16.7.13

Un fantasma recorre la mundialidad: la mediación


2ª quincena, julio 2013



Campeones de la denegación, que es el régimen de reproducción (“ideológica”, si se quiere) de la racionalidad moderna, los uruguayos han encontrado su propio Maracaná en la izquierda brasileña. Se trata de una buena señal para el mundo, como lo fue la victoria de Maracaná en su momento, ya hace mucho, con la ventaja de que esta derrota de lo más grande acaba de ocurrir en una izquierda relativamente (a su contexto) muy pequeña.

El trabajoso empate mediático que obtenía por aquí la partidocracia uruguaya, denegando que los gremios de la educación cuestionaban al sistema político como un todo (la Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay incluida)[1], para afirmar que el asunto estribaba en el peligroso déficit fiscal gestionado por ese mismo sistema político impugnado, fue superado por un agónico gol de los intelectuales brasileños,  que denegaron que las manifestaciones “antipolítica” supusieran un cuestionamiento del poder.

Mientras tanto podemos conformarnos con saber que la gente que cuestiona un poder político donde hasta la izquierda es notoriamente corrupta, de hecho está a favor de la derecha. Estas escandalosas esposas del César que no parecen virtuosas, a tal punto que uno ni siquiera llega a preguntarse si efectivamente lo son, presentan algunas excepciones críticas dignas de atención, cuyo pundonor intelectual invita a la discusión.

Una de estas excepciones es aportada por Frei Betto. La reacción que describe en los estamentos cristalizados de la izquierda ante fenómenos inéditos (“inédito” es una palabra que en este contexto se vincula con “acontecimiento”), tales como mayo del 68, los movimientos sociales o la caída del muro, es estrictamente verosímil y hasta documentable.[2] Es una reacción izquierdista, en un sentido que disuelve el binomio izquierda-derecha, no porque lo suprima, sino porque lo convierte en una glosa de sí mismo. Eso es lo que no explica Frei Betto (en cuanto la izquierda se convierte en la derecha de su propia lectura). Si bien presenta el movimiento democrático como ruptura con el paradigma en el poder, que ni el poder ni el paradigma logran neutralizar, no explica porqué esa ruptura es singularmente irrecuperable desde el presente. En este sentido, la interposición democrática se vuelve fantasmática, ya que vale tanto como quiebre con la aristocracia griega del siglo de Pericles, como para la arena playera que se creyó encontrar bajo los adoquines recalentados en el verano parisino del 68’. Curiosamente, el efecto en las calles que evoca Frei Betto queda a pie de lo que lo lleva a la calle: la mediación artificial. Quizás este pecado de indiferencia que supone la mediación a distancia de todo y de todos, no admite el fantasma de una mediación inalterable, porque la coloca bajo la égida de su propio desborde crítico. Desde entonces la crisis no puede ser disuelta en la crítica, ni la crítica en el ala izquierda de un hemiciclo parlamentario.

Contrariamente a la armonía archi-establecida de la democratización que propone Frei Betto, la lectura de la insurgencia mediática de las clases medias por parte de Marilena Chaui intenta describirla como una crisis de la mediación política.[3] Sin embargo, todo es paradójico en los márgenes explicativos que invoca Chaui, a no ser la explicación que ensaya de la idiosincrasia de la convocatoria, que no es paradójica en sus márgenes, sino en sí misma. Las manifestaciones multitudinarias no habrían tenido en cuenta, según la filósofa brasileña, la constitución por parte de los movimientos sociales y los partidos de izquierda del proceso de democratización que cundió en el Brasil entre los 70’ y los 90’. Sin embargo, la desaparición de la mediación política genuina en aras de la burocratización y el electoralismo, le son imputados por Chaui al propio PT, que justamente presenta la singularidad, quizás mundial, de ser un partido en el poder surgido como Venus de aquella espuma de movimiento social y partido de izquierda, todo incorporado en la suspensión de un mismo coloide popular.

La perversión de esa matriz provendría del neoliberalismo, aunque este vector del mal parece tan venusino en su aparición como la propia diosa de la belleza, lo que no deja de aumentar su malignidad por la crueldad que encarna.  En efecto ¿cómo el neoliberalismo logró disolver, fragmentar y dividir con su egotismo las luchas populares? Tan mirífica como ese mal es la paradójica sanación que nos propone Chaui, por la vía de comprender que una ética privada de las personas debe ceder ante una ética pública de la república, ya que tal división entre lo público y lo privado se asemeja tanto a la infalibilidad teológica del Papa, pese a su condición terrena, que seguramente Frei Betto suscribiría en un todo a esa religiosa dicotomía.  Entretanto, en vez de involucrarse en una farragosa explicación de cómo la transformación idiosincrática conmueve por igual la fibra personal y la colectiva, la filósofa paulista prefiere destacar que  algunas señales de la insubordinación -como la agresión sufrida por los militantes sociales y políticos identificados con la izquierda institucional, representarían en verdad rasgos del fascismo corriente, presentados bajo la versión habitual del nazismo. Sin embargo la perplejidad en que nos sume la paradoja que presenta Chaui llega a un clímax cuando esa propensión nazi cristaliza, sin embargo simbólicamente, en un cuestionamiento exitoso de la dominación en el poder. Es la primera vez que vemos interpretado el nazismo en una clave que dejaría perplejo al Tercer Reich si hubiera durado un poco más, pero también a cualquier neo-nazi que se precie de despanzurrar a todo lo diferente consigo propio.

Entre el magma de ese oxímoron interpretativo que presenta Chaui, un elemento luce sin embargo impar y nítido, igual a sí sin contraparte enojosa: la alienación tecnológica. Confundidos por la inmediatez del acto de oprimir un botón y por la incapacidad de conocer el instrumento que emplean, los movilizados se ven a sí mismos como usuarios y no dejan de confundir las estrategias mediáticas de los medios masivos con la política y de confundirse ellos mismos entre la masividad de las masas mediatizadas, manipulables en esa medida.

Debo confesar que no me pregunto, cada vez que doy un paso, que punto del globo oprimo, aunque pude sucederme que este sea un botón, en cuyo caso el paso no dejará de darse. Igualmente acrítico, el militante que acude a su organización en búsqueda de reivindicación difícilmente sepa de lo que se trata, como lo confiesa la propia Marilena de cara a lo que devino el PT. Luego, si un usuario por serlo se encuentra masificado, no deja de ser cierto que puede editar por su lado en cierta medida, en otra propensión distinta a la del vecino, elegir a quien dirigirse y finalmente, parece dotado de algunas alternativas bastante más amplias, que pegar el oído al receptor de radio o retirar un ejemplar del kiosko de la esquina. El fantasma de la mediación es un fantasma de pantalla en el texto de Chaui, que la lleva a ver doble entre lo masivo y lo interactivo, cuando se diferencian ante todo por la condición que adquiere, en cada caso diferentemente, quien accede a la mediación.

Estos fantasmas brasileños de la mediación no dejan de encontrar un sugestivo eco en el mutis por el foro que se hace por el lado uruguayo, en particular, cuando se pretende ignorar que nivelar tecnológicamente no es lo mismo que igualar educativamente. Sobre todo porque medidas con un mismo rasero, las desigualdades se vuelven mayores. O más grandes, para retomar la diferencia del portugués entre el adjetivo “maior” que califica la cualidad y la locución que califica la cantidad (“mais grande”). El fantasma de la mediación tecnológica, incluso bajo emblema del ceibo nacional, no es ni “maior” ni “mais grande”, porque ante todo un fantasma no existe para ninguna medida posible. Tal figura de aparecido surge en los análisis que pretenden ignorar, para la sublevación mundializada contra la mundialidad gubernamental, la crisis permanente de decisión, que felizmente acarrea consigo la tecnología, con su distancia de mediación (distancia en la distancia).






[1] “Declaración de la FEUU sobre la rendición de cuentas” FEUU (06/06/13) http://www.feuu.edu.uy//index.php?option=com_content&task=view&id=194&Itemid=1 (acceso el 16/07/13)
[2] Frei Betto “El mensaje de las calles” LaRed21 (09/0713) http://www.lr21.com.uy/comunidad/1115073-el-mensaje-de-las-calles
[3] Chaui, M. “La desaparición de los partidos políticos como mediadores” La Onda Digital (09 al 16/07/13) http://www.laondadigital.com/LaOnda/LaOnda/632/B2.htm