El
lápiz-probeta o la verdad del medio: entre Josephine Baker y Silvio Berlusconi
2ª
quincena, diciembre 2013
En la última
ilustración de este blog una lectora precoz vio sumirse, en la molienda carnal
de los instrumentos del conocimiento, lápices
en vez de probetas.[1]
Tal mutación visual pone de manifiesto, como consecuencia de quien mire, que
una cosa puede ponerse (en lugar de) otra. La substitución universal de lo
expuesto a la mirada provee un criterio omnímodo de representación: la
violencia de la mediación que se ejerce a través de la imagen.
Desde que la mediación
no permanece activa en lo que se ve, instruyendo el sentido propio de la inteligibilidad en presencia, cada quien
queda librado a la libertad de ver lo que [(se) le (a)parece].[2]
Por esa razón inobjetable a partir del objeto que sea, buscar razones en un régimen
mundial de versiones termina por parecerse a racionalizar una media de la
mediación, cargada de miradas carentes, en sentido propio, de lo que se dice
ver. Una versión que mediara por la imagen entre Josephine Baker y Silvio
Berlusconi, adoptaría al aire muchos niños, al tiempo que le enrostraría al
populacho lo que nunca entendió.
Quienes pretenden
racionalizar lo que es efecto de una mediatización del raciocinio terminan por
buscarle razones al celular: su razón de ser es poner todo medio en medio de
cualquier lugar. Una ubicuidad absoluta del contenido del mensaje cumple
fatalmente la sentencia cartesiana: el sentido común es la cosa mejor
distribuida del mundo, desde que cada uno entiende poseerlo en propiedad
personal.
Sin embargo, el dictum cartesiano propende a una subordinación
de la opinión, infundida por la condición sensible de los cuerpos, al gobierno
del espíritu en espejo de la divinidad y por consiguiente del propio Orden del
Orbe. Por el contrario, la perfecta
ubicuidad del celular, instrumentum
primordial de la convergencia mediática,
en cuanto une en la pantalla la extensión planetaria, coloca cualquier
orden posible bajo la selección de canal de un usuario antojadizo.
El término “celular” es
particularmente feliz para denotar la modificación de sentido que en este caso no gobierna el espíritu, sino la tecnología. Diferenciado del término francés “portable”
que designa tan sólo la condición portátil bajo uso de un particular, “celular” se inscribe en el más rancio abolengo espiritual.
Foucault identifica la
condición celular como la característica distintiva de la Microfísica del
Poder.[3]
La microfísica de los cuerpos se instala en razón de una transferencia, desde
un orden trascendente que gobernaba una
distribución mundana de lugares, hacia el
propio cuerpo humano en tanto que partícula racional.[4]
La misma condición del tiempo se transforma, en tanto pasa de la revelación de “los
signos de los tiempos”, que dictaban por mandato divino las
obligaciones de los cuerpos humanos, a la racionalidad de la máquina y la
eficacia del ejercicio, que articulan el tiempo que se pone
en acto desde el propio cuerpo de un particular.[5]
Antiguo morador secular de la “célula-celda” del convento, el cuerpo humano
pasa a constituirse en “célula-racional” de una microfísica que articula, a partir de fracciones de espacio corporal humano, ya no el sentido del Orbe
dictado por el Creador, sino el propio sentido del Orden percibido, de ahora en
más, por la “luz natural” de los pensamientos diferenciados ante el mundo.[6]
La significación
alternativa de la lectura foucaldiana de la condición corporal en el período
clásico, en tanto organización por tabla
distributiva de los lugares naturales, estriba en que trasciende la cuestión de
la extensión física en tanto continuo matemático y señala la significación del
“hombre-máquina” en tanto que lugar propio de la articulación del sentido.[7]
Por esa razón, las decisiones no se toman sobre los cuerpos, sino desde los
cuerpos humanos, razón suficiente que permite liberarlos de una formalización previa, en cuanto el
sentido del Orden cunde en el propio ordenamiento que se infunde en el mundo.
La metafísica deja de confundirse con la condición inalterable pero ajena de la
forma matemática y se extiende a la propia figura del cuerpo ordenado por sí
mismo.[8]
Convertido en “célula” de una “Microfísica del
Poder”, el cuerpo humano supedita las decisiones a los efectos que obtiene en
la sincronía de los movimientos, las posiciones y los miembros, interioridad del cuerpo que permite una “explotación” del tiempo, por parte del
cuerpo que le da lugar.
En esta perspectiva
metafísica que Foucault advierte en los cuerpos, como efecto de una índole
eficiente del poder social, una vez concebido el propio Orden social como eslabonamiento
sincrónico, sostenido en la interioridad temporal de cada cuerpo particular, el
sentido y el cuerpo humano configuran una única “célula” particular. De ahí que
Foucault haya creído en la posibilidad de “desregular” la máquina total del
Estado a partir de la sublevación de cadenas sub-secuenciales de la Microfísica
del Orden Social, bajo la forma de
“movimientos sociales”.
Sin embargo, la
emergencia del neoliberalismo en tanto que fuerza política capaz de colocarse
al margen del Estado y al mismo tiempo propugnar un orden secuencial y total de
la sociedad,[9]
llevó a Foucault a plantear el principio de la diferenciación del poder en la
estrategia subjetiva de cada particular. En cuanto se entendiera el poder en tanto
extensión pública de una forma de gobierno del sí mismo por cada quién, se
volvía factible desarticular la subordinación colectiva, una vez que se la
explicaba como un efecto (“cuidado de sí”) de la conducción de un sí mismo con
destino a otros.
En la actualidad de la
convergencia digital, que incluye en un mismo artefacto un conjunto de
funciones mediáticas, la coordinación del particular con el poder no pasa por
el cuerpo de cada quien, sino por el canal del que sirven los particulares para
una eficacia interactiva. La sociedad no se conjuga a través de los
disciplinamientos singulares de cada particular, sino en función de la conexión
posible de estos últimos a través del canal mediático (“una mediatización del
sentido y una mediación de las interacciones”).[10]
Por esa razón la cuestión del sentido no se dirime en estas condiciones como
efecto de un ejercicio de los cuerpos que gobierna la temporalidad del poder social,
sino por fuera de toda corporeidad, como una condición intangible del canal que
posibilita accesos diferenciados y estratégicos. La forma matemática ha vuelto
a subsumir, dígito binario mediante, la propiedad del sentido, pero ya no en
tanto garantizaría una ecuanimidad inalterable, sino por el contrario, en
cuanto habilita a distancia insospechadas propensiones del deseo. Este deseo
pasa a ser imaginado por “desarrolladores”[11]
cuyo futurismo se coloca en las antípodas de toda evolución natural.
Esta conjunción entre el poder y la tecnología
desarticula el lugar singular de la soberanía, que deja a la merced del
eslabonamiento mediático de los artefactos, generando una puja por su control
estratégico. Al mismo tiempo la representación colapsa, en cuanto su estructura
mediática –la misma que permite substituir, imagen mediante, probetas por
lápices- exigía un principio de
soberanía tal que gobernase la significación de la totalidad social, en cuanto
traducción secular de un destino final de la Creación divina, o de una
causalidad de las “leyes naturales”.
Una rearticulación de
la sociabilidad sobre la base de la artefactualidad genera una pugna por el
gobierno efectivo de la tecnología, entre las grandes corporaciones capaces de
sostener el aparato de producción y distribución mediática, mientras por su
lado, los particulares y las redes contraglobales pugnan por democratizar una reproducción
estratégica del poder a través de la artefactualidad.
Por esa razón pretender
explicar el presente a partir de la oposición entre “movimientos sociales” y
“Estado”, o incluso “Estado-nación”,[12]
supone desconocer que unos y otros –partidos políticos o colectivos ciudadanos
mediante, luchan por igual al día de hoy, para alcanzar la apropiación mediática
que constituye la efectiva fuente de poder. Tal movimiento no incumple con el
destino de la soberanía y de la representación, sino que constituye su propia
conclusión histórica, en cuanto nos permite entender, una vez llegados a este
punto, la condición mediática de aquel Soberano y de su propia representación, incorporados
hoy conjuntamente en el tuit del
vicario de Cristo.[13]
Se ha vuelto más
importante ocupar la pantalla que articular un discurso. Bajo la excusa de una
racionalidad que no admite las excusas, porque no se funda en la rectitud de
miras, sino las miras de una suma de audiencia, el presidente de un país puede
enunciar un propósito prohibido por la misma normativa que supuestamente obliga
a otros a cumplir,[14]
o condenar al escarmiento a quienes debiera representar democráticamente.[15]
No debe extrañarnos que con un perfil compartido entre Josephine Baker[16]
y Silvio Berlusconi,[17]
el Uruguay pueda alcanzar cierta popularidad mediática. Ni debiera
sorprendernos que llevada por una ola de irresistible popularidad Michelle
Bachelet fuera electa por “arrasadora mayoría” en Chile, aunque tan sólo por
amplia mayoría entre una minoría de votantes, ya que allende los Andes fueron
menos los que concurrieron a las urnas que quienes se abstuvieron de hacerlo.[18]
El salto en el vacío
mediático, que se practica más allá o más aquí de una cordillera de fracasos
políticos, no dejará de dar de lleno en una inteligencia provista de otra
altura, con su consiguiente diferencia de profundidad: ¿cuántas reivindicaciones
de movimientos diversos se fundieron al unísono –de la educación al empleo,
pasando por el transporte y la salud- en las redes del 15M español o en el
anti-Mundial brasileño? Seamos realistas: quizás esa escritura de lo imposible
esté llenando indeleble, por trazo de lápiz-probeta, un Uruguay de voto en
blanco.
[1] Celina, quien
ingresa en el 2º ciclo de la escuela primaria uruguaya.
[2] Heidegger, M.
(2010) Caminos de bosque, Alianza,
Madrid, p.84. En este pasaje, comentado
por Derrida en “Envío”, Heidegger señala que ya para Platón el entidad del ente
se determinaba por ad-spect
y por lo tanto, por mediación de “vista”. Ese sentido surge con mayor claridad
de la traducción francesa, que postergamos en este caso.
[3] Foucault, M. (1975)
Surveiller et punir, Gallimard, Paris, p.151.
[4]
Op.cit.pp.152-153.
[5] Op.cit.p.155.
[6] Op.cit.p.163.
[7] Op.Cit.p.138.
[8]
Op.cit.pp.141-142.
[9] De Lagasnerie, G. (2012) La dernière leçon de Michel Foucault, Fayard, Paris, pp.148-151.
[10] Viscardi, R. “La
mediatización en la comunicación artefactual: algunas interrogantes vinculadas
con la cuestión del sentido” (2013) Nhengatu
01, Universidade Paulista, pp.7-8
[11] Neologismo que
designa a los tecnólogos de “aplicaciones” (otro neologismo) obtenidas a través
de artefactos informatizados.
[12] Jelen, M. “Revoluciones
en movimiento” La Diaria (13/12/13) http://ladiaria.com.uy/articulo/2013/12/revoluciones-en-movimiento/?m=comunidad
[13] Twitter del Papa:
https://twitter.com/Pontifex_es
[14] Delisa, C. “Mujica
puede hacerse cargo de hasta 8 niños del INAU” El Observador (16/12/13) http://www.elobservador.com.uy/noticia/267614/puede-mujica-adoptar-30-menores/
[15] “Ahora hay que
bancar” La República (12/12/13) http://www.republica.com.uy/ahora-hay-que-bancar/
[16] “Josephine
Baker” Biografías y Vidas http://www.biografiasyvidas.com/biografia/b/baker_josephine.htm
[17] “Berlusconi: ya
sólo falta que digan que soy gay” Dos
manzanas (16/06/09) http://www.dosmanzanas.com/2009/06/berlusconi-ya-solo-falta-que-digan-que-soy-gay.html
[18] Cárdenas, J.
“Chile: Abstención, mayoría absoluta”
Pressenza (17/12/13) http://www.pressenza.com/es/2013/12/chile-abstencion-mayoria-absoluta/