Generación
Ibero Gutiérrez
1a.
quincena, marzo 2016
En
un artículo que no tiene desperdicio,1
a empezar por el título, que se reduce a un patronímico, Luis
Nieto nos advierte que la tecnología en el periodismo produce el
mayor desastre (que motiva su propia versión de la tecnología): el del sentido. Se ha
malbaratado el mundo en el celular. Como consecuencia de ese
despropósito que la tecnología infunde en la inteligencia, los
jóvenes de hoy no logran cometer parricidio, porque todo aquello que
proveería de límite a superar ya está superado (“los Stones
llenan el Centenario” y “uno que anduvo a los tiros fue
presidente del Uruguay”). Esta apocalíptica circunstancia (valga
desde ya el célebre calificativo de una celebridad de reciente duelo: Eco) genera asimismo el sinsentido de la enseñanza y en
particular de aquella profesión que debiera instruirnos sobre el
mundo: el periodismo. Al tiempo que comenta y lamenta la renuncia de
Haberkorn a enseñar periodismo, Nieto plañe ante la desaparición
de la información sobre el mundo, quizás sin percibir que
difícilmente podría enseñarse, por razones de fuerza mayor, a
informar sobre un mundo post-tecnológico y por ende, mundialmente
transparente.
Este
escándalo mayúsculo se ve acompañado por una sutil observación
acerca de una universidad en la que “hay que pagar” y “se
supone” que imparte mejor que la enseñanza pública en el mismo
campo del saber. Pareciera entonces que Haberkorn eligió mal el
lugar para enseñar, ya que allí donde los alumnos debieran ser
mejores porque pagan mejor enseñanza, sucede que llevan al propio
docente -nos dice el periodista alarmado por el descaecer de la
enseñanza del periodismo- a renunciar a esta profesión en razón de
la supina ignorancia que aqueja a los educandos, sostenida además en
el más empresarial desinterés. Pese a este error de elección
académica Haberkorn no sólo se destaca, a los ojos de Nieto, como
excelente periodista, sino que incluso ha llevado al propio autor de
la nota a reflexionar sobre su pasado tupamaro y le ha revelado
aspectos del mismo que aunque vívidos, le resultaban inescrutables
desde la propia experiencia personal.
En
suma, del principio al fin el artículo está atravesado por la
cuestión generacional, ya que comienza, incluso, señalando que
Haberkorn pertenece a una generación posterior a la de Nieto, la que
a su vez, protagonizó la “experiencia tupamara” de que nos habla
Zabalza.2
La posteridad a través de la labor de Haberkorn habría
desentrañado con mayor claridad incluso que un protagonista
calificado como Nieto, el sentido de aquella “experiencia” (en el
sentido de Zabalza), dándole al periodista ex-tupamaro la
posibilidad de conocer mejor el pasado propio, incluso a través de
alguien que no lo vivió. Las generaciones post-tupamaras que encarna
Haberkorn se ven, pese al aporte de este último, catastróficamente
desacreditadas por una última camada, señalada como “la
generación del celular”, identificado con “una lámpara de
Aladino” que no puede sino suscitar, como tal, el deseo de aquello
que no existe más: el mundo dotado de sentido.
En
este blog ya hemos analizado la lectura del pasado de la “experiencia
tupamara” a que se entregó Haberkorn, a través de la imputación
que junto con Luciano Alvarez dirigieran contra Víctor Hugo
Morales.3
El relato de Haberkorn y de Alvarez ensalza a la clase política,
denuncia la artera traición que le asestaron por igual militares y
tupamaros, vinculados simétricamente a un mismo “atentado contra
la constitución”. Tal versión del “pasado reciente” se suma
al registro que entonan a coro los partidos tradicionales de la
“teoría de los dos satanes”: “el mejor sistema posible”
(como si fuera deseable un “sistema perfecto”) traicionado por
una horda de fanáticos dividida en dos bandos de igual insania. En
el medio quedó, víctima de la barbarie, la intangible “tierra
purpúrea” convertida por obra de la institucionalidad en
“democracia utópica”, ahora ensalzada por los herederos
políticos de degolladores, golpistas, invasores del propio país y
lacayos de potencias imperiales, entre otras figuras ejemplares.
No
le va en zaga la descripción de Venezuela ni del pasado político de
los 60' que hace Nieto en las sucesivas ediciones de Voces, a
esa visión de una eternidad inmaculada de la democracia
representativa, atacada en el pasado de nuestro país por forajidos
políticos que atentaron contra aquel mundo idílico, así
como, al día de hoy en
Venezuela por gente que (vaya costumbre) “anda a los tiros por los
barrios”. Por igual defraudados por la pérdida de sentido del
mundo, o incluso, lo que vendría a ser lo mismo, por la desaparición
del mundo en el sentido del celular, que por ser puro sentido no
puede tener ni sentido ni mundo (la tecnología adosa el sentido al
mundo y viceversa, con lo que hace desaparecer fatalmente a los dos),
los dos periodistas parecen renunciar, por ahora, sólo a la
docencia del periodismo, lo que seguramente será difícil de
aquilatar en su sentido una vez desaparecido, con el mundo (del
periodismo entre otros),
el sentido de la enseñanza cualquiera sea su vocación académica.
Quizás
pudiera oponerse a esa visión apocalíptica de la enseñanza y de
todo lo que supone (mundo, sentido, generaciones, etc.) una
experiencia puntual, sobre todo porque se opone casi en espejo a la
que relata Nieto a partir de un texto de Haberkorn. Imparto Filosofía
Teórica (es decir metafísica) en la Facultad de Humanidades. El
Plan de Estudios de la Licenciatura en Filosofía vincula la
metafísica, sobre todo, a la teoría del conocimiento y la crítica
de la misma que desarrolla el siglo XX. En años pasados impartía el
curso que corresponde a 2o.
Año (tercer semestre), en el que presentaba la lectura metafísica
de la modernidad a través de Foucault y de Heidegger. El texto
elegido de
Foucault era “Las Meninas”, que presenta la doble virtud de
referirse a una tela (objeto
“no letrado”) y de
vincularse al conjunto de la lectura de la metafísica como “teoría
del sujeto” que hace Foucault, en cuanto le dedica al “lugar del
Rey” (que no es otro que el del sujeto) consideraciones claves no
sólo en “Las Meninas”, sino también en
la culminación de “Las
palabras y la cosas, libro que abre “el único objeto histórico
que he tratado”, según declaraba el
mismo Foucault en 1975:4
el surgimiento de la modernidad.
En
particular Las Meninas se impartía de lo más desarrollado (el fin
del capítulo) hacia el principio, tratando el texto párrafo por
párrafo, para permitir mediante la articulación entre sí de
exposición e interpretación, la incorporación crítica de un
estilo de autor al mismo tiempo metafórico y conceptual. En ese
contexto de aula, participaron al menos durante dos semestres,
estudiantes de medicina, interesados seguramente en una denominación
tan expansiva como “Filosofía Teórica” y además, por la suma
de “opcionales en otros servicios” que permite la actual
“Ordenanza de grado”, instalada durante el período rectoral de
Arocena. De esta manera esos estudiantes de medicina probablemente
esperaban incorporar una información interesante desde el punto de
vista de una cultura general, matizada además por la generalidad que
se supone, sobre todo desde un punto de vista científico, que le
cabe a la filosofía.
Con
el correr de las clases disminuían, al filo del avance en el texto y
la preocupaciones que le eran propias (el vínculo entre sujeto y
mismidad, la intangibilidad
de un objeto puro, la mediación que instala como sus polos al sujeto
y el objeto, la imposibilidad de una
función del concepto que
se resuelva
en una “índole pura”) el número de estudiantes de medicina que
asistían a
tal “opcional”. Conviene
considerar que se presentaba
el texto a través de la
tela de Velázquez
proyectada en clase,
de un texto comentado en
detalle y de un contexto histórico que incluso pauta
el propio autor, de forma tal
que la progresiva desaparición de los estudiantes de medicina no
podía ser imputable a una dificultad conceptual, sino a una
proyección vocacional inexistente. El grupo de estudiantes que
provenían de filosofía y en algunos casos de ciencias humanas e
incluso en varios casos de estudios en comunicación, por el
contrario, se afirmaba en su participación y su interés. No puedo
decir que vea en este
último sector
de estudiantes, a través de los distintos años, ni desidia, ni
ausencia de interés por la actualidad (que Foucault siempre convoca
por impronta política)
ni tampoco yerros tremendos
de ortografía (según Haberkorn -Nieto
dixit-
en algunos casos se violenta la ortografía del propio apellido).
Quizás
Nieto o Heberkorn no han analizado suficientemente el vínculo entre
convocatoria institucional y participación estudiantil. Algunas
instituciones de enseñanza privada terciaria promocionan sus
servicios aduciendo que los mismos conducen a obtener un empleo de
calidad. Quien comienza a
estudiar pensando en lo que va a obtener mediante tal trayecto,
difícilmente considere
que el objeto significativo estriba en el propio saber. Una
de las mayores falencias que acarrea la mercantilización de la
enseñanza, patrocinada en su momento por el funanbulesco “Pepe”,
bajo el argumento “que les sirva a los muchachos”, es
precisamente la disminución
del lugar del saber, que
debiera ser el cometido propio de la educación
académica. Quizás los
estudiantes de medicina que participaban de un curso de metafísica
no calibraban, como efecto
del estrecho
cientificismo que
cunde entre nosotros, que
entender en el sentido filosófico trasciende la mera
observación empírica o la
pura formalidad conceptual.
Tanto
el planteo de Nieto/Haberkorn como la experiencia de un sector de
estudiantes de filosofía y
humanidades encuentran, aunque por razones contrapuestas,
un parangón
sugestivo en la circunstancia
política. No sólo por el empeño
estratégico que pone la
oposición en
descalificar (más allá de la
hacendosa colaboración
involuntaria
que le presta el
imputado) a un posible
candidato a la presidencia que estaría auspiciado por una condición
relativamente “joven” (Sendic),
sino incluso en razón del aciago y
fresco a la vez, fracaso
juvenil del “candidato pop” Lacalle Pou,5
sin olvidar la argumentación “generacional” que vemos
desplegarse en torno a la
campaña por la presidencia del Frente Amplio, en
andas
de juveniles candidaturas.
La
frenética juvenilia
que anima las fantasías estratégicas de la clase política
encuentra su razón de ser en la condición moderna de la democracia
representativa, es decir, del poder justificado en el régimen de la
delegación representativa (o quizás mejor dicho, de la
representación bajo régimen de delegación). Tal justificación
supone que la Historia manifiesta un sentido ordenador de la
naturaleza en el mundo. En tal ordenamiento, el paso cronológico de
las etapas y por lo tanto de las generaciones, no puede sino conducir
a un porvenir venturoso. De ahí todo el valor de que se carga el
sustantivo más equívoco: “el cambio”. Quienes traen “el
cambio” son los jóvenes, ellos despliegan las etapas de la ventura
histórica por la vía de la sucesión generacional.
La
izquierda le agrega a ese registro moderno el fatalismo cientificista
que adjudica
“el cambio” a
una determinación natural del proceso social, que incluso adhiere en
ciertos casos a un relato de
“leyes de la historia”. Esa perspectiva naturalizada del proceso
histórico rodea de un halo
de pureza la condición juvenil, exonerada “avant la lettre” de
toda caída en el mal del pasado. Sendos ejemplos de ese purismo
juvenilista lo proveen la declaración de “Redes frenteamplistas” que Voces
adopta
como su propio editorial6
de este último número
y el reportaje que publica La Diaria del
auto-candidato a la presidencia del Frente Amplio Alejandro
“Pacha” Sánchez.7
Mientras
la declaración de Redes Frenteamplistas desgrana un rosario de
buenas intenciones intemporales (pero sostenidas en la eternidad
impoluta de “lo nuevo” -las propias redes) el presidente saliente
de la Cámara de Diputados nos dice que un programa de debates va a
esclarecer una estructura que hasta ahora se ha dedicado a la
“distribución administrativa” del poder. Puede aventurarse desde
ya que el juvenil futuro frenteamplista deparará más de lo viejo:
el retorno de los más vetustos
recursos de los partidos tradicionales.
Contraponiéndose
a la eternidad moderna de la juventud frenteamplista, la figura de
Ibero Gutiérrez no emerge con toda su densidad generacional sino
pasada década y media de su asesinato. Por entonces la movilización
política había registrado, primero en el Frente Amplio antes del
golpe de Estado y después sobre todo a través del movimiento
seispuntista,8
el carácter militante,
comprometido y popular de la trayectoria, por igual política y
creativa, de Ibero. Por encima del momento clave que marcó
aquel asesinato, como
antesala del terror que luego se va a desatar por parte del aparato
represivo en su conjunto, primero
sobre la guerrilla que lo
combatía y luego sobre toda
manifestación democrática,
la obra de Ibero comienza a destacarse hacia fines de los 80' e
inicios de los 90' como una señal generacional,9
propia de aquella juventud que combatió al pachequismo y todo lo que
efectivamente anunciaba.
Incluso
por aquel entonces
el neoliberalismo en alza pretendió dar una versión yuppie
de la generación del 68',10
que en nuestro contexto y sobre todo ante la Ley de Caducidad de la
Pretensión Punitiva del Estado, no podía sino tener patas cortas.
Confrontando en particular
la versión de una izquierda tradicional (la izquierda surgida
en los 60' nunca presentó un
fundamento
teórico alternativo), hemos destacado no sólo el relieve de Ibero
como figura del 68' uruguayo, sino además su impar significación,
dentro de nuestro contexto, como figura del 68' universal.
Por
fuera de la racionalidad del Estado y de un
único destino para la
Humanidad, la generación
universal del 68' abrió el camino a
la singularidad de los movimientos (estudiantil, feminista,
ecologista), como
articulación propia de
contextos, grupos e individuos. Este movimiento magistralmente
registrado en el plano teórico por el post-estructuralismo y su
descendencia intelectual (una proliferación de la pre-fijación de
toda estructura por su post-eridad), cunde políticamente a través
de la obra de Foucault. Efecto de la totalización tecnológica de la
historia, particularmente en la política de bloques que sigue a la
invención tecnológica por
excelencia (la
bomba atómica)
y de la totalización de la comunicación que señalara McLuhan, la
generación del 68' -como se
señaló con oportunidad de la celebración del 68' francés 40
años después-
es la última generación.11
Cabe retomar esa sugestiva
apreciación, desde nuestro punto de vista, no
porque “la historia se haya terminado” (versión neoliberal del
racionalismo hegeliano),12
sino porque la tecnología ya había convertido después
de la 2a
Guerra Mundial, en razón de
la “disuasión nuclear” y de la universalidad mediática, la
Historia en un relato. Relato de parte interesada dentro
de un todo articulado,
imposible de identificar con un destino determinado
por “leyes de la naturaleza” colocadas por encima
de nuestras decisiones.
De
ahí que para sorpresa de
Nieto “los Stones llenen el
centenario” (no suponen
una generación, sino la fragmentación etaria que acarreó el relato
hiper-generacional
de los 60') y que “uno que andaba a los tiros llegó a ser
presidente” (no supone
sino la
explotación mediática del trasfondo populista que promueve todo
Estado-nación). La
generación Ibero Gutiérrez abre, tecnología mediante, a un relato
de movimientos, singularidades, fragmentaciones, fusiones, desbordes,
cuya clave no es el sentido de un mundo, sino el equilibrio13
de cada lugar.
1Nieto,
L. “Haberkorn” Voces (26/02/16)
p.9.
2Ver
en este blog “Zabalza, los canallas y el tupamplismo”
http://ricardoviscardi.blogspot.com.uy/2016/02/zabalzalos-canallas-y-el-tupamplismo-2a.html
3Ver
en este blog “Victor Hugo entre militares: leer sin libro o la
dictadura del relato”
http://ricardoviscardi.blogspot.com.uy/2012/08/victorhugo-entre-militares-leer-sin.html
4Foucault,
M. “Les confessions de Michel Foucault” Nouveau
Millénaire,Défislibertaires
http://1libertaire.free.fr/Foucault40.html
(acceso el 23/02/2016)
5Sobre
el presente del movimiento estudiantil y el “candidato pop” ver
en este blog “La pasión del Paraninfo: una señal al extramuros”
http://ricardoviscardi.blogspot.com.uy/2014/09/lapasion-del-paraninfo-una-advertencia.html
6“Mensaje
de las redes frenteamplistas” Voces (25/02/16)
p.3.
7Sánchez,
S. “Paren la mano” (reportaje a A. Sánchez) La
Diaria (26/02/16)
http://ladiaria.com.uy/articulo/2016/2/paren-la-mano/
8Escisión
del MLN-Tupamaros que asume los postulados teóricos de la ortodoxia
marxista, vinculados en aquel contexto a los partidos comunistas
pro-soviéticos.
9Gutiérrez
I., Antologías I y II, Arca, Montevideo, 1987 y 1992. Esta
labor iniciada por Luis Bravo y Laura Oreggioni presenta como última
entrega Gutiérrez, I. (2014) La pipa de tinta china,
Estuario-Biblioteca Nacional,
Montevideo.
10Viscardi,
R. (1991) Después de la política,
Juán Darién, Montevideo, pp. 23-29.
11Ross,
K. (2005) Mai
68 et ses vies ulterieures,
Complexe, Paris, p. 194.
12Fukuyama,
F. (1991) ¿El fin de la Historia?,
Juan Darién, Montevideo, pp. 19-21.
13Viscardi,
R. “La verdad del equilibrio”
Actio
No. 1 http://www.actio.fhuce.edu.uy/Textos/I-1/Viscardi.htm
(acceso el 2/03/16)