“Antipolítica”
como alarma: Regresistas del mundo, uníos !!
2a.
quincena, febrero 2018
Ríos
de tinta frenteamplista para morir en la orilla “antipolítica”
Tras
la movilización de productores agrícolas autoconvocada por grupos
de Whatsapp a inicios de enero, una ola de interpretación con sesgo
crítico en general y particularmente frenteamplista, hizo frente a
la frenética búsqueda por parte de la derecha de una base social,
que unos y otros identificaron por fin en un bastión
tradicionalista: “el campo”. Esta vez tirios y troyanos fueron
por lana y salieron trasquilados, aunque por tijeras de “cortar y
pegar” en la pantalla del celular. Más cerriles que cimarronas en
su mayoría, una cascada de lecturas contrapuestas sumó expectativa
a la hora de expresión por proclama del grupo “autoconvocado”,
tan requerido por distintos motivos críticos.
El
balde de agua fría fue mayúsculo sin distinción de banderías, en
cuanto la nota dominante y distintiva de la proclama de los
autoconvocados fue la puesta en cuestión del sistema de partidos en
su conjunto.1
Más allá de la distribución equitativa de dardos críticos entre
gobierno nacional y gobiernos departamentales, las posiciones
relativas de los distintos sectores partidarios no eran equiparables
ante la coyuntura puntual de la proclama. El gobierno frenteamplista
quedaba imputado por la responsabilidad a nivel nacional y la patente
pérdida de apoyo en uno de los sectores económicos claves del país
(los empresarios rurales), por si poco faltara, tras tres períodos
de gobierno en contexto propicio (mayoría absoluta en el parlamento
y condiciones económicas mayormente favorables). El progresismo
quedaba teñido, desde uno de los sectores estratégicos para su
crecimiento político -el mismo que Mujica intentó convertir en el
pivot de su política de alianzas, de regresismo.
Este
escenario estratégico explica que cierto coro reaccionara, desde las
posiciones históricas de la izquierda, con sugestiva virulencia ante
los mensajes que comenzaron a llegar desde el empresariado rural.
Aunque no todas las diatribas dirigidas contra el movimiento agrario
provenían del frenteamplismo ni ahorraban cuestionamientos al
gobierno, cierta concomitancia laudada por la memoria crítica se
articulaba alrededor de tres criterios que aparentemente “sacaban
las castañas del fuego”: la diferenciación entre grandes y
medianos empresarios rurales, entre algunos afectados por las
coyunturas internacionales (tamberos y arroceros) y los demás,
mientras se cargaban las tintas sobre la ganancia obtenida por los
arrendadores de campo (dejando curiosamente en el tintero la
exoneración a las multinacionales instaladas en zona franca). Así
se podía reconducir, en medio rural, una diferenciación
gratificante ideológicamente entre explotadores y explotados,
sazonada de la amenaza regional de un retorno de la derecha, tan
obvia como poco efectiva para explicar la unión de bloque entre
pequeños, medianos y grandes productores, acompañada por un coro de
empresas vinculadas en las ciudades del interior, comercialmente y
por servicios, con la producción agraria.
Ante
la oportunidad con que contaba el Frente Amplio de dirigirse al país
en la celebración del 47 aniversario de su creación, todo hacía
pensar que la alusión a la movilización del agro sería el “plato
fuerte” del discurso, particularmente del presidente de la
coalición, Javier Miranda. Este último hizo efectivamente una
alusión directa y sin ambages a la coyuntura, pero no para retomar
la nutrida andanada de diferenciaciones (entre chicos-explotados y
grandes-explotadores) con que había preparado el terreno en debate la tribuna de su organización, sino para
identificar la nota más destacada del movimiento “autoconvocado”
(el “cuestionamiento a la política y los políticos”) con “la
reacción”, es decir, con todo lo que merece ser puesto en “la
vereda de enfrente”.2
Por la misma condena Miranda se solidariza, curiosamente, con sus adversarios
políticos, para defender ante todo al sistema de partidos en su
conjunto, al evocar el “autoritarismo mesiánico” de los
militares y la “desregulación” que nos dejaría librados a los
intereses de las corporaciones (hay que suponer, una vez que hubieran
desaparecido “la política y los políticos” que suministran las
regulaciones).
Las
enérgicas brazadas críticas que los voceros de la izquierda en
general y ante todo del Frente Amplio en particular, habían
destinado a establecer una diferenciación entre empresarios
explotadores y empresarios explotados, terminaron ahogadas en una
única orilla “antipolítica” (“la otra orilla” para los
“autoconvocados”), que condena genéricamente toda puesta en
cuestión de la política institucionalizada.
“Antipolítica”
introduce un significado antipolítico
En
cuanto “antipolítica” reúne a la política y los políticos en
una “Suma Política”, se opone a la misma raíz de los partidos
(hoy llamados con razón) “históricos” del Uruguay. La oposición
entre “principistas” y “candomberos” pasaba en la década de
1860 por dentro y por fuera de los partidos de este mismo país, a
punto tal que uno y otro bando podían reunir o dividir las enseñas
partidarias y sobre todo, alejarse o acercarse de “la política”,
sustantivo cuyo único referente propio es el gobierno, entendido
como “círculo del poder” y como tal siempre cotejado por un
anti-poder (Foucault dixit)3:
“Ya
en 1871 se ha formado un grupo de los jóvenes doctores y publicistas
más distinguidos, procedentes de ambos partidos, proclamando la
necesidad de una nueva unión. La Bandera Radical es su órgano. Por
su parte la juventud urbana del Partido Blanco, reunida en Congreso,
resuelve separarse de la tradición caudillista, y llamarse en
adelante Partido Nacional.”4
Nos
encontramos con la antipolítica, condenada por el regresismo, en el
inicio de la propia denominación de un partido histórico, aunque
debemos suponer que la misma “política antipolítica” quiere
proteger a esa honorable colectividad partidaria (y sobre todo a su
Honorable Directorio) de la desaparición en manos de la
“desregulación” (capaz de exterminar a los reguladores) o
incluso del fantasmático retorno del “autoritarismo mesiánico”.
La
recordación del “autoritarismo mesiánico” no deja de expresar,
para el enjundioso planteo de la “antipolítica”, una versión
tardía de la “Teoría de los Dos Satanes”, que precisamente
reducía “la política y los políticos” al mismo conjunto formal
con el que los identifica la formulación regresista. Conviene por lo
tanto entender que la “antipolítica” formulada por el Presidente
del Frente Amplio no deja de evocar a los “guerrilleros
arrepentidos” (Mujica en primer lugar), que como tales, abjuran del
infierno en que sumieron (en calidad de uno de los dos satanes) a
aquella candorosa república que protagonizaban parlamentariamente
quienes votaron a inicios de 1972 el Estado de Guerra Interno contra
el MLN. De esa manera se proyectó hacia el poder el aparato militar
(el otro Satán) que tan sólo año y medio después dió el Golpe
Formal contra el propio Frente Amplio y el movimiento sindical. Vaya
consecuencias dialécticas del Regresismo en su condena de la
“antipolítica” !!
¿Qué
decir de la “desregulación” protagonizada por un “partido de
gobierno” que programó la UTEC, organismo que destituye la
autonomía universitaria al crear una universidad estatal supeditada
a los gobiernos departamentales y las empresas en su propia forma de
gobierno? ¿No será “desregular” suscribir un contrato con una
empresa (UPM) por el cual ésta adquiere el derecho de decirle que
“no” a un Estado (supuestamente) soberano, una vez que tal
soberano se presente (dos años después) al examen de los directores
ejecutivos de la transnacional? El regresismo confiesa, en su condena
de la “antipolítica”, que renuncia de antemano a la política
como singularidad de lo político, que siempre termina por
consignarse, por una u otra vía, en la formalidad institucional.
El
Ciclo Regresista
El
cuestionamiento de los gobernantes nacionales y departamentales, así
como de la clase política en general que expresa inequívocamente la
proclama de los “autoconvocados” no se explica por
posicionamientos estratégicos sectoriales en el sentido tradicional,
en cuanto tal lectura sesga en el interés económico o en la
estrategia partidaria la explicación de cada configuración
sectorial. Si así fuera los “autoconvocados” no harían sino
seguir las estrategias que transitaron exitosamente durante más de
un siglo las gremiales tradicionales (sobre todo las del agro) en
nuestro país. Por el contrario, no sólo se desmarcan de estas
expresiones en cuanto crean sus propias estructuras organizativas,
sino que además conducen a las gremiales tradicionales a plegarse a
un movimiento que no iniciaron. Este posicionamiento es tan poco
“representativo” en un sentido sectorial como para llegar a
condenar por igual a los distintos colores políticos sumados,
desborde de planteo que revela, por el propio exceso que asume con
relación al proceder gremial acuñado históricamente, una
desarticulación manifiesta con relación al todo (“social” si se
quiere) nacional.
La
misma problemática de un socialismo nacional que tanto preocupara a
la “Teoría de la dependencia” latinoamericana, se encuentra
disuelta en la coyuntura de la globalización por el surgimiento de
una condición pública que perfora las fronteras nacionales y ante
todo, la propia noción moderna de “todo social”: el todo es
global y no puede ser “contenido” entre fronteras.
La
propia noción de tecnología aparece, en un autor como McLuhan, como
crítica del contenidismo.5
¿Qué decir de la cuestión del discurso y la disolución del sujeto
en la arqueología foucaldiana? Suponer que esto no tiene que ver con
el auge de la tecnología (sobre todo mediática) después de la 2a.
Guerra Mundial, difícilmente ayude a entender el vínculo entre
tecnología y globalización, menos aún, por qué un movimiento
agrario se articula por WhatsApp.
Para
que podamos discernir por qué razón un sector sesga su posición
por interés o estrategia, debemos primero saber cual es el todo
“social” que amerita tal división. En cuanto este todo aparece
fragmentado interiormente y articulado con el extranjero (tal como
pasó con el conflicto supuestamente bi-nacional por la instalación
de Botnia), no se puede en adelante saber qué sector se diferencia
de tal otro, porque todos dependen de un equilibrio de
“externalidades” (la Corte Internacional de La Haya incluida),
tal como lo señala, incluso para el conocimiento, la teoría del
“capitalismo cognitivo”. Para que exista un proceso económico
como “lugar donde recomienza el proceso en su conjunto”, como
quería Marx,6
tiene que existir la unidad de un proceso en su totalidad (económica
para Marx). Tal unidad básica de proceso (donde para Marx recomienza
el proceso en su conjunto) dejó de existir desde que el elemento
decisivo de la economía es la tecnología y por consiguiente, lo que
hoy se denomina “innovación”: la enunciación de un individuo o
de un grupo que introduce novedad decisiva y determinante para las
partes. Tal novedad no está sujeta sino a “externalidades”
(coyuntura teórica, financiamiento de la investigación, vínculo
inter-idiosincrásico) que no gobierna ninguna “unidad de proceso”
(y menos entendida como “objetiva”).
El
sistema de partidos corresponde, en régimen de democracia
representativa, a esa “edad del saber” de la representación
orgánica de una única totalidad, que la Revolución Democrática
propiciada por la Ilustración supuso universal y que la teoría de
la secularización lee, hoy día, como un singular avatar
post-cristiano.7
Ese es hoy el principio de la “reacción”, si se quiere, desde
una perspectiva “regresista”, oponer pasado a presente en el hilo
de una continuidad. Recomendamos ver “La Rueda de la Maravilla”
de Woody Allen: es el “lado oscuro” de “Make America Great
Again” y muestra como tal “grandeza” no fue sino frustración
disimulada.
No
es extraño que los “autoconvocados” le soliciten al sistema de
partidos que cumpla con su cometido. Los propios “autoconvocados”
parecen creer que tal cometido es posible en una era post-batllista
(y sobre todo globlal), tal como lo deja entender la consigna “Un
solo Uruguay”, designio más utópico que nostálgico: recordar
siempre que fuimos independientes tras el anhelo de que Dios quisiera
hacernos ingleses (Lord Ponsomby dixit). Quizás el movimiento
agrario de signo empresarial y radicación nacional no percibe que su
contrincante no es el “costo del Estado” y la consiguiente
ineficacia administrativa del sistema de partidos, sino la misma
racionalidad globalizadora de la eficacia productivista, que los
acorrala con un patrón de acumulación mundialista (ya Uruguay tiene
problemas de escala económica a nivel regional ¿qué decir a nivel
global?).
Los
movimientos que se colocan al margen de los sistemas de partidos en
el mundo de hoy no son productivistas, sino que apuntan al descrédito
político y mediático de los sistemas políticos para desbaratar la
racionalidad procedimental de la tecnocracia mundialista, a la que le
es necesaria la cristalización ideológica del mercado para
maximizar la expansión productivista: ¿nadie recuerda los anuncios
que financiaba Botnia en el semanario Brecha, en el marco de una
“campaña de prensa” que preparaba su instalación? No estamos
necesariamente ante un grupo (autoconvocado) que sabe lo que hace,
sino que hace probablemente sin saberlo, tal como lo caracterizó la
frase de Carlos Marx “no lo saben, pero lo hacen”. ¿Qué tal si
a la anterior le agregamos, de cara a tanta incredulidad
“izquierdista” ante la “autoconvocatoria”, otra frase
marxiana: “La historia avanza por el mal lado”? No es culpa de
los “productores autoconvocados” que la misma historia uruguaya
avance tan poco por el “buen lado”. Ahí está el regresismo,
invocando la “antipolítica”, para decirnos por dónde va.
1
"Autoconvocados
entregan reclamos a Vázquez” La
Juventud
(25/01/18)
https://www.diariolajuventud.com/single-post/2018/01/25/11-hs-Autoconvocados-entregan-reclamos-a-V%C3%A1zquez
2
Discurso de Javier Miranda en el 47 aniversario del Frente Amplio
https://frenteamplio.uy/actualidad/novedades/item/635-discurso-javier-miranda-47-aniversario-fa
3Foucault,
M. “Las confesiones de Michel Foucault” (entrevista de R-P.
Droit), p.12. Recuperado de
http://www.taciturno.be/IMG/pdf/entrevista_foucault.pdf
4Zum
Felde, A. (1967) Arca, Montevideo, p.189.
5McLuhan,
M. (1996) Comprender los medios de comunicación, Paidós,
Barcelona, p.34.
6Marx,
K. “Introducción general a la Crítica de la Economía Política”,
p. 44. Recuperado de
https://transdisciplinariedaduj.files.wordpress.com/2010/08/marx-karl-introduccion-general-a-la-critica-de-la-econimia-politica.pdf
7Vattimo
G. “Metafísica, violencia, secularización” en Vattimo, G.
(comp.) (2001) La secularización de la filosofía,
Gedisa, Barcelona, pp.81-83.