Post-entropía:
todo el saber a las manos
2ª
quincena noviembre 2014
Mientras “el Pepe” nos
recuerda que “también las manos piensan”,[1] un
encuestador nos advierte que la gente nunca votó por ideología.[2] Lo
primero nos deja en la incógnita de saber cómo piensan las manos, si como se
afirma, piensan distinto que otra (u otras) partes del cuerpo. Lo segundo nos
deja en la incógnita de saber porqué vota la gente, si no vota por un motivo
ideológico, que en democracia representativa sólo representa, por fuerza de distancia social, la ideología.
Sin embargo, estas dos
afirmaciones se entienden (íbamos a decir “perfectamente”) si se vinculan entre
sí. Para que la afirmación “ también las manos piensan” constituya una novedad,
sería necesario que el pensamiento fuera concebido como algo al margen del
quehacer, cosa que en tiempos de tecnología parece descartado por el sentido
común, desde que el saber propio de la tecnología consiste, ante todo, en hacer
con el saber. Si no fuera así, no sabríamos diferenciar entre el saber de la
ciencia y el saber de la tecnología. Por otro lado, Doyenart olvida que la
gente en el Uruguay vota para que no la multen, es decir vota bajo coacción
económica, coerción normativa que desde el sistema político (más que el sistema
de partidos), descarta la eficacia del voto por ideología, ya que tal voto de
convicción erradicaría la costosa necesidad (tanto moral como administrativa)
de controlar una obligación.
Es decir, al menos
desde 1967 el sistema de partidos llegó a la conclusión de que hay que hacer
que la gente vote y empleó con ese fin una tecnología jurídica, destinada a impedir
que fuguen electoralmente márgenes de incredulidad en la representación pública
del Estado.[3]
Conviene considerar que estos márgenes pueden decidir atributos del poder
público, como por ejemplo, mayorías absolutas. Es decir, el sistema de partidos
al menos desde entonces “piensa con las manos”, tanto en el sentido de hacer
algo que el saber puro no pareciera aconsejar (coaccionar la voluntad popular),
como en el sentido obsedido de pensar exclusivamente en las manos votantes.
Si hemos desembocado
por las dos vías de un pretendido concepto (del “pensamiento con las manos”) y
de un pretendido saber (de “porqué la gente vota”) en una misma tecnología que
lleva a la gente a votar con las manos en el bolsillo bajo amenaza de multa, no
habría que preguntarse con qué (cabeza,
manos, pies, etc.) piensa la gente, ni porqué vota, sino con qué piensa el
poder. Tanto el poder en que piensan los encuestadores como el poder en que
piensan los votantes (por ejemplo, el archivotante por confeso arrepentimiento
guerrillero: “el Pepe”).
En este sentido, la
consabida foto del candidato votando el día de la elección, “el Pepe” u Obama,
o cualquier otro, en su particular circuito electoral, es la metáfora misma de
la mismidad. ¿Vota el candidato por sí mismo o por otro que sí? El caso de las
famosas listas con menos votantes que candidatos, que han pululado en varias
elecciones uruguayas,[4]
muestra a las claras que el candidato puede no votar con la cabeza, sino con
las manos (o lo contrario). Es decir,
ningún sí mismo puede escapar a no serlo, desde que alguien se pone a pensar en
sí mismo y por consiguiente, se distingue de sí en su propio cuerpo, ante sus
manos o lo que escriben o porqué lo escriben, cosas todas que no pasan por la
cabeza de “el Pepe”, pero posiblemente pasen por otro lado de su anatomía
presidencial.
Un ejemplo de
manualidad rampante sobre el saber acaba de prodigarlo el propio sistema de
partidos. Cada uno de nosotros ha oído, estos últimos años, por igual de tirios
y troyanos, que los partidos políticos con representación parlamentaria se
proponen “gobernar la educación”. Tal ordenamiento desde la cumbre se
contrapone, en esa versión partidaria, al desgobierno militante que infunden
corporaciones reivindicativas docentes, en perjuicio de la educación pública que
el cuerpo social pone bajo su custodia, con el destaque de un salario más de
diez veces inferior a lo que gana un diputado nacional. Incluso tal voluntad
representativa habría cristalizado en “acuerdos inter-partidarios”, que se
pondrían –o pretenderían hacerlo o pensarlo, por encima de diferencias
ideológicas, para configurar otra bendita “política de Estado”.
Esta figura de un
sistema de partidos que se pone a la cabeza de la educación configura una de
las formas metafóricas más consecuentes de la concepción del “cuerpo social”,
en cuya consistencia se funda la propia significación de la democracia
representativa. El cuerpo social en su conjunto reclama, en aras de cierta eficacia
tecnológica que promueve la bienaventuranza económica, el éxito educativo. Este
sólo se confirmaría mediante evaluaciones internacionales, por la
razón del artillero, ya que en tiempos de mundialización, sólo los estándares
internacionales confirman la ganancia en productividad.
En consonancia con ese
cuerpo social y en correspondencia con su anatomía política, los partidos
asumen, a través de la cabeza estatal del todo social, la tarea de gobernar la
educación. Todo parece en esa perspectiva, contradecir el desiderátum presidencial
de Mujica, que pretende recordarnos, que así como “el sur también existe”, “las
manos también piensan”.
Sin embargo, la
entropía que despierta un “también” que (también) pudiera ser la negación de
una negación (del sur antropológico, del hacer pensante), se despierta cuando menos se esperaba en la
cabeza del cuerpo social encarnada en el sistema político y particularmente en
la persona de los propios candidatos a la presidencia de la República. Los presidenciables con chances en común decidieron entregarle a la Academia de Ciencias la conducción del desarrollo
público del saber, particularmente encomendándole la “reestructuración” del
organismo tecnológico público por excelencia: la Agencia Nacional de
Investigación e Innovación.[5] La
cabeza pensó con las manos y le pasó de bolea (de rugby) la conducción de la
tecnología y por ende de las pautas del desarrollo nacional, a un organismo que
sin embargo, como tal academia de ciencias, no puede sino pensar con la cabeza.
Es decir, la cabeza del cuerpo social no pensó con la cabeza, sino con las
manos, pero además, le entregó al pensamiento con la cabeza (la academia de
ciencias) la conducción del pensamiento que debiera pensar con las manos (la
innovación tecnológica).
Este teje-maneje entre
manos y cabeza apunta, sin duda, a un estado (¿Estado?) de post-entropía, en el
que una población que no vota por ideología, elige con cualquier parte de la
anatomía social, una cabeza partidaria que piensa con las manos, mientras dice
conducir lo que en verdad le entrega a otros (en este caso a la Academia de
Ciencias, mañana a las Pruebas Pisa). Si la desaparición de la legitimidad
intelectual de la representación pública genera un estado de entropía social,
la post-entropía consiste en inclinaciones que circulan por la mundialidad y forzosamente desorganizan todo cuerpo social
(un cuerpo no puede ser sí mismo y el mundo), mientras se unen con otro “pensamiento”, cabeza o manos si viene al caso, entre sí,
según afinidades selectivas (en este caso entre los partidos con representación
parlamentaria y la Academia de Ciencias), que sólo tienen de “pensamiento” lo
que la preferencia indica (incluso contrariando las propias declaraciones de pretensión gubernativa).
En esas condiciones, la
tecnología substituiría ventajosamente a la democracia representativa, incluso
porque como en el caso de Doyenart, sus representantes están al menos dispuestos
a admitir que se equivocaron por sí mismos (con la cabeza, las manos o los
pies) y no en re-presentación de tal o cual pensamiento presente en sí mismo
(que el propio presidente pretende transferir hacia la manipulación productiva).
La “recomendación” de la orientación del saber público a la Academia de
Ciencias por parte de los partidos con representación parlamentaria, anuncia el
paso de mando desde la democracia representativa a corporaciones sapientes, que
toma bajo excusa de bien público el destino inapelable de la tecnología mundialista.[6]
Conviene entonces tener
presente que en un futuro tecnológico de manos pensantes, bajo la conducción de
un pensamiento con el pasado de la ciencia en la cabeza, el voto de cada uno (en
perspectiva de representación electoral) irá a una ruleta rusa de decisiones.
Más vale que sea con una bala de salva.
[1] “Tus manos” Montevideo
Portal (11/11/14) http://www.montevideo.com.uy/auc.aspx?252484,245
[2] “Devoto frentista” Montevideo Portal (18/11/14) http://www.montevideo.com.uy/auc.aspx?253169,245
[3] Viscardi, R. “Indiferencia, voto obligatorio y
sociedad del enjuiciamiento” en canal Germán
Luongo https://www.youtube.com/watch?v=JNOWhn238I0&feature=youtu.be
[4] “Internas 2014: partidos estrella y candidatos
estrellados” Subrayado (03/06714) http://www.subrayado.com/Site/noticia/33985/internas-2014-partidos-estrella-y-candidatos-estrellados
[5] “Acuerdo Nacional de Investigación e Innovación en
Ciencia y Tecnología” Academia de
Ciencias (04/09/14) http://www.anciu.org.uy/noticias/noticias-y-novedades/item/59-acuerdo-nacional-de-investigacion-e-innovacion-en-ciencia-y-tecnologia.html
[6] Vattimo, G. (2009) “El final de la filosofía en la
era de la democracia” en Ontología del
declinar, Biblos, Buenos Aires, p.259.