1.2.10

Se abrió el cierre de la década


1ª quincena febrero 2010



Cayó el cero de década y mucha gente creyó poder convertirlo en un círculo contable. Incluso alguno propuso “la década de América Latina”. Pero se movió el continente en Haití. Eso nos plantea un problema de incontinencia ¿dónde queda Haití? Pudiera ser, en clave latinoamericana, que no existiera, disuelto en un éter afro-descendiente.

Según Husserl, “tierra” es un concepto trascendental, es decir, efecto del pensamiento[1]. Una cosa es el suelo, otra el planeta, otra la tierra. Naturalmente, cualquiera reacciona indignado ante un planteo conceptual que se proponga asépticamente entender, cuando estamos hablando de la muerte de cientos de miles, del desamparo, la miseria, la enfermedad y la orfandad. ¿Porqué entonces hay intentos de interpretación, por ejemplo en clave de racismo, o de explotación o de cooperación internacional[2]? ¿Porqué simplemente no hacemos como los haitianos que en los peores momentos de la catástrofe se unían para orar cantando? ¿O será que entre los pensamientos hay algunos más “haitianos” que otros? Por ejemplo los que no partan de la universalidad de la explotación capitalista, o de la conspiración imperialista, o del racismo genealógico (¿genético?) de los europeos?

Explicar la tragedia haitiana por el racismo de los euro-norte-americanos[3] conlleva un supuesto constitutivamente racista. Es como decir “a los afro-descendientes les pasó eso por ser negros”. Porque admite como petición de principio que los haitianos nunca hubieran podido hacer nada, o mejor dicho, que lo que hicieron, es decir convertirse en una república afrodescendiente, fue lo primero y lo último que hicieron. Luego, en adelante, fueron víctimas del imperialismo que explota y del racismo que humilla para expoliar. No se puede pretender que un argumento sea universal y que una parte de la realidad (la población de Haití en este caso) quede afuera. Si se acepta la igualdad humana por naturaleza, es decir por efecto geo-biológico, entonces debe asumirse que los haitianos participen con su cuota de responsabilidad, desde hace más de dos siglos, en su propio devenir. El único uruguayo que actuó conforme a ese principio fue Guillermo Chifflet, que renunció en su momento a su banca parlamentaria en razón del envío de tropas uruguayas a Haití. No se sabe de muchos que lo hayan seguido, de una forma u otra, dentro o fuera del Frente Amplio, o de la izquierda, o del Uruguay[4].

Sacarse el sombrero ante la coherencia de la actitud no quiere decir compartir sus supuestos. Es decir, que exista una explicación meramente naturalista de lo que sucede en Haití. Si la igualdad es ante iguales por una única naturaleza, entonces ni siquiera tendríamos asunto a discutir. Ese fue el error del deismo democrático del siglo dieciocho, como lo señaló Althusser: creer que la dominación es una cuestión de déspotas y de curas[5]. La creencia en la transparencia de la razón se ha revelado como el más potente motor de la desigualdad: sino miremos el mundo de hoy, dominado por la forma-Estado pergeñada por el derecho natural occidental y democrático bajo su fase de “Estado-nación”. Africa “negra” ha adoptado esa formalidad institucional, Haití también. Sin hablar de la situación de los afrodesdendientes en EEUU o de la mano de obra esclava inmigrada en la Europa de hoy.

La igualdad tiene razón de ser por algo que nos une, precisamente pese a nuestra desigualdad constitutiva. Pero eso que nos une no llegará jamás a poder definirse –como lo creyó indefinidamente la modernidad- por la transparencia racional y la formalidad conceptual, por eso (“eso”) nos une pese a ser desiguales, incluso individuo a individuo. Tampoco quiere decir que nos una contra la transparencia, sino por encima de su claridad. Aceptar esto significa entender que las comunidades poseen marcas e inclinaciones antropológicas propias. ¿Cómo no lo admitiríamos de las lenguas, las idiosincracias, las creencias, si lo admitimos de los sistemas políticos? ¿Por ejemplo: cómo evalúan los uruguayos al peronismo? ¿O la corrupción sistemática de la política brasileña?

Estados Unidos funge en tanto principio del horror explicativo. Que debiera tomar en cuenta que un afro-descendiente, pese al rascismo supuestamente omnipresente en este mundo cruel, lo gobierna. Sin embargo, ni los diez mil soldados estadounidenses ni el color de piel de su presidente actual pueden ser cotejados explicativamente con la presencia de 45.000 civiles estadounidenses en Haití. ¿Serán todos ejecutivos de la United Fruit o espías de la CIA? ¿O serán de los tantos voluntarios de misiones cristianas de distinto cuño que encuentran entre una población sujeta a una religiosidad animista el terreno fértil para una prédica salvacionista[6]?

De la misma manera el supuesto atraso tecnológico de Haití parece echar en saco roto que el 85 % de los haitianos con formación superior, es decir universitaria, residen en el exterior del país. De tal forma, aporta más a la explicación del drama haitiano el problema de las creencias religiosas de su población y la índole que prima en el campo cultural de ese país, que muchas explicaciones “objetivas” acerca de la presión militar extranjera o la explotación perenne de la población.

Detrás de la cojera explicativa respecto a Haití se esconde un tema que de por sí ha sido saqueado conceptualmente de forma impune: el tema del poder. ¿No hemos oído hasta el cansancio que llegar al gobierno no es llegar al poder? ¿No es ese el argumento que lleva a nuestro presidente electo (y justifica muchas de las decisiones del que se encuentra en funciones) a manifestar su admiración por Lula? Es bueno recordarlo, en momentos en que el Foro de Davos, es decir un selecto comité de selección del sistema mundial de poder, ha designado a Lula como “estadista mundial”[7]. Para la perspectiva en que el gobierno no es el poder, el poder está en otro lado, excusa que justifica cualquier recuperación por parte de la sutil ubicuidad del poder, capaz de anunciarse por doquier sin dejar tarjeta de presentación.

Las explicaciones siguen siendo las de las escuelitas de cuadros marxistas-leninistas de la guerra fría pre-Reagan, cuando todavía no había sido cuestionado ese “poder por encima” que lleva a cualquier oportunista a ponerse por abajo del poder porque todavía no lo “tiene”. Esa separación entre poder y sociedad es un relato pseudo-positivista signado por la supuesta configuración de un orden en el devenir natural de la historia, que incluso puede llevarnos a estar del “buen lado”, o sea, del lado del poder. Muchos cerraron de esa forma balances de época, de estrategia, de sufrimientos y de mártires que quedaron por el camino. Sin embargo, al correr ese cierre buscando el fin de la historia, se descorren inesperadamente los eslabones del pasado, para insinuar por la abertura insolente lo mismo que se pretendía cerrar.

El intento de cerrar el análisis del retorno de la herencia pinochetista en Chile es uno de esos ejemplos. No cierra que la cuestión sea la unidad de la izquierda mal protagonizada por sus propios partidos[8], cuando la dominante mayoritaria es el desinterés en la política. Más bien convendría pensar que a la mayoría de los jóvenes, sector en que se encuentra la desistencia prevaleciente, entienden que esa izquierda parece poco creíble si no se la entrecomilla[9]. La lectura equivalente de un “enemigo común” en clave imperialista no alcanza a explicar como el mismo enemigo genera respuestas de izquierda tan distanciadas como las que se presentan en Venezuela y Chile, por ejemplo[10]. Los intentos de explicar el desarrollo malogrado por una vía más compleja tienden al galimatías, se vuelven tan vastos de miras que incluso abandonan la idea de un Frente y hacen pensar más bien en un Fondo humanitario, en tanto recurso incluyente de todo miembro de la especie[11].

El poder no está en una estructura que sobrevuela por encima de nosotros, ni en una estación de futuras delicias vacacionales (tras la “toma del poder”), sino en la trama intersubjetiva de cuerpos y miradas, aunque la izquierda latinoamericana ha preferido no darse por enterada de un planteo foucauldiano que rechazaba por igual el estalinismo –tan influyente sotto voce en su momento por aquí- como el patrimonialismo liberal, que aún suscita pasiones personales, incluso de dignidades de Estado –por ejemplo, municipales.

El “aire de familia” que enhebra a los regímenes “izquierdistas” de Uruguay, Brasil y (antes) Chile, caracterizado por una abrumadora popularidad presidencial, un creciente bienestar económico y la bendición de la derecha mundial, señala a las claras que en estos países no se registran sino variaciones sucedáneas de la matriz de poder vernácula. La ventaja relativa de Uruguay es el desparpajo con que el presidente electo confiesa que no pretende cambiar gran cosa, como no sea en el grado que la estructura del poder autorice. Este impúdico privilegio se explica porque Uruguay posee la única experiencia histórica en el continente de una socialdemocracia bienpensante, progresista y exitosa. El Frente Amplio del sobretodo de José Batlle y Ordóñez con corte de Estado-nación sigue cubriendo la pudibunda estructura del poder en el Uruguay, pero difícilmente cierre sin fallar tal vectorialidad crono-histórica moderna ante la actualidad post-68, cuando el poder ya pasó a ser una cuestión de género, de equilibrio ecológico y de gobierno de la tecnología[12].

En este contexto, la autotransparencia ideológica copernicana de los uruguayos (es progresista la definición del progresismo) parece ser el peor obstáculo idiosincrático que amenaza a nuestra percepción contemporánea de la tierra, para verlo como Husserl, o del suelo, como se nos impone desde Haití. Lo curioso es que ese fantasma apenas revestido de carnalidad terrícola opera tan activamente a derecha como a izquierda, incluso cuando aparentemente todo está jugado, como en la reeditada pugna de cúpulas que llevó a más de un adoquín político a pavimentar la intendencia.

Así nos encontramos con un fascinante análisis de la puja interna del Frente Amplio que la explica en términos de meras burocracias aparatistas, sórdido obstáculo para el desarrollo de la pujante participación pública de protagonistas activos[13]. Alguna gente no se enteró que la “infalibilidad del mercado” ya sólo es objeto de programas humorísticos tras el derrumbe del castillo de naipes subprime[14]. No falta quien personalice en la virtud tecno-intelectual de una actividad gerencial la esperanza de que la generación del 83, a la que se ven generosamente incorporados Obama y Rodríguez Zapatero, alcance finalmente el poder que le arrebató unilateralmente a la dictadura, sepultando injustamente en el atolladero de la memoria a insignes demócratas tales como Pacheco Areco y Bordaberry (padre)[15].

La cuestión del cierre falla a izquierda y derecha por igual porque la linealidad histórica pretende obviar el zig-zaz que no se decide, como en los terremotos o en los pensamientos sobre la tierra.



[1] Husserl, E. (2006) La tierra no se mueve, Complutense, Madrid. Ver al respecto la lectura de Maximiliano Cladakis en Atenea http://metaxubuenosaires.blogspot.com/2008/04/tierra-y-ontologa-originaria.html

[2] Stolowicz, B. « La perenne « oportunidad haitiana » Compañero http://www.pvp.org.uy/?p=1029

[4]Viscardi, R. “¿Un movimiento social frenteamplista?” (2008) Encuentros Uruguayos1, 90-94, FHCE, Universidad de la República, Montevideo, http://www.fhuce.edu.uy/academica/ceil-ceiu/ceiu/REVISTA%20ENCUENTROS%20URUGUAYOS%202008.pdf

[5] Althusser, L. « Ideología y aparatos ideológicos de Estado » en Uruguay de las Ideas http://www.uruguaypiensa.org.uy/imgnoticias/730.pdf p.25.

[6] Al respecto : « Estadounidenses detenidos por tráfico de niños » en Observa http://www.observa.com.uy/internacionales/nota.aspx?id=92403&ex=25&ar=1&fi=13

[7] « Elite mundial distingue a Lula da Silva en Davos » La República http://www.larepublica.com.uy/mundo/398211-elite-mundial-distingue-a-lula-da-silva-en-davos

[9] Borón, A. « Chile : el original y la copia » Compañero http://www.pvp.org.uy/?p=1037

[10] González, G. « Preocupa Chile » La República http://www.larepublica.com.uy/editorial/397618-preocupa-chile

[11] Moreira, C. « Chile : anatomía de una frustración » Compañero http://www.pvp.org.uy/?p=1039

[12] « El FSM termina con propuestas » La República http://www.larepublica.com.uy/mundo/398210-el-fsm-termina-con-propuestas

[13] Pereyra, G. « Laberinto de pasiones » Observa http://www.observa.com.uy/Osecciones/ociudadano/Blog_nota.aspx?id=65796

[14] Al respecto recomendamos el siguiente sketch en you tube (subtítulos en español) : http://www.youtube.com/watch?v=pFmYIFk5i1Q