29.1.13


Crear dos, tres…muchas tecno-universidades!!!


1ª quincena febrero 2013



Frustrado el intento de poner fin al imperialismo y llevado al arrepentimiento ante los excesos  juveniles  de antaño, el tupamplismo ha trocado la emblemática consigna del Che “Crear, dos, tres…muchos Vietnam!!!”[1] por una versión adaptada a un objetivo estratégico de la derecha uruguaya: menoscabar a la Universidad de la República. Sanguinetti ya había desarrollado, Rama mediante, la tecnología política necesaria y suficiente para alcanzar la innovación productiva de la educación nacional, mediante el fomento de una enseñanza terciaria no universitaria (a través de la formación docente), destinada a cumplir una maniobra de diversión institucional: dividir los fines, medios y recursos de la formación superior, con el propósito de trivializar la condición académica.

 Si a usted le tocaba, en aquel entonces, asistir a una reunión institucional de los organismos de formación docente, no podía esperar reeditar la contemplativa y pasiva escena académica de encontrarse con “docentes”, “directores” o incluso “inspectores”, sino que se amilanaba bajo la ejecutividad de proactivos “gerentes”.

La creación del Instituto de Profesores Artigas estuvo, más atrás aún, atravesada por la disyunción entre la ilustración y el pragmatismo, a través de la polémica entre Vaz Ferreira y Grompone. Mientras el primero impulsaba un Centro de Investigaciones Universitarias, que daría lugar a la Facultad de Humanidades y Ciencias,  Grompone proponía un centro de formación docente con carácter aplicado a las necesidades del estudiantado de secundaria, que por entonces configuraba el sector en expansión de la enseñanza –correlativo al desarrollo productivo de aquel período- en el Uruguay.[2]

Presentada con viso innovador, esta tecno-universidad estatal en vías de formación, no hace más que agregar la denominación “universidad” a una alternativa terciaria diferenciada de la universidad como tal, diferenciación que ya cunde, sin embargo, en nuestro país desde los años 40’ del siglo pasado, es decir, desde hace más de 70 años. La maniobra de diversión académica consiste en soplar botellitas institucionales,  para luego etiquetarlas con un autoadhesivo que reza “universidad o asimilado”, apelación de origen destinada ante todo a balcanizar la autonomía educativa y propiciar, por decreto de creación, un electorado cautivo de los partidos políticos. A tal punto el  designio estratégico prevaleció sobre la consigna académica en el presente, que no sólo Mujica reivindicó para sí haber satisfecho una reivindicación del “Uruguay profundo” –apropiación declarativa que ocasionó la inmediata reacción por parte de Larrañaga, quien reivindicó para sus tiendas idéntica patria potestad- sino que incluso desde el Partido Colorado protestaron por no haber sido consultados acerca de la integración del “Consejo Directivo Central provisorio”[3]. Desde ya las votaciones de fines de 2014 asoman como el fantasma fundacional de un claustro con vocación de urna electoral.

 Acerca de saber si proyectos de esas características merecen ser denominados “universidad” conviene, como en muchos otros aspectos del innovacionismo tupamplista, dejarse guiar por las declaraciones de sus mentores, en cuanto tal tecno-universidad proseguiría la formación impartida por la Universidad del Trabajo. Según una panacea instrumental del cuerno de la abundancia, el Uruguay no será, a partir del primer ciclo de enseñanza secundaria, sino una sucesión de universidades –UTU, UTec, UdelaR- bifurcando hacia un horizonte de trochas divergentes, cuyos rieles rielarán la luz del saber entre los cultivos transgénicos del país “agro-inteligente”.

Cierto productivismo trasnochado cunde entre nosotros, pese a un debate mundial en curso acerca de los efectos violentos de la comunicación, particularmente con relación al estreno de la película Django encadenado de Quentin Tarantino. Vinculada por el periodismo con los reiterados atentados criminales contra niños y docentes en escuelas estadounidenses, la discusión que se emprende acerca del vínculo entre violencia y comunicación no es la más reciente al respecto.[4] Toda conceptuación mediática permanece ausente, sin embargo,  de los balances que presentan los responsables del gobierno, aparentemente enterados por los informativos televisivos de la “asignatura pendiente” que constituye la “crónica roja”.[5] No deja de sorprender que un positivismo cerril siga prendado de la inocencia vacuna de la pradera natural, pese a que ya la había interpelado Nietzsche, aunque con relación al ovino[6], más allá de la complementariedad del pastoreo vernáculo, ya que como es sabido, el bovino y el ovino pacen pasturas distintas, agraciada circunstancia que agrega felicidad a nuestra naturaleza nacional.

Haciendo gala entretanto de una fe inquebrantable en la masa dineraria,  el gobierno pretende reducir el crecimiento de la criminalidad asociada al tráfico de drogas a una cuestión de pesos, sin considerar siquiera como el mismo contagio afecta, por idéntica vía mediática, a los deportes de masas.[7] El anquilosamiento epistémico no impide, sin embargo, que mientras se identifica cierto clima de violencia como uno de los azotes de peor augurio, simultáneamente se maneje de forma incongruente un llamado a la televisión digital pautado, ante todo, por el miedo (electoral) a los (grandes) medios. Tras recibir la crítica airada de tirios y troyanos, la presidencia de la República decidió suspender ese llamado a licitación, de manera que como le quita a unos, le quita a otros, corolario decretal del temperado “como te digo una cosa te digo la otra”.[8]

El desgobierno de la cuestión mediática se vincula de manera insoslayable a la diatriba que Mujica dirigió, en el mismo inicio de su período de gobierno, a los estudios en comunicación.[9] La continuidad entre esa discriminación declarativa y la denostación presidencial de cualquier “educación para los medios” obedece, explícitamente, al manifiesto propósito de favorecer a la tecno-ciencia. Lanzándose por un tobogán productivista, tal favoritismo lleva ahora a zambullirse en una tecno-universidad, inmersión irrefrenable entre quienes temen, ante todo, el alcance político de la crítica, sobre todo cuando no se parapeta detrás de formalismos de gabinete, sino que se articula en la lengua que habla el común. Quizás convenga anotar que la condena del tupamplismo a las humanidades y las ciencias sociales no sólo conforta intereses sectoriales, sino que manifiesta cierta fobia a la teoría allí donde luce más genuina, a través de la experiencia que gobierna el lenguaje natural.

Uno tiende a sospechar, advertido por el mucho ruido y las pocas nueces que ha provisto el tupamplismo,  que la universidad tecnológica que se proyecta  obtendrá, en este período de formación, resultados análogos a los se alcanzan desde hace 3 años con la “Reforma del Estado”. Esta luce un significativo progreso manuscrito  que consiste  en sacar,  entre gallos y medianoches, alguna normativa que encarrile, bajo amenaza de sumario, a los indolentes funcionarios públicos. Sin embargo, eximiéndola del quejumbroso “control de calidad” que suelen aconsejar las normas ISO, esta universidad empresarial[10] cuenta con nutridos antecedentes en el desarrollo del país, que conviene colocar desde ya en el horizonte de la cuestión.

En primer lugar, la propia Universidad de la República está lejos de constituir un conjunto homogéneo y sincrónico. La Licenciatura en Ciencias de la Comunicación es uno de los lugares que presenta las analogías más significativas con el desarrollo tecnológico, incluso porque la tecnología configura el elemento medular, tanto en la problemática teórica como en la configuración profesional, para las carreras universitarias en comunicación, desde los años 50’.[11] Ese servicio, actualmente en vías de conformar una nueva facultad de la misma UdelaR junto con la Escuela de Bibliotecología, inició ese camino por decisión institucional propia, hace más de una década. Para discernir la problemática correlativa, se concitó la participación de distintos académicos de la región, entre quienes se encontraba Sérgio Capparelli. Este docente riograndense intervino para señalar que la concepción del campo de la comunicación  “(…es imposible si no se tiene una perspectiva de la universidad que se quiere”.[12]

El planteo de Capparelli acerca de la cuestión universitaria es medular porque distingue el elemento determinante de una universidad: la unidad del saber, pero asimismo, lo proyecta en la destinación de lo “que se quiere”. De esta manera, la unidad no queda solamente vinculada al elemento de una consistencia formal –disciplinaria en particular, sino asimismo articulada con la condición trascendente que la pauta, ante todo, con una consigna incondicional, tal como, por ejemplo, la modernidad adopta un “objetivo histórico”.

Desde el punto de vista moderno -para no considerar sino la memoria cultural de que estamos imbuidos, nos debemos incondicionalmente a un “objetivo histórico” de superación humana. Por consiguiente, una universidad de esa inspiración se encuentra incondicionalmente mandatada en la perspectiva de su adhesión a una trascendencia –incondicionada a su vez- de la humanidad.[13] Esta unidad sustentada en la vocación de alcanzar el pleno cumplimiento de un mandato, permite invertir la relación entre universidad y destinación, de manera que se comprende de inmediato –siguiendo a Capparelli- que universidad se quiere si se distingue, en el planteo de un proyecto, el destino que se propone para la misma.

Por consiguiente, deteniéndonos en qué descripción se presenta,  cuando se nos habla de la universidad que se quiere alcanzar, se entiende, asimismo,  qué universidad se nos presenta. A tal respecto, un proyecto de universidad que propone ante todo  terminar con asignaciones de fondos inútiles desde el punto de vista del mercado y del trabajo, de forma que se destine, desde una perspectiva productivista, “recursos genuinos” a “resultados genuinos”, configura una universidad pautada por el neoliberalismo. Aunque en este blog citamos poco por razones de estilo, no llegaremos a caer en un exceso por evitar otro, motivado ante todo por un excesivo purismo estilístico:

“Dentro de esa perspectiva, en una caricaturización de lo que ella puede llegar  a ser, podemos ejemplificar con una universidad hipotética, en la que las inversiones se destinarían a los institutos concebidos en función del mercado y la industria y no a institutos más tradicionales que, en una perspectiva de mercado, den menos lucro. En Inglaterra, durante la administración de Margareth Thatcher, quien defendía ese tipo de universidad argumentaba que había que sacar dinero de investigaciones inútiles, que tenían como objetivo investigar los escritos del antiguo Egipto o las costumbres prenupciales del Alto Volta en Africa, destinándolo a aquellas áreas que necesitaba la industria. Estoy hablando de la jerarquía que se establece al hacer la división del presupuesto, que se relaciona con el camino que se pretende para determinada Universidad”.[14]

¿Sería Margareth Thatcher indiferente al designio de lograr el pleno empleo y la sustentabilidad económica para Gran Bretaña? Si la respuesta es negativa: ¿qué separa las declaraciones del tupamplismo –por distintos voceros- de la consigna universitaria que cundió bajo puño y letra de la Dama de Hierro?
La respuesta es: nada. Naturalmente, en este punto comienzan otras preguntas. Pero como este blog no tiene por propósito proporcionar respuestas finalistas, sino ante todo  preguntas mediáticas, creemos cumplido por este medio término del verano, de una acalorada actualización a inicios de febrero, el cometido quincenal. Ya vendrán otras quincenas, otros meses, un semestre hacia cuyo fin la Rendición de Cuentas, la última del período quinquenal a que apunta la redistribución posible hasta 2015, plantee todas estas cuestiones con un viso más álgido, si se quiere.





[1] Guevara, E. “Crear dos, tres…muchos Viet-Nam, es la consigna” Cuadernos de Ruedo Ibérico (abril/mayo, 1967) Paris, pp.94-101 http://www.filosofia.org/hem/dep/cri/ri12094.htm (acceso el 29/01/13)
[2] Romero, P. “El día que secundaria se separó de la universidad” (2ª parte) Notas de Análisis http://www.ort.edu.uy/facs/boletininternacionales/contenidos/97/romero97.html
[3] “Tres en línea” La Diaria (22/01/13) http://ladiaria.com.uy/articulo/2013/1/tres-en-linea/
[4] Enfoca esta problemática, por ejemplo, Mondzaín, M-J. (2002) L’image peut-elle tuer?, Bayard, Paris.
[5] Ver el balance hacia el  final de “Reportaje al vicepresidente Danilo Astori publicado en La República” UyPress (22/01/13) http://www.uypress.net/uc_36816_1.html
[6] Nietzsche, F. (1988) Seconde considération intempestive, Flammarion, Paris, p.75.  Ver el subtítulo “Uno” en la traducción « De la utilidad y los inconvenientes de la historia para la vida »  en Nietzsche en Castellano http://www.nietzscheana.com.ar/referencias/sobre_la_utilidad.htm (acceso el 29/01/13)
[7] Ver el sesgo que sigue el análisis en Bayce, R. “Mitos Mediáticos” en Caras y Caretas (25/01/13) Montevideo, pp.26-27.
[8]“Demasiadas críticas” en Políticas de Información y Comunicación en Uruguay http://www.infoycom.org.uy/?q=node/7186
[9] “Viru viru tu madrina” Mediorama (26/11/11)  http://mediorama.blogspot.com/2011/11/viru-viru-tu-madrina.html
[10] Véase el cierre de la entrevista concedida por uno de los responsables institucionales provisorios designados por el Poder Ejecutivo con venia del Senado: “Técnicamente hablando” La Diaria (25/01/13) http://ladiaria.com.uy/articulo/2013/1/tecnicamente-hablando/
[11] La lista de referencias al respecto sería interminable: Shannon, Wieber, McLuhan, Sfez, Vattimo, Virilio…
[12] Capparelli, S. (2003) “La construcción del campo de la comunicación en Brasil” en Comunicación y Universidad, UdelaR-Liccom, Montevideo, p.21.
[13] Derrida, J. (2001) L’Université sans condition, Galilée, Paris, pp.20-21. Ver traducción en « La Universidad sin condición » Derrida en Castellano http://www.jacquesderrida.com.ar/textos/universidad-sin-condicion.htm (acceso el 29/01/13)
[14] Op.cit. pp.22-23.