Las
redes sociales y la sensibilidad del 68
Entrevista de Leonardo Flamia
para el Semanario Voces 29/05/14,
Montevideo.
Mañana viernes 30 de mayo a
las 19:30 se presenta en Casa de Filosofía (La Paz 1623) el libro Contragobernar de Ricardo
Viscardi. El autor es titulado en Habilitación a la Dirección de
Investigaciones en Filosofía (Universidad Paris8-St.Denis), Doctor en Historia
y Crítica de Ideologías, Mitos y Religiones (Universidad Paris10-Nanterre y
Escuela Práctica de Altos Estudios), ha ocupado la dirección de Ciencias de la Comunicación
(Universidad de la República ),
es docente del Instituto de Filosofía de la misma universidad y miembro del
Sistema Nacional de Investigadores del Uruguay.
Sobre su trayectoria y sobre
algunos aspectos de Contragobernar conversamos hace algunas semanas con
Viscardi en Casa de Filosofía. A continuación brindamos una breve selección de
aquella charla.
Contragobernar
está dedicado a Íbero Gutiérrez ¿Cual fue el vínculo que tuviste con él?
Con Íbero hay una
circunstancia de amistad muy intensa que tiene que ver primero con un período
que pasamos juntos presos y luego, habiendo salido de la prisión,
inmediatamente nos inscribimos en la Facultad de Humanidades y Ciencias, en la que ya
habíamos sido estudiantes desde el 69, esto ocurre en el año 70. Y entablamos
ya en prisión una amistad muy fuerte y esto se continuó en Facultad,
particularmente en el año 70 y parte del año 71, pero era una amistad
extraordinariamente fuerte, pese a que las circunstancias después nos alejaron
del contacto más permanente, directo, porque era una situación aquella
extraordinariamente revulsiva y al límite.
En ese sentido he seguido
determinada posteridad de la obra de Íbero, menos como crítico, que no es un
lugar que me corresponda por el vínculo tan estrecho que tengo en mi memoria
con él, sino como una responsabilidad personal que tengo de sostener la
proyección de esa obra que es enorme. Si no tuviéramos la memoria del FER 68
(Frente Estudiantil Revolucionario 1968) y no tuviéramos la obra de Íbero,
quizá no tendríamos marcas significativas de la pertenencia del Uruguay al 68
mundial, no como circunstancia política sino como sensibilidad universal.
En el
libro te referís a un prólogo de Luis Bravo que hace una lectura similar a la
tuya respecto a Íbero como representante del 68 en Uruguay. Pero Íbero
Gutiérrez también participó de organizaciones políticas de izquierda más
tradicionales, por eso puede ser difícil para quienes no estuvimos en aquel momento
pensar que Íbero perteneciera a esa otra sensibilidad.
Exactamente, en un principio
la obra de Íbero no es percibida de esa manera, como la leyó Bravo y como la he
leído yo, efectivamente, como una diferenciación estratégica con los
lineamientos tradicionales de esta izquierda dentro de una sensibilidad que la
trascendía y que de alguna manera la proyectaba también, que la releía. Y no
estoy hablando de izquierda tradicional, estoy hablando de tradiciones de
izquierda, que no es lo mismo, es en ese sentido que Bravo dice que la obra de
Íbero es un antecedente de corrientes que se han desarrollado después del 68.
Él menciona particularmente a la posmodernidad en el primer prólogo que hace,
yo sería más amplio, creo que hay varias corrientes que se desarrollan por el
68 pero todas están marcadas por la ruptura con determinado criterio de
racionalidad y de articulación entre el poder y la racionalidad. Y esa dualidad
que tú decís estaba presente en todos nosotros, pero estaba presente en todo el
mundo. Si tú visitás las sensibilidades europeas a este respecto,
estadounidense, o de otros lugares de América Latina o del mundo -el 68 no
puede ser visto de otra manera que como un movimiento mundial- tú vas a ver que
esta dualidad está. Es la dualidad entre recibir un legado de luchas marcadas
por el arranque crítico con el liberalismo del siglo XIX, pero junto a la idea
de que se había agotado aquel movimiento y que era necesario reposicionarlo.
Esta actitud la vas a encontrar no solo en los pensadores que marcaron ese
período, (Gianni) Vattimo, (Michel) Foucault, (Jacques) Derrida, etcétera, sino
que los vas a encontrar en los contextos políticos, con distintos matices.
Este punto es
extraordinariamente importante, y subrayo tu pregunta, porque la dificultad que
Uruguay tiene, por razones estructurales de su constitución como sociedad, para
incorporar la posteridad de esa crisis de hegemonía y de sensibilidad que se
produce en los años sesenta es enorme. Y esa dificultad marca todo el
desarrollo de la izquierda. Esa dificultad se pone en evidencia claramente ante
el opacamiento de los movimientos sociales extraordinariamente importantes que
se gestaron bajo la dictadura. Movimientos sociales que son los que abren la
salida de la dictadura, cosa que parece que algunos ya no recuerdan, porque efectivamente
son los que operan, son los que están presentes en un momento en que los
partidos políticos estaban totalmente borrados de la capacidad operativa. Pero
después se produce un opacamiento de eso.
La historia del MLN puede ser
leída exactamente igual, y no estoy refiriendo acá a un grupo central que no
existe porque el MLN es una multiplicidad que se defracta una vez rota cierta
conjunción. Pero no se pudo leer que lo fundamental del MLN es haber podido
romper en un momento en los años sesenta con la racionalidad de Estado. Que décadas
después algunos de aquellos se hayan convertido en los operadores por
excelencia de la racionalidad estatal está mostrando hasta que punto ha habido
una dificultad para leer la crisis de las estructuras racionales de Estado que
es lo característico de la segunda mitad del siglo XX. Y esa dificultad se
vuelve todavía mayor cuando aparecen conflictos de globalización, del cual el
primero que ocurre en Uruguay es el conflicto de Botnia. Porque ahí ya no se
puede leer en absoluto con una racionalidad del siglo XIX lo que estaba
pasando, y toda la sociedad uruguaya cae, en ese caso en particular, en una
lectura absolutamente nacionalista. Ahí ves el retardo de las estructuras
intelectuales, el peso de la restauración protagonizada por determinados
elencos periodísticos e intelectuales con un peso enorme en los acontecimientos
porque impiden leer lo que efectivamente pasó, entonces en ese punto ahí volver
a leer la obra de Íbero, no estoy hablando de un legado, no, leer lo que
escribió, es fundamental, porque en lo que escribió está sobre todo la ruptura
con determinada racionalidad.
En
Contragobernar hay un análisis de cómo operan las encuestas y de cómo se
elaboran a partir de ellas estrategias electorales de los partidos políticos. Pero
yendo un paso más te referís a cómo las encuestas a partir de supuestamente
crear conocimiento objetivo crean una determinada realidad a la que los
operadores se adaptan.
Hay varios aspectos acá que
rastrean profundo en problemas teóricos, yo diría, para ir a lo más simple, que
hay algunos casos patéticos de esta suerte de obnubilación por las cifras, y es
el caso de alguna candidatura para las elecciones internas que iba a tener una
perspectiva rumbosa y que anda a los tumbos. Esto muestra una vez más que los
resultados electorales, por ejemplo plebiscitarios, desdijeron los pronósticos
de empresas encuestadoras.
Pero digamos que más atrás lo
que está de por medio es lo que Sanguinetti denunciaba en el año 95, los medios
y las empresas encuestadoras son más poderosos que los partidos y los estados
¿y porqué se produce eso? Porque se produce un efecto de creencia de adhesión a
cierta ineluctabilidad que proviene de una divinización de las matemáticas
básicamente. Es decir, yo tengo una cifra, exacta, que habla de una medición y
por lo tanto hay una suerte de fatalidad de la perspectiva que arroja esa
cifra, y el problema no está en la cifra en sí, ni en que sea una foto como
dicen tanto los encuestadores como algunos políticos que dicen “bueno, nos han
tomado una foto, no quedamos bien, pero vamos a quedar mejor en la que viene”
que es una de las maneras más benévolas de tomar los errores que frecuentemente
se producen con las encuestas. El problema no está ahí, el problema está en que
la divulgación y la difusión de esos resultados dan una confirmación
verificacionista a determinadas posiciones y determinadas posturas. En la
opinión pública se reproducen de parte de los medios de comunicación esos
datos, digamos como testimonios de determinada condición propia de la realidad
pública, y entonces se produce un efecto de verosimilitud y de adhesión a una
creencia. Y esto es el aparato que denunciaba Sanguinetti, pero la vía por la
que ingresamos es absolutamente ineluctable. Y es ese el punto en el que hay
que cuestionar esa perspectiva que surge de la mera medición y de la mera
consignación cifrada de datos.
Ahora, esto tiene una raíz en
determinada divinización de las matemáticas que es un efecto epistémico y cultural
propio de occidente en el período post-cartesiano, lo que señala que esa
divinización de las matemáticas tiene un origen totalmente metafísico y
sobretodo teológico. Las matemáticas eran para los pensadores del siglo XVII la
forma de consignar que el pensamiento humano por sí y ante sí era capaz de
alcanzar alguna forma de exactitud inalterable y eterna; esto de que la verdad
matemática no puede ser formalmente, y este es el punto, cuestionada. Entonces
allí se produce una suerte de identificación entre la exactitud y la verdad. Y
en verdad, si la verdad fuera exacta sería inalterable y por lo tanto
inmodificable y no contaríamos con los elementos para transformar la realidad.
Entonces se produce una fusión
entre aquella divinización de las matemáticas y la noción organicista de que la
sociedad funciona con un orden que conlleva su equilibrio propio y que se
sustenta en su equilibrio propio. O sea una articulación entre la divinización
de las matemáticas y la adhesión de la noción de organismo a la noción de orden
que es el elemento clave del positivismo. El positivismo supone que el órgano
del pensamiento humano es parte de un organismo social que a su vez es parte de
un organismo universal. Allí es donde se produce una linealidad que lleva hacia
la perspectiva “orden y progreso” en la cual en la sociedad necesariamente me
están diciendo qué ocurre en un horizonte de verdad y de destinación
inalterable. Es esa noción de destinación inalterable, esa noción de eternidad
sustentada en la organicidad social como efecto de una perspectiva finalista la
que hay que romper. Y esa noción de ruptura con una racionalidad, digamos,
cristalizada en protocolos, y cristalizada sobre todo en una perspectiva
finalista de orden es la que caracteriza el pensamiento del post 68 y sobretodo
viene a ser fuertemente reactualizada por la perspectiva de las redes sociales.
En
Contragobernar planteás que el voto en blanco pone en cuestión al propio
sistema de partidos, y que se pueda pensar en formas de gobierno alternativas a
la democracia representativa, que se pueda discutir eso. Porque los partidos de
izquierda cuando llegan al gobierno se resignan a una realidad aparentemente
inmutable que no se puede transformar.
Lo que pasa es que la crítica
de las redes sociales en particular tiene similitudes con la democracia anclada
en sensibilidades singulares que ya contenían los movimientos sociales de los
años sesenta en su arranque mundial. Efectivamente
hay una crítica del todo social pero que no es finalista respecto al todo social.
Se protagoniza desde un ángulo que aporta singularmente y edifica en función de
equilibrios que provienen de la arena pública, o de la arena social. Ahora ¿qué
sucede?, que las redes sociales radicalizan este movimiento porque permiten la
horizontalidad en el interior de los vínculos públicos. O sea, los vínculos
públicos no pasan más por una estructura masiva.
Esto se ve claramente en la
estructura de los medios y en su anclaje en las estructuras de representación
pública. Hay una compaginación perfecta entre el estado-nación, que se supone
que orquesta el desarrollo social, y los medios masivos, por ejemplo el
periódico del partido. Ya Lenin le daba a Iskra el sentido de organizar el todo
partidario, y la misma función cumple El Día para el batllismo. Ahí hay una
articulación entre medios masivos y poder público porque los dos corresponden
como estado-nación a la misma idea de que una masa “transfiere” dentro de un
único orden su sensibilidad a un principio rector. Qué ese principio rector sea
el zar de los medios de comunicación o que sea un gobierno está en un vínculo
de reciprocidad con una masa que está siendo coherentemente interpretada. ¿Y
qué sucede? Cuando surge la posibilidad de esa horizontalidad en el interior
del cuerpo social surge la posibilidad de un cotejo, de una correlación de
fuerzas establecida sobre otras bases, sobre otros criterios y con otra
economía, que ya no pasa por el punto central del elemento emisor en el caso de
los medios de comunicación o del elemento gubernamental en el caso de los
estados nación, sino que estructura su propia base y su propia red interactiva
y genera sinergias. Eso está muy claro en el caso de Brasil por ejemplo, que en
un país tan centralizado como Brasil, y tan sujeto a estructuras de Estado se
haya producido un movimiento como el que se produjo el año pasado es muy
significativo de que determinadas tendencias que no son contempladas por el
aparato central corren por la sociedad y se manifiestan a su manera. Entonces
estamos efectivamente ante una perspectiva distinta de desarrollo de los
acontecimientos públicos, porque la convocatoria puede partir no del punto
central sino que puede partir de aglomeraciones relativamente laterales que
además están articuladas por fuera de una supuesta totalidad idiosincrática,
puesto que las mismas reivindicaciones y los mismos movimientos los podemos
encontrar en el caso de los indignados de España, en el caso de los movimientos
sociales en el Brasil, en el caso de los movimientos de democratización del
mundo árabe, que operan según reglas que son análogas y que generan determinada
empatía y solidaridad en estos movimientos relativos a sus motivaciones y a sus
perspectivas, pero que pautan la posibilidad de un protagonismo político bajo
otras criterios. Entonces acá estamos ante una perspectiva que verdaderamente
es capaz de proponer una alternativa.
Ahora el caso del discurso
gubernamental en Uruguay, particularmente el de Mujica pero no solo el de él,
está justamente centrado en la idea de que somos una nación con un único
destino, es un discurso que retoma las pautas de los años 50 y 60 desde el
punto de vista de una estrategia de estado-nación y las proyecta de una manera
absolutamente caprichosa y a-positiva, como mera superposición sobre
circunstancias del presente que justamente están marcadas no por la organicidad
del estado-nación sino porque todo el Uruguay se conmueve porque la OCDE nos pone en una lista
gris. Lo podemos ver desde el otro lado, desde el lado de las reivindicaciones
contra situaciones de injusticia, como el efecto que las decisiones de la Corte Interamericana
de Derechos Humanos tuvieron sobre la situación de DDHH en nuestro país, y
sobre las luchas por los desaparecidos. En uno y otro caso vemos que los
estados-nación no son más el lugar desde el cual verticalmente se gobierna, así
como los medios masivos no son más el lugar desde el que unilateralmente se
puede interpretar y reasignar hacia la base social el sentido de una linealidad
histórica. Esa linealidad histórica desaparece y aparece una horizontalidad con
otros criterios que son criterios de equilibrio pero de una índole diferente.
Hoenir
Sarthou en Voces ha escrito una serie de artículos justamente refiriéndose a
consecuencias negativas que puede tener ir a tribunales internacionales a resolver
problemas legales de orden local porque se pregunta ¿Cómo se conforman esos
juzgados internacionales? ¿Quiénes son los países que determinan qué cosas
trata determinado tribunal? ¿Quién legisla ahí?
El problema efectivamente está
planteado, está planteado igualmente respecto a la inconstitucionalidad, pero
¿por qué se produce ese conflicto? El problema fundamental es tener en claro
que hay un conflicto y ese conflicto se produce porque hay una
internacionalización de los poderes y de las luchas, que son efectivamente
trasnacionales. Entonces lo que tenemos que tener presente es que hay un
contexto mundializado, y que el criterio de estado-nación que todavía sigue
marcando las orientaciones idiosincráticas de la jurisprudencia nacional, por
ejemplo sobre la legislación que tiene que ver con los DDHH ¿Quién la
establece? ¿Las leyes dictadas en Uruguay o la establece una racionalidad
mayor? En este sentido Derrida ha planteado que la globalización tiene en los
DDHH una problemática absolutamente clave, porque allí encontramos el caso de
Pinochet y España y los efectos que tuvo, nos muestra que hay una
mundialización efectivamente de los poderes y de las luchas. Entonces acá está el
drama del sistema político y del sistema de partidos, su desesperado intento
por retomar las riendas del curso de los acontecimientos, el problema es que
esto ya no pasa por las estructuras nacionales de estado.
Y las universidades son uno de
los elementos que deben tener más en cuenta este proceso, en los dos sentidos.
No solo en el sentido de que no podemos dejar ingresar de cualquier manera las
dinámicas tecnocráticas internacionales, como los sistemas de evaluación por
ejemplo, porque están pautadas por ciertos poderes. El otro sentido que hay que
ver es lado del efecto chileno. En el país en donde efectivamente se dio la
forma más cristalizada de la racionalidad mundialista en la educación,
mercantilizándola al máximo, se dio la reacción de los movimientos
estudiantiles y los movimientos universitarios, que se convirtió en el vector
más importante de la situación política chilena al punto de revertir la
situación electoral, pero además revertir la política educativa. Porque se sabe
que Bachelet se ha comprometido a llegar ya no a la desarancelización sino a la
gratuidad absoluta de la educación.
Entonces esto nos muestra los
dos lados, por un lado vamos a tener una dinámica mundialista de ingreso de
posiciones fuertemente marcadas por el poder mundial y por otro lado tenemos la
posibilidad de contragobernar. Contragobernar surge efectivamente del cotejo de
la situación que se produjo con Botnia y la situación que se produjo con el TLC
en particular. Allí donde existe posibilidad de que la comunidad genere una
memoria, una perspectiva, y “lea” los acontecimientos, la comunidad
contragobierna. En el caso del TLC detrás está la inmensa memoria cultural y
hasta poética de América Latina, desde Rubén Darío pasando por la revolución cubana,
allí existe memoria cultural, entonces un TLC con EE.UU fracasa porque se
produce rápidamente un movimiento que se opone. Que no es un movimiento
político partidario, más allá de que tuvo expresiones partidarias. Es un
movimiento de fuerzas sociales, sindicales e intelectuales que tira abajo el intento
del TLC. Ahí vemos el contragobierno, y esa posibilidad de contragobernar hay
que entenderla no como una mera oposición sino en el sentido de que hay una
contraposición.