31.12.13



Lorenzo y Pepita


1ª quincena, enero 2014


La tira cómica que provee el título de esta actualización de blog invierte por su propia narrativa el ordenamiento tradicional del vínculo entre ficción y realidad, o si se quiere formularlo a lo Wilde, entre arte y vida. Las situaciones más sorprendentes y disparatadas pueden surgir en medio de la más robusta verosimilitud. El desplazamiento del límite entre lo inesperado y lo cotidiano proviene, paradójicamente, del propósito de someter el curso de la existencia a un designio sistemático. La irrupción de lo imprevisto no obedece al milagro, sino al designio de cumplir un deseo. El objeto del deseo de Lorenzo es Pepita, símbolo de los logros posibles del American Way of Life.[1]
 
En cuanto los deseos propios de Pepita comandan los de Lorenzo, la posesión del objeto del deseo pasa, para Lorenzo, por obsequiar los deseos de Pepita. De esta forma, la finalidad de la acción se transfiere a los deseos del objeto del deseo, transitividad  que conlleva una supeditación a la eficacia social. Esa orientación estratégica según el criterio de la acción eficaz establece un equilibrio formal, que pauta el contrato de la familia nuclear en el siglo XX. En los términos del intercambio planteados para la sociedad en su conjunto, el marido se constituye en proveedor de la satisfacción, la esposa pauta el repertorio de demandas. 

Quizás el mejor aporte de “Lorenzo y Pepita” a la comprensión de ese programa de la familia nuclear de la sociedad de masas haya consistido en manifestar la inestabilidad constitutiva del proyecto, inherente a una perspectiva de confirmación objetiva que se ve simultáneamente cargada del designio subjetivo (es decir, el programa de la modernidad). El apellido de Lorenzo (Parachoques) expresa, como signo paradójico, la precariedad efectiva de quien debiera ocupar el lugar dominante, cuando la voluntad de satisfacer las demandas de la familia como tal (que suma dos hijos adolescentes y cinco perros agregados) termina frecuentemente en el bochorno, como consecuencia de una militancia de la credulidad en las oportunidades más engañosas. Pepita no deja, por su lado, de inscribir los afanes más  triviales en medio de situaciones que involucran al grupo familiar. Tal inconsistencia denuncia el margen que desborda, en la condición humana, toda perspectiva de sistema, sobre todo cuando tanta congruencia pretende transitar terrenos tan accidentados  como el matrimonio. 

Las virtudes anecdóticas de la tira no han resistido, sin embargo, al embate de la erosión sufrida por la propia familia nuclear, que configuró la base colectiva  de la sociedad de masas. Los esfuerzos denodados de Lorenzo por constituirse en héroe impar de la hueste familiar, así como los deseos de Pepita estimulados por la ilusión, parecen perimir en verosimilitud, tanto en razón del descrédito en que ha caído la racionalidad económica empresarial (incluso en razón del éxito que obtiene “sistemáticamente” en contextos de explotación productiva y sometimiento político), como por la vía de mayor felicidad individual que abre la libertad de costumbres. Conviene considerar, entretanto, que una vez resquebrajada la matriz que cimentaba la familia nuclear, la crisis de la regulación moral no significa, por vía inmediata, la disipación del designio de homogeneidad social. 

Cierta indisciplina de lugares sociales que crece en el horizonte de nuestra actualidad, no deja de encontrar una resistencia denodada, destinada a frenar el embate de una desarticulación de los códigos tradicionales, por la vía de moralizar la vida pública a partir de lugares cristalizados y estereotipados, incluso en la transmisión ideológica. Entre otros elementos relativamente a la deriva, la familia nuclear embarcada en un mismo rumbo para todos aún constituye, pese a que sólo albergue hoy un tercio de nuestros hogares,[2] el designio tutelar con que se retuerce las orejas de una ciudadanía ingobernable.

Vía el incremento del consumo, cierta instrucción paradójica conllevaba que Lorenzo y Pepita inscribieran los sueños del deseo en las condiciones efectivas del matrimonio, estrategia que hoy se convierte en un prurito prejuicioso, ante al embate simultáneo de la diferenciación tecnológica de las costumbres y la consiguiente emancipación de idiosincrasias marginadas. Sin duda cierta moralización no sólo inspira todavía hoy unos cuantos programas de gobierno, sino incluso una caracterización obsoleta de las actuaciones institucionales de quienes detentan responsabilidades públicas.[3]
 
Más allá de cierto estilo que no sospecha de sí mismo, la moralización de las conductas con la excusa de la rectitud de intenciones no resiste el análisis en términos de integridad intelectual. En particular, porque si la transparencia de actuaciones se justifica en la violencia hecha a la norma para cumplir un propósito, se confiesa implícitamente, incluso gracias a un eventual logro ulterior, que se ha desviado un criterio públicamente compartido. No sólo por violentar la regla se desvía el criterio legal, sino también cuando una hipótesis estratégica modula la lectura normativa, peor aún si el desborde ocurre desde un lugar destinado a custodiar la universalidad pública. 

Contrapuesta, por otro lado, a un empleo “bienintencionado” de las disposiciones legales, la perspectiva que mide las conductas políticas con el rasero de la puridad normativa reactualiza la memoria más conservadora. Cierto culto de la regulación legal de corte puramente formal, que la pervertía poniéndola al servicio de cualquier intención, patrimonio de cierta condición "tradicional" en los asuntos públicos, parece convertirse ahora en un acerbo compartido por todo lugar institucional en riesgo de impugnación.[4]

Así como aumenta cotidianamente la inverosimilitud de un Lorenzo que aspira a la felicidad en el rol de proveedor familiar, o de una Pepita cuyas pretensiones no rebasan el confín conyugal,  cada día nos resultará menos creíble un responsable sin control público, o un gobierno sin contragobierno.[5]




[1] El desarrollo histórico de la tira cómica se encuentra en “75 Years of Blondie (1930-2005)” (2005) University of Florida http://www.uflib.ufl.edu/spec/exhibits/Blondie.pdf 
[2] Cabella, W. (2007) El cambio familiar en Uruguay, UNFPA, Montevideo, p.11 http://www.programadepoblacion.edu.uy/enlazar/cuaderno_unfpa_cabella.pdf 
[3] Pereyra, G. “Mujica, el principal responsable del gran desastre” El Observador (23/12/13)
http://www.elobservador.com.uy/zikitipiu/post/1125/mujica-el-principal-responsable-del-gran-desastre/ 
[4] Pereira, M. “Abuso sin nombre del caso PLUNA” La Diaria (31/12/13) http://ladiaria.com.uy/articulo/2013/12/abuso-sin-nombre-del-caso-pluna/
[5] Sobre contragobierno ver  en este blog “Renuncia, regresión y reagrupamiento: contragobernar en 2013” http://ricardoviscardi.blogspot.com/2013/01/renunciaregresion-y-reagrupamiento.html