Un
candidato zarpado: el Titanic
1ª
quincena septiembre 2013
La concepción subjetiva
propia de la modernidad se expresa con particular énfasis en la propensión a recrear
el ambiente del Titanic antes del impacto contra el iceberg. Ya en la propia
descripción del accidente se pauta la inclinación que lo admite o deniega.
Quien abusa del efecto dramático de la confiabilidad confortable del lujoso
transatlántico, contrapuesta a la gélida inmersión marina, está desviando la
atención respecto a lo que efectivamente ocurrió, que no concurrió por debajo
de la línea de flotación, sino por encima de las expectativas que suscita la
fama.
Ante el accidente
inescrutable pero previsible, el punto que se pone en juego por parte de quien
se encuentra en condiciones de decidir, consiste en las posibilidades
necesariamente plurales que configuran una decisión. Por el contrario, la
necesidad no puede ser objeto de decisión, en cuanto lo necesario presenta una
única razón, que no admite el par que como mínimo supone toda alternativa, ante
dos posibilidades puestas en cotejo entre sí. Esa contingencia requiere, como
condición de toda resolución sobre una misma base, dejar de lado uno de los polos contradictorios, como
consecuencia ineludible de una toma de decisión.
La frase que Plutarco
atribuye a Pompeyo “Navigare necesse, vivere non est necesse” no supone una
decisión, sino una arenga, porque la frase no se refiere a una posibilidad,
sino a una obligación. Pompeyo afirma que es necesario navegar porque de lo
contrario la ciudad romana se encuentra en grave riesgo de disolución, ante la
hambruna que la atormentaba, con la secuela de desórdenes políticos y
estratégicos que amenazaba desencadenar tal escenario. Por consiguiente, la
necesidad de navegar se anteponía a la vida biológica, para estampar la supremacía
de la vida ciudadana, característica arquetípica de la condición ética romana.
En efecto, confiar la
vida a quien la vive es una inclinación idiosincrática moderna, incomprensible
desde el punto de vista que expresa Santa Teresa de Jesús: “muero porque no
muero”.[1]
Por consiguiente, ese aferrarse a la biología no debe ser entendido en cuanto a
la modernidad como una comodidad oportuna, sino en tanto imperioso mandato de
perspectiva: la uniformidad del ser que dispone de sí dándose un destino propio.
Esa disposición fue la
que adoptó el capitán del Titanic y la que condujo al naufragio más célebre. Las
causas del mismo no sólo son ajenas al acorazamiento con que contaba el barco,
sino que sobre todo son contrarias a lo que aconsejaba la prudencia más elemental
en la navegación, a esa altura del Atlántico boreal y a esa altura del
calendario invernal.[2] El
disponer de sí mismo, con el propósito de batir un récord de velocidad en la
travesía atlántica, fue lo que determinó la imposibilidad de evitar la colisión
con el obstáculo de hielo, así como la magnitud que revistió el impacto en
cuanto al desenlace del hundimiento.
Quizás la integridad bio-lógica de la modernidad, en cuanto
debe suponer la homogeneidad del sujeto en sus consideraciones, no haga sino
adoptar, a título de coherencia subjetiva, condiciones fatalmente excluyentes
entre sí. Sin embargo, la inviabilidad de la integración entre la decisión y el
destino propio podía ser asumida, por ejemplo por un Pompeyo desafiando el mar
bravío, en tanto dictado del destino: aún con riesgo de la vida biológica el romano
exhortaba a sus marineros a ponerlo todo en riesgo,[3] porque
a sus ojos la vida sin sentido ciudadano carecía de valor propio.
Sin embargo, con
idéntico propósito ciudadano se puede incurrir en la misma temeridad aduciendo
una prudencia de propósitos, cuando la previsión confunde deseos con realidades.
Tal propensión a ignorar que “la vida es sueño”[4] se
justifica en la autoestima que confiere la simple continuidad. Si tal “razón
del artillero” parecía valedera en el caso del general Seregni –cuya especialidad
militar era la artillería, que nunca fue presidente, puede convertirse en el “tiro
en la pata” que denuncia Mujica,[5]
que sin duda lo sabe por experiencia presidencial.
La asociación del destino
del Frente Amplio con el triunfo presidencial en las elecciones próximas, recuerda
en mucho la fe en el progreso que daba por insumergible al Titanic: ufana de la
proeza industrial, promueve el exceso de confianza del capitán. Sin embargo, el
accidente no puede ser substituido por la decisión, porque la decisión lo
supone: no hay decisión sin error a la vista. Por lo mismo, creer que el procedimiento
excluye el paso en falso ya es estar dándolo, ante todo porque reduce la
latitud de la interrogante que abre rumbos.
No se trata entonces de pensamiento único
¿cómo sería un pensamiento que no decidiera? Si decide, no puede ser único, lo
que puede suceder, sin embargo, es que no sea pensamiento. Pero también puede
abandonar la sana duda un pensamiento que se supone tal porque se sustenta en
la pura racionalidad de procedimientos: por ejemplo en la numeración de las
encuestas de opinión pública. En este caso, seducido por la medición a ojos
vistas, el navegante político confunde la etiqueta numérica con la instrucción
de uso del fármaco electoral. Como se sabe, el paso del fármaco a la pócima es
tenue y muchas veces es difícil diferenciarlo del suicidio.
En este caso las
contraindicaciones, igual que para la navegación en el Atlántico Norte en medio
del invierno, son muy claras en cuanto al tipo de escollos que puede emerger de
la niebla, sobre todo en razón de lo nublado de las inmediaciones ideológicas:
los gremios de docentes y de empleados públicos, aliados por excelencia de la
izquierda, abjuran de aquella alianza en que algún día creyeron,[6]
los estudiantes se dicen vigilados cuando no ultrajados por el propio gobierno
del Frente Amplio,[7]
algún analista de la izquierda tradicional activa la alarma,[8]
los partidos del Frente Amplio proponen para la administración próxima lo mismo
que al presente dejan de votar en el parlamento por disciplina gubernamental.[9]
Zarpado a las apuradas
ante el desorden climático, el candidato Titanic anuncia que no puede evitar
creer en su destino, sin embargo, si él cree en el suyo, son cada vez más los que
dejaron de creer en él, incluso en un supuesto blindaje de la decisión, por
ejemplo, electoral.
[1] Santa Teresa, Vivo sin vivir en mí http://hyspania.wordpress.com/2012/12/11/muero-porque-no-muero-santa-teresa-de-avila/
(acceso el 4/09/13)
[2] “¿Cómo se
hundió el Titanic? El ojo científico http://www.ojocientifico.com/4631/como-se-hundio-el-titanic
(acceso el 04/09/13)
[3] Casas, A. “Navigare
necesse, vivere non est necesse” Turdetania,
http://turdetaniaonoba.blogspot.com/2013/06/navigare-necesse-vivere-non-est-necesse.html
(acceso el 04/09/13)
[4] Pedro Calderón de la Barca (soliloquio
de Segismundo en “La vida es sueño”) http://www.rjgeib.com/thoughts/barca/barca.html
[5] “A los
sindicalistas los tenemos que pasar por un cepillo” Actualidad Chaco (29/08/13) http://www.actualidadchaco.com/vernota.asp?id_noticia=33221
[6] Ver en este
blog “Inefable educación sin rendición de cuentas: hacia el voto en blanco” http://ricardoviscardi.blogspot.com/2013/06/inefableeducacion-sin-rendicion-de.html
[7] Ver en este
blog “Balas de goma, manos de yeso y fresas de la frescura” http://ricardoviscardi.blogspot.com/2013/08/balasde-goma-manos-de-yeso-y-fresas-de.html
[8] Legnani, R. “Peligrosa
crisis entre lo político y lo social” La
Onda digital (28/08/13) http://www.laondadigital.com/LaOnda/LaOnda/639/A5.htm
Ver también del mismo autor y en el mismo sitio “Elecciones: no está todo dicho”
http://www.laondadigital.com/LaOnda/LaOnda/640/A6.htm
[9] Uval, N. “Tanto
tienes, tanto vales” La Diaria
(04/09/13) http://ladiaria.com.uy/articulo/2013/9/tanto-tienes-tanto-vales/