Un
fantasma recorre la mundialidad: la mediación
2ª
quincena, julio 2013
Campeones de la
denegación, que es el régimen de reproducción (“ideológica”, si se quiere) de
la racionalidad moderna, los uruguayos han encontrado su propio Maracaná en la
izquierda brasileña. Se trata de una buena señal para el mundo, como lo fue la
victoria de Maracaná en su momento, ya hace mucho, con la ventaja de que esta
derrota de lo más grande acaba de ocurrir en una izquierda relativamente (a su
contexto) muy pequeña.
El trabajoso empate
mediático que obtenía por aquí la partidocracia uruguaya, denegando que los
gremios de la educación cuestionaban al sistema político como un todo (la Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay incluida)[1], para afirmar que el asunto estribaba en el
peligroso déficit fiscal gestionado por ese mismo sistema político impugnado,
fue superado por un agónico gol de los intelectuales brasileños, que denegaron que las manifestaciones “antipolítica”
supusieran un cuestionamiento del poder.
Mientras tanto podemos
conformarnos con saber que la gente que cuestiona un poder político donde hasta
la izquierda es notoriamente corrupta, de hecho está a favor de la derecha. Estas
escandalosas esposas del César que no parecen virtuosas, a tal punto que uno ni
siquiera llega a preguntarse si efectivamente lo son, presentan algunas
excepciones críticas dignas de atención, cuyo pundonor intelectual invita a la
discusión.
Una de estas
excepciones es aportada por Frei Betto. La reacción que describe en los
estamentos cristalizados de la izquierda ante fenómenos inéditos (“inédito” es
una palabra que en este contexto se vincula con “acontecimiento”), tales como mayo del 68,
los movimientos sociales o la caída del muro, es estrictamente verosímil y
hasta documentable.[2]
Es una reacción izquierdista, en un sentido que disuelve el binomio izquierda-derecha,
no porque lo suprima, sino porque lo convierte en una glosa de sí mismo. Eso es
lo que no explica Frei Betto (en cuanto la izquierda se convierte en la derecha de su propia lectura). Si bien presenta el movimiento democrático como
ruptura con el paradigma en el poder, que ni el poder ni el paradigma logran
neutralizar, no explica porqué esa ruptura es singularmente irrecuperable desde
el presente. En este sentido, la interposición democrática se vuelve fantasmática, ya que vale
tanto como quiebre con la aristocracia griega del siglo de Pericles, como para
la arena playera que se creyó encontrar bajo los adoquines recalentados en el verano parisino del 68’. Curiosamente,
el efecto en las calles que evoca Frei Betto queda a pie de lo que lo lleva a
la calle: la mediación artificial. Quizás este pecado de indiferencia que
supone la mediación a distancia de todo y de todos, no admite el fantasma de una mediación inalterable, porque la
coloca bajo la égida de su propio desborde crítico. Desde entonces la crisis no
puede ser disuelta en la crítica, ni la crítica en el ala izquierda de un hemiciclo parlamentario.
Contrariamente a la armonía archi-establecida de la democratización que propone Frei Betto, la
lectura de la insurgencia mediática de las clases medias por parte de Marilena
Chaui intenta describirla como una crisis de la mediación política.[3]
Sin embargo, todo es paradójico en los márgenes explicativos que invoca Chaui,
a no ser la explicación que ensaya de la idiosincrasia de la convocatoria, que
no es paradójica en sus márgenes, sino en sí misma. Las manifestaciones
multitudinarias no habrían tenido en cuenta, según la filósofa brasileña, la
constitución por parte de los movimientos sociales y los partidos de izquierda
del proceso de democratización que cundió en el Brasil entre los 70’ y los 90’.
Sin embargo, la desaparición de la mediación política genuina en aras de la
burocratización y el electoralismo, le son imputados por Chaui al propio PT,
que justamente presenta la singularidad, quizás mundial, de ser un partido en
el poder surgido como Venus de aquella espuma de movimiento social y partido de
izquierda, todo incorporado en la suspensión de un mismo coloide popular.
La perversión de esa
matriz provendría del neoliberalismo, aunque este vector del mal parece tan
venusino en su aparición como la propia diosa de la belleza, lo que no deja de
aumentar su malignidad por la crueldad que encarna. En efecto ¿cómo el neoliberalismo logró
disolver, fragmentar y dividir con su egotismo las luchas populares? Tan
mirífica como ese mal es la paradójica sanación que nos propone Chaui, por la vía
de comprender que una ética privada de las personas debe ceder ante una ética
pública de la república, ya que tal división entre lo público y lo privado se
asemeja tanto a la infalibilidad teológica del Papa, pese a su condición
terrena, que seguramente Frei Betto suscribiría en un todo a esa religiosa
dicotomía. Entretanto, en vez de
involucrarse en una farragosa explicación de cómo la transformación
idiosincrática conmueve por igual la fibra personal y la colectiva, la filósofa
paulista prefiere destacar que algunas
señales de la insubordinación -como la agresión sufrida por los militantes
sociales y políticos identificados con la izquierda institucional, representarían en verdad rasgos del fascismo corriente, presentados bajo la versión habitual
del nazismo. Sin embargo la perplejidad en que nos sume la paradoja que
presenta Chaui llega a un clímax cuando esa propensión nazi cristaliza, sin
embargo simbólicamente, en un cuestionamiento exitoso de la dominación en el
poder. Es la primera vez que vemos interpretado el nazismo en una clave que
dejaría perplejo al Tercer Reich si hubiera durado un poco más, pero también a cualquier
neo-nazi que se precie de despanzurrar a todo lo diferente consigo propio.
Entre el magma de ese
oxímoron interpretativo que presenta Chaui, un elemento luce sin embargo impar
y nítido, igual a sí sin contraparte enojosa: la alienación tecnológica. Confundidos
por la inmediatez del acto de oprimir un botón y por la incapacidad de conocer
el instrumento que emplean, los movilizados se ven a sí mismos como usuarios y
no dejan de confundir las estrategias mediáticas de los medios masivos con la
política y de confundirse ellos mismos entre la masividad de las masas
mediatizadas, manipulables en esa medida.
Debo confesar que no me
pregunto, cada vez que doy un paso, que punto del globo oprimo, aunque pude
sucederme que este sea un botón, en cuyo caso el paso no dejará de darse. Igualmente
acrítico, el militante que acude a su organización en búsqueda de
reivindicación difícilmente sepa de lo que se trata, como lo confiesa la propia
Marilena de cara a lo que devino el PT. Luego, si un usuario por serlo se
encuentra masificado, no deja de ser cierto que puede editar por su lado en
cierta medida, en otra propensión distinta a la del vecino, elegir a quien
dirigirse y finalmente, parece dotado de algunas alternativas bastante más
amplias, que pegar el oído al receptor de radio o retirar un ejemplar del
kiosko de la esquina. El fantasma de la mediación es un fantasma de pantalla
en el texto de Chaui, que la lleva a ver doble entre lo masivo y lo interactivo,
cuando se diferencian ante todo por la condición que adquiere, en cada caso
diferentemente, quien accede a la mediación.
Estos fantasmas
brasileños de la mediación no dejan de encontrar un sugestivo eco en el mutis
por el foro que se hace por el lado uruguayo, en particular, cuando se pretende
ignorar que nivelar tecnológicamente no es lo mismo que igualar educativamente.
Sobre todo porque medidas con un mismo rasero, las desigualdades se vuelven
mayores. O más grandes, para retomar la diferencia del portugués entre el
adjetivo “maior” que califica la cualidad y la locución que califica la
cantidad (“mais grande”). El fantasma de la mediación tecnológica, incluso bajo
emblema del ceibo nacional, no es ni “maior” ni “mais grande”, porque ante todo
un fantasma no existe para ninguna medida posible. Tal figura de aparecido
surge en los análisis que pretenden ignorar, para la sublevación mundializada
contra la mundialidad gubernamental, la crisis permanente de decisión, que
felizmente acarrea consigo la tecnología, con su distancia de mediación
(distancia en la distancia).
[1] “Declaración de
la FEUU sobre la rendición de cuentas” FEUU
(06/06/13) http://www.feuu.edu.uy//index.php?option=com_content&task=view&id=194&Itemid=1
(acceso el 16/07/13)
[2] Frei Betto “El
mensaje de las calles” LaRed21
(09/0713) http://www.lr21.com.uy/comunidad/1115073-el-mensaje-de-las-calles
[3] Chaui, M. “La
desaparición de los partidos políticos como mediadores” La Onda Digital (09 al 16/07/13) http://www.laondadigital.com/LaOnda/LaOnda/632/B2.htm