El
kitsch avanza por la pantalla: liberar la sala Plaza de pentecostales
2ª
quincena enero 2013
Marx sostenía que “la
historia avanza por el mal lado”, en cuanto el impulso revolucionario también se
prepara a través de los golpes marrados[1].
La ocupación de la pantalla invierte esa fatalidad del porvenir, ya que adopta lo
más previsible para convertirlo en éxito. De Marx hasta Eco hemos ganado en
mentar, es decir, en usar los signos en aras de los designios[2],
antes que para transformar la realidad
según un destino trascendente.
Este salto intransitivo
de la transformación semiótica explica que el kitsch haya sido dudosamente
promovido, de criterio estético a política de Estado, en un sentido contrario
al de la Reforma del Estado tupamplista[3],
que se propone convertir a los funcionarios públicos en feligreses de la
eficacia privada. En cuanto intentamos birlar una sala culturalmente
estratégica a la Iglesia Dios es Amor
(pentecostales), estamos librando una
batalla por la escena, que hoy sólo se entiende tal como los pentecostales la
libran, en tanto efecto local de una pantalla global.
Ante el avance religioso en terreno cultural deprimido,
el sentimiento predominante en la comunidad uruguaya se sazona de cierto desencanto,
que conoció un episodio inaugural hacia fines de los 80’, con el comienzo de las
emisiones de propaganda de fe en la radiofonía uruguaya. No se trata ahora, ni tampoco se trataba por
entonces, de una desaprobación particular de la iglesia Dios es Amor (ni de cualquier otra creencia, inclinación o
desviación de las costumbres), sino de una percepción medular que vincula la difusión cultural con la laicidad
en materia de religión. Esta inclinación colectiva uruguaya viene a ser
confirmada, entre la opinión pública, por el saco roto en que han caído las
convocatorias de la propia Iglesia Católica, que recientemente condenó el
matrimonio igualitario y la interrupción voluntaria del embarazo. El sentimiento arraigado por estos lares
confirma que cierta gema destella, en el confín de la comunidad, confiada a una
secularización radical de las creencias.
Cabe anotar incluso,
que la convocatoria a devolver la sala del Plaza a la escena artística, en
cuanto se afana declarativamente en descartar cualquier finalidad anti-religiosa[4],
pauta cierto repliegue de la inclinación propia de la tradición uruguaya. En
particular, porque no parece que un
credo que predica una realidad milagrosa,
pudiera utilizar la sala Plaza para favorecer la sensibilidad civilista,
crítica y universalista que pauta la tradición del mismo país.
Si a lo anterior se objetara que el Estado
uruguayo ha discernido, en el propio monumento a Iemanjá, iguales derechos a la representación cultural para todos los
miembros de la ciudadanía, cabría acotar que en la engorrosa atribución de tal
universalidad ciudadana consiste el galimatías político del presente. Como el
mismo término lo invoca, un galimatías no consiste en la acepción unívoca y ordenada,
sino en la profusión textual que no llega a orquestarse en un único orden de
lectura. Cierto “universalismo de la diferencia”[5]
supone que la identidad ancla en cada quien y no en la igualdad de cada uno por
separado, por más que tal igualdad denunciara su frivolidad en la proverbial
sentencia “algunos son más iguales que otros”. En cuanto estampa la paradoja de
la igualdad en la sintaxis, esa expresión igualitarista denuncia la defección de
una perfección que hizo mutis por el horizonte del presente: la igualdad del
Soberano consigo mismo.
Igual consigo mismo, se
deviene idéntico a la diferencia que se sostiene en cada quien. De tal manera,
habrá ciudadanías femeninas, de extranjería, homosexuales, confesionales, marginales,
etc. como otras tantas traducciones, a
un sí mismo impar, de una misma condición dispersa entre todos. Esta
diferenciación por singularidad
reivindicada supone una libertad de decirse a sí diferente, según una narrativa
del yo por cuenta propia.
Tal libertad de
diferenciación exige una capacidad de expresión de las opciones singulares, que
a su vez requieren una proliferación de
los canales de manifestación pública, sostenidos en el despliegue tecnológico.
Tal desarrollo avanza puntualmente a través del kitsch de la pantalla, con su
mundo indiferenciado para todos y diferente, según quien lo mire o se dé a
mirar.
Es en este punto que
conviene volver a la iglesia Dios es Amor.
Si a fines de los años 80’ el kitsch
milagrero invadía en horarios tardíos el dial, tal proliferación alcanzó hacia
fines de los 90’ y principios del siglo XXI la pantalla chica. Es decir, la
pantalla que llega al mayor número y en el plano más íntimo. Por esa vía, la
propaganda de la fe se difunde y extiende entre los posibles conversos, ganando
márgenes de verosimilitud por la intercesión de la interfaz. La proliferación
de locales adquiridos sigue después, como otras tantas posiciones tomadas en un
territorio de desembarco, previo tendido de cabeceras de puente mediáticas.
El desarrollo de las
identificaciones masivas, de la fusión cultural y de las creencias sincréticas,
lejos de provenir de una mera difusión a distancia, supone que entre lo global
y lo local se produce una anticresis, por la cual se accede en el lugar “real”
al usufructo del lugar “virtual”. La sala litúrgica fusiona testimonialmente,
en presencia del creyente, aquello que milagrosamente ya aconteció en un lugar
virtual (el trabajo, el matrimonio, el padecimiento).
Esta condición “glocal”
de la identificación contemporánea opera por igual, tecnología mediante, tanto
para la iglesia Dios es Amor como
para el Estado-nación. Por esa razón, suponer
que detrás de una “intervención pública” con tenor político cunde un retorno de
la soberanía ciudadana igualitaria, significa algo así como un hapenning militante, o una performance
urbana. Probablemente el mayor usufructo
de tal acontecimiento ciudadano corra a favor de las creencias religiosas, que
verán una posibilidad más de celebrar un milagro de la fe, esta vez, por la vía
del culto a la ciudadanía.
Sin embargo, al igual
que en el criterio del “avance por el
mal lado”, caro a Marx como manifestación de un cotejo inevitable aunque no
siempre exitoso, conviene tener en cuenta que la glocalidad, mal que le pese a las resistencias institucionales,
tiende a colarse por el entramado del presente.
En primer lugar, la interpelación
se dirige al gobierno nacional, en aras de una defensa del patrimonio cultural
ciudadano[6].
Ahora, no sólo este gobierno no se ha destacado por la defensa de la cultura,
claramente subordinada en el discurso oficial a la tecnología, particularmente
en perspectiva notoriamente productivista, sino que además ha atacado
expresamente al núcleo teórico de la cultura, representado por las humanidades
y el saber social. Por si tamaño desajuste de perspectivas con relación a la
iniciativa de recuperación de una sala dedicada a la actividad artística no
fuera ya suficiente, el actual gobierno ha ultrajado la autonomía de la
educación, celebrando por encima de las propias instancias institucionales un
“acuerdo educativo” a título político-partidario. Como corolario de lo uno y lo
otro, el emprendimiento cultural que reviste el lugar de “buque insignia” del
actual elenco gubernamental es una universidad tecnológica, que viola incluso
los más elementales preceptos de la autonomía universitaria, aposentando a los
gobiernos departamentales en los propios consejos universitarios[7].
Aunque la iniciativa
también se dirige a la Intendencia de Montevideo, que no se encuentra
directamente involucrada en la regresión cultural y educativa que auspicia el
gobierno nacional, no parece que la coyuntura política adorne con los mejores
auspicios el patrocinio solicitado ante la repartición gubernamental.
Por otro lado, la
reivindicación surge pautada por la pertenencia frenteamplista de sus gestores,
tanto en razón de las responsabilidades institucionales involucradas como por
la trayectoria militante de sus protagonistas. Cabe preguntarse por el rol que
le cabe a la estructura frenteamplista, tan altisonantemente actualizada,
particularmente con una elección interna de autoridades de muy reciente data.
En efecto, una de las preocupaciones permanentes del frenteamplismo ha
consistido, estos últimos años, en lograr la actualización de la estructura
organizativa, para dar cuenta de una participación militante cada vez más
esquiva.
Este ausentismo
militante se hace cada vez más patente de cara a la falencia de las sedes
locales de los comités de base, en cuanto ese flaquear presencial se acompasa,
por sobre todo, de un vigor de las
“redes sociales”, particularmente e incluso, las frenteamplistas. Aunque se embandere con reivindicaciones
históricas de la izquierda, particularmente relativas a la intervención estatal
y a la laicidad pública, esta iniciativa encabezada por Gustavo Leal no deja de
desplegarse por fuera de la estructura orgánico-representativa del Frente
Amplio, que sufre un nuevo desaire en términos de movilización militante. Se
configura, por desvío colateral de iniciativas militantes, un nuevo augurio desfavorable
en el horizonte de los aparatchiks,
sobre todo al divisarse en este inicio de año el disco de la llegada electoral
en 2014.
Apenas cumplida una
quincena de la última actualización de este blog[8],
la convocatoria a contragobernar que
invocábamos hace dos semanas avanza bajo kitsch de pantalla, proponiéndose
liberar una sala Plaza ocupada por la iglesia Dios es Amor. Sin embargo, así como el “avance por el mal lado”
según Marx depuraba el criterio de la transformación, instruyéndolo a través del
mismo fracaso, el kitsch mediático no
deja de traslucir el alcance político que encierra: una iniciativa que se
despliega en el campo mediático antes
que en el terreno soberano del Estado, una intervención glocal que planta territorialmente un designio virtual, una
postergación de las instituciones partidarias relegadas una vez más al margen
del cotejo público.
[1] Bensaïd, D. Una mirada a la historia y a la lucha de
clases, http://biblioteca.clacso.edu.ar/ar/libros/campus/marxis/P2C1Bensaid.pdf
(acceso el 14/01/13)
[2] Ver la “teoría
de la mentira” en Eco, H. (2000) Tratado
de gemiótica general, pp. 21-22 http://exordio.qfb.umich.mx/archivos%20pdf%20de%20trabajo%20umsnh/libros/6928335-Eco-Umberto-Tratado-de-Semiotica-General-01.pdf
(acceso el 15/01/13)
[3] “COFE evalúa
acciones 2013 a la luz de aprobación del Estatuto del Funcionario” LaRed21 (11/01/13) http://www.lr21.com.uy/politica/1083400-cofe-evalua-acciones-2013-a-la-luz-de-aprobacion-del-estatuto-del-funcionario
[4] “Llamado a Sala”,
Montevideo Portal (12/01/13) http://www.montevideo.com.uy/notnoticias_189700_1.html
[5] Marramao, G.
(2006) Pasaje a Occidente, Katz,
Buenos Aires, pp.181-184.
[6] “Al Gobierno
Nacional y a la Intendencia de Montevideo: expropiar el Cine Teatro Plaza para
garantizar el uso público” https://www.change.org/es-LA/peticiones/al-gobierno-nacional-y-a-la-intendencia-de-montevideo-expropiar-el-cine-teatro-plaza-para-garantizar-el-uso-p%C3%BAblico?utm_campaign=twitter_link&utm_medium=twitter&utm_source=share_petition&utm_source=share_petition&utm_medium=url_share&utm_campaign=url_share_before_sign&utm_source=action_alert&utm_medium=email&utm_campaign=16273&alert_id=OnIbqqqXIc_PPaucjyJCX
[7] Ver en este
blog “Estatización de la tecno-ciencia: el Soberano apolítico” http://ricardoviscardi.blogspot.com/2012/12/estatizacionde-la-tecno-ciencia-el.html
[8] Ver en este
blog “Renuncia, regresión y reagrupamiento: contragobernar en 2013” http://ricardoviscardi.blogspot.com/2013/01/renunciaregresion-y-reagrupamiento.html