Golpes
de Red: la crítica de las armas no soporta las
armas de la crítica
2a
quincena, marzo 2016
I
La
consigna que levanta el PT brasileño, apoyado por un significativo
espectro social, no deja de generar cierta perplejidad: “Nao vai
ter golpe”. Un golpe de Estado se protagoniza desde el Estado, si
faltara con aviso un Luis Bonaparte a su 18 Brumario,1
desde uno de los aparatos de Estado, bajo una óptica cesarista de
derecha o izquierda. Aquí los protagonistas del golpe de Estado son
inermes por naturaleza institucional: el poder judicial, el
parlamento y los partidos, la prensa y la opinión pública.2
Se trata de un golpe espectral: sin contar con la fuerza o incluso
contra ella, como en el caso de Venezuela, donde las fuerzas armadas
mantienen su fidelidad al gobierno chavista.
Como
las guerras del Golfo leídas por Baudrillard bajo el título “La
guerra del golfo no ha tenido lugar”, la espectralidad golpista que
campea en América Latina podría llevar a leer “Nao vai ter
golpe” como “El golpe no tendrá lugar”. El espectro que
recorre, de Venezuela al Uruguay, pasando por Bolivia y Brasil al
progresismo latinoamericano parece, por el contrario, sugerir
que se trata de un golpe como tal en sus efectos políticos
(proliferación del “ejército de desocupados”, facilidades para
la acumulación empresarial, mercantilización de la vida pública).3
Al mismo tiempo, Baudrillard no sostenía que no hubiera guerra, sino
que era una guerra protagonizada estratégicamente por la
desaparición mediática de la realidad natural.4
Todo esto no merece al presente mayor ejemplificación, pero genera
sin embargo un vacío explicativo que el progresismo no puede llenar
sin levantar fantasmas naturalizados (y por lo mismo naturalistas y
modernos): la pequeñoburguesía (curiosamente descontenta porque
mejoró su consumo, por ejemplo en Brasil), el imperialismo (que
viene a condenar con Obama los golpes de Estado que protagonizó),
los medios de comunicación al servicio de la oligarquía (con Mujica
como ídolo de los medios de prensa). Algo huele mal en Dinamarca,
una vez que se razona la crítica que debiera exponer la trama de la
tragedia.
Los
analistas parecen ignorar que una misma vía de acumulación
estratégica (hostigamiento jurídico, desacreditación mediática,
legitimación parlamentaria) interviene tanto cuando la acumulación
política derechista culmina en el “golpe institucional”
(Paraguay, ahora quizás Brasil) como cuando se salda con la victoria
electoral (Argentina, en cierta medida Venezuela). La homogeneidad de
la misma acumulación política señala a las claras que su objetivo
estratégico es la opinión pública y no la estructura del Estado.
Incluso esa constatación se ve refrendada por los “casos testigo”
que en el Cono Sur proveen, ahora como otras tantas veces, Chile y
Uruguay.
En
Chile donde la izquierda cuenta con un componente decisivo en los
movimientos sociales -en particular el estudiantil, la
“escandalización” mediática de la opinión pública no impacta
decisivamente en la escena política, en cuanto la orientación de la
propia base social aporta un plano de interpretación alternativo. En
el Uruguay donde prevalece, por el contrario, una identificación de
la izquierda con los poderes del Estado e incluso la tradición
guerrillera es presentada por la prensa -Mujica mediante- como
“arrepentida”, el golpismo de viejo cuño -años 70'-80'-
levanta cabeza incluso al día de hoy con “acciones comando”
contra la investigación en DDHH.
La
vía de acumulación que sigue la derecha señala a las claras que la
estrategia socialdemocráta clásica de “tomar el gobierno para
reformar la sociedad” ha caducado inexorablemente. Al mismo tiempo
señala el curso que se abre a la movilización efectiva contra los
poderosos: movimientos sociales, redes mediáticas, campañas de
opinión, en suma: contragobernar.
II
¿Como
explicar que la crítica de las armas no soporta las armas de la
crítica? Quizás si “soportar” se entiende a la luz de la
“insoportable levedad del ser”:5
no se soporta la carencia de sentido. ¿Qué ha perdido sentido?
Cuando
Miterrand asumió la presidencia en 1981, se le interrogó acerca de
su sentimiento personal al frente de un aparato estatal que había
calificado, desde un título célebre en el mundo político francés,
de Coup d'Etat permanent (la 5a República
pergeñada por de Gaulle). El primer presidente socialista respondió
que se sentía “perfectamente cómodo” en las instituciones que
había combatido desde la llegada al poder de de Gaulle y que no
reformó en nada sustancial durante dos mandatos consecutivos (14
años). De Gaulle había ideado un régimen presidencialista cuya
clave era que el primer ministro podía ser substituido sin que el
presidente sufriera en sus atribuciones: el primer ministro servía
de “fusible” que una vez “quemado” era substituido por otro
primer ministro-fusible. Al mismo tiempo competía al presidente
directamente la designación y orientación de algunos ministerios
denominados “de Estado”: Defensa, Interior, Relaciones
Exteriores.
El
planteo de de Gaulle venía reavivar sotto voce un
criterio monárquico confiado, balotage
mediante, al voto popular: la soberanía reside en la cabeza del
Estado y ella preserva la entidad nacional por encima del juego
político-partidario de la política contingente. Esa traducción del
criterio monárquico a la democracia representativa escondía, sobre
todo, una transmutación de la soberanía: en el planteo de de Gaulle
no residía ni en el pueblo como
substancia social ni en el
derecho divino, sino en una idiosincracia francesa que la monarquía
había interpretado, para el creador de la 5a
República, en mayor medida que la República, pero que a su vez, ya
no podía encontrar sustento sino en cierta democracia
representativa. Sin posibilidad de extender este análisis en estas
líneas, conviene recordar para cerrarlo que sirviéndose de ese
dispositivo, de Gaulle hizo frente a EEUU (en lo militar con la
fuerza nuclear, en lo económico con al defensa del patrón oro),
pero que sucumbió políticamente ante
una revuelta juvenil cuyo rédito político heredó -reconociéndolo
expresamente-
Miterrand.
El
punto clave es que ni de Gaulle ni Miterrand actúan como si la
legitimidad
política correspondiera a una soberanía -y por consiguiente un
Estado- intangibles. De Gaulle concibe una constitución como efecto
de su lectura de la debacle estratégica de la 3a
República, dominada por el influjo socialdemócrata, Miterrand borra
con el codo lo que escribió con la mano y maneja con holgura una
estructura institucional anti-parlamentarista. Los dos actúan
pensando en el gobierno contingente,
no en un principio constitucional incólume. Si
alguien opusiera a este razonamiento que “ya lo sabemos desde
Maquiavelo” convendría recordarle que nunca Maquiavelo le
aconsejó al príncipe declararse maquiavélico.6
Aquí el fundamento de de Gaulle es que “Francia es tal como la
salvé” y el de Miterrand que “la izquierda llegó al poder”.
Tal planteo corresponde a lo que Foucault ha denominado “tecnologías
del yo” y consiste en modular una actuación en consideración a
sus condiciones de existencia.7
A su vez el planteo de
Foucault parece retomar aquella frase de Marx: “los pueblos sólo
se plantean problemas que pueden resolver”. Si atendemos al planteo
del mismo autor en
“Verdad y poder” atento a
la desaparición del “intelectual universal” en beneficio del
“experto con poder sobre la vida y la muerte”,8
quizás se puede discernir
por esa vía el sustento del poder después de la 2a
Guerra Mundial: la tecnología.
III
La
tecnología carece de sentido, porque
su razón de ser es el ser de la razón. El personaje que mejor
estampa esta figura de un mundo clausurado sobre los propios objetos
que se da, es James Bond. James Bond encuentra razón de ser en el
hedonismo del consumo. Las
marcas de mercancías
son otras tantas
claves de su identidad (Beretta, Aston-Martin, Chivas-Regal)
y abren un horizonte que continuará hasta nuestros días, en cuanto
tales
marcas certifican la calidad individual del consumidor, bajo un
horizonte que
se cierra en el objeto del consumo. Kissinger es el artífice de ese
mundo sin profundidad más allá del obstáculo y el designio. La
tecnología que permite desbrozar el camino hacia un mundo libre,
ante todo de enemigos, es la “desestabilización”. Esa es la
palabra clave del golpe de Estado en Chile: mercado negro, huelgas
empresariales,
amagues de golpe.
En
cuanto la “desestabilización” perfora las propias instituciones,
señala a las claras que el equilibrio del poder no reside en el
Estado -incluso democrático,
es decir, en un régimen sustentado en la delegación de la
soberanía, sino en la intervención de vectores públicos
(organismos internacionales,
gremios empresariales, medios
de prensa,). Estos operadores
cuentan con sus propios
instrumentos de intervención y no se
confían a una “junta de
burgueses” (el
Estado para Marx) sino que la
instruyen. Como
estrategia de poder, la “desestabilización” culmina en un golpe
de Estado, pero éste
no es instrumento de
estamentos o sectores sociales, sino que es la propia “cosa
pública” la que regula la “desestabilización” de las
instituciones. Una
parte considerable de esa “desestabilización” provenía, en los
años 60/70 de la Guerra Fría, que conllevaba la necesidad para EEUU
de cerrar su propio “escudo protector” en el continente americano
-como viene a reconocerlo
Obama a 40 años del golpe en Argentina.
Esa
injerencia internacional en la tecnología y por lo tanto en la
“desestabilización” de las instituciones no ha cesado de crecer,
desde el predominio del “consenso de Washington” a escala mundial
en los 80',
con Medio Oriente como ojo de la tormenta. El elemento novedoso
parece haber sido, en aras de la globalización, la desestabilización
de los propios mercados nacionales, tras otros tanto “efectos”
(“tequila”, “tango”, “samba”,
etc.) que marcaron en
América Latina, al filo del
nuevo siglo, el ascenso de las políticas neoliberales con dos
variantes: “ajuste fiscal”
o “políticas sociales”.9
Quien mejor ha expresado esta estrategia, desde inicios de los años
90', es el propio FMI, en cuanto ha recomendado desarrollar políticas
sociales para compensar los desequilibrios generados por el
vigor acumulativo de los
mercados. En esa perspectiva de “estabilización”, no de las
instituciones, sino de los mercados, se inscribe el ascenso de los
progresismos tras las crisis que se abatieron sobre las economías
del Cono Sur a inicios del siglo.
En
el enfoque
mercadocrático
que prima en los organismos financieros internacionales, en los
estamentos tecnocráticos (universitarios en algunos casos) y entre
el personal de
los poderes públicos, la estabilidad institucional se entiende como
estabilidad económica. La
misma identificación de la política con la economía vuelve a la
primera prisionera de un estado de masificación del interés
particular,
que debiendo incorporar a cada quien, lo hace depender de la
elaboración de la opinión pública. La crítica de las armas no
soporta las armas de la crítica, ya no porque “nadie se sienta
sobre las bayonetas”, sino porque la mercantilización
de la vida pública se da de bruces con una orientación ideológica
de la violencia física.
Al
igual que en el Paraguay, en Brasil o en otro campo público
penetrado, en función de un mercado tentacular, por la
desestabilización neoliberal de las instituciones, el
golpe no tendrá lugar de Estado:
nadie se molesta en derrumbar lo que ya se cayó.
1Marx,
K. “El 18 Brumario de Luis Bonaparte”
http://www.edu.mec.gub.uy/biblioteca_digital/libros/m/Marx,%20Karl%20-%20Brumario%20de%20Luis%20Bonaparte,%20El%2018.pdf
(acceso el 29/03/16)
2"Ato
reune 30 mil contra o golpe e manipulacao da midia” Agencia
PT de noticias
http://www.pt.org.br/ato-reune-30-mil-contra-o-golpe-e-manipulacao-da-midia/
(acceso
el 29/03/16)
3Nota
Da Diretoria
Da Associacao
Brasileira de Antropologia en defesa do Estaado de Direito e da
Democracia
http://www.portal.abant.org.br/images/Noticias/40_NOTA_DA_DIRETORIA_DA_ABA_EM_DEFESA_DA_DEMOCRACIA_E_DO_ESTADO_DE_DIREITO.pdf
4Baudrillard,
J. “La guerra del golfo no ha tenido lugar”
http://alvarezteran.com.ar/wp-content/uploads/downloads/2012/03/Baudrillard-Jean-La-guerra-del-Golfo-no-ha-tenido-lugar.pdf
(acceso el 29/03/16)
5Ver
al respecto en este blog “La insoportable levedad del grado cero
de la ideología”
http://ricardoviscardi.blogspot.com.uy/2015/03/lainsoportable-levedad-del-grado-cero_10.html
6“Une
république ou un prince doivent paraître
exécuter par grandeur d'âme ce qu'ils font par nécessité »
(Una república o un prince deben aparecer
ejecutando por grandeza de espíritu lo que hacen por necesidad)
Machiavel (1851) Oeuvres Politiques,
Chapentier,
Paris, p.264.
7Foucault,
M. (1991)
Tecnologías del yo,
Paidós,
Barcelona, p.59.
8Foucault,
M. “Verdad y poder” en
Teorías de la verdad en el siglo XX
(1997)
Tecnos, Madrid, p. 457.
9
Zabalza, J. (2015) La
experiencia tupamara. Pensando en futuras insurgencias, Jorge
Zabalza, Montevideo, p.231.