Abortar la muerte: la vida en el CTI
1ª quincena abril 2012
El vínculo entre los asesinatos en serie supuestamente seriales en hospitales públicos o privados[1] y las muertes por abortos en condiciones no hospitalarias, ni públicas ni privadas[2], no puede ser sino metafórico. Eso es lo que tiene de interesante. La metáfora se mueve porque sí, porque si no, nada la movería entre cosas que obviamente no tienen nada que ver, ya que si tuvieran que ver a priori con el vínculo metafórico, se trataría de un sentido propio ya consolidado, que como sostuvo Derrida[3], no es posible sino a raíz de una metaforización previa (a no ser que supongamos una condición teológica de la metáfora, lo que asimismo la extingue en tanto naturalidad de una transferencia de sentido, en razón del absoluto que supone la creación por el Verbo).
Imputada de Verba, es decir por verborrágica, la metáfora es sin embargo lo que nos deja pensar tranquilos, ya que si no llegáramos a colocarnos detrás de algún vínculo más o menos fortuito estaríamos encargados de todo lo demás como le sucede, con efectos tan devastadores desde el punto de vista del prestigio personal, al Verbo y a su sufrido Vicario en la Tierra (a no confundir con el planeta que gira en torno al sol, sino con el planeta instalado tras un único giro de Creación).
Si alguien versado en la obra de Derrida le reprochara a lo que acaba de ser dicho que el decir del propio Derrida respecto a la metáfora la elimina, a partir de “La retirada de la metáfora”, habría quizás que valerse para entenderse metafóricamente de la metáfora de la re-tirada, que en francés surge del mero juego de palabras ametafórico entre “trait” (trazo) y “trait” (dardo) cuando se disparan por igual detrás de un “Re-“. La retirada de la metáfora es re-tirada en el sentido de Mallarmé (“un coup de dés jamais n’abolirá l’hasard”), ya traicionada si traducimos “coup” por “tirada”, ante el sentido metafórico que en francés adquiere “coup”, en cuanto se distancia de “lancement”, en el sentido instantáneo que introduce “coup” del momento en el tiempo. Por consiguiente, la metaforización que urge en francés no se presenta con la misma premura en el español, que admite, aunque con un aire un poco literal de más, “tirada” por “coup”.
Por consiguiente la “retirada de la metáfora” quiere decir que la metáfora está librada a la libertad más irrestricta, que es tanto como decir a la irresponsabilidad, irresponsabilidad que la vincula simple y puramente al vínculo, metafórico si se quiere o no, según tal vínculo se mueva en español (entre “tirada” y “dados”) o en francés (entre “lancement” y “dés”) siendo que en este último caso se impone metaforizar para no trivializar el sentido. Si es así, el sentido escapa a cualquier régimen estricto, es decir, trasciende a cualquier régimen y vincularlo a algo en particular (por ejemplo a “vida”), es cuestión de menú contextual (el del restorán instalado frente a la actual Place de la Concorde durante el Terror incluía, junto a los platos del día, la nómina de cabezas que caerían espectacularmente frente a los comensales por separación del cuerpo guillotinado).
Ante el horror que despierta tal irresponsabilidad asesina de la correspondencia (es decir, de la co-responsabilidad) cabe recordar -para no volver a dar esa manida discusión ganada de antemano contra Huttington acerca de “la guerra de civilizaciones” o con los epistemólogos acerca del “relativismo antropológico”- la “Encicopledia China” de Foucault a partir de Borges[4]. Si no podemos clasificar de una vez y para siempre sin borrar del mapa alguna enciclopedia o territorio humano (aunque “humano” en este sentido encierra ante todo una metaforización humanística), más vale que renunciemos a saber lo que es una “metáfora” en el sentido en que marcaría un sentido de la transferencia de sentido. Si alguien creyera que lo anterior es un juego de palabras, no sostendría sino que somos juguetes que usan las palabras, en el sentido en que Derrida dice que la metáfora se ha retirado (o re-tirado)[5], de manera que estaríamos en un juego que abandona el vehículo, tanto porque no lo necesita, como el cambio climático que afecta al globo vehiculizado por todas partes, como en el sentido del vehículo que abandonamos en medio de la autoruta (y) en medio de un embotellamiento vehicular: el vehículo ya no vehiculiza una vez superado por el sentido climático o por el sentido de su inmovilidad vehicular.
La ultrametaforización quiere decir que hemos hecho del sentido el absoluto y así nos va por todas partes. Tanto cuando le quitamos sentido a la vida de los demás como cuando la vida de los demás le quita sentido a la nuestra. Hemos abortado la muerte, que sin embargo llega por sus propios fueros o por sus ajenos desafueros: la muerte es la única llegada que no se vale de ningún vehículo propio (si se valiera de tal valor tendría sentido de partida). Quizás a eso se refería Derrida al hablar de la retirada de la metáfora, pero sin duda, la “liberación” de la metáfora respecto a cualquier vehículo convierte a la vida en la metáfora de la muerte y viceversa, porque el sentido abandona todo trayecto posible (el trayecto supone una trayectoria y por lo tanto una pro-yección sub-yectiva, es decir subjetiva, condición a su vez de toda posibilidad de algo posible). Sin más trayecto no hay más subjetividad y por lo tanto no hay más orden “propio” a oponer a un orden “figurado”, tal como decíamos al inicio de este texto que lo sostuvo (en su momento contra Ricoeur) Derrida[6].
Los enfermeros matando para dar sentido a la vida o la esposa de un expresidente salvando fetos para dar sentido a la muerte obedecen al mismo designio imposible: que el sentido tenga un sentido propio o figurado, pero pro-yectable al fin y al cabo. Luego, como tal cosa se da de bruces por igual contra la “Enciclopedia China” y contra “Ciencia y Tecnología” (sobre todo si tenemos en cuenta la concomitancia entre la polución industrial y el estado del comunismo en China), es necesario abortar la muerte para sostener ante todo el sentido de la vida, que retirada-re-tirada de la muerte, vuelve por sus fueros matando a quienes gozan de salud dudosa y matando la duda acerca del goce de la salud.
El sentido perenne de la vida nos lleva derecho, por el desfiladero del sentido, a la muerte del sentido propio, figurado o ajeno, tríada que lleva al sentido más allá del sí mismo y lo convierte en un dardo mortífero. Este dardo es propiamente la invención del giro lingüístico, en la versión que se quiera: absolutizar la libertad de decidir por el sentido lleva a matar el sentido de decidir, de manera que de nada vale ahora una nostalgia espiritualista, que como demostró Canguilehm, anima (en el sentido de “alma”) la noción de “vida” cuando se la entiende como efecto de una reciprocidad absoluta entre el cuerpo y su organicidad propia, es decir, por la vía de subsumir el órganon aristótelico en la “madre naturaleza” cristiana (vía Leibniz)[7].
Si no sabemos lo que es “vida” porque no sabemos lo que es “orgánico”, sabemos al menos que no tiene sentido buscarle a “vida” una metaforización como la que acostumbran los políticos (y sobre todo los de filia bolchevique, que hablan de la “vida” como de lo que lauda). Eso no quiere decir que no sepamos lo que es mantenernos en vida, pero tal logro pasa a ser un asunto del sentido propio de cada uno (y no del sentido propio de un término universal) así como del tránsito en el que circulemos con otros sentidos propios y ajenos (propios a ajenos). Más vale saber que por ahí andan enfermeros enfermos de un virus de vida-muerte o viceversa y que ex/primeras damas devotas quieren seguir cuidándonos en salud[8]. Incluso conviene tener en cuenta que tales cuidados de otros (desbordando la “subjetivación” del “cuidado de sí” foucaldiano) también pueden ser intensivamente intensos, como los que prodigaban los enfermeros enfermos del CTI ¿Centro de Tratamientos Intensivos o Centro de Tratamientos Intensos?
[1] “Oiga, doctor” Montevideo Portal (21/03/12) http://www.montevideo.com.uy/notnoticias_163326_1.html
[2] “MSP tomó “medidas urgentes” tras detectar muertes por abortos” El Observador (26/03/12)
[3] Derrida, J. (1972) Marges, Minuit, Paris, pp-299-300.
[4] Pasaje inicial de “Las palabras y las cosas”: Foucault, M. (1966) Les mots et les choses, Gallimard, Paris, p. 7.
[5] Derrida, J. “La retirada de la metáfora” Escuela de Filosofía Universidad ARCIS (acceso el 1/04/12)
[6] En el artículo de "Marges" citado supra: “La mythologie blanche”.
[7] Canguilehm, G. (1981) Idéologie et Rationnalité, Vrin, Paris, p. 124. Canguilhem, G. (trad.esp.) (2005) Ideología y Racionalidad en la historia de las ciencias de la vida, Amorrortu, Buenos Aires.
[8] “La vidad y todo lo demás” Montevideo Portal (27/03/12) http://www.montevideo.com.uy/notnoticias_163777_1.html
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