual), Pereira sostiene que en definitiva no importa el relato, que adviene como efecto de una actuación política (que vincula con la ciudadanía y no con en el Frente Amplio ni los intelectuales), Legnani usa “relato” como sinónimo de “línea política” sin declarar el contagio que lo pone a la moda “tecno”.

Sin embargo, lejos de remitir la escritura al lenguaje, Barthes señalaba cómo la escritura transitándolo y escapando al lenguaje al mismo tiempo, permitía diferenciar estratos de significación a partir de un mismo texto. Exigirle al relato cohesión de sentido con el presente es ir en el sentido contrario: pretender rehabilitar una congruencia del sentido y de la realidad que hoy no sólo ha abandonado la teoría, sino que sobre todo configura el denominador común de la tecnología, que articula el presente (sobre todo “social”) a través de lenguajes informáticos y de redes comunicacionales.

Ni la información ni la comunicación existen sin el lenguaje, que se convierte en el éter de la sociedad y en el objeto del deseo político (sino mirar el rating del “Pepe” en medio del fracaso de sus propuestas). Un ejército de encuestadores y comunicadores se especializa en demostrar como el lenguaje y la sociedad se miden o se organizan en tanto elementos equivalentes (recordar el fiasco del “candidato pop”).8 Esta situación desborda la capacidad de orientación de los políticos uruguayos, los de izquierda incluidos, sumidos en una concepción substancialista y determinista de la sociedad, anclada en el paradigma biológico del siglo XIX (ahí está la derecha uruguaya, más desorientada que de costumbre, sosteniendo que perdió las elecciones en razón de un mayor bienestar económico). De ahí la fe en las mediciones de opinión y en los procedimientos “semióticos” como parte de una misma ciencia (y tecnología) “progresista” (en verdad: positivista). Tal creencia en una realidad social “dura” no logra advertir la circularidad (y la consiguiente entropía, “madre de todas las catástrofes”) que encierra la tecnología al presente: esa circularidad ya no es más siquiera la de los medios masivos, que orquestaban la representación como todo del “organismo social”, sino que ahora “cierra” a través de los medios interactivos, que pergeñan la vinculación “social” que asimismo convierten en su objeto de medición ( ej: algunas encuestadoras ya toman a facebook en tanto base de datos).

Desde este momento, entramos en el metaduelo de la realidad (el duelo ya lo había hecho el “giro lingüístico” de los 50'-70', por ejemplo Barthes). Esta perspectiva interviene tanto cuando se toma a cargo la desarticulación entre verdad y realidad como cuando se sostiene un acto de fe en la determinación de la verdad por la realidad. Tanto como la verdad, la “realidad” depende del relato, sin tal incorporación del sentido a la significación que se le adjudica a un objeto, la realidad se convierte en un “agujero negro” o en un artículo de fe.

La primera de esas posiciones es defendida por Hoenir Sarthou, cuando sostiene que en ausencia de mandato político de las mayorías, en tanto se ha defeccionado de la expresión política y en cuanto son consideradas un mero objeto de marketing por los staffs partidarios, nos encontramos ante un “agujero negro” de la cuestión pública.9 La segunda se expresa, en el mismo número de Voces, en el editorial del semanario, en el que la fatalidad de un rumbo signado por un sujeto histórico omite toda referencia a la consistencia objetiva de tal profesión de fe.10

El lector puede preguntarse si tal como se dijo de Marcuse en su momento, esta actualización de blog no instala un hotel al borde del abismo. La respuesta es que tal hotel ya fue instalado gubernamentalmente (Estado, partidos, instituciones) y que aquí (blog Contragobernar) se trata de contragobierno (movimientos, redes, campañas de opinión). Invitamos a nuestros estimados lectores a ponerse a salvo.



1Norma electoral que permitía en el Uruguay distintas candidaturas sectoriales dentro de un mismo partido, que acumulaban votos para el “sublema” ganador entre los distintos sectores de un mismo partido. Fustigada históricamente por la izquierda uruguaya y descartada por la nueva norma electoral para elecciones nacionales, se impone ahora un uso análogo dentro del Frente Amplio, que adopta varios candidatos comunes para las elecciones municipales de 2015 en varios departamentos del país.
2Schelotto, S. “Candidaturas, programas y relatos” La Diaria (30/01/15) http://ladiaria.com.uy/articulo/2015/1/candidaturas-programas-y-relatos/
3Vázquez designó sus ministros en el término de 72 h. después de electo, para evitar las presiones de los otros sectores de la coalición, ante todo, por parte del grupo de Mujica.
4Pereira, M. “Predominio sin relato” La Diaria (31/12/14)
5Legnani, R. “Mujica, autocrítica y hegemonía” La Onda Digital http://www.laondadigital.uy/archivos/4920
6Barthes, R. (1972) Le degré zéro de l'écriture, Seuil, Paris, pp.64-65.
7Tarski, A. “La concepción semántica de la verdad y los fundamentos de la semántica” A parte Rei http://serbal.pntic.mec.es/~cmunoz11/tarski.pdf
8Particularmente a través de el periódico El Observador se postuló la necesaria victoria del candidato de la oposición, Luis Lacalle Pou, en razón de su estilo “pop”, particularmente en la publicidad de la campaña electoral.
9Sarthou, H. “Un “agujero negro” en la democracia” Voces (5/03/15) p.5.
10“Hola gobierno, chau partido” Editorial, Voces (5/03/15) p.3.