¿Porqué
no hacer campaña por el voto en blanco?
1a
quincena, mayo 2015
La
desistencia se ha instalado como una perspectiva permanente del
quehacer electoral. Más allá de los auspiciosos resultados
obtenidos en términos comiciales,1
esta opción permanece en el menú del análisis, ante todo, porque
es la única que estampa como tal la debacle de la condición
partidaria.
En cuanto supone la carencia de opción dentro del sistema electoral, el voto en blanco significa una transformación del equilibrio de fuerzas en el campo público en su conjunto. De horizonte ambicioso, esta perspectiva no deja de intranquilizar a los ansiosos y de desencantar a los pragmáticos, pero su figura se consolida día a día, ante la verosimilitud del sentimiento que la inspira.
En cuanto supone la carencia de opción dentro del sistema electoral, el voto en blanco significa una transformación del equilibrio de fuerzas en el campo público en su conjunto. De horizonte ambicioso, esta perspectiva no deja de intranquilizar a los ansiosos y de desencantar a los pragmáticos, pero su figura se consolida día a día, ante la verosimilitud del sentimiento que la inspira.
Un
buen ejemplo proviene de la patente inutilidad de votar a alguien que
no va a gobernar, como lo denuncia el escándalo de enterarse de la
negociación uruguaya del TISA (la traducción de la sigla: Acuerdo
de Comercio de Servicios). Este acuerdo internacional sobre servicios
podría condicionar el desarrollo económico del país en tal escala
que sólo es comparable con un TLC (Tratado de Libre Comercio). Sin
embargo, consultado sobre el TISA, Mujica sólo pudo decir que le
llegó sobre el fin de su gobierno, fecha que lo obligó a pasarlo al
gobierno siguiente.2
Sin embargo, la reacción de Astori fue de plena responsabildad
intelectual. No sólo conocía de que se trataba (el Tratado en
cuestión), sino que además defendió conceptualmente la negociación
por parte de Uruguay para lograr su ingreso al mismo tratado, que
como se sabe, la representación nacional estaba gestionando desde
muchos meses antes.3
El presidente no pudo o no quiso dar cuenta de una jugada estratégica
a escala mundial, el vice-presidente no sólo no “pasaba la mano”,
sino que estaba plenamente imbuido de la significación del asunto.
¿Cómo
extrañarse entonces de que en los distintos balances sobre la
gestión de Mujica muchos hayan subrayado que fracasó en el núcleo
programático (la relación con la Argentina, la reforma del Estado,
la transformación de la educación)? ¿Ni extrañarse asimismo porque
los mismos analistas hayan subrayado tanto la “empatía”
mediática como el sentimiento que despertó, gracias a un estilo
tan chabacano como sensacionalista (del que incluso se vanagloria)?4
Conviene desde ya tomar a cargo que en 2009 se votó por alguien que
hablaba sobre el asado (“del Pepe”), pero que la carne que estaba
en el asador era otra y otro el encargado de asarla.
Por
esa razón se sostuvo desde este blog en su momento, que lo
irrenunciable en Mujica era su renuncia,5
al tiempo que quien ejercía la presidencia efectiva era Astori.
Desde una consideración consecuente, sería asimismo erróneo
entender que la renuncia de Mujica a ejercer una política efectiva
fuera una casualidad del destino que nos deparan los medios de
comunicación. Pareciera más razonable admitir que el gobierno
simbólico de las conciencias pasa por un lado y el gobierno
administrativo de los asuntos pasa por otro relativamente diferente,
aunque la bifurcación llegue por un mismo corte: la obsolescencia de
la representación gubernamental. Tal gobierno por delegación de las
mayorías se vacía de contenido común antes de volcarse al ámbito
público, una vez configurada la relación tecnológica entre el
“afuera doméstico” (la pantalla en mi domicilio) y la “prótesis
del adentro” (la programación estratégica de la mediación
social).6
Al presente no se regula por un saber común (público) una única
realidad (representada), sino que desde ya, la realidad de la
representación queda a cargo del lugar (particular) desde el que se
accede a una “mediatización”7
generalizada.
Por
consiguiente llega a ser más efectivo elevar contra el TISA (así
como ya ocurrió con el TLC) el muro de la movilización social (a
empezar por la denuncia en la prensa, siguiendo por los sindicatos y
movilizando a la opinión pública ante los efectos de la
mundialización tecnocrática) que propiciar por la vía electoral un
“gobierno en disputa”. La única disputa que ocurrrirá dentro de
un gobierno por delegación representativa ya está laudada, ante la
extensión doméstica que alcanza la tecnología mediática, por la
propia necesidad de reproducción electoral: cerrar filas ante “los
hogares uruguayos de todo el país”, en aras de generar un “clima
de opinión”. ¿Acaso nos habrá pasado desapercibido que
impúdicamente el Frente Amplio volvió a la tan vituperada “ley de
lemas”, para ocultar la pata de elefante de los aparatos
partidarios tras una diversidad amable de candidaturas? En esas
condiciones, el poder del presente instala, aquí y en cualquier otra
parte, un bufón en la pantalla y un tecnócrata en el joy-stick.
Conviene considerar que se votará en elecciones nacionales (por
delegación representativa) al bufón, que habrá sido de antemano
elegido por la tecnocracia (en particular la que determina la
circularidad entre la medición de opinión y la programación de los
medios, por la vía del joy-stick estadístico).
La
paradoja que instala la inevitable igualación electoral -quien
debiera diferenciarse intenta mostrarse inocuo- abre la brecha por la
que llega con paso de paloma la diferenciación de la derecha, como
acaba de probarlo Novick.8
En cuanto la izquierda no se distingue de un continuo tecnocrático
donde la derecha le da la derecha “por la positiva”, mientras la
izquierda en el gobierno propone “resultados a evaluar” a cambio
de cargos en la administración pública, existe el peligro de un
“irresistible ascenso”. Tal fatalidad del nazi-fascismo proviene,
como lo señalara Baudrillard9
y lo prueba inmejorablemente el presente de la socialdemocracia
europea, de la desarticulación del Orden que supuestamente despliega
la representación moderna. Novick no representa una derecha al
estilo clásico uruguayo (ni la patria blanca, ni el Estado
colorado), sino una derecha popular que “dice lo que siente” (hoy
la derecha): soy dinero. Bajo la ecuación “dinero-trabajo”,
Novick puede posicionarse en el mismo rango mediático que Mujica
(también fue feriante)10
y en verdad, perforar con una versión de derecha el mismo
estereotipo cursi: yo llegué (a rico) aunque soy un
trabajador de origen pobre ¿porqué no haría usted (Mujica) lo
mismo, ya que no propone nada distinto? La consistencia simbólica
de la tradición demagógica uruguaya se posiciona en “lo popular”
contra toda complejidad crítica: Chico Tazo, Pacheco, Mujica y
Novick. El último nos aclara la significación propia del penúltimo:
reduce a la austeridad de la acumulación dineraria lo que Mujica
reducía al “saber del laburante” (con ganancia de simplicidad en
el “modo de empleo”).
Sin
embargo, los perjuicios políticos del pastorado de la elegibilidad
representativa sobre la opinión pública están lejos de limitarse
al estereotipo que favorecen los medios. Ante todo impiden que la
diversidad de la participación movimentista pueda anclar en su
propio campo de pertenencia. Un buen ejemplo lo presenta la polémica
que se ha dado en torno a las campañas de opinión pública
impulsadas por los movimientos de mujeres. Algunos artículos
plantearon la interpretación sesgada de las normas que suscita el
propio concepto de “perspectiva de género”.11
No puede entenderse, desde ese punto de vista, una “agenda de
derechos” que se ponga por encima de la universalidad de la norma,
en cuanto se desvía desde esa orientación el ejercicio de la
justicia. Esta perspectiva fue asimismo conducida, por distintos
comentaristas, a la cuestión de la libertad de opinión. Cierto
clima que lauda las tomas de posición por el lugar (masculino o
femenino) desde el que se emiten, atentaría directamente contra la
posibilidad de un espacio democrático, tendencia que desde esa
perspectiva prohija el triunfo del prejuicio y la persecución de la
libertad de expresión. Incluso se hizo valer que la afirmación de
la opinión, en cuanto se ejerce en el discurso, conlleva vocación
de universalidad12
y adquiere, a partir de esa calidad, concomitancia enunciativa con
relación al género (o cualquier otra condición) de quien la
sostenga.
Lo
que se propone defender es la universalidad propia tanto a la norma
como a la verdad, ante el señalamiento, por parte de militantes
feministas, tanto del lugar (masculino) desde el que habla en esa
defensa del universalismo, como de la existencia de un campo teórico
alternativo (marcado por la lucha de las mujeres) que se pasa por
alto.
Cierto
quid pro quo tiende
a instalarse, entre
quienes denuncian una “estrategia de la mordaza” (mujeres
incluidas) y quienes imputan a toda posición el lugar del que
proviene (hombres
incluidos).
Sin
embargo, tanto para unos (unas) como para otras (otros), el debate no
puede situarse más en la perspectiva de un legislador supérstite,
en cuanto toda referencia a un principio al margen de la contienda
pierde sentido por sí misma (no existe amordazamiento
de una
autoridad efectiva,
ni lugar parcializado por encima de la discusión). La dificultad del
debate sobre la significación democrática de los movimientos
sociales (por ejemplo el de las mujeres) se presenta, ante todo, en
cuanto tales
movimientos singulares
no alcanzan
significación propia
si la soberanía permanece intacta. Si, por el contrario, la
soberanía se resquebraja, los movimientos sociales surgen como el
campo del planteo alternativo, pero desde entonces éste no puede sustentarse en el
antiguo vínculo de la verdad con la universalidad, porque ese
vínculo supone, ante todo, la vigencia de una
única soberanía
(de
la verdad)
sobre un universo común.13
Sin
duda, la perspectiva comicial
sobre la cuestión pública
tiende a restituir la
unidad de la
soberanía, que en el ejercicio de la democracia representativa
corresponde a una mayoría.
Nos encontramos, por lo tanto, ante un plano de creencias que
disuelve la noción de una pluralidad
de fuerzas y posiciones en juego (por
ejemplo en torno a la lucha feminista),
en
cuanto una diversidad
lauda entre sí un equilibrio provisorio e inestable, pero nunca
cedido al cetro de ninguna soberanía, por más proclamada que se la
presente. La mejor campaña por el voto en blanco es la que no se
pronuncia, siquiera en
términos de una campaña negativa,
en tanto tal campaña ya supondría admitir la vigencia de
la soberanía, antes
que la libertad incontenible
del juego abierto,
de cara al poder, por
las diferencias entre
el común.
1El
voto en blanco duplicó su número con relación a las anteriores
elecciones nacionales de 2009. Ver “Politólogos
atribuyen porcentaje de votos en blanco y anulados a falta de
incentivos en la campaña” El
Observador(03/12/14)
http://www.elobservador.com.uy/noticia/293423/politologos-atribuyen-porcentaje-de-votos-blancos-y-anulados-a-falta-de-incentivos-en-la-campana/
2“Corazón
de TISA”
Montevideo Portal
(20/04/15) http://www.montevideo.com.uy/auc.aspx?268604
3“Astori
defiende la participación de Uruguay en el TISA” Subrayado
(28/04/15)
http://subrayado.com.uy/Site/noticia/44428/astori-defiende-la-participacion-de-uruguay-en-el-tis
4“Rebelión
en la granja” Montevideo Portal (/05/05/15)
http://www.montevideo.com.uy/auc.aspx?270135,245
5Ver
en este blog “Renuncia, regresión y reagrupamiento: gobernar en
2013”
http://ricardoviscardi.blogspot.com/2013/01/renunciaregresion-y-reagrupamiento.html
6Sobre
“afuera doméstico” y “prótesis del adentro” Derrida, J.
“Mal de
Archivo” en el sitio Derrida
en castellano
http://marbue.xoom.it/martinm/PUG/Maldearchivo.pdf
p.12
7La
transformación del término “mediatización” expresa bien el
tránsito desde el significado histórico (excluir) al actual
(vincular), como lo señala Virilio, P. (1996) El arte del motor,
Manantial, Buenos Aires, p.16.
8“Novick
supera a Topolansky según la encuesta de Opción” El
Observador (05/05/15)
http://www.elobservador.com.uy/noticia/304361/novick-supera-a-topolansky-segun-la-encuesta-de-opcion/
9Baudrillard,
J. (1978) Olvidar a Foucault, Pre-textos,
Valencia, pp.90-91.
10“Novick
a Topolansky: mientras yo cargaba cajones en la feria usted cargaba
fusiles” El
País (04/05/15)
http://www.elpais.com.uy/informacion/novick-cajones-feria-topolansky-fusiles.html
11Esta
polémica fue inciada por Hoenir Sarthou en el Semanario Voces,
en el que se publicaron también posiciones contrarias, entre otros:
Sarthou, H. “Feminicidio” Voces
(19/03/15) p.5.
12Refiero
a propósitos de Amir Hamed difundidos por Oscar Larroca.
13Lacan
señalaba que “el catolicismo es la verdadera religión”,
refiriéndose a la verdad antes que a la religión, pero sobre todo
a la religión de la verdad que habilitó, entre sentido y
trascendencia, el vicariato católico Viscardi
R.,
2013, “La Jerusalén Freudiana: una incredulidad religiosa” en
Lacan
&Spinoza,
Ñácate,
Montevideo, pp.80-81.