Humanidades del poder: los “contenidos” de Antel-Arena*
2ª quincena, mayo
2013
La circunstancia crítica
por la que atraviesan las Humanidades está lejos de constituir un patrimonio
nacional. Tanto en calidad de disminución relativa, como en cuanto fuente de
esperanza, surge incluso de la noción de “Nuevas Humanidades”, propuesta por
Derrida en La Universidad sin condición,[1]
cuya característica más significativa en el plano estratégico, consiste en
vincular el destino de la universidad a esa proyección actual de las Humanidades.
Sin embargo, el Uruguay que los uruguayos siempre comienzan por presentar,
fuera de fronteras, enfatizando la grandeza de espíritu de una pequeñez de
tamaño, ha engendrando un rasgo prominente a escala mundial –como a los
uruguayos, pese a la contrición que abunda en su estilo, les place que sea: un
presidente de la República que ataca a las Humanidades.[2]
No se trata, por
cierto, del único rasgo que ha hecho prominente a nuestro actual presidente,
sobre todo si tenemos en cuenta la contraposición entre su eminente cargo y la
humildad de sus costumbres, o entre lo revolucionario de su pasado y lo
conformista de su presente. Sin embargo, tal profesión de fe anti-humanista
expresa el compromiso académico más significativo de su gobierno, en cuanto
además, se ejerce sobre un país que nadie reconocería en el plano
internacional, en lo que hace al relieve histórico de su actividad cultural,
más allá del campo que articulan académicamente las Humanidades.
Los propósitos
avanzados por el actual titular del poder ejecutivo en el Uruguay son de índole
claramente moderna: las humanidades, enfrascadas en la disquisición letrada,
configuran un saber estéril y refractario, ajeno a la frescura del conocimiento,
mientras una lozanía ajena convive con la realidad positiva y concreta en
disciplinas aplicables, productivas económicamente y progresistas socialmente.
Más allá del aire obsoleto de estos propósitos, no debe olvidarse que toda nostalgia
dicha en presente, también representa una interpelación actual. Sin duda, la
problemática de la tecnología en la actualidad, con sus trascendentes
reversiones de la estructura del poder y de la significación del saber, se
encuentra en el meollo de los signos que Mujica cree interpretar, pero que más
allá de sus declaraciones, los agentes del poder y los sapientes del conocer
manipulan en provecho propio.
En efecto, de Habermas
a Foucault y de Marcuse a Vattimo el tema de la tecnología ha constituido un
rasgo dominante de la crítica del totalitarismo hasta nuestros días, según una
progresión de la que surge un rasgo predominante: la autoridad teórica
adquirida por la inscripción de la tecnología en la comunicación. La obsolescencia
del propósito presidencial uruguayo al presente se manifiesta, en este punto,
en cuanto el tópico de una índole primaria de la materia declina,[3] ante
la inmaterialidad manifiesta de la captación y emisión de imagen a distancia, profana
irrealidad de la que se espera, gubernamentalmente, el mayor provecho. Pero sobre todo, esa obsolescencia de la
materia prima en tanto efecto de una sacrosanta “base material de la
producción”, contrasta con la actualidad del debate político, jurídico y tecnológico
en el mismo país.
Este debate se concreta, tanto en
el plano jurídico como en el político, en torno a la condición estratégica más
humanística: la sospechosa consideración de la “generación de contenidos”. La
propia empresa estatal de telecomunicaciones (ANTEL), monopólica en el campo de
distintas tecnologías de la comunicación, proyecta al presente la construcción
de un edificio destinado a los espectáculos masivos que favorecen la captación
de imagen espectacular, ya sea de índole deportiva, artística o incluso
académica: una Arena. Pese a no formar parte de la panoplia instrumental de la
comunicación –ni menos de su materialidad técnica, tales producciones
culturales se vinculan de la forma más estrecha a las telecomunicaciones, en
cuanto proveen un contenido de interés masivo. El propio titular del Ejecutivo
apoya sin ambages un emprendimiento que
reúne la cultura y la recaudación bajo los haces reflectores, aunque irreflexivos,
de la masividad del consumo ocioso.[4]
En cuanto el
emprendimiento mediático redituaría generosamente para las arcas públicas cunde, más significativa que el manifiesto interés presidencial por el beneficio económico y al margen de la polémica partidaria, una
argumentación teórica cargada de humanismos, por parte de humanidades poco
humanísticas.
El ingeniero Juan Grompone no alberga la menor
duda acerca de la debida apropiación tecnológica, por los fueros de la empresa
estatal, dirigida a la “generación de contenidos”.[5]
Grompone va más lejos que Shannon,[6] en
cuanto este último hizo profesión de fe de la abstracción de todo contenido del
receptor o del emisor, en aras de la omnisciencia del cálculo matemático de la
fidelidad de una transmisión. Esa misma
abstracción de la interacción entre individuos,
que es el objeto de toda comunicación que se precie de tal, convierte la divinizada exactitud del cálculo
matemático, que en este caso toma por objeto una calidad de transmisión, en mera medición del soporte
informativo de un canal tecnológico. Sin embargo, tal limitación formalista –aunque
no humanística- no arredra a Grompone, quien enuncia la sucesiva supeditación
de la “generación de contenidos” al canal que los extiende a distancia, desde
el telégrafo hasta internet, según una ley fatal que se cumpliría en tanto
(tele) apropiación tecnológica. Tanta captación
tele-tecnológica de la mayor diversidad de contenidos quedaría, sin embargo, curiosamente
al margen de la propia disquisición acerca de las "tele-tecnologías" que ocupa al
ingeniero, sobre todo si tal esencialidad es provista por una humana –sino humanística-
“generación de contenidos”.
Omar Paganini, desde la
misma titulación en ingeniería que Grompone,
se contrapone sin embargo al reduccionismo formalista de éste último, en
cuanto reivindica una condición de la “generación de contenidos” inaccesible al
aparato tecnológico.[7]
Sin embargo, los ejemplos de “contenido” que aduce no ilustran la contraposición
con los artefactos, sino en tanto Paganini excluye a los primeros de toda
posibilidad de transvasarse en continente, condición abstracta de una
“generación de contenidos” que supone, por vía de consecuencia, la intangibilidad
antihumanística de tales esencias ultraterrenas.
En este punto
convendría que Paganini nos proveyera el fundamento de su inaccesible referente, ya que los
más renombrados especialistas, como Jacques Derrida, por ejemplo, no han
logrado encontrar diferencia, en cuanto al contenido, entre el sujeto y el objeto,
tratándose en uno y otro de caso de entidades cuya puridad parece tan
cristalina (para el primero) como opaca
(para el segundo).[8] Pareciera imposible por lo
tanto que un objeto generara contenidos, tanto como identificar a un sujeto con
la generación de lo que ya lo constituye, humana dificultad de generación de
toda diferencia (o diferensia, si se quiere) que no vinculara
al objeto con el sujeto y viceversa, ante cuya humana impureza, no se ve como
Paganini lograría dividir la “generación de contenidos” de una “tele-tecnología”
humanística.
Sin embargo, la
negatividad de Mujica ante sus propios dichos sobre las abstrusas
humanidades comunicacionales, la de Grompone ante la acepción de “contenido” o
la de Paganini con relación a la intangibilidad propia de la “generación” de los mismos, presentan en común una misma referencia: el poder.
Pese a sus desafíos a los saberes improductivos, Mujica obtempera ante el financiamiento del espectáculo, de cara a las fabulosas ganancias que genera –ya hoy- la “inmaterial” empresa pública de telecomunicaciones, en razón de un emprendimiento que, según declara el presidente en funciones, sería imposible al margen de la inversión pública. Grompone, pese al reduccionismo tecnológico que profesa, lo niega ex profeso cuando aduce la legitimidad de la tecnología para “extenderse” hacia los contenidos, ya que no se ve cómo tal extensión pudiera alcanzar su propio objeto, sin que tales esencias presentaran una condición supra-tecnológica efectiva. Finalmente, Paganini hace de la “generación de contenidos” una instancia que debiera permanecer incólume por sus fueros, sin embargo, la negatividad social de tal entelequia surge con cristalina transparencia, cuando el mismo autor señala la necesidad de defender la neutralidad de las telecomunicaciones en tanto mercado, marcado –sobre todo en las telecomunicaciones- por la eterna neutralidad de la libre empresa capitalista.
Pese a sus desafíos a los saberes improductivos, Mujica obtempera ante el financiamiento del espectáculo, de cara a las fabulosas ganancias que genera –ya hoy- la “inmaterial” empresa pública de telecomunicaciones, en razón de un emprendimiento que, según declara el presidente en funciones, sería imposible al margen de la inversión pública. Grompone, pese al reduccionismo tecnológico que profesa, lo niega ex profeso cuando aduce la legitimidad de la tecnología para “extenderse” hacia los contenidos, ya que no se ve cómo tal extensión pudiera alcanzar su propio objeto, sin que tales esencias presentaran una condición supra-tecnológica efectiva. Finalmente, Paganini hace de la “generación de contenidos” una instancia que debiera permanecer incólume por sus fueros, sin embargo, la negatividad social de tal entelequia surge con cristalina transparencia, cuando el mismo autor señala la necesidad de defender la neutralidad de las telecomunicaciones en tanto mercado, marcado –sobre todo en las telecomunicaciones- por la eterna neutralidad de la libre empresa capitalista.
* Texto presentado en calidad de "disparador" de la Mesa de Discusión "Humanidades hoy", en XVI Jornadas de Pensamiento Filosófico, FEPAI, Buenos Aires, 10 y 11 de mayo 2013.
[1] Derrida, J. “La universidad sin condición” en Derrida en castellano http://www.jacquesderrida.com.ar/textos/universidad-sin-condicion.htm (acceso el 15/05/13)
[1] Derrida, J. “La universidad sin condición” en Derrida en castellano http://www.jacquesderrida.com.ar/textos/universidad-sin-condicion.htm (acceso el 15/05/13)
[2] “Viru-viru” tu madrina” Mediorama
(26/11/11) http://mediorama.blogspot.com/2011/11/viru-viru-tu-madrina.html
(Acceso el 15/05/13)
[3] Wolton, D. (1992)
Elogio del gran público, Gedisa, Bardelona,
p.95 .
[4] “Tirate que hay
arenita” Montevideo Portal (30/04/13)
http://www.montevideo.com.uy/notnoticias_199214_1.html
(Acceso el 15/05/13)
[5] Grompone, J.
“ANTEL nuevamente en la lucha” Voces (11/04/13) p.8. Versión
electrónica en https://2414f8b3-a-1cdd88af-s-sites.googlegroups.com/a/voces.com.uy/web/ediciones/2013/archivos/voces380.pdf?attachauth=ANoY7cpSQPB3gfMOIldPbCsgsSgdRL-zJRW_o_pW35aSawklg-6PMLhof0uOXUd2rUjSQ4rc_nDG9FWIXTRczKXZMvo0k82q-pmnkfioMrJvKo7gVpQommW6B9rtQhRbvRTEvSTXxtkOQ0fUIB8hwZw7QKJuUencfSsNlwyyI3rkkvlei8JcV4RIgvsRnX2d1OxvFPLGM5Dz_LBGnOA33k3tUdUSuNyDPCrknMNpKdbIcj3pIwK_udI%3D&attredirects=0
(Acceso el 01/05/13)
[6] Shannon, C. “A Mathematical Theory of Communication” http://circuit.ucsd.edu/~yhk/ece287a-win08/shannon1948.pdf p.5 (Acceso el
15/05/13)
[7] Paganini, O.
“La generación de contenidos y las telecomunicaciones” Voces (18/04/13), p.4. Versión electrónica accesible en https://2414f8b3-a-1cdd88af-s-sites.googlegroups.com/a/voces.com.uy/web/ediciones/2013/archivos/voces380.pdf?attachauth=ANoY7cpSQPB3gfMOIldPbCsgsSgdRL-zJRW_o_pW35aSawklg-6PMLhof0uOXUd2rUjSQ4rc_nDG9FWIXTRczKXZMvo0k82q-pmnkfioMrJvKo7gVpQommW6B9rtQhRbvRTEvSTXxtkOQ0fUIB8hwZw7QKJuUencfSsNlwyyI3rkkvlei8JcV4RIgvsRnX2d1OxvFPLGM5Dz_LBGnOA33k3tUdUSuNyDPCrknMNpKdbIcj3pIwK_udI%3D&attredirects=0
(Acceso el 01/05/13)
[8] Derrida, J. (1967) La voix et le
phenomène, PUF, Paris, pp.112-113. Ver igualmente (aunque sin paginación) « El
suplemento de origen » en Derrida en
castellano http://www.jacquesderrida.com.ar/textos/suplemento_origen.htm
(Acceso el 15/05/13).