Tío
Rico McPato aniquila al sistema de partidos
2a. quincena, noviembre 2016
2a. quincena, noviembre 2016
Cierto
efecto post-Trump ha desencadenado una ola de indignación y estupor
mundial. El perfil xenófobo, racista y homófobo protagonizado por
el victorioso presidente electo de la mayor potencia nacional
mundial, ha sumado en su contra miles de millares de condenas
justificadas y fundadas. Esta ola no es la primera, sino la segunda
contra Trump. Si se advierte que la primera cresta de indignación lo
llevó a ser electo presidente, conviene en el inicio de esta segunda
marejada y previniendo la mortificación moral que cundirá en
adelante, preguntarse adonde nos llevará -o mejor dicho llevaría al
invicto Trump- esta segunda onda mundial que nos mantiene desde ya en
la cúspide de la más loable escandalización.
Con
razón más de un compañero1
se preguntaba en el exilio por qué habían triunfado esos brutos y
energúmenos militares que tuvimos por verdugos, cuando eran
obviamente ignorantes e incultos. Desde entonces algunas décadas
pasaron y no dejaron de conservar, aquellos ignaros, una impunidad
institucional que se burla de la investigación, tras haber evitado
con dos plebiscitos de por medio, que la ley de “caducidad de la
pretensión punitiva del Estado” (es decir: la ley de impunidad)
fuera derogada. Todavía están preguntándose en Chile por qué un
asesino despiadado les legó una constitución que al presente se
perpetúa, sin hablar de la dispersión del sistema universitario y
la mercantilización de la enseñanza durante décadas, circunstancia
a la que aún hoy se le busca solución satisfactoria.
El
triunfo del tocayo del pato de Disney se produce como efecto de un
derrumbe del sistema de partidos, parte fundamental del sistema
político. No sólo Trump le hace morder el polvo reiteradamente en
las internas a los “políticos profesionales” del partido
republicano, sino que además logra derrotar a su contendiente
demócrata en elecciones nacionales -por más que Hillary Clinton no
sólo contaba con su propio partido, sino también con la defección
de gran parte de quienes hubieran debido apoyar a Trump por
disciplina partidaria. A ese desequilibrio que cundía entre los
apoyos propios y ajenos, la candidata demócrata sumaba en su favor
la opinión pública nacional e internacional y un gran contingente
de “famosos” y notables, que incluso declaraban un rechazo
visceral hacia el candidato del jopo blondo.2
Para medir el grado de condena del magnate convertido en “nuevo
rico” de la política (o en política del “nuevo rico”) con
relación al registro “políticamente correcto” del
“establishment”, conviene tener en cuenta que la familia Bush
-que difícilmente pase por moderadamente derechista, le negó su
apoyo e inclusive votó en blanco.3
Curiosamente
los analistas no se preguntan por las causas estructurales del
derrumbe del sistema de partidos, sino por las determinaciones
sociales - desocupación, inmigración que compite por los mismos
trabajos, desmantelamiento industrial- que como efecto de la
globalización determinan un giro defensivo y derechista, entre
cierta base electoral históricamente marcada. Tal mutis por el foro
de la interrogación manifiesta ante todo una defección del
pensamiento, en cuanto deja en un limbo perenne la vigencia efectiva
de la democracia representativa, perforada por la tecnología en el
terreno de la información y la comunicación. Convendría poner en
cotejo con este derrumbe vía Trump no sólo el Brexit, suceso de
escala internacional, sino también el prolongado lapso sin gobierno
por el que acaba de pasar España, o la mofa de la legitimidad
democrática que supuso la destitución de Roussef. Todas estas
manifestaciones replican un único fenómeno (a esta altura “crónica
de una muerte anunciada”)4:
desestabilizada por la circulación supra-nacional propia a la
tecnología mediática, la institucionalidad estatal no conserva una
condición rectora de la circulación de la opinión, ni tampoco de
la eficacia del poder.
El
elemento más significativo en tal sentido es el “voto vergonzante”
de parte del electorado de Trump, que lo llevó a falsear en la
declaración de opinión la intención de voto.5
Los encuestadores debieran considerar, antes que imputar de falsía a
los encuestados, si la identificación entre los medios de
comunicación y los instrumentos de compulsa -ya fundidos en un único
sistema mediático- no conlleva que viendo al uno -el encuestador- se
ve al otro -el “4o poder” como “brazo civil” del
sistema político. ¿Cuántos entre nosotros le declararían al
“agente del orden” que golpea a la puerta que acaban de cometer
un delito?
Si
este derrumbe del sistema de partidos se vuelve tan estentóreo en
EEUU, cuando en realidad es un fenómeno reiterado por episodios
telenovelados -¿como olvidar a Berlusconi, a Menem y a Collor de
Mello?, es porque el outsider yankee ingresa desde el exterior
del sistema político, sin antecedentes de actuación, en cuanto el
sistema de partidos estadounidense no se articula a través del
vínculo entre ideología y movilización social que denominamos, en
la tradición occidental, “movimiento popular”. Ya en los años
60’ la escuela de Francfort denunciaba que los sindicatos obreros
operaban en el país norteño como resortes directos del poder, sin
distancia ideológica con el status quo.6
Esta desideoligización relativa
no sólo es efecto de una singular energía del sistema económico
capitalista en tierra yankee, sino que incluso esa percepción de un
contexto objetivo omnipotente es, ella misma, efecto de una tradición
pragmática que la inspira y sostiene.
La
minoridad en que prosigue
un movimiento popular vertebrado entre la base social y la soberanía
estatal es suplido por la vía del sistema de comunicación. Estados
Unidos fue el país pionero en la implementación de la propaganda
bélica con fines de movilización social desde la 1a.
Guerra Mundial, sobre los hombros de una pujante industria
cinematográfica.7
Tanto los periódicos de masas como los medios electrónicos clásicos
(radio y televisión) oficiaron como orientadores de la opinión
pública, marcando umbrales en la comunicación política
de masas, entre los que se
destaca el debate televisivo
Kennedy-Nixon en 1960.
Sin que medie la
configuración de tradiciones
organizadas en torno a troncos ideológicos, semejante
incidencia de la
comunicación de masas
tiende a gravitar en
torno a la
gestión empresarial de los
mismos medios que la sostienen.
Durante
la campaña que se cerró anteayer, algún periódico manifestó su
apoyo a la Sra. Clinton.8
En el Uruguay ese apoyo sería impensable, porque el lector
entendería, al tomar noticia
de tal “apoyo”, que le toman el pelo: ¿Se imagina a El
Observador apoyando al Frente
Amplio? Ese decalage entre
el ethos
(costumbres y carácter de un
pueblo) propio del Uruguay,
donde el sistema de partidos presenta (según Sartori) el mejor
ejemplo de un sistema de fracciones (es decir donde los partidos se
encuentran en interface máxima con la sociedad) y por
otro lado, el sistema
estadounidense, nos da la pauta de la sustentanción tecnológica y
empresarial del sistema de
medios en aquel país
(publicidad, periodismo, formación de opinión), que asimismo lo
anuda inapelablemente a
los intereses
más inmediatos y menos
consistentes.
Mi
recordado amigo
Pablo Astizarán decía con notable mordiente conceptual: “El
marketing se ha hecho
para saber lo que el mercado quiere. El problema es que el mercado no
está hecho para saber”. Un saber anclado sobre la volubilidad del
interés se parece demasiado a la ruleta rusa conceptual o al volátil
jopo de Trump.
Esa
sustentación empresarial del
sistema de medios y de la movilización que reposa sobre él, debe
encontrarse respaldada por
una sólida
confianza en la reciprocidad
de significación
entre la información periodística y las opciones en juego. Al
margen de cierta cohesión
estructural del proceso mediático,
la “convicción por información” (en
lugar de la “fortaleza
ideológica”) no lograría persuadir
en el plano de
las conductas colectivas. El consenso relativo se
articula, por
esa vía, de cara a un
concepción unificada del vínculo entre la formación
de opinión y las
señales
del contexto, es decir, bajo
el follaje umbrío
del criterio pragmático del saber: “el árbol se conoce por sus
frutos”.
El
problema se presenta, dentro de esa realidad supuestamente una,
cuando las razones que
movilizan la lectura son
diferentes y por
consiguiente, los efectos
esperados también. Una vez
admitido
que siendo la realidad una, los efectos deben ser igualmente
observables
para tirios y troyanos, el
“día después” puede dejar a Trump en la Casa Blanca.
Es así que en el país que concibió el criterio
de continuidad cognitiva
para representar una realidad
única per se (el
pragmatismo), cunde al día
de hoy la brecha
ideológica más estentórea,
por encima de cualquier
otro ejemplo dentro
de la tradición occidental.
Esta
situación devastada
de una opinión ontológicamente integrista pesa ante todo en el
plano educativo y debiera
llevar a abandonar, de una vez por todas, los criterios de “eficacia
aplicada a la educación”
que se fundan
en la “evaluación”
-término originado en el
quehacer empresarial- por
indicadores (pruebas Pisa,
ranking de Shangai, modelo “Sillicon Valley”). La educación
“para el trabajo en el mundo de hoy” que cundió a través del
gobierno del “presidente más pobre del mundo” entre nosotros,
cristaliza también hoy
en las opciones del electorado más emprobrecido intelectualmente
dentro del país más rico del mundo. La
formación
aplicada (es decir,
capacitación operativa) que
predicó “el Pepe”, cuadra a la perfección con el
sesgo educativo
característico de la
tradición anglosajona en su conjunto, predominante además entre
el electorado que se pasó a
las
filas de Trump
y generó así
la diferencia electoral decisiva:
obreros blancos
de baja clase media y nivel de educación formal secundario o menor.9
Si
alguien adujera que el proyecto mujiquista en el Uruguay apuntaba a
una educación técnica terciaria, convendría recordarle que las
pautas rectoras de
la educación no se dividen sin
dividir -es decir, disminuir
en su alcance ideológico-
ipso facto el proyecto
educativo, ya que como lo
recordó en su momento Vaz Ferreira, las ciencias y las técnicas
clásicas y modernas son
precedidas por la insumisión
humanística.10
Si se liquida las Humanidades
-como efectivamente lo preconizó declarativamente “el Pepe”,11
se liquida el conjunto de la tradición transformadora de la sociedad
a través del saber (como lo sostuvo
el propio Congreso de los EEUU).12
Se
dirá que en ese mismo contexto ha penetrado exitosamente el
pensamiento post-estructuralista y el post-modernismo nietzscheano,
en universidades como John Hopkins en su momento, también se aducirá
la finísima elaboración de núcleos que lideran en las ciencias y
las artes, sin olvidar que Nueva York es el centro cultural del mundo
actual. Ante la elección de un demagogo adinerado, mal que le pese a
un importante sector bienpensante, conviene considerar que cierto
brillo intelectual de laminadas elites no constituye sino una mínima
parte del iceberg, apenas emergente por sobre la línea de flotación,
cuya amenaza consiste en la masa sumergida por debajo de “lo
políticamente correcto” y no en el brillo de una reducida cúspide.
Bajo
una mirada sostenida en la perspectiva de la crisis de la cultura
decimonónica de la representación-delegación y de los
estados-nación que proyectó, pero que a su vez disolvió durante
la 2a mitad del Siglo XX en la tecnología
-particularmente en su versión mediática, el “efecto Trump” se
presenta menos desalentador que la denuncia “políticamente
correcta” pero cargada de moralismo bienpensante:
a)
en adelante será más difícil hacer pasar gato empresarial por
liebre popular: el “efecto Trump” demostró que la comunicación
masiva no instruye sino que simplemente consume y que nadie “pasa”
por ella (Mujica, Lula, Novick) sin someterse a la recepción
ideológica que la sostiene
b)
la pretensión de incidir a través de campañas de moralización de
la opinión pública (sobre ecología, género o globalización) en
el sistema político -para transformar desde el Estado la sociedad-
toma deseos por realidades: el sistema político claudicó de
antemano en manos de la tecnología mediática
c)
la orientación de la vectorialidad de los movimientos sociales y las
campañas de opinión hacia una cristalización normativa, sólo
agrega capas de judicialización de la sociedad, que las creencias
efectivas se sacudirán de encima, como el bagual encabritado por el
domador del que se deshace: se impone cambiar el ethos (carácter
y costumbres de un pueblo) -a través de una educación insumisa al
empresariado- antes que modificar el sistema jurídico
También
se distingue un laudo del saber: los numeritos simplificadores se han
disuelto como azúcar en el café, en el propio país donde el modelo
con sabor a realidad tangible tuvo su “centro de excelencia”.
Queda gente para creer en las encuestas (no sólo de opinión) y en
el tarot, aunque este último lleve, en la comparación, cierta
ventaja de tradición interpretativa.
2“Super
famosos de Hollywood se unen para llamar a votar en EU (contra
Donald Trump)” El
animal político (21/09/16)
http://www.animalpolitico.com/2016/09/super-celebridades-hollywood-se-unen-llamar-votar-eu-donald-trump/3
“Elecciones en Estados Unidos: el expresidente George W. Bush
confirma que no votó por Donald Trump” BBC Mundo (09/11/16)
http://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-37917588
4Entre tantos otros anuncios de la desarticulación de la idiosincracia de la representación (política incluida), ver Derrida, J. (1993) La desconstrucción en las fronteras de la filosofía, Paidós, Barcelona, p.82.
http://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-37917588
4Entre tantos otros anuncios de la desarticulación de la idiosincracia de la representación (política incluida), ver Derrida, J. (1993) La desconstrucción en las fronteras de la filosofía, Paidós, Barcelona, p.82.
5Pardo,
P. “El
voto oculto de Donald Trump” EM
Internacional (27/10/16)
http://www.elmundo.es/internacional/2016/10/27/5810fd8cca4741ce178b456c.html
7
McQuail,
D. (1983) Introducción
a la teoría de la comunicación de masas,
Paidós, Barcelona,
p.
217.
8 “The New York Times’ apoya la candidatura de Hillary Clinton” El País (24/09/16) http://internacional.elpais.com/internacional/2016/09/24/estados_unidos/1474746576_990368.html
8 “The New York Times’ apoya la candidatura de Hillary Clinton” El País (24/09/16) http://internacional.elpais.com/internacional/2016/09/24/estados_unidos/1474746576_990368.html
9“Quien
votó a Trump?” El
Observador (09/11/16)
http://www.elobservador.com.uy/por-que-gano-trump-n996253
10Vaz
Ferreira, C. “Discurso de Carlos Vaz Ferreira” en 70 años de
la facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (2016)
Facultad de Humanidades, p.11.
11Ver
en este blog “Mujica contra la filosofía: la desobediencia civil
presidencial” (16/06/11)
http://ricardoviscardi.blogspot.com.uy/2011/06/mujica-contra-la-filosofia-la_7065.html
12
The Hearth of the Matter (2013)
American Academy of Arts and Sciences, Massachusets. Versión
digital
http://www.humanitiescommission.org/_pdf/HSS_Report.pdf