De los Bandos a las Bandas
Un gran número de voces, con sobrada razón, han salido en defensa de la legitimidad política de la revocación de la concesión de un canal de televisión venezolano. La defensa del gobierno de Chávez aduce tanto los términos formalmente legales de la resolución como los antecedentes antidemocráticos de la empresa a la que se retira la concesión. El coro de medios y voceros que claman en términos de lesa libertad, tras haber conspirado o favorecido la desestabilización del régimen liderado por Chávez, vienen a confirmar la oportuna defensa de un elenco respaldado por la movilización y el voto popular. Sin embargo, el análisis que respalda a Chávez no puede salir del plano inmediato de la evaluación política ni dejar de hacerse eco de criterios de sus propios adversarios –tales como la legalidad o la democracia representativa- para fundar el apoyo al actual gobierno venezolano. Incluso, pueden llegar a coincidir con algunas de las críticas que la derecha continental y mundial dirige a la dudosa democratización izquierdista de los medios masivos en América Latina. Por ejemplo, sobre la errática actitud del gobierno de Kirchner ante la legalización de las radios comunitarias o sobre las filípicas dudosamente moralistas que dirigiera Tabaré Vázquez a “los medios que hacen oposición”. Este panorama cargado de meras y someras evaluaciones “concretas de la situación concreta” o de rengueras de orientación gubernamental, quizás anuncie que se esconde, por debajo de una crisis política en torno a la comunicación, una reversión de alternativas de izquierda para los protagonistas no gubernamentales de la comunicación.
Un gran número de voces, con sobrada razón, han salido en defensa de la legitimidad política de la revocación de la concesión de un canal de televisión venezolano. La defensa del gobierno de Chávez aduce tanto los términos formalmente legales de la resolución como los antecedentes antidemocráticos de la empresa a la que se retira la concesión. El coro de medios y voceros que claman en términos de lesa libertad, tras haber conspirado o favorecido la desestabilización del régimen liderado por Chávez, vienen a confirmar la oportuna defensa de un elenco respaldado por la movilización y el voto popular. Sin embargo, el análisis que respalda a Chávez no puede salir del plano inmediato de la evaluación política ni dejar de hacerse eco de criterios de sus propios adversarios –tales como la legalidad o la democracia representativa- para fundar el apoyo al actual gobierno venezolano. Incluso, pueden llegar a coincidir con algunas de las críticas que la derecha continental y mundial dirige a la dudosa democratización izquierdista de los medios masivos en América Latina. Por ejemplo, sobre la errática actitud del gobierno de Kirchner ante la legalización de las radios comunitarias o sobre las filípicas dudosamente moralistas que dirigiera Tabaré Vázquez a “los medios que hacen oposición”. Este panorama cargado de meras y someras evaluaciones “concretas de la situación concreta” o de rengueras de orientación gubernamental, quizás anuncie que se esconde, por debajo de una crisis política en torno a la comunicación, una reversión de alternativas de izquierda para los protagonistas no gubernamentales de la comunicación.