1ª
quincena, marzo 2013
Significativamente
interpelada desde la globalización, la jurisprudencia uruguaya oscila entre los
derechos humanos y la Constitución de la República.[1] Los
instigadores del liberticidio traen a la memoria los tiempos en que avasallaron
la misma Constitución republicana que decían defender[2],
mientras la impunidad encuentra sus mejores aliados en algunos subversivos de
ayer, arrepentidos hoy día.[3]
Quizás convenga percibir que entre un derecho acartonado en memoria vernácula y
un clamor de justicia respaldado por un cuestionamiento universal del
totalitarismo, se abre también una memoria del abismo, como auténtica duda del
sí mismo, mirada por Ibero cuando duda poéticamente de la realidad.
La objetividad supone
cierta consolidación del sentido. En cuanto manifiesta una regulación de la experiencia según un protagonismo
verificador, la verdad se somete a una normatividad, expresada tanto por un
tribunal del saber[4]
como por la jurisprudencia del derecho.[5]
Sin embargo, la normatividad teórica no
ancla en el dictamen, sino en la verdad, mientras la legalidad del derecho se
disuelve sin la justicia. Sobreviniente por demasía entre la normatividad y el
derecho, la verdad de la justicia habilita un quiasma que nunca deja de apelar
a un exterior mayor que lo instruye. Escindido
por la trascendencia, el simple sentido de
objetividad cae en la trivialidad, si no somete la consistencia normativa al
trance abismal de la verdad y la justicia.
Si Marx tenía razón al sostener que las
sociedades no se plantean problemas que no puedan resolver[6],
esa impregnación de la solución en el devenir deja suspendida la verdad sobre lo
inescrutable por venir. La puesta en suspenso de la evidencia hace justicia a la trascendencia, como se la
lee en Ibero[7],
en cuanto somete la conciencia al escrutinio de una sospecha absoluta, con el
quién de la pregunta como único asidero, al borde del abismo de sí mismo.
El derecho a la
sospecha se sostiene en el criterio del sí mismo, que pone en danza la autenticidad al son de lo insondable. Con
cierto equilibrio, un eje soslayado permite seguir el ritmo, sin dejar de
quedar erguido de paso.
Cuando se anula ese
derecho a una franja de vaivén entre la normatividad y el derecho, lo primero
que se sacrifica es la poesía. En particular, porque su cosa es el sentido,
impregnado sin embargo de otras cosas que el sentido. Ibero alcanzó esa
impregnación del mundo en su realidad y de ahí su enorme don poético: decir
aquel sentido que se sostenía por sí mismo, de manera que su poesía nunca es
tan sólo el mismo Ibero.
De ahí que todo él no
fuera reductible al simple sentido, ni su sentido de la verdad separable de la
justicia que todo lo envuelve. De ahí también que esa duda que levanta sobre
todo lo que lo rodeó, hasta los 22 años en que muere, sea una duda en la que
todavía bailamos, al son incluso, de los sentidos de aquella muerte.
En ese lugar estuvieron
todos los asesinos y todos los asesinatos, porque no se mataba a alguien por lo
que era, sino ante todo por lo que se podía decir que era. Desde entonces es una
muerte signada por cierta tergiversación del sentido, que intentaba decir: así
mueren los tupamaros.[8] No
fue asesinado un estudiante que era poeta, pintor, enamorado y tupamaro, sino
alguien que mediáticamente, en cuanto había sido encarcelado por razones
políticas ligadas a la insurgencia subversiva, quería ser imputado víctima para
fomentar el terror.
Esa manipulación
mediática del sentido ya estaba presente en la prohibición por parte de Pacheco
Areco de la difusión masiva de siete palabras del idioma[9] y
se va a ver prolongada en los “Comunicados de las Fuerzas Conjuntas” que
modulan la cotidianeidad amenazante del terror -a partir del Estado de Guerra Interno votado
en el Parlamento por todos los sectores de los partidos tradicionales, seguidos
más tarde aún, por la política de desapariciones del totalitarismo uruguayo (inocuamente
titulado “dictadura militar”).
Todos estos episodios
son manifestaciones de la inverosimilitud del sentido inmediato de la
normatividad objetiva, que paradójicamente exige la verosimilitud de la mentira
como mentira, paráfrasis que amplifica la
frase de Goebbels: “Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”.
Sin embargo, la
prostitución del sentido que señala esa frase no es tan sólo publicitaria (en
la doble acepción de animar una condición pública y una política de publicidad),
sino que además provee un criterio. Por ejemplo, el que sostiene una “guerra
interna” contra la insurgencia democrática o la que “presenta” una realidad conformada
por desapariciones. Que una realidad pueda presentarse a través de
desapariciones reales señala hasta qué punto el sentido ha traspasado la verdad
de la mera evidencia y se encuentra sometido a un régimen de sospecha,
verosímil porque inverificable en lo inmediato. No que la sospecha no pueda
llegar a ser dilucidada, sino que la objetividad normativa atenida a la
evidencia no puede, ya en adelante, satisfacer la verdad.[10]
Esa “realidad
producida” tecnológicamente, en particular a través de la comunicación masiva, conlleva tanto la obnubilación totalitaria que
se tiene por único sentido posible, como el cuestionamiento de la realidad
sostenida en la transparencia del sentido. En los dos casos, el sentido se topa
con la cuestión de la justicia y la verdad, en el primero, en cuanto pretende
estamparse en ellas, en el segundo, en cuanto las inscribe en palimpsesto,
entre escrituras pretéritas y emergentes.
En esa infinitud de
horizonte no perece la pregunta por la verdad, sino un procedimiento reductor
de la decisión. Requerida a destiempo[11]
por un hambre de sentido, la verdad acude a la superficie de la memoria, desde
las propias raíces de la justicia.
[1] Pereira, M. “Traduciendo
a la Corte” La Diaria (26/02/13) http://ladiaria.com.uy/articulo/2013/2/traduciendo-a-la-corte/
[2] “Poco convencional”
Montevideo Portal (01/03/13) http://www.montevideo.com.uy/notnoticias_193865_1.html
[3] Según Zabalza,
el número de quienes participaron del MLN y acompañan, desde el entorno
presidencial, la política de impunidad, no supera los 70 a 80, sobre los 3000
miembros de la misma organización en el pasado. Ver: Tagliaferro, G. “El lado B
de la revolución” Montevideo Portal
(12/02/13) http://www.montevideo.com.uy/noticia_192275_1.html.
[4] Kant vincula
prioritariamente la Crítica de la Razón Pura a la figura de un “Tribunal ” que
dictara leyes “eternas e inmutables”. Kant, I. (1973)
Critique de la Raison Pure (Préfaces
et Introduction), Aubier-Montagne, Paris, pp.18-20.
[5] El término “contexto”
que actualmente vinculamos a la realidad que suma un conjunto de
circunstancias, se origina en las disposiciones subordinadas a un mismo un acto
jurídico, ver Lalande, A. (1983)
Vocabulaire technique et critique de la philosophie, PUF, Paris, p.181.
[6] Marx, K. (1976)
“Prólogo a la Contribución a la crítica de la economía
política”
en Marx, Karl y Engels, Friedrich Obras
escogidas , Tomo I
Editorial
Progreso, pp.517-518.
[7] Gutiérrez, I. (2009)
Obra Junta (1966-1972), (Antología de Laura Oreggioni y Luis Bravo),
Estuario, Montevideo. Asimismo se encuentra información sobre Ibero en “Ibero
Gutiérrez” facebook, http://www.facebook.com/pages/Ibero-Guti%C3%A9rrez/249738293942?fref=ts
[8] La ejecución de
Ibero fue firmada “Comando cazatupamaros”. Ibero se encontraba fatalmente identificado, en la propaganda totalitaria de entonces, como "tupamaro", a raíz de su viaje a Cuba, premiado por un ensayo juvenil, así como por haber sido procesado y remitido, por pocos meses, al Penal de Punta Carretas.
[9] “Cuando estaba
prohibido decir “tupamaros” en el Uruguay” Blog
de Blogs, http://blogsdeteaydeportea.com/contenidos/1548-cuando-estaba-prohibido-decir-tupamaros-en-uruguay.html
(acceso el 03/03/13)
[10] “Gilberto
Vázquez admitió haber removido cuerpos de desaparecidos durante la dictadura
militar” El Observador (06/08/06) http://www.elobservador.com.uy/noticia/54812/gilberto-vazquez-admitio-haber-removido-cuerpos-de-desaparecidos-durante-la-dictadura-militar/
[11] Según Agamben, "contemporáneo" es aquel sentido que quiebra la continuidad cronológica del
tiempo, ver Agamben, G. (2008) Qu’est-ce
que le contemporain?, Payot-Rivages, Paris, pp.37-41.