Oposición amiga: ¿Fukuyama o Fuck-Uruguay?
1ª quincena junio 2011
Un nuevo lazo de amor une a la mayoría y a la oposición en el Uruguay. Esta cintilla de pasión, lanzada con motivo de la visita de Dilma Roussef días pasados dista mucho de ser una novedad, aunque agrega un hilo sutil a la espesa trama de vínculos que revisten el esqueleto del sistema político uruguayo. Una nota inédita de devoción merece, sin embargo, ser tenida en cuenta porque se inspira, por si claudicara la fogosidad a domicilio nacional, en el continente que confirma el tamaño brasileño, gaje de media América del Sur y por lo tanto de mundialismo. Nada toca más profundamente la fibra partidaria uruguaya, desde el monograma imperial que inscribió en su cuna Lord Ponsomby, que una escena de ardiente entrega mundialista, en cuanto compensa en el tálamo internacional la limitación propia en atributos de extensión.
La mesa del mercado mundial está servida para Brasil y unas migajas pueden caer en el suelo uruguayo, que las hormigas partidarias no dejarán de llevar, cada una como estandarte propio, al mismo hormiguero electoral. De ahí el encendido agradecimiento de tirios, troyanos e independientes al presidente Mujica[1], quien tuvo el mérito, desde la perspectiva partidocrática, de levantar la colcha del lecho político y exhibir ante invitados conspicuos lo que hubiera sido incómodo divisar desde el ojo de la cerradura.
Sin embargo, este sistema de visibilidad total dista mucho del legendario panóptico que se imparte en nuestras aulas, ya que presenta una falencia de la majestad: si todo puede ser visto desde cualquier lugar y no sólo por el vigilante, nadie sabe para quién se gobierna ni quien gobierna. En tanto democratización pastizal del gobierno, cierto “efecto Mujica” confunde gobernanza con pastoreo e incluso puede llevar a disolver el himeneo político en la promiscuidad ideológica[2]. En un trasfondo pastoril agro-inteligente, el poder pastoral que según Foucault funda uno de los dos pilares idiosincráticos del Estado, se encuentra amenazado de desaparición encuestas mediante, por su trivial traducción reduccionista en términos de cabezas de votantes (ante todo por la jibarización del destinatario). En cuanto al segundo pilar de la modernidad política, que para Foucault aportaba la ciudad, ni siquiera figura en el menú del mismo pastoreo de transmisión masiva, condenado en tanto “cajetilla” (es decir, citadino sofisticado).
A fuerza de gobernanza, el gobierno se ha vuelto contra el poder, a tal punto que nadie sabe para qué está allí. En verdad, ya que “allí” es un adverbio de posición sin referente objetivo, tampoco se sabe con que objeto alguien quisiera estar en un lugar que según se dice somos todos –políticas de Estado mediante- y por consiguiente ya cada uno ocupa de antemano, incluso sin llegar a ganar las elecciones. Cierto voyeurisme del escenario público ha ganado desde hace mucho al sistema político, comenzando por el mostrador del conflicto Botnia-Gualeguaychú, estaño en el que Tabaré Vázquez le sirvió a la oposición el cóctel del eterno retorno, con receta de unidad nacional entre una mayoría absoluta sin credenciales de gobierno y una oposición históricamente liquidada en desbandada electoral[3].
Los mimos entre los miembros del sistema de partidos también se parecen a los arrumacos de las parejas añosas, que ya no esperan nada del cuerpo ajeno que no sea de antemano conocido. Este signo de decrepitud amorosa está lejos de reflejar el vigor metabólico y la pujanza hormonal. Sin embargo esa disminución no deja de reflejar, para continuar con la metáfora biológica, una animalidad subyacente incluso moderada por la edad y aún consigo mismo, en cuanto señala la base ajena de toda conducta propia. Algo así como el lapsus linguae de la fase político-ideológica predica la conjunción del interés partidario con el bien común, en cuyos términos nadie llega a saber que diferencia a unos de otros, como no sea querer lo mismo o proclamarse diferente, siempre y cuando no se ofenda a nadie que pudiera sentirse lastimado.
El tiempo de los retos caballerescos pasó hace mucho, ya nadie desafía a duelo sino a su propio simulacro. Pero la animalidad sigue allí, sólo que “allí” nadie sabe dónde queda, como siempre ocurrió con el adverbio de posición y por ende, no queda allí donde se sabe que “allí”, sea lo que fuere, reposa sobre un pedestal.
Por consiguiente, se imponen dos lecturas acerca de la desaparición de la heroicidad partidaria: la del fin de la Historia y la de la disminución del Estado-nación. La primera fue desacreditada hace mucho por quienes hoy cumplen su precepto, cuando se escudan en la coincidencia de intereses para justificar la igualdad de tratamiento de los diferentes. Quienes condenaron más ardientemente el “fin de la historia” son los primeros en darle razón a la mediación hegeliana que disuelve toda polaridad en un único interés público, según dicen, capitalizando la globalización en provecho propio, lo que es difícil de distinguir del ajeno, precisamente en términos globalizados[4].
La lectura de la disminución del Estado-nación destapa cualquier Estado-tapón, ya que una entidad formal cuya entidad corporal depende del tamaño de otros, no encuentra razón de ser sino en la formalización estatal. Razón de ser que explica la curiosa endogamia del sistema partidario uruguayo, que aspira a reproducirse de cara a una alquimia de fracciones políticas, cuyo sustento económico o cultural diferenciado tiene a desaparecer, idiotizado por el incesto institucional.
En el primer caso, la “oposición amiga” le da la razón al planteo de Fukuyama, si se sigue la segunda lectura, la “oposición amiga” signa la falta de respeto por la entidad nacional que se sustentaba en la contienda partidaria: Fuck-Uruguay.
Estas dos lecturas no se equivalen, ya que mientras la primera pretende hacer desaparecer todo resto de conflicto en la armonía de un mismo cuerpo social, la segunda abre la caja de Pandora del abajo que se mueve. Incluso, se mueve como esas camas que prescinden de cualquier espectador, falto a conciencia un tercero más distante, o incluso por falta de conciencia. Esa desobediencia civil gana sábanas de terreno público, oponiéndose a la perfecta integración de la sociedad civil que predica la mediación absoluta, a lo Hegel o a lo “sistema de medios”. Sería un gravísimo error creer que esas dos mediaciones son diferentes en su condición, tanto como lo sería creer que la desobediencia civil generalizada que predica Derrida al analizar el estado de disolución de la soberanía[5] es diferente de las revueltas del mundo árabe, del 15-M español o el cuestionamiento del sistema político que desplegó la Marcha del Silencio por los desaparecidos en el Uruguay[6].
[1] Se manifestaron en este sentido Lacalle, Mieres y Ope Pasquet (noticiero TNU noticias, Canal 5, 31/05/11). Ver asimismo “Frases” La República (31/05/11) http://www.larepublica.com.uy/politica/454201-frases
[2] Ver al respecto en este blog la entrada de la 2ª quincena de mayo 2011 http://ricardoviscardi.blogspot.com/2011/05/bicentenario-patria-gaucha-y-patria_312.html
[3] Viscardi, R. “El zorro en la papelera” Compañero http://www.pvp.org.uy/viscardi.htm
[4] “José Mujica hizo un llamado a aumentar la inversión” Punta del Este News http://www.puntanews.com.uy/general/5527-jose-mujica-hizo-un-llamado-a-la-necesidad-de-aumentar-la-inversion.html
[5] Derrida, J. (2001) L’université sans condition, Galilée, Paris, pp.20-22. Traducción al español en el sitio Derrida en castellano http://www.jacquesderrida.com.ar/textos/universidad-sin-condicion.htm
[6] Daher, R. Pérez, M. “Estiman cien mil personas en la 16ª marcha del silencio” La República (21/05/11) http://www.larepublica.com.uy/larepublica/2011/05/21/nota/452713
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