La
insoportable levedad del grado cero de la ideología
1a.
quincena, marzo 2015
Cierta
insoportable levedad del relato aqueja a la perspectiva
frenteamplista, aunque el duelo que impone una imposible consistencia
va más allá de esa coalición, cuestionada desde un margen (incluso
electoral) cada vez más amplio (aunque no frentista).
Salvador
Schelotto lamenta, tras reseñar la ausencia de relato apenas suplida
por “identidad y mística” en las últimas elecciones nacionales,
la carencia de inspiración que unifique y proyecte la campaña de
cara a un proyecto de ciudad. Señala de paso un elemento que no es
menor y quizás el síntoma mayor de la desaparición del horizonte
frenteamplista: el retorno sigiloso al recurso electoral de la “ley
de lemas”,1
apenas disimulada por las “candidaturas múltiples”. Sin embargo
Sechelotto no sólo expresa su desazón ante la ausencia de un relato
de ciudad que anime la campaña frenteamplista con vectorialidad
política, que según denuncia, el elector no registrará jamás ante
la mera lectura de un programa de gobierno, sino que refiere al
concepto de “predominio sin relato”.2
En
el artículo de Marcelo Pereira “Predominio sin relato”, al que
refiere Schelotto en el texto que acabamos de reseñar, el director
de La Diaria comienza por
señalar los remecidos estados de ánimo de la estructura
frenteamplista, entre la agonía previa y la inesperada
victoria electoral que le siguió, así como el paso de la
euforia al desencanto, una vez que las “candidaturas múltiples”
(ver nota 1),
las amenazas de “dos bancadas de izquierda” y la precipitada cura
de cauterización del gabinete presidencial de
Vázquez3
(antes que lo desangrara
la negociación interna)
señalaran a las claras el vuelo gallináceo de la unidad. Luego pasa
a reseñar tanto las dificultades de cada sector para adjudicarse las
orientaciones, dada su genealogía variopinta e incluso
contradictoria entre
las distintas versiones contrapuestas, como la distancia entre los
intelectuales dedicados a “interpretar” y los políticos
limitados a ejecutar. Por último describe
la imposibilidad de que se produzca ningún desborde por la izquierda
del Frente Amplio, para terminar señalando los desplazamientos
ciudadanos que son el telón de fondo de los años frenteamplistas y
la relación de causa a efecto que se establecerá, a
su entender, entre la
actividad política y el relato que la cristalizará.4
Raúl
Legnani confunde, por su parte, relato con versión histórica.
Lamenta que carente de un relato unificado del
pasado, el Frente Amplio
quede a la merced de los “errores intelectuales” (ergo
“desviaciones”) de sus miembros, al tiempo que imposibilitado de
transmitirle a las generaciones v5enideras
un sentido unificado del acontecer político. En
efecto, el Frente Amplio se
encontraría, carente de una
única verdad, imposibilitado para tratar como “disidentes” a
quienes “pensaran mal” y de
proyectar
un video de los logros “unitarios” en el baile de afiliación de
adolescentes. Sin embargo Legnani encuentra, en medio de tanto
desorden, una razón esperanzadora: Mujica le ha dado la razón a la
derecha: todo fue culpa de los militares y de los tupamaros, ya
que los subversivos
emperoraron lo que ya venía mal. Legnani no parece observar que no
hay planteo problemático en que Mujica no le haya dado la razón a
la derecha, incluso y sobre
todo, al confesar que “había
querido cambiar el mundo” y que
“el mundo” lo había cambiado a él. Al
poner a Mujica como ejemplo del sinceramiento que se debe a sí
mismo el Frente Amplio, el
propio Legnani se pone a sí mismo, a su
vez, a resguardo
de más de una lectura de izquierda del
mismo Frente Amplio, por
ejemplo la que expresa su propia
base social a
través de los sindicatos de la
enseñanza, los empleados públicos o los movimientos sociales
(ecologismo, derechos humanos, identidades
de género). Todos ellos han condenado a Mujica y mostrado por donde
no pasa la consigna histórica de la izquierda uruguaya “Obreros y
estudiantes, unidos y adelante”.
Estos
tres relatos (Schelotto, Pereira, Legnani) tienen en común referirse
al relato como elemento clave del acontecer político. Aunque los
acentos y las orientaciones sean diversas, están afirmando una
convicción que dan por admitida con criterio pragmático:
la vinculación estratégica
entre relato y política.
Esta convicción choca, aunque
parezcan no advertirlo, con
sus propios propósitos (el de Schelotto de expresar una
mística, el de Pereira de subrayar
la participación ciudadana y
el de Legnani de consagrar
una versión oficial).
La razón de esta contradicción es que la enunciación
del relato es el grado cero de la ideología, así
como, según lo planteó
Barthes, la literatura remitida
al lenguaje (que sólo puede habitar y transgredir al mismo tiempo)
es el grado cero de la escritura.6
El “grado cero de la
ideología” supone
la primacía del relato, en
tanto el enunciador no puede dejar de transgredir el sentido de una
versión previa
para elaborar la propia. Darle
la primacía al relato en la
consideración del presente político acarrea, quizás
inadvertidamente a través del análisis desarrollado,
colocarse de lleno en una perspectiva de fragmentación de la
identidad, en cuanto tal primacía deja en “post”
(enunciación) cualquier otro tópico (-modernidad, -estructuralismo,
-política, -ideología, etc.). Desde una perspectiva que admita una
participación decisiva del relato (y es el caso de estos tres
comentaristas), cualquier tema viene después (post-)
del sentido que cada quién le dé
(y de ahí que cada relato sea estratégico, sobre
todo para “ganar”
a otro: persuadirlo
de que también es el suyo).
Por
distintas vías los relatos
de estos tres autores son post-relatos, en cuanto parten de una
vigencia del relato como elemento de referencia que hubiera
horrorizado, más aún que el fantasma del comunismo recorriendo
la Europa de la época, a la
visión de la historia de Marx. Para
el autor de “El Capital”,
sin bien la subjetividad transformaba la realidad, lo hacía en
cuanto se encontraba “de cara” a una
condición objetiva que la trascendía y retroalimentaba,
de manera que el relato no podía sino ser “efecto”
de la realidad. Esa visión teórica capotó, no sólo políticamente,
como lo pretende la derecha, sino ante todo teóricamente, desde que
el siglo XX dejó de asignar la verdad y
por lo tanto el sentido que incorpora todo relato
(sobre todo el científico)
a una realidad “única”,
para vincularla ante todo con una actuación a través del lenguaje.
Verdad, sentido y relato
configuran una continuidad que no se puede disociar sin eliminar el
conjunto que configuran entre sí (Tarski
denominó a su teoría de la verdad “Teoría semántica de la
verdad”).7
Schelotto
piensa que los dos extremos
del relato (sentido
y realidad) se pueden
articular entre sí (pergeñar un relato que se haga eco de la
sensibilidad contextual), Pereira sostiene que en definitiva no
importa el relato, que
adviene como efecto de una actuación política (que vincula con la
ciudadanía y no con
en el Frente Amplio ni los intelectuales), Legnani usa “relato”
como sinónimo de “línea política” sin declarar el contagio que
lo pone
a la moda “tecno”.
Sin
embargo, lejos de remitir la escritura al lenguaje, Barthes señalaba
cómo la escritura transitándolo y escapando al lenguaje al mismo
tiempo, permitía diferenciar estratos de significación
a partir de un mismo texto. Exigirle al relato cohesión de sentido
con el presente es ir en el sentido contrario: pretender rehabilitar
una congruencia del sentido y de la realidad que hoy no sólo ha
abandonado la teoría, sino que sobre todo configura el
denominador común de la tecnología, que articula el presente (sobre
todo “social”) a través
de lenguajes informáticos y de redes comunicacionales.
Ni
la información ni la comunicación existen sin el lenguaje, que se
convierte en el éter de la sociedad y en el objeto del deseo
político (sino mirar el
rating del “Pepe”
en medio del fracaso de sus
propuestas). Un
ejército de encuestadores y comunicadores se especializa en
demostrar como el lenguaje y la sociedad se miden o se organizan en
tanto elementos equivalentes (recordar
el fiasco del “candidato pop”).8
Esta situación desborda la capacidad de orientación de los
políticos uruguayos, los de izquierda incluidos, sumidos en una
concepción substancialista y determinista de la sociedad, anclada en
el paradigma biológico del siglo XIX (ahí
está la derecha uruguaya, más desorientada
que de costumbre, sosteniendo
que perdió las elecciones en
razón de un mayor bienestar
económico). De ahí la fe en
las mediciones de opinión y en los procedimientos “semióticos”
como parte de una misma
ciencia (y tecnología) “progresista” (en
verdad: positivista). Tal
creencia en una realidad social “dura”
no logra advertir la
circularidad (y la
consiguiente entropía, “madre de todas las catástrofes”) que
encierra la tecnología al presente: esa
circularidad ya no es más siquiera
la de los medios masivos, que orquestaban
la representación como todo
del “organismo social”,
sino que ahora
“cierra” a
través de los medios interactivos, que pergeñan la vinculación
“social” que asimismo convierten
en su objeto de medición (
ej: algunas encuestadoras ya
toman a facebook en tanto
base de datos).
Desde
este momento, entramos en el metaduelo de la realidad (el
duelo ya lo había hecho el “giro lingüístico” de los 50'-70',
por ejemplo Barthes).
Esta perspectiva interviene tanto cuando se toma a cargo la
desarticulación entre verdad y realidad como cuando se sostiene un
acto de fe en la determinación de la verdad por la realidad. Tanto
como la verdad, la “realidad” depende del relato, sin tal
incorporación del sentido a la significación que se le adjudica a
un objeto, la realidad se convierte en un “agujero negro” o en un
artículo de fe.
La
primera de esas posiciones es defendida por Hoenir Sarthou, cuando
sostiene que en ausencia de mandato político de las mayorías, en
tanto se ha defeccionado de
la expresión política y en cuanto son consideradas un mero objeto
de marketing por los staffs partidarios, nos encontramos ante un
“agujero negro” de la cuestión pública.9
La segunda se expresa, en el mismo número de Voces, en
el editorial del semanario, en el que la fatalidad
de un rumbo signado por un
sujeto histórico omite toda referencia a la consistencia objetiva de
tal profesión de fe.10
El
lector puede preguntarse si tal como se dijo de Marcuse en su
momento, esta actualización de blog no instala un hotel al borde del
abismo. La respuesta es que tal hotel ya fue instalado
gubernamentalmente (Estado, partidos, instituciones) y que aquí
(blog Contragobernar)
se trata de contragobierno (movimientos, redes, campañas de
opinión). Invitamos a nuestros estimados lectores a ponerse a salvo.
1Norma
electoral que permitía en el Uruguay distintas candidaturas
sectoriales dentro de un mismo partido, que acumulaban votos para el
“sublema” ganador entre los distintos sectores de un mismo
partido. Fustigada históricamente por la izquierda uruguaya y
descartada por la nueva norma electoral para elecciones nacionales,
se impone ahora un uso análogo dentro del Frente Amplio, que adopta
varios candidatos comunes para las elecciones municipales de
2015 en varios departamentos del país.
2Schelotto,
S. “Candidaturas, programas y relatos” La
Diaria
(30/01/15)
http://ladiaria.com.uy/articulo/2015/1/candidaturas-programas-y-relatos/
3Vázquez
designó sus ministros en el término de 72 h. después de electo,
para evitar las presiones de los otros sectores de la coalición,
ante todo, por parte del grupo de Mujica.
4Pereira,
M. “Predominio sin relato” La Diaria (31/12/14)
5Legnani,
R. “Mujica, autocrítica y hegemonía” La
Onda Digital
http://www.laondadigital.uy/archivos/4920
6Barthes,
R. (1972) Le degré zéro de l'écriture,
Seuil, Paris, pp.64-65.
7Tarski,
A. “La concepción semántica de la verdad y los fundamentos de la
semántica” A parte Rei
http://serbal.pntic.mec.es/~cmunoz11/tarski.pdf
8Particularmente
a través de el periódico El
Observador se
postuló la necesaria victoria del candidato de la oposición,
Luis
Lacalle Pou, en razón de su estilo “pop”, particularmente en la
publicidad de la campaña electoral.
9Sarthou,
H. “Un “agujero negro” en la democracia” Voces (5/03/15)
p.5.
10“Hola
gobierno, chau partido” Editorial, Voces (5/03/15) p.3.