Productores
autoconvocados por Whatsapp: la piqueta fatal del progresismo
2a.
quincena, enero 2018
¿A
quién creerle?
Todo
combate por la creencia ajena se convierte, por la misma
imposibilidad de posicionarse desde una objetividad pura, en una
batalla de credulidades. Un enfrentamiento de este signo contrapone
entre sí, desde hace unos días en el Uruguay, encendidas lecturas
de la “autoconvocatoria de productores agrícolas”. La posición
que cada uno intenta tomar, como lo alto de la cuchilla en las
guerras civiles que nutren el imaginario político del Uruguay, es la
verosimilitud económica. ¿Existe un sector de pequeños productores
en riesgo de extinción? ¿No se trata de la voracidad ya proverbial
de estancieros montados en 4X4? ¿No asistimos a una manipulación
política sin asidero económico real? Mucha gente parece dispuesta a
demostrarle a mucha otra gente que no está en crisis o que es
responsable de la crisis, pese a lo que se crea o se finja creer,
alternativas equidistantes desde el punto de vista de la creencia,
como ya lo adelantaba el título del intercambio de cartas entre
Umberto Eco y el arzobispo Martini: ¿En qué creen los que no
creen?1
Para
salir de dudas crédulamente nada mejor que la economía: una experta
regulación mundial del comportamiento del mercado internacional,
gestionada por el Banco Mundial, el FMI y el BID -que incluso saben
de educación- (entre otros) desató las múltiples crisis
financieras que se abatieron sobre el planeta desde mediados de los
90', con un pico legendario en 2008, del que todavía no se repuso la
Unión Europea. ¿No acaba de señalarnos el reconocido economista
uruguayo Enrique Iglesias (ex-presidente del BID y del Banco Central
del Uruguay bajo Pacheco Areco), incluso pocas horas antes de la
“autoconvocatoria de productores”, que “el país está mejor
de lo que la gente a veces piensa”?2
Es
la globalización, estúpido !
“Es
la economía, estúpido!” La famosa frase asestada por James
Carville, asesor de Clinton en la campaña presidencial de 1992,
merece ser revertida a partir del propio designio de determinación
económica de la determinación política, que termina, como todo
determinismo cientificista, en alguna forma de totalización
explicativa, con el consiguiente significado totalitario. Con el
designio de discernir la verdad económica del interés verdadero de
los productores agrícolas, La Diaria publicó un comentario3
de un muy buen artículo académico destinado a discernir la
apropiación social del ingreso en el campo uruguayo.4
La publicación de Oyhantçabal
y Sanguinetti señala la carencia de indicadores del ingreso de los
distintos sectores que integran la producción agrícola del Uruguay
y se dedica a elaborarlos, por medio de diferentes
criterios de medición de la participación en el producto de ese
sector de la economía.5
El interés económico se plantea
con base en esa publicación académica
retomada por La Diaria,
en criterio determinante de
la verosimilitud de la crisis,
ostensible pero sospechosa, de un sector que se ha caracterizado
históricamente tanto por una apropiación sumamente desigual del
producto -entre propietarios y asalariados-, como por la mayor
capacidad relativa de presión sobre las políticas públicas, es
decir, sobre el sistema de partidos.
La
lectura sesgada con relación al ingreso relativo y absoluto, como
justificación de la crisis de viabilidad o como descalificación de
su autenticidad
política,
obnubila incluso la significación económica, si se la
proyecta con relación al contexto de las reivindicaciones de los
“productores autoconvocados”. Uno de los primeros aspectos que
salta a la vista en
el artículo de Oyhantçabal
y Sanguinetti,
con relación a la reivindicación relativa
al
“abandono del campo”, es que efectivamente el crecimiento de este
sector apenas supera, en el lapso de 2002 a 2015, la mitad de la tasa
de crecimiento general de la economía en su conjunto (mientras el
sector agropecuario crece 3.3% en promedio, la economía del país
llega a 6.2% en promedio para el mismo período).6
Asimismo
cambia la composición del PBI agrario en su conjunto. Un crecimiento
exponencial de la forestación y la soja las lleva a ocupar (en 2011)
el 16% de la totalidad de las hectáreas agropecuarias.7
Por
otro lado, la inversión extranjera directa, vinculada principalmente
a la forestación y la soja alcanza en el período 1983-2004 sólo
un
0,8 % del PBI, mientras entre
2005-2014 salta al 6% del PBI, el doble del
promedio para América Latina en igual período.8
Dice
el mismo artículo: “Para
un país que prácticamente ocupó la totalidad de su frontera
agropecuaria a fines del
siglo XIX,
la expansión de la forestación y la agricultura supuso el
desplazamiento territorial de otras actividades agropecuarias. De las
comparaciones intercensales 1990-2000-2011 de uso del suelo, surge
que el área de campo natural (pastizales naturales) se redujo en
2.132.000 hectáreas en 21 años, mientras que entre los años de
2000 y 2011 disminuyó en 262 mil hectáreas el área de praderas
artificiales. En ambos casos se trata de usos del suelo destinados
principalmente a la ganadería de carne y lana en el primer caso, y
la ganadería de carne y leche en el segundo”.9
O
sea, si en vez de leer la misma información económica bajo el lente
de “distribución del ingreso en tanto determina una
crisis de viabilidad” (que
hace intervenir una lectura de 2o.
grado, con
fuerte carga interpretativa previa)
la leemos
bajo el lente del
significante efectivo
“el campo”, que los “productores
autoconvocados” toman por emblema, la
estructura tradicional del sector
agropecuario se ha encontrado en el período 2002-2015 ante:
-una
participación en el PBI que supera escasamente la mitad del
crecimiento promedio de la economía
-un
cambio de la matriz productiva que dedica un 16% del suelo a una
producción (forestación y soja) que desplaza a la tradicional
-una
multiplicación por seis de la participación del capital extranjero
en el PBI del país
Por
lo tanto el tradicional “campo” uruguayo ha sufrido
una disminución relativa con relación
a otros sectores de la economía (por
ejemplo el turismo), un desplazamiento de sus referencias productivas
históricas en un 16% de la superficie productiva
y un acelerado crecimiento (0,8
a 6%) de la apropiación
extranjera de la producción.
Para calibrar cabalmente
estos cambios que cabe
denominar “históricos”, conviene antes
que nada plantearse el
contexto que los habilita y la significación que
adquieren en el conjunto del
período al que pertenecen.
De
tu globalización, globalizador
Los
antecedentes de una transformación del sector agrario uruguayo con
efectos de crisis política e ideológica son impecablemente (e
implacablemente) progresistas. A poco de iniciado su primer mandato
en 2005 Vázquez ingresa en un conflicto internacional con la
Argentina que genera un curioso efecto de futuro anterior: parece
renovar el enfrentamiento entre peronistas y batllistas, pero coloca
al gobierno uruguayo del lado del poder empresarial transnacional. El
conflicto llega hasta la Corte Internacional de La Haya y enfrenta a
dos gobiernos que supuestamente compartían un mismo signo político.
En el plano interno genera una conciencia minoritaria pero latente de
una amenaza ecológica favorecida por el gobierno, con pruritos en
sectores de la izquierda y una alerta entre los movimientos
ecologistas.10
El
segundo antecedente proviene de José Mujica, quien en los foros
internacionales predica la conservación de la naturaleza y desde
2012 propició la instalación de una mina de hierro a cielo abierto,
uno de los emprendimientos mineros de mayor alcance contaminador que
se conozca. Este propósito de “provocar a la tierra” (la
expresión es de Heidegger)11
para extraer plusvalía internacional le valió al “presidente más
pobre del mundo” la generación de un movimiento de repulsa masivo,
con carácter multisocial y pluriideológico, a través de una de las
expresiones de protesta ciudadana más reacias a la clasificación
ideológica que haya conocido el Uruguay. El movimiento se disipó en
cuanto la evolución del mercado internacional desbarató la
racionalidad económica del proyecto.
El
tercer antecedente es más reciente y tuvo lugar hace pocas semanas.
El 2o. gobierno de Tabaré Vázquez firmó un acuerdo con la empresa
transnacional de producción de pasta de celulosa UPM en cuyos
términos la empresa se reserva el derecho, una vez cumplido un
período preparatorio de dos años, de rechazar todas las inversiones
e instalaciones que desarrolle el Uruguay a expensas de su propio
presupuesto nacional, en caso de que esos adelantos del
emprendimiento no satisfagan, a juicio de UPM, los requisitos
necesarios. Tal resignación de la soberanía nacional dio lugar
(entre otras manifestaciones, incluso por parte de la Universidad de
la República) a numerosas protestas y en particular un nutrido acto
de repudio, que tuvo lugar en el Ateneo de Montevideo.12
El
alineamiento de los sucesivos gobiernos frenteamplistas con el
capitalismo transnacional dejó de ser una novedad, incluso en el
sentido ideológico, en cuanto se ha constituido en la nota
característica de los gobiernos socialdemócratas europeos desde los
años 80’ y de la mayoría de los “progresismos”
latinoamericanos desde los años 2000, con el antecedente precoz de
la Concertación chilena.13
Este alineamiento proviene de la incapacidad de trascender desde las
estructuras del Estado-nación las pautas de desarrollo de los
poderes empresariales transnacionales, incrementadas desde inicios
del siglo por una concentración del poder comunicacional e
informativo en algunas grandes compañías tecnológicas (Google,
Facebook, Microsoft, Apple y Amazon). El cruce de información
planetaria en términos de Big Data habilita
la planificación a escala de los distintos continentes de la
concentración de poder mundial y condiciona, en el entramado de
emporios financieros, productivos
y tecnológicos, cesiones de soberanía como la que el gobierno
uruguayo acaba de protagonizar con UPM. La representación nacional
ha pasado a ser un juguete en manos de una hiper-presentación
tecnológica, como efecto
de los procedimientos de
instrumentación cognitiva
del poder.
La
piqueta fatal del progresismo
La
piqueta fatal del progresismo socava
el edificio social a partir
de la identificación bienpensante entre emancipación y tecnología. El estigma de esta fatalidad progresista es la
imposibilidad de instalar
el tan promulgado como fracasado “Nuevo Orden Mundial” (de la economía,
de la información, del
equilibrio ambiental, etc.).
El fracaso político del
progresismo proviene de la denegación de cierta
vinculación intrínseca entre saber y poder. Mientras
la globalización se sostiene en las tecnologías de la información
y la comunicación, que aseguran la congruencia intrínseca del saber
en su propio campo
de integración planetaria (cristalizada incluso académicamente en
las publicaciones on-line),
la denegación positivista
reduce la significación simbólica de la globalización a mera
eficacia económica (un etiquetado de efectos super-marcados en el
super-mercado financiero).14
No
sólo la globalización es comunicacional antes que económica,15
sino que además, en cuanto vincula en “doble contingencia” a
distintos enunciadores
deslocalizados en tiempo real, genera una “universalidad de la
diferencia”, ante la cual
el interés económico se convierte en una forma subordinada al
devenir simbólico
(G.Marramao).16
Correlativamente,
la teoría del “capitalismo cognitivo” señala que las
“externalidades” del proceso económico (todo aquello que lo
posibilita, fomenta y proyecta
sin integrar
la formalidad productiva) se
convierten en el elemento decisivo del propio poder mundial.17
La
verosimilitud económica cede
paso a la verosimilitud
simbólica
que se genera incluso
por Whatsapp, en
cuanto un significante tan
nutriente como “el campo” pasa, flotante
por ondas hertzianas,
de la mano de la
memoria al presente del
cotejo (incluso económico) global.
Tal verosimilitud no
determina fatalmente una significación ideológica (recordar el
devenir de la “primavera árabe”), ni un destino político (Lula
sigue contando con apoyo mayoritario entre la opinión pública
brasileña), pero sí desarticula una
perspectiva de gobierno como efecto soberano y abre la senda del
contragobierno, que lleva al
poder tentacular de la globalización a explicarse sobre el terreno.
1Eco,
U. Martini, C. (1997) ¿En qué creen los que no creen?, Temas
de Hoy, Madrid.
2Iglesias,
E. (entrevista de G. Tagliaferro) “Iglesias cantó las 40 y
admitió que Vázquez le ofreció el Ministerio de Economía en
2004” Montevideo
Portal (9/01/18)
http://www.montevideo.com.uy/Noticias/Iglesias-canto-Las-40-y-admitio-que-Vazquez-le-ofrecio-el-Ministerio-de-Economia-en-2004-uc671687
3“En
grupos de WhatsApp productores proponen “paralizar el país” si
no se reduce 20% el presupuesto estatal” La
Diaria
(12/01/18)
https://ladiaria.com.uy/articulo/2018/1/en-grupos-de-whatsapp-productores-proponen-paralizar-el-pais-si-no-se-reduce-20-el-presupuesto-estatal/#!
4
Oyhantçabal,
G.
Sanguinetti, M.
“El agro en Uruguay: renta del suelo, ingreso laboral y ganancias”
(2017) Revista
Problemas del Desarrollo. Recuperado
de
https://www.economiapolitica.uy/single-post/2017/06/28/El-agro-en-Uruguay-renta-del-suelo-ingreso-laboral-y-ganancias
5
Oyhantçabal, G.
Sanguinetti, M.
op.cit. p.116.
6
Oyhantçabal, G.
Sanguinetti, M. op.cit. p.115.
7
Oyhantçabal, G.
Sanguinetti, M. op.cit. p.115.
8
Oyhantçabal, G.
Sanguinetti, M. op.cit. p.115 (nota
2).
9
Oyhantçabal, G.
Sanguinetti, M. op.cit. p.116
10
Viscardi, R. (2006) Celulosa que me
hiciste guapo: el tango Merco-global,
Lapzus, Montevideo.
11Heidegger,
M. (2001) Conferencias y artículos,
Serbal, Barcelona, p.16.
12Ver
en este blog “UPM-ROU: Agradecimientos”
http://ricardoviscardi.blogspot.com.uy/2017/11/upm-rouagradecimientos-2.html
13Ver
en este blog “Chile: una cordillera de abstención ante más de lo
mismo”
http://ricardoviscardi.blogspot.com.uy/2017/12/chileuna-cordillera-de-abstencion-ante.html
14La
genealogía del progresismo ha sido enfocada colectivamente en
García, F. Baccino, D. (compiladores) Lecturas
del Progreso (2016)
Maderamen, Montevideo.
15
Viscardi, R. (2005) Guerra, en su
nombre. Los medios de la guerra en
la guerra de los medios, Editorial
ArCiBel, Sevilla.
16Marramao,
G. (2006) Pasaje a Occidente, Katz, Buenos Aires, p.55.
17Sierra,
F. (ed.)
(2016)
Capitalismo
cognitivo y economía social del conocimiento,
Ciespal, Quito.