Crear
dos, tres…muchas tecno-universidades!!!
1ª
quincena febrero 2013
Frustrado el intento de
poner fin al imperialismo y llevado al arrepentimiento ante los excesos juveniles de antaño, el tupamplismo
ha trocado la emblemática consigna del Che “Crear, dos, tres…muchos Vietnam!!!”[1]
por una versión adaptada a un objetivo estratégico de la derecha uruguaya: menoscabar
a la Universidad de la República. Sanguinetti ya había desarrollado, Rama
mediante, la tecnología política necesaria y suficiente para alcanzar la
innovación productiva de la educación nacional, mediante el fomento de una
enseñanza terciaria no universitaria (a través de la formación docente),
destinada a cumplir una maniobra de diversión institucional: dividir los fines,
medios y recursos de la formación superior, con el propósito de trivializar la
condición académica.
Si a usted le tocaba, en aquel entonces,
asistir a una reunión institucional de los organismos de formación docente, no
podía esperar reeditar la contemplativa y pasiva escena académica de
encontrarse con “docentes”, “directores” o incluso “inspectores”, sino que se
amilanaba bajo la ejecutividad de proactivos “gerentes”.
La creación del
Instituto de Profesores Artigas estuvo, más atrás aún, atravesada por la
disyunción entre la ilustración y el pragmatismo, a través de la polémica entre
Vaz Ferreira y Grompone. Mientras el primero impulsaba un Centro de
Investigaciones Universitarias, que daría lugar a la Facultad de Humanidades y
Ciencias, Grompone proponía un centro de
formación docente con carácter aplicado a las necesidades del estudiantado de
secundaria, que por entonces configuraba el sector en expansión de la enseñanza
–correlativo al desarrollo productivo de aquel período- en el Uruguay.[2]
Presentada con viso
innovador, esta tecno-universidad estatal en vías de formación, no hace más que
agregar la denominación “universidad” a una alternativa terciaria diferenciada
de la universidad como tal, diferenciación que ya cunde, sin embargo, en
nuestro país desde los años 40’ del siglo pasado, es decir, desde hace más de
70 años. La maniobra de diversión académica consiste en soplar botellitas
institucionales, para luego etiquetarlas
con un autoadhesivo que reza “universidad o asimilado”, apelación de origen destinada
ante todo a balcanizar la autonomía educativa y propiciar, por decreto de
creación, un electorado cautivo de los partidos políticos. A tal punto el designio estratégico prevaleció sobre la consigna
académica en el presente, que no sólo Mujica reivindicó para sí haber
satisfecho una reivindicación del “Uruguay profundo” –apropiación declarativa
que ocasionó la inmediata reacción por parte de Larrañaga, quien reivindicó
para sus tiendas idéntica patria potestad- sino que incluso desde el Partido
Colorado protestaron por no haber sido consultados acerca de la integración del
“Consejo Directivo Central provisorio”[3].
Desde ya las votaciones de fines de 2014 asoman como el fantasma fundacional de
un claustro con vocación de urna electoral.
Acerca de saber si proyectos de esas
características merecen ser denominados “universidad” conviene, como en muchos otros
aspectos del innovacionismo tupamplista,
dejarse guiar por las declaraciones de sus mentores, en cuanto tal
tecno-universidad proseguiría la formación impartida por la Universidad del
Trabajo. Según una panacea instrumental del cuerno de la abundancia, el Uruguay
no será, a partir del primer ciclo de enseñanza secundaria, sino una sucesión
de universidades –UTU, UTec, UdelaR- bifurcando hacia un horizonte de trochas
divergentes, cuyos rieles rielarán la luz del saber entre los cultivos
transgénicos del país “agro-inteligente”.
Cierto productivismo
trasnochado cunde entre nosotros, pese a un debate mundial en curso acerca de
los efectos violentos de la comunicación, particularmente con relación al
estreno de la película Django encadenado
de Quentin Tarantino. Vinculada por el periodismo con los reiterados atentados
criminales contra niños y docentes en escuelas estadounidenses, la discusión
que se emprende acerca del vínculo entre violencia y comunicación no es la más
reciente al respecto.[4]
Toda conceptuación mediática permanece ausente, sin embargo, de los balances que presentan los
responsables del gobierno, aparentemente enterados por los informativos
televisivos de la “asignatura pendiente” que constituye la “crónica roja”.[5]
No deja de sorprender que un positivismo cerril siga prendado de la inocencia
vacuna de la pradera natural, pese a que ya la había interpelado Nietzsche, aunque
con relación al ovino[6],
más allá de la complementariedad del pastoreo vernáculo, ya que como es sabido,
el bovino y el ovino pacen pasturas distintas, agraciada circunstancia que
agrega felicidad a nuestra naturaleza nacional.
Haciendo gala
entretanto de una fe inquebrantable en la masa dineraria, el gobierno pretende reducir el crecimiento
de la criminalidad asociada al tráfico de drogas a una cuestión de pesos, sin
considerar siquiera como el mismo contagio afecta, por idéntica vía mediática,
a los deportes de masas.[7]
El anquilosamiento epistémico no impide, sin embargo, que mientras se
identifica cierto clima de violencia como uno de los azotes de peor augurio, simultáneamente
se maneje de forma incongruente un llamado a la televisión digital pautado,
ante todo, por el miedo (electoral) a los (grandes) medios. Tras recibir la crítica
airada de tirios y troyanos, la presidencia de la República decidió suspender
ese llamado a licitación, de manera que como le quita a unos, le quita a otros,
corolario decretal del temperado “como te digo una cosa te digo la otra”.[8]
El desgobierno de la
cuestión mediática se vincula de manera insoslayable a la diatriba que
Mujica dirigió, en el mismo inicio de su período de gobierno, a los estudios en
comunicación.[9] La
continuidad entre esa discriminación declarativa y la denostación presidencial
de cualquier “educación para los medios” obedece, explícitamente, al manifiesto propósito de favorecer a la tecno-ciencia. Lanzándose por un tobogán productivista,
tal favoritismo lleva ahora a zambullirse en una tecno-universidad, inmersión irrefrenable
entre quienes temen, ante todo, el alcance político de la crítica, sobre todo
cuando no se parapeta detrás de formalismos de gabinete, sino que se articula
en la lengua que habla el común. Quizás convenga anotar que la condena del tupamplismo a las humanidades y las
ciencias sociales no sólo conforta intereses sectoriales, sino que manifiesta cierta
fobia a la teoría allí donde luce más genuina, a través de la experiencia que
gobierna el lenguaje natural.
Uno tiende a sospechar,
advertido por el mucho ruido y las pocas nueces que ha provisto el tupamplismo, que la universidad tecnológica que se proyecta
obtendrá, en este período de formación,
resultados análogos a los se alcanzan desde hace 3 años con la “Reforma del
Estado”. Esta luce un significativo progreso manuscrito que consiste en sacar, entre gallos y medianoches, alguna normativa
que encarrile, bajo amenaza de sumario, a los indolentes funcionarios públicos.
Sin embargo, eximiéndola del quejumbroso “control de calidad” que suelen
aconsejar las normas ISO, esta universidad empresarial[10]
cuenta con nutridos antecedentes en el desarrollo del país, que conviene
colocar desde ya en el horizonte de la cuestión.
En primer lugar, la
propia Universidad de la República está lejos de constituir un conjunto
homogéneo y sincrónico. La Licenciatura en Ciencias de la Comunicación es uno de
los lugares que presenta las analogías más significativas con el desarrollo
tecnológico, incluso porque la tecnología configura el elemento medular, tanto
en la problemática teórica como en la configuración profesional, para las
carreras universitarias en comunicación, desde los años 50’.[11]
Ese servicio, actualmente en vías de conformar una nueva facultad de la misma
UdelaR junto con la Escuela de Bibliotecología, inició ese camino por decisión
institucional propia, hace más de una década. Para discernir la problemática correlativa,
se concitó la participación de distintos académicos de la región, entre quienes
se encontraba Sérgio Capparelli. Este docente riograndense intervino para
señalar que la concepción del campo de la comunicación “(…es imposible si no se tiene una perspectiva
de la universidad que se quiere”.[12]
El planteo de
Capparelli acerca de la cuestión universitaria es medular porque distingue el
elemento determinante de una universidad: la unidad del saber, pero asimismo,
lo proyecta en la destinación de lo “que se quiere”. De esta manera, la unidad
no queda solamente vinculada al elemento de una consistencia formal
–disciplinaria en particular, sino asimismo articulada con la condición
trascendente que la pauta, ante todo, con una consigna incondicional, tal como,
por ejemplo, la modernidad adopta un “objetivo histórico”.
Desde el punto de vista
moderno -para no considerar sino la memoria cultural de que estamos imbuidos,
nos debemos incondicionalmente a un “objetivo histórico” de superación humana.
Por consiguiente, una universidad de esa inspiración se encuentra incondicionalmente
mandatada en la perspectiva de su adhesión a una trascendencia –incondicionada
a su vez- de la humanidad.[13]
Esta unidad sustentada en la vocación de alcanzar el pleno cumplimiento de un
mandato, permite invertir la relación entre universidad y destinación, de
manera que se comprende de inmediato –siguiendo a Capparelli- que universidad
se quiere si se distingue, en el planteo de un proyecto, el destino que se
propone para la misma.
Por consiguiente,
deteniéndonos en qué descripción se presenta,
cuando se nos habla de la universidad que se quiere alcanzar, se
entiende, asimismo, qué universidad se
nos presenta. A tal respecto, un proyecto de universidad que propone ante todo terminar con asignaciones de fondos inútiles
desde el punto de vista del mercado y del trabajo, de forma que se destine,
desde una perspectiva productivista, “recursos genuinos” a “resultados genuinos”,
configura una universidad pautada por el neoliberalismo. Aunque en este blog
citamos poco por razones de estilo, no llegaremos a caer en un exceso por
evitar otro, motivado ante todo por un excesivo purismo estilístico:
“Dentro
de esa perspectiva, en una caricaturización de lo que ella puede llegar a ser, podemos ejemplificar con una
universidad hipotética, en la que las inversiones se destinarían a los
institutos concebidos en función del mercado y la industria y no a institutos
más tradicionales que, en una perspectiva de mercado, den menos lucro. En
Inglaterra, durante la administración de Margareth Thatcher, quien defendía ese
tipo de universidad argumentaba que había que sacar dinero de investigaciones
inútiles, que tenían como objetivo investigar los escritos del antiguo Egipto o
las costumbres prenupciales del Alto Volta en Africa, destinándolo a aquellas
áreas que necesitaba la industria. Estoy hablando de la jerarquía que se
establece al hacer la división del presupuesto, que se relaciona con el camino
que se pretende para determinada Universidad”.[14]
¿Sería Margareth
Thatcher indiferente al designio de lograr el pleno empleo y la sustentabilidad
económica para Gran Bretaña? Si la respuesta es negativa: ¿qué separa las
declaraciones del tupamplismo –por
distintos voceros- de la consigna universitaria que cundió bajo puño y letra de
la Dama de Hierro?
La respuesta es: nada.
Naturalmente, en este punto comienzan otras preguntas. Pero como este blog no
tiene por propósito proporcionar respuestas finalistas, sino ante todo preguntas mediáticas, creemos cumplido por
este medio término del verano, de una acalorada actualización a inicios de
febrero, el cometido quincenal. Ya vendrán otras quincenas, otros meses, un
semestre hacia cuyo fin la Rendición de Cuentas, la última del período
quinquenal a que apunta la redistribución posible hasta 2015, plantee todas
estas cuestiones con un viso más álgido, si se quiere.
[1] Guevara, E.
“Crear dos, tres…muchos Viet-Nam, es la consigna” Cuadernos de Ruedo Ibérico (abril/mayo, 1967) Paris, pp.94-101 http://www.filosofia.org/hem/dep/cri/ri12094.htm
(acceso el 29/01/13)
[2] Romero, P. “El
día que secundaria se separó de la universidad” (2ª parte) Notas de Análisis http://www.ort.edu.uy/facs/boletininternacionales/contenidos/97/romero97.html
[3]
“Tres en línea” La Diaria (22/01/13) http://ladiaria.com.uy/articulo/2013/1/tres-en-linea/
[4] Enfoca esta
problemática, por ejemplo, Mondzaín, M-J. (2002) L’image peut-elle tuer?,
Bayard, Paris.
[5]
Ver el balance hacia el final de “Reportaje
al vicepresidente Danilo Astori publicado en La República” UyPress (22/01/13) http://www.uypress.net/uc_36816_1.html
[6] Nietzsche, F. (1988) Seconde
considération intempestive, Flammarion, Paris, p.75. Ver el subtítulo “Uno” en la traducción « De
la utilidad y los inconvenientes de la historia para la vida » en Nietzsche
en Castellano http://www.nietzscheana.com.ar/referencias/sobre_la_utilidad.htm
(acceso el 29/01/13)
[7] Ver el sesgo
que sigue el análisis en Bayce, R. “Mitos Mediáticos” en Caras y Caretas (25/01/13) Montevideo, pp.26-27.
[8]“Demasiadas
críticas” en Políticas de Información y
Comunicación en Uruguay http://www.infoycom.org.uy/?q=node/7186
[9] “Viru viru tu
madrina” Mediorama (26/11/11) http://mediorama.blogspot.com/2011/11/viru-viru-tu-madrina.html
[10]
Véase el cierre de la entrevista concedida por uno de los responsables
institucionales provisorios designados por el Poder Ejecutivo con venia del
Senado: “Técnicamente hablando” La Diaria
(25/01/13) http://ladiaria.com.uy/articulo/2013/1/tecnicamente-hablando/
[11] La lista de
referencias al respecto sería interminable: Shannon, Wieber, McLuhan, Sfez,
Vattimo, Virilio…
[12] Capparelli, S.
(2003) “La construcción del campo de la comunicación en Brasil” en Comunicación
y Universidad, UdelaR-Liccom, Montevideo, p.21.
[13] Derrida, J. (2001) L’Université
sans condition, Galilée, Paris, pp.20-21. Ver traducción en « La
Universidad sin condición » Derrida
en Castellano http://www.jacquesderrida.com.ar/textos/universidad-sin-condicion.htm
(acceso el 29/01/13)
[14] Op.cit. pp.22-23.