18.11.14

Post-entropía: todo el saber a las manos


2ª quincena noviembre 2014



Mientras “el Pepe” nos recuerda que “también las manos piensan”,[1] un encuestador nos advierte que la gente nunca votó por ideología.[2] Lo primero nos deja en la incógnita de saber cómo piensan las manos, si como se afirma, piensan distinto que otra (u otras) partes del cuerpo. Lo segundo nos deja en la incógnita de saber porqué vota la gente, si no vota por un motivo ideológico, que en democracia representativa sólo representa, por fuerza de distancia social, la ideología.

Sin embargo, estas dos afirmaciones se entienden (íbamos a decir “perfectamente”) si se vinculan entre sí. Para que la afirmación “ también las manos piensan” constituya una novedad, sería necesario que el pensamiento fuera concebido como algo al margen del quehacer, cosa que en tiempos de tecnología parece descartado por el sentido común, desde que el saber propio de la tecnología consiste, ante todo, en hacer con el saber. Si no fuera así, no sabríamos diferenciar entre el saber de la ciencia y el saber de la tecnología. Por otro lado, Doyenart olvida que la gente en el Uruguay vota para que no la multen, es decir vota bajo coacción económica, coerción normativa que desde el sistema político (más que el sistema de partidos), descarta la eficacia del voto por ideología, ya que tal voto de convicción erradicaría la costosa necesidad (tanto moral como administrativa) de controlar una obligación.

Es decir, al menos desde 1967 el sistema de partidos llegó a la conclusión de que hay que hacer que la gente vote y empleó con ese fin una tecnología jurídica, destinada a impedir que fuguen electoralmente márgenes de incredulidad en la representación pública del Estado.[3] Conviene considerar que estos márgenes pueden decidir atributos del poder público, como por ejemplo, mayorías absolutas. Es decir, el sistema de partidos al menos desde entonces “piensa con las manos”, tanto en el sentido de hacer algo que el saber puro no pareciera aconsejar (coaccionar la voluntad popular), como en el sentido obsedido de pensar exclusivamente en las manos votantes.

Si hemos desembocado por las dos vías de un pretendido concepto (del “pensamiento con las manos”) y de un pretendido saber (de “porqué la gente vota”) en una misma tecnología que lleva a la gente a votar con las manos en el bolsillo bajo amenaza de multa, no habría que preguntarse  con qué (cabeza, manos, pies, etc.) piensa la gente, ni porqué vota, sino con qué piensa el poder. Tanto el poder en que piensan los encuestadores como el poder en que piensan los votantes (por ejemplo, el archivotante por confeso arrepentimiento guerrillero: “el Pepe”).

En este sentido, la consabida foto del candidato votando el día de la elección, “el Pepe” u Obama, o cualquier otro, en su particular circuito electoral, es la metáfora misma de la mismidad. ¿Vota el candidato por sí mismo o por otro que sí? El caso de las famosas listas con menos votantes que candidatos, que han pululado en varias elecciones uruguayas,[4] muestra a las claras que el candidato puede no votar con la cabeza, sino con las manos (o lo  contrario). Es decir, ningún sí mismo puede escapar a no serlo, desde que alguien se pone a pensar en sí mismo y por consiguiente, se distingue de sí en su propio cuerpo, ante sus manos o lo que escriben o porqué lo escriben, cosas todas que no pasan por la cabeza de “el Pepe”, pero posiblemente pasen por otro lado de su anatomía presidencial.

Un ejemplo de manualidad rampante sobre el saber acaba de prodigarlo el propio sistema de partidos. Cada uno de nosotros ha oído, estos últimos años, por igual de tirios y troyanos, que los partidos políticos con representación parlamentaria se proponen “gobernar la educación”. Tal ordenamiento desde la cumbre se contrapone, en esa versión partidaria,  al desgobierno militante que infunden corporaciones reivindicativas docentes, en perjuicio de la educación pública que el cuerpo social pone bajo su custodia, con el destaque de un salario más de diez veces inferior a lo que gana un diputado nacional. Incluso tal voluntad representativa habría cristalizado en “acuerdos inter-partidarios”, que se pondrían –o pretenderían hacerlo o pensarlo, por encima de diferencias ideológicas, para configurar otra bendita “política de Estado”.

Esta figura de un sistema de partidos que se pone a la cabeza de la educación configura una de las formas metafóricas más consecuentes de la concepción del “cuerpo social”, en cuya consistencia se funda la propia significación de la democracia representativa. El cuerpo social en su conjunto reclama, en aras de cierta eficacia tecnológica que promueve la bienaventuranza económica, el éxito educativo. Este sólo se confirmaría mediante evaluaciones internacionales, por la razón del artillero, ya que en tiempos de mundialización, sólo los estándares internacionales confirman la ganancia en productividad.

En consonancia con ese cuerpo social y en correspondencia con su anatomía política, los partidos asumen, a través de la cabeza estatal del todo social, la tarea de gobernar la educación. Todo parece en esa perspectiva, contradecir el desiderátum presidencial de Mujica, que pretende recordarnos, que así como “el sur también existe”, “las manos también piensan”.

Sin embargo, la entropía que despierta un “también” que (también) pudiera ser la negación de una negación (del sur antropológico, del hacer pensante), se despierta cuando menos se esperaba en la cabeza del cuerpo social encarnada en el sistema político y particularmente en la persona de los propios candidatos a la presidencia de la República. Los presidenciables  con chances en común decidieron entregarle a la Academia de Ciencias la conducción del desarrollo público del saber, particularmente encomendándole la “reestructuración” del organismo tecnológico público por excelencia: la Agencia Nacional de Investigación e Innovación.[5] La cabeza pensó con las manos y le pasó de bolea (de rugby) la conducción de la tecnología y por ende de las pautas del desarrollo nacional, a un organismo que sin embargo, como tal academia de ciencias, no puede sino pensar con la cabeza. Es decir, la cabeza del cuerpo social no pensó con la cabeza, sino con las manos, pero además, le entregó al pensamiento con la cabeza (la academia de ciencias) la conducción del pensamiento que debiera pensar con las manos (la innovación tecnológica).

Este teje-maneje entre manos y cabeza apunta, sin duda, a un estado (¿Estado?) de post-entropía, en el que una población que no vota por ideología, elige con cualquier parte de la anatomía social, una cabeza partidaria que piensa con las manos, mientras dice conducir lo que en verdad le entrega a otros (en este caso a la Academia de Ciencias, mañana a las Pruebas Pisa). Si la desaparición de la legitimidad intelectual de la representación pública genera un estado de entropía social, la post-entropía consiste en inclinaciones que circulan por la mundialidad y  forzosamente desorganizan todo cuerpo social (un cuerpo no puede ser sí mismo y el mundo), mientras se unen con otro “pensamiento”,  cabeza o manos si viene al caso, entre sí, según afinidades selectivas (en este caso entre los partidos con representación parlamentaria y la Academia de Ciencias), que sólo tienen de “pensamiento” lo que la preferencia indica (incluso contrariando las propias declaraciones de pretensión gubernativa).

En esas condiciones, la tecnología substituiría ventajosamente a la democracia representativa, incluso porque como en el caso de Doyenart, sus representantes están al menos dispuestos a admitir que se equivocaron por sí mismos (con la cabeza, las manos o los pies) y no en re-presentación de tal o cual pensamiento presente en sí mismo (que el propio presidente pretende transferir hacia la manipulación productiva). La “recomendación” de la orientación del saber público a la Academia de Ciencias por parte de los partidos con representación parlamentaria, anuncia el paso de mando desde la democracia representativa a corporaciones sapientes, que toma bajo excusa de bien público el destino inapelable de la tecnología mundialista.[6]

Conviene entonces tener presente que en un futuro tecnológico de manos pensantes, bajo la conducción de un pensamiento con el pasado de la ciencia en la cabeza, el voto de cada uno (en perspectiva de representación electoral) irá a una ruleta rusa de decisiones. Más vale que sea con una bala de salva.






[1] “Tus manos” Montevideo Portal (11/11/14) http://www.montevideo.com.uy/auc.aspx?252484,245
[2] “Devoto frentista” Montevideo Portal (18/11/14) http://www.montevideo.com.uy/auc.aspx?253169,245
[3] Viscardi, R. “Indiferencia, voto obligatorio y sociedad del enjuiciamiento” en canal Germán Luongo https://www.youtube.com/watch?v=JNOWhn238I0&feature=youtu.be
[4] “Internas 2014: partidos estrella y candidatos estrellados” Subrayado (03/06714) http://www.subrayado.com/Site/noticia/33985/internas-2014-partidos-estrella-y-candidatos-estrellados
[5] “Acuerdo Nacional de Investigación e Innovación en Ciencia y Tecnología” Academia de Ciencias (04/09/14) http://www.anciu.org.uy/noticias/noticias-y-novedades/item/59-acuerdo-nacional-de-investigacion-e-innovacion-en-ciencia-y-tecnologia.html
[6] Vattimo, G. (2009) “El final de la filosofía en la era de la democracia” en Ontología del declinar, Biblos, Buenos Aires, p.259.