Jorge
Batlle no era batllista
2a
quincena octubre, 2016
En
referencia a la exégesis que intenta maniatar el corpus generado por
Foucault, que ante todo condenó la Historia como disciplinamiento
del sentido, en un artículo reciente se señalaba que el autor de
Vigilar y Castigar habría declarado, de cara a tal
tergiversación y con el antecedente provisto por Marx, “yo no soy
foucaldiano”.1
Como es sabido, ante reivindicaciones de su obra en las que no
llegaba a reconocerse, el autor de “El Capital” declaró, “yo
no soy marxista”. Tanto en la proyección imaginaria de una
declaración por parte de Foucault, como en la propia a Marx, la
denegación de reconocerse en la versión de comentaristas o adeptos
se carga de un sentido irónico. El autor de una obra deniega (en el
caso de Marx) o denegaría (en el caso imaginado a partir de
Foucault) la identidad que le es propia, si debiera entenderla tal
como la presentan terceros, distancia apelativa (no me reconozco en
la presentación que se hace de mi pensamiento en mi nombre) que
carga de ironía fatal la expresión de rechazo.
En
el caso de la expresión “Jorge Battle no era batllista”, la
eventual ironía del registro ideológico enunciado parece reposar
en la mera consonancia patronímica. No precisa abundarse en el
sentido ideológico de tal expresión, porque los propios
comentaristas hagiógrafos de Batlle señalan al unísono que procuró
transformar a su partido, en particular, en la vertiente batllista
que sufrió señalados altibajos históricos dentro del Partido
Colorado.2
De ese afán de transformación no parece quedar, mal que les pese a
esos comentarios, ningún registro exitoso. Si la figura de Jorge
Batlle como precursor de una orientación mercadocrática del
gobierno nacional debiera presentarse -como algunos lo hacen- en gaje
de su trascendencia al presente, no lograría cundir con
significación exitosa -en los resultados económicos en particular,
sin prolongarse hasta la figura de Astori.3
Pero
al llegar a ese lugar se advertiría que poco tendría que ver, en
términos de entidad partidaria, con una refundación del batllismo.
Incluso porque resultaría poco menos que imposible distinguirla de
la figura de Luis Lacalle Herrera, que en el período (85-90) de
“restauración” de la democracia representativa tradicional,
implementó esas mismas orientaciones “jorgebatllistas” con una
radicalidad que sin embargo edulcoró su sucesor en el cargo
presidencial, Julio María Sanguinetti.
Este
último efectivamente rectificó el rumbo que cundía por entonces en
el continente -gracias en particular a Menem y Collor de Mello, al
sumarse al bloque político que se opuso con éxito, por referendum,
a la privatización de ANCAP. El relato necrológico que hace Julio
María Sanguinetti del presidente fallecido días atrás, señala a
las claras cuán poco el “retorno moderado” del gobierno colorado
al batllismo histórico se opone -al frenar las privatizaciones a
partir de 1994, a una perspectiva inducida por Jorge Batlle.4
El obituario que presenta Sanguinetti subraya no sólo el inicio de
uno y otro dentro del propio sector de la lista 15, sino que más
allá de una incidencia de competencia electoral (en 1989), han
colaborado prolongadamente en la misma labor partidaria. Quizás la
culminación concreta de la distancia entre Jorge Batlle y el
batllismo histórico deba vincularse al momento de su mayor logro
político personal: alcanzar la presidencia de la república. Resulta
imposible no recordar de la propaganda política en el balotaje que
culminó con la victoria de Jorge Batlle, la imagen personal de este
último difundida con los colores del Partido Nacional, escena poco
identificable con el batllismo histórico, que fuera presentado por
Benito Nardone en la difusión radial antibatllista bajo el rótulo
de “comunismo chapa 15”.5 Pero tal heterodoxia icónica difícilmente pudiera traducir una "reformulación del batllismo" sostenida por los propios colores del adversario histórico.
No se trata en este momento de duelo de desmerecer las características personales de Jorge Batlle, en lo que hace a su capacidad intelectual, la iniciativa política e incluso la bonohomía que le eran propias, sino de destacar hasta que punto esas virtudes personales del líder colorado parecen subrayar otras tantas carencias de la enorme mayoría de los comentarios póstumos que se le dedicaron. Mientras desde el gobierno el homenaje que se destila en galardones de virtudes personales parece demasiado elogioso -en cuanto proviene de tiendas adversarias, o demasiado evasivo -en cuanto elude pronunciarse sobre el trasfondo político, desde los sectores afines al ex-mandatario se lo erige en ejemplo de conductor político -cuando su propio partido y además su sector pasan por el peor momento posible,6 mientras finalmente, desde la prensa que le sería opuesta sobran las reseñas someras -sensiblemente huérfanas de lectura crítica.
No se trata en este momento de duelo de desmerecer las características personales de Jorge Batlle, en lo que hace a su capacidad intelectual, la iniciativa política e incluso la bonohomía que le eran propias, sino de destacar hasta que punto esas virtudes personales del líder colorado parecen subrayar otras tantas carencias de la enorme mayoría de los comentarios póstumos que se le dedicaron. Mientras desde el gobierno el homenaje que se destila en galardones de virtudes personales parece demasiado elogioso -en cuanto proviene de tiendas adversarias, o demasiado evasivo -en cuanto elude pronunciarse sobre el trasfondo político, desde los sectores afines al ex-mandatario se lo erige en ejemplo de conductor político -cuando su propio partido y además su sector pasan por el peor momento posible,6 mientras finalmente, desde la prensa que le sería opuesta sobran las reseñas someras -sensiblemente huérfanas de lectura crítica.
El
empalagoso estilo de tirios y troyanos, o el silencio guardado ante
la figura histórica señalan a las claras el déficit de enfoque que
atribula al sistema de partidos y a la (gran) prensa política. Llama
poderosamente la atención, en efecto, como unos y otros aceptan por
igual que en razón de la crisis del 2002, durante la cual Uruguay
estuvo al borde del default, Jorge Batlle tuvo que arrostrar
durante su único mandato presidencial un momento aciago como ningún
otro sufrido -que haya memoria- por otro mandatario que hubiera
estado en su lugar.7
E incluso se señala como una de las paradojas que lo habrían
acompañado, que su sucesor Tabaré Vázquez tuvo, por el contrario
durante su primer mandato “el viento de cola” en el campo
económico.
Más
allá de la reducción de lo político a lo económico que suele
campear febrilmente en las cúpulas institucionales, quienes se
compadecen del infortunio histórico de Jorge Batlle al haber pasado,
durante su presidencia por “una de las peores, sino la peor crisis
que haya atravesado el país” olvidan, quizás como efecto de una
crisis bastante más profunda y duradera que aqueja todavía hoy a la
crítica- que aquella crisis mayor fue efecto directo del auge -a partir del
consenso de Washington en los 80'- de la concepción económica que
Jorge Batlle defendió con uñas y dientes. Compadecer a Jorge Batlle
porque el sistema bancario le desfondó el país que presidía, sería como
compadecer a George W. Bush porque Wall Street propició el desfalco
finaciero a través de la burbuja inmobiliara de las subprime
en 2006, o a Leonid Brejhnev porque los estudiantes checos le
hicieron sufrir la “Primavera de Praga” en 1968.
Lo
que ha merecido la ironía de Woddy Allen8
y una de las más feroces -en sentido propio y figurado- actuaciones
de Leonardo di Caprio,9
o La insoportable levedad del ser de Kundera, no llega a
inspirar entre nosotros sino compasión histórica. Como si no
existiera vínculo estricto entre la teoría que se sostiene y las
actuaciones que se desempeña. En el sistema de partidos y en la
prensa que juega a “4o poder”, en efecto, no existe la teoría,
sí el desempeño, con los efectos que son de esperar a simple
lectura y sobre todo, más allá. A partir de esa constatación se
impone coincidir con una afirmación reiterada entre las distintas
versiones del obituario de Jorge Batlle: su deceso marca el fin de
una época. Pero no marca tan sólo el fin del batllismo dinástico,
sino ante todo el fin de la soberanía de partidos.
1Viscardi,
R. “Foucault y la Santísima Trinidad (marxismo incluido)” en
Leituras
acontecimentais (pp.44-56)
http://media.wix.com/ugd/48d206_1f1f5c733cb04403b1e824b0c9c90cb3.pdf
2Peirano,
R. “El reposo del guerrero” El
Observador (30/10/16)
http://www.elobservador.com.uy/el-reposo-del-guerrero-n988198
3Danilo
Astori se ha constituido en el inspirador de la política económica
llevada adelante por los tres períodos sucesivos en que el Frente
Amplio ha gobernado, a partir de 2005.
4Sanguinetti,
J. “Jorge Batlle, una lección de grandeza” en Jorge
Batlle
(Suplemento
Especial de El Observador),
(25/10/16) p.11
http://media.elobservador.com.uy/adjuntos/181/documentos/013/031/0013031948.pdf
5Benito
Nardone político populista que atravesó distintas pertenencias
políticas, llevó a cabo una prédica radial anticitadina y
conservadora en los años 50', condenando la “corrupción” de la
ciudad y denunciado en ese marco el sesgo “comunista” del
batllismo liderado por Luis Batlle Berres, quien encabezaba
electoralmente la lista 15.
6La
intención de voto de todo el Partido Colorado estaría por debajo
del 10%, según las últimas encuestas de opinión. Ver: “Intención
de voto: Frente Amplio cae en picada y Novick iguala al Partido
Colorado” Uruguay
en las Noticias (29/07/16)
http://uruguayescribe.blogspot.com.uy/2016/07/intencion-de-voto-frente-amplio-cae-en.html
7
“Le
tocó bailar con la más fea”
en Jorge
Batlle
(Suplemento
Especial de El Observador),
(25/10/16) p.9
http://media.elobservador.com.uy/adjuntos/181/documentos/013/031/0013031948.pdf
8Ver
Blue Jasmine https://en.wikipedia.org/wiki/Blue_Jasmine
9Ver
The
Wolf of Wall Street
https://es.wikipedia.org/wiki/El_lobo_de_Wall_Street