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al 68': la paradoja uruguaya
2a.
quincena, mayo 2018
“El
amor con sus esmeros
al
viejo lo vuelve niño”
Violeta
Parra
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a los 17
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desde el presente1
La
cautela ante cierta nostalgia, que podría campear al celebrarse 50'
años del 68', parece respaldada por la cronología. Tal cautela
lleva a preguntarse acerca de la significación que reviste, desde el
presente, este aniversario del 68'. Entiendo que puede abordarse el
período que marca ese aniversario desde la reciente resolución
adoptada por Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos”,
movimiento que ha decidido abandonar la Comisión “Verdad y
Justicia”, radicada en la órbita de Presidencia de la República.2
No sólo el comunicado emitido por esa organización de DDHH define
la misión del grupo como propia a cada ciudadano, sino que además
se dirige, por encima de las instituciones, a la opinión pública
como tal.
La
cuestión de los DDHH marca las alternativas del Uruguay, en
particular, para el período que se abre desde el año 68'. Con el
antecedente de distintas formas de represión que preparan el golpe
de Estado, los DDHH se convierten en el centro de las campañas de
solidaridad internacional durante los años 70', e incluso se
vinculan desde 1986, a la precariedad democrática que gana al
Uruguay, como efecto de la sanción de la Ley de Caducidad de la
Pretensión Punitiva del Estado. En cuanto esta precariedad
debilita los fundamentos de la convivencia ciudadana, su prolongación
tiñe hasta el presente la condición nacional.
Conviene
considerar, por consiguiente, que el movimiento pautado por Madres
y Familiares de Detenidos Desaparecidos ocupa un lugar crucial
para la democracia uruguaya, desde la coyuntura que se inicia en
1968.
Podría
entenderse la desvinculación de la esfera gubernamental como la
consecuencia de una trayectoria singular de ese organismo de DDHH, en
el marco del período que se ha denominado “historia reciente”.
Se trataría para algunos, de una secuela fatal de lo que en un
momento se denominó “violentismo” y corresponde para este punto
de vista, a un sector anquilosado en el pasado, se dijo incluso,
“con los ojos en la nuca”, sin dejar de recordarle que fue
derrotado en dos plebiscitos, por mayorías electorales opuestas a la
derogación de la antedicha “Ley de Caducidad de la Pretensión
Punitiva del Estado”.
Pese
al viso de anquilosamiento en un pasado remoto con que se lo
presenta, el apartamiento de la esfera gubernamental y por lo tanto
de la conducción político-partidaria desde el campo de los DDHH,
parece corresponder a un desplazamiento significativo que adviene en
la comunidad mayor del país. La desafección ciudadana con respecto
a la esfera estatal, ha llevado incluso al presidente del partido de
gobierno a condenar, en sucesivos actos desde fines del año pasado,
lo que se denomina “antipolítica”.3
Hoy la prensa nos informa que al celebrarse el aniversario de uno de
los grupos más importantes del Frente Amplio, Asamblea Uruguay,
Danilo Astori tomó como centro de su planteo “defender a la
política”.4
Crece permanentemente, pese a la denuncia que proviene de distintos
sectores partidarios, el conjunto de expresiones que no se limitan a
diferenciarse tácitamente de la esfera partidaria, ni menos a la
imputación moral de conductas personales, sino que adoptan esa
diferenciación como percepción reveladora y promisoria. Tal
diferenciación con la órbita partidaria tampoco se reduce a cierta
“izquierda radical” o “extrema izquierda”, identificada con
“grupúsculos” de vocación fatalmente minoritaria. Incluso un
movimiento que difícilmente se asocie a un perfil “marginal”,
como “Un solo Uruguay”, se proclama constituido por fuera de toda
adhesión partidaria.5
Tal
prescindencia de la forma de socialización política tradicional del
Uruguay no configura, como tal, un rasgo inédito del presente.
Reconoce como antecedente el período de resurgimiento democrático,
durante el cual un conjunto de sectores sociales protagonizaron, a
inicios de los 80', las movilizaciones que auspiciaron un
restablecimiento de las libertades públicas. La característica del
presente en nuestro país no provendría, entonces, de una
diferenciación formal respecto a la órbita estatal y partidaria,
sino que la novedad reside en la significación que adquiere tal
diferenciación, entre algunos movimientos sociales, de norte para la
actividad pública.
Otra
mirada sobre el 68'
Es
en este punto donde, lejos de suscitar un registro retrógrado
pautado por la nostalgia, el aniversario que celebramos se cruza
fecundamente con el presente y dirige otra mirada a la versión
acuñada del 68' uruguayo. En el Uruguay como en muchos otros
lugares, la juventud y el movimiento estudiantil fueron las fuerzas
motrices y protagónicas de la movilización. Esa circunstancia no
fue por cierto atípica en el concierto mundial y no se la consideró
anómala sino desde cierta versión que substancializa todo proceso
político, en cuanto sólo admite cristalizaciones orgánicas, es
decir, para una concepción del poder que lo reduce al aparato de
Estado.
La
característica del 68' en todo el mundo fue, por el contrario, el
cuestionamiento de una división de esferas de influencia que se
denominó Guerra Fría, cuyos frentes estratégicos corroían la
supuesta autodeterminación de los estados-nación. Las veleidades de
independencia ya se habían visto por entonces severamente
cuestionadas, particularmente en América Latina, por el golpe de
Estado en el Brasil, en 1964, mientras que la invasión de Hungría
en 1956 también había anticipado el destino de las insurgencias en
el bloque geopolítico soviético.
La
misma tecnología que pautaba zonas de influencia a través de la
disuasión nuclear, se revelaba como el vector fundamental en el
contexto político de la Guerra Fría, capaz de potenciar un aparato
industrial, militar y político, titiritero entre las sombras que
manejaba los hilos de la representación institucional. Este nudo
sistémico que asfixiaba la autonomía gubernamental también
perforaba el sentido genuino de la representación ciudadana, en
cuanto se valía de una comunicación de masas en “irresistible
ascenso”, para instalar campañas publicitarias como eje de la
verosimilitud social. Se reemplazaba por vía mediática la antigua
función elusiva de la ideología, ventajosamente substituida por la
persuasión emotiva de una audiencia.
La
rebelión contra el poder mundial que triunfó en distintos contextos
de Africa, Asia y América Latina auspició la idea de una
transformación al margen de la racionalidad occidental y proyectó
la diferenciación de las costumbres hacia una perspectiva de
liberación social. El surgimiento del “underground” facilitó,
como emergente de conductas insumisas, el desplazamiento de las
pertenencias ideológicas binarias de la Guerra Fría y socavó la
cristalización institucional de las creencias.
Las
transformaciones que siguen a la 2a Guerra Mundial, como
efecto de la mundialización de la contienda estratégica, adquieren
un giro emblemático en el 68', a través de la ofensiva del Vietcong
en Vietnam, la Primavera de Praga en Checoslovaquia y el cesarismo
peruanista en América Latina, pero también tiene un pico
generacional clave en el cuestionamiento de las formas
institucionales del poder. Esta crisis afecta ante todo a la pauta
formal del Estado como eje de la organización social. La hegemonía
de las instituciones públicas y la legitimación normativa se
debilitan significativamente, en razón de una multiplicación de los
márgenes de individuación. Esa mayor diferenciación personal se ve
paradójicamente concitada por la extensión social que adquiere la
disponibilidad tecnológica del saber, mientras la misma tecnología
posibilita, por otro lado, una incidencia para-estatal de aparatos
(geopolíticos, mediáticos, empresariales) que manipulan a las
instituciones y desarticulan, por consiguiente, la soberanía del
Estado-nación.
Por
surgir en medio de la mayor prosperidad que haya conocido el siglo
XX, mayo del 68' en Francia cuestiona la necesidad económica y
cunde, por fuera de aparatos e instituciones, como un emblema y
designio de libertad. Proviene de un movimiento estudiantil
diferenciado, que ya había generado, desde Córdoba en 1918 pasando
por Berkeley en 1964, repercusiones internacionales a partir de sus
propias reivindicaciones.
Ante
esta presentación de los acontecimientos del 68' se podría
cuestionar una excesiva incorporación de criterios y perspectivas
que son muy posteriores al contexto que describen.
En cuanto toda lectura histórica se encuentra forzosamente instruida desde un presente, quizás se convenga que el motivo de la convocatoria que nos reúne hoy era, antes que la restitución de un contexto de época, el cuestionamiento de una posible nostalgia, que podría intervenir medio siglo después.
En cuanto toda lectura histórica se encuentra forzosamente instruida desde un presente, quizás se convenga que el motivo de la convocatoria que nos reúne hoy era, antes que la restitución de un contexto de época, el cuestionamiento de una posible nostalgia, que podría intervenir medio siglo después.
La paradoja uruguaya
No
fue la paradoja que reseñábamos más arriba, propia a la
racionalidad tecnológica del poder, la que desató en el plano
interno la crisis del Uruguay del 68'. Aunque la condiciones
determinantes fueran las mismas a nivel internacional, para nuestro
país la incidencia de esta crisis provino del extranjero, en razón
de la remodelación del mercado mundial y de las urgencias
estratégicas de la potencia dominante en el continente americano.
Lo
anterior no quita que la adhesión uruguaya a un modelo que se
consideraba por aquel entonces prestigioso y satisfactorio -el Estado
de bienestar batllista, conllevó la defensa de una institucionalidad
agredida y canjeada, en ese camino, por migajas de “Seguridad
Nacional” en versión estadounidense. En razón de esa nostalgia que nos embargó desde la mitad del
siglo pasado, ante la memoria de “como el Uruguay no hay”, nos encontramos 50 años después ante otra paradoja:
volver al 68' para entender que no desaparecía por entonces un
modelo emblemático de sociedad, sino cierta institucionalidad en
vías de substitución, como efecto de la declinación mundial de su
propio modelo de referencia (la organicidad del Estado-nación).
Transitar al presente por esta paradoja supone ganar libertad hacia
los márgenes de la formalidad institucional.
1Texto
presentado en el evento “50 años de mayo del 68'”, Facultad
de Psicología-UdelaR,
Montevideo, 23 de mayo de 2018. Se incluyen correcciones
conceptuales y de estilo sin modificar la estructura original del
texto.
2“Comunicado
a la Opinión Pública”, Madres
y Familiares de Detenidos Desaparecidos,
https://desaparecidos.org.uy/wp-content/uploads/2018/03/18.03.01-A-la-opinion-publica-sobre-GT.pdf
3
Discurso de Javier Miranda en el 47 aniversario del Frente
Ampliohttps://frenteamplio.uy/actualidad/novedades/item/635-discurso-javier-miranda-47-aniversario-fa
4“Defender
a la política”, La
Diaria,
https://ladiaria.com.uy/articulo/2018/5/defender-a-la-politica/
5"Autoconvocados
entregan reclamos a Vázquez” La
Juventud (25/01/18)
https://www.diariolajuventud.com/single-post/2018/01/25/11-hs-Autoconvocados-entregan-reclamos-a-V%C3%A1zquez