5.6.12


El fantasma de la papelera en el palacio de la crisis


1ª quincena, junio 2012



La satisfacción generalizada que cundió en filas frenteamplistas por el número relativamente alto de votantes, considerado con un rasero que percibía un incremento de la apatía, se ha visto rápidamente eclipsada por una nueva crisis en palacio de quincho, o un nuevo quincho del palacio de la crisis. Sólo una desmesurada confianza en el oído justifica que las asociaciones perceptivas se conviertan en metáforas verosímiles. Sin embargo, nadie se aventuraría en medio de la circulación vertiginosa que cunde por nuestros días, sin permitirse percibir las señales de tránsito.

Así, gobernados por el instinto de la reacción en cadena para evitar el choque múltiple, convendría quizás atender la señal que proviene de la condena, por parte de un presidente reputado por una locuacidad fogosa, de un ministro a abandonar un cargo tras una filtración en sus filas[1]. Mujica parece decirnos: “La filtración soy yo”. El caso es que lo es. Por eso mismo, debemos tomarlo en serio cuando nos dice, sacrificando a un mensajero, que va a sellar el recinto presidencial. En efecto lo sella por partida doble, en cuanto para empezar todo sello es doble: estampa y molde, así como “sellar” en el sentido de convertir un recipiente en estanco, supone que la fisura ya filtra.

¿Cómo sellar la comunicación? Ese es el verdadero problema que afronta el presidente, comenzando por sí propio. ¿Es la filtración una pérdida de sentido o el sentido no consiste sino en lo que atraviesa una división? ¿No sería propiamente entonces la división lo que manifiesta el sentido, constituyendo polémicamente su propia condición de existencia? ¿No significa una división lo que permite percibir el sentido de los límites, o lo que es lo mismo, los límites del sentido? ¿Desde entonces, como gobernar sin dejar filtrar o sin dejarse gobernar por un filtrar?

Mujica ha percibido que una generalización de la filtración atenta contra la soberanía que sustenta a cualquier gobierno. Sin embargo, ese criterio también lleva a cuestionarlo por una facundia desbordante[2]. Quizás ni un presidente extraordinariamente locuaz ni alguna filtración indebida motiven la crisis, sino lo que ata las moscas por un zumbar, esto es, la extensión de la filtración en tanto régimen de gobierno.

La propia palabra “régimen” suena duro al oído cuando se acerca a “gobierno”, ya que no es muy popular hablar de “régimen democrático”. Ello proviene del vínculo que se establece inmediatamente entre “régimen”, “regulación” y “reglas”. Si alguien pone las reglas y regula, constituye un régimen. El problema pasa a ser quien es ese alguien. El problema del presidente pasó a ser, por lo tanto, ser alguien que gobierna sin dejar filtrar, porque toda filtración, revelando la fisura, atenta contra lo gubernamental y contra alguien en tanto pretenda poner las reglas, para regular y constituir un régimen. El régimen no admite que se filtre lo que lo gobierna, porque desde entonces, la regulación decae en un régimen débil, lo que manifiesta a las claras que un gobierno consiste, ante todo, en expresar que gobierna quien está por encima de las reglas[3].

Pareciera, desde esa perspectiva de cohesión de un régimen gubernamental, que el reproche que le dirige el vicepresidente al presidente, en torno a cierto desvanecimiento de las reglas, adquiere el sentido de una exigencia de “mano dura”. Mantener las reglas es regular autoritariamente. En este plano ingresamos en un paroxismo de la contradicción entre la filtración y el gobierno, ya que Astori se dirigió al presidente en razón de la conmoción que produjo, en su propio sector político, la separación del cargo de un ministro que tenía por uno de los suyos. ¿Acaso predica Astori que debe dejarse correr la filtración y que esa regla es la regla del régimen que contraría Mujica, al pretender regularlo soberanamente?

Por más descabellada que parezca la ley de un régimen cuyas reglas no dependen de nada ni de nadie, eso es lo que refrenda el propio presidente, cuando desiste de enviar a la papelera una ley de medios que había destinado a ese bochornoso destino al inicio de su mandato[4]. No sólo anuncia que no la embocará en el cesto de lo impromulgable, sino que además se aboca a decir que no será una ley que regule ningún contenido, ultraliberalismo que  convierte tal ley en mera regulación de emisiones[5]. Por consiguiente, el presidente admite que ya no gobierna más, sobre todo en el sentido de impedir las filtraciones que tanto le preocupan, ya que excepción hecha de los contenidos, no se ve que quedaría por filtrar en un sentido que superara la trascendencia de un fluido. Por lo mismo anuncia presidencialmente que todas las filtraciones estarán a la orden del día. Se dirá que esta actitud es desconcertante, contradictoria y funambulesca, como se ha dicho tantas veces del actual presidente, pero cabe subrayar que admite una renuncia a gobernar, ya que no se ve en que sentido una ley podría renunciar a todo efecto sobre los contenidos, sin convertirse acto seguido en mera ley de la fuerza –abandonando por lo mismo toda pretensión a la emblemática “fuerza de ley”[6]. En ese punto, tal ley forzaría ante todo a quien la promulga a renunciar, o lo que es igual, supondría que renuncia quien la promulga, ya que un reino de la pura fuerza no se compadece con ninguna soberanía gubernamental, sobre todo con una que pretende impedir las filtraciones.

El desconcierto que se apodera del análisis ante estas aporías gubernamentales, que afectan al propio sentido ante todo, quizás promovidas por una oclusión terminal de los términos que llevaría al consiguiente auge de filtraciones interminables, merece que la cuestión sea llevada más allá del gobierno.

Lo primero que se encuentra en el “exterior inmediato” del gobierno es el partido de gobierno. Aquí nos encontramos ante un reverdecimiento electoral interno, aunque la súbita lozanía adquirida votación mediante[7], podría asimismo tomar el sentido del (re)surgimiento del verde en los chistes de velorio. Encandilados por una emisión del voto los frenteamplistas tienden, al igual que el presidente salido de sus filas, a condenar la ley de los contenidos. 


No se observa que la decisión fundamental de la votación no está en el contenido de las urnas, según el número de votantes o los sectores que primen sobre otros y n+1 observación coyuntural, sino en su instalación funeraria. Se ha decidido que un conjunto de decisiones orgánicas se adopten con el concurso del sufragio universal y secreto de los frenteamplistas. Detrás de este razonamiento obra, a la chita callando, la idea de que es “más democrático” el voto de cada militante que su participación orgánica. Idea que es precisamente la que se había propuesto destruir la “cultura de izquierda” que pretendía que las formas democráticas no subsumían a los contenidos sociales. A punto tal de mofarse de las meras formas de elección democrático-liberal y considerarlas una “farsa” del poder, ajena y sobre todo enemiga, manipulación ideológica, social y económica de los explotados mediante, de la verdadera democracia.

Si alguien supusiera que la lucha contra el estalinismo y todas las formas de totalitarismo surgidas en la izquierda fundamenta la apertura a la democracia liberal bajo todas sus formas, le haríamos notar que el razonamiento frentista al presente no es “dejemos entrar el aire fresco de la democracia liberal” sino “refrendémonos por la votación masiva”.  De ahí el ditirambo a una participación acrecentada. Sin embargo tal legitimidad demográfica no es sino lo contrario de una legitimidad fundada. En tanto “sentido del número” manifiesta una cifra aciaga: la que puede significar el “número del sentido” o sea, el numerario como criterio de verdad (poder, legitimidad, democracia, etc.).

En cuanto pretende legitimarse por el número de votos, abandonando el criterio del contenido de la participación, el Frente Amplio corre a su fin más rápidamente de lo que se cree. Confinada en la confianza numeraria en la participación electoral, una votación es un test de índole análoga a una encuesta de opinión. Por consiguiente apostar a la legitimación por el número de papeletas, supone ingresar indefensamente en un ámbito  donde lo que cuenta es la emisión (del voto, de la opinión, de la voluntad) antes que el contenido que se dejaría filtrar.

En este punto es donde se reúnen, tanto el inefable afán de Mujica por sellar las filtraciones, como la insistencia de Astori sobre las reglas gubernamentales, con el intento frenteamplista de una legitimidad numeraria de izquierda. Mujica no podrá, no podría nadie, sellar las emisiones que son la regularidad misma del poder en una sociedad de medios, tanto más cuanto su propia presidencia no es sino un avatar mediático ante todo. Oscilando entre lo uno (ser el uno que gobierna) y lo otro (ser el otro que habla) irá fatalmente por el mismo camino de la renuncia que hoy le pide a un ministro, sin percatarse que vaticina sobre el desenlace de su propia inviabilidad, como lo anunciamos tiempo atrás[8]. Astori defenderá las reglas, que en una sociedad de medios son la medición de valores (contenidos incluidos) por el mercado y por lo tanto no se opondrá a las filtraciones, sino que las organizará bursátilmente. El Frente Amplio procurará la emisión del voto en su favor, sin dejar de favorecer ante todo el voto de la emisión, que lo llevará a un justo medio (de los medios), que mayoritariamente no son de izquierda.





[1] “Mírame a los ojos” La Diaria (4/06/12) http://ladiaria.com.uy/articulo/2012/6/mirame-a-los-ojos/
[2] “Juan Castillo: “Mujica habla mucho” Teledoce.com (26/11/10) http://www.teledoce.com/noticia/15540_Juan-Castillo%3A-%5CMujica-habla-mucho%5C/
[3] Es el criterio de Karl Schmitt: “soberano es quien determina el estado de excepción”.
[4] “Mujica descartó tener proyecto de ley de medios” Teledoce (24/05/12) http://www30.teledoce.com/noticia/34329_Mujica-descarto-tener-proyecto-de-ley-de-medios/
[5] “El presidente reiteró la idea de no “tocar” las líneas editoriales de lo medios”, tituló el portal del gobierno” La Red21 (01/05/12) http://www.lr21.com.uy/politica/1040893-el-presidente-reitero-la-idea-de-no-tocar-las-lineas-editoriales-de-los-medios-titulo-el-portal-del-gobierno-uruguayo
[6] Derrida parte del extraordinario sentido de esta expresión, que de por sí, deconstruye tanto como gobierna. Derrida, J. “Nombre de pila de Benajamín” en Derrida en castellano (sitio instalado por H. Potel) http://www.jacquesderrida.com.ar/textos/walter_benjamin.htm (acceso el 04/06/12)
[7] Uval, N. “No está tan mal” La Diaria (29/05/12) http://ladiaria.com.uy/articulo/2012/5/no-esta-tan-mal/
[8] Ver en este blog el fin del texto “Los alias del Pepe: un ejército de sombras” http://ricardoviscardi.blogspot.com/2011/04/los-alias-del-pepe-un-ejercito-de_02.html

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