21.1.21

 

Desobediencia civil difusa: una mediatización soberana


2a. quincena, enero 2021


“Sanitariamente correcto”: salir en la foto de tapaboca

 

Hemos asistido, bajo el signo de “Covid-19”, a ejercicios de gobierno que manifiestan un desplazamiento significativo de la condición soberana de los estados. Tal “principio único e indiviso del poder” se ha visto menos amenazado por el contagio viral que por la tribulación mediática. Quedó en evidencia, ante la disparidad de orientaciones gubernamentales que supuestamente enfrentan un mismo azote viral, cierta incongruencia, cuya multiplicación geopolítica manifiesta, ante todo, la primacía de un registro dominante en cada contexto nacional. Una vez puesta de relieve tal disonancia, se llega a constatar que la articulación de un sentimiento colectivo, es decir, la mediación, configura una faceta primordial del poder soberano.

Una misma condición mundial de gobierno ante la pandemia genera, en su efectividad nacional, efectos tan contradictorios entre sí como la marcha atrás en la orientación sanitaria (Inglaterra), la minimización de los efectos primero y el enmascaramiento de las proyecciones después (EEUU) o la lisa y llana denegación de las recomendaciones médicas (Brasil). A las anteriores disonancias convendría agregar, con signo contrario o anómalo sumado, el apoyo unánime del sistema de partidos a las orientaciones gubernamentales (Nueva Zelanda, Uruguay), las contradicciones entre clases dominantes y el gobierno nacional (Argentina) o los conflictos entre sectores empresariales de gestión mundial (Twitter, Facebook) y el sistema político -presidencia y parlamento- de los EEUU.

No conduce a una explicación, sin embargo, suponer que tal disparidad en la mediatización del virus es ajena a la índole soberana. Quizás se percibe mejor el proceso si, por el contrario, se interroga la concomitancia de un mismo acontecer vicario: para que la soberanía cunda como principio “único e indivisible” y por consiguiente intangible, es necesario a su vez, que tal intangibilidad se transmita a sus destinatarios. Una soberanía sin mediación sería tan vacua como una mediación sin mensaje.

“La presentación de la propia presencia supone la estructura mediática. El deseo de presencia pasa por la corroboración mediática” (trad. R.Viscardi).1

Tal “deseo de presencia” puede asociarse a la afirmación de Lacan: “El catolicismo es la verdadera religión”, mientras el propio Derrida sostiene que la soberanía política proviene de “la herencia de una teología apenas secularizada”2. Ese arcano teológico de la mediación redentora encarnado por el cristianismo y -según Lacan3 y Derrida- conservado ante todo por el catolicismo, sostiene el hilo conductor del proceso de secularización (según Derrida: Humanismo, Iluminismo, Ciencia y Tecnología, etc.), que hoy se manifiesta a través de los medios de comunicación:

“Existe una religión de los medios, hoy día, y es, por el momento, la religión de los medios: tenemos la religión de medios, es decir, la religión que los medios representan, encarnan, revelan (trad.R.Viscardi)”.4

Incluso puede suceder que una evolución de la epidemia (de inusitado empeoramiento en el Uruguay desde noviembre de 2020) genere una transformación de los posicionamientos políticos, tanto del gobierno como de la oposición. Si en el caso del gobierno uruguayo el cambio de orientación conlleva replegar banderas (en este caso, la fantasía de una “libertad responsable”), en cuanto a la oposición, el súbito retiro tanto del elogio de la conducción gubernamental como de una edulcorada oferta de colaboración institucional, parece trasuntar, antes que una perspectiva de fondo sobre los acontecimientos, una adaptación al viraje de la coyuntura.


La crisis mediática de la partidocracia: cuando veas las barbas de Trump quemar…


Aquejado del mayor descrédito, Trump emitió de cara al “impeachment” que se le instruía en el ámbito parlamentario, una curiosa advertencia dirigida a Biden: “Una vez que ocupe la presidencia, va a lamentar esto”. Difícilmente se pueda acusar a Donald Trump, pese a tantos cargos sumados en su contra, de sufrir un exceso de empatía con el prójimo o con el “léjimo”. Conviene, por consiguiente, leer su advertencia a Biden no en clave personal, sino institucional: cualquiera que ocupe el lugar presidencial padecerá, con posterioridad al mandato de Trump, un descrédito igual o peor al que hoy afecta a ese cargo. Es posible incluso, en razón de la irradiación geopolítica de aquel Estado de Norteamérica, que el augurio pesimista de quien por 2a vez en un único mandato se ve enjuiciado por otro poder del Estado -suceso inédito en la historia de los EEUU-, adquiera mayor significación aún allende fronteras de la 1a. potencia mundial.

Trump no habla, en efecto, de una substitución inminente del Poder Ejecutivo en los EEUU, al que nunca podría amenazar un Poder Legislativo que, a favor o en contra, comparte con el ámbito presidencial un mismo sistema de coordenadas institucionales. Menos aún, tal amenaza podría provenir de la “sociedad civil”, que se moviliza en aras de adquirir gravitación política propia, antes que en la perspectiva de un relevo estatal. En cuanto a la sublevación institucional que representa el “asalto al Congreso” por parte de los partidarios de Trump, la demostración por el absurdo no podría ser más clara: tales asaltantes atacaban a quienes ponen límites al actual poder presidencial.

El descrédito y la notoria declinación que afecta a la institución presidencial norteamericana no proviene por consiguiente, del propio plano de las instituciones republicanas, como parece incluso suponerlo Trump, sino del surgimiento de una escena de legitimación y configuración de poder que se sitúa en un plano alternativo. La descripción del aparato “político-militar-industrial” que presentara la Escuela de Franfort en los años 50’ y 60’, habilitaba a entenderlo comostatus quo”, expresión elocuente en sí misma de una diversidad de poderes cohesionados entre sí. El actual despliegue mundial de las tecnologías lideradas por el campo “info-com”, no sólo ocupa un rol rector respecto a los aparatos de poder en su conjunto, en cuanto provee su base operativa, sino que además desarrolla su propio campo de mediación, a través de las denominadas “redes sociales.

Tal desarrollo exponencial del ámbito de la mediación revierte, por vía de consecuencia, su tradicional subordinación al mandato soberano. La mediación programada estratégicamente socava la índole supérstite de la soberanía que ayer la fundara, incluso a través del concepto de “soberanía democrática del pueblo” y provee, mutatis mutandi, una contexto comunicacional capaz de generar la implosión de la institucionalidad re-presentativa: la mediatización monádica de los vínculos sociales.

El conflicto que enfrentó a Trump con las empresas “tecnológicas” (Twitter, Facebook), anuncia la perspectiva que asciende en el horizonte de los Estados-nación: la creciente declinación de los poderes públicos representativos ante el “irresistible ascenso” de la articulación empresarial de la tecno-ciencia, liderada y orquestada mundialmente por las tecnologías de la comunicación y la información.


“A las urnas, a las urnas !!”: la “distancia social” fúnebre


Un responsable del sistema de salud declara, con indudable resonancia en cuanto le compete responsabilidad gubernamental, que en el Uruguay el propio sistema de partidos es responsable del empeoramiento de la epidemia de Covid-19.5 El cuestionamiento se dirige a quienes han promovido, con un retraso de tan sólo 5 meses, elecciones departamentales a escala nacional, en pleno auge del flagelo en la región circundante (Brasil y Argentina en particular). En cuanto proviene de quien ocupa un cargo consignado “de confianza política” (responsabilidad gubernamental), la declaración de Cipriani reviste mayor significación que la de otros especialistas, que igualmente calificados en el plano médico, han coincidido con su apreciación.

Diversos pareceres se han sumado, en efecto, para señalar la incongruencia de promover elecciones nacionales, de voto obligatorio bajo pena se sanción laboral y monetaria por añadidura, al tiempo que se reclamaba a la población del mismo país, promover y resguardar “distancia social”. Aunque el propio Cipriani inculpa tanto a la convocatoria electoral nacional, como a diversas marchas públicas del mismo período (en particular “La marcha de la diversidad”), no puede igualarse, ni en efectos ni en responsabilidad, una concentración a escala nacional y por añadidura, convocada por las propias instituciones públicas, a una mera convocatoria civil.

Quizás la expresión contradictoria que compone una figura retórica (oxímoron) “distancia social con voto obligatorio y presencial” trasunta un lapsus institucional, que no expresa sino la identificación atávica del sistema de partidos con la captación del sufragio. La devoción sufragista ya identificaba, desde fines del siglo XIX en el Uruguay, la actividad política con el acto de votación, según lo registró un clamor tan reiterativo como urgido: “A las urnas, a las urnas”. El equívoco lingüístico le juega, en contexto de epidemia, una mala pasada a la expresión de aquel designio comicial, ya que cierto clamor por acudir a “las urnas” puede adquirir, dada la aceleración de casos fatales que se adjudica al acto comicial de septiembre pasado, ante todo una significación fúnebre.


Mediatización soberana y extensión mediática


Con el incremento del número de test positivos de Covid-19 llegó, desde noviembre de 2020, la acusación de “lesa salud de la población” dirigida a quienes no cumplieran rigurosamente las medidas aconsejadas desde el sistema sanitario del gobierno, pero además, reclamadas por los más diversos sectores institucionales, desde la oposición hasta las instituciones académicas directamente concernidas.

La súbita confluencia de pareceres acusadores contrasta con el entusiasta elogio dirigido, durante el período inmediatamente anterior, a la severa disciplina asumida por la población, incluso, sin confinamiento obligatorio. Cuando Montevideo presentaba, por entonces, una severa disminución de la actividad, alguna concentración tradicional, como la folklórica feria de Tristán Narvaja, era tolerada en el marco de la autocomplaciente (y finalmente infundada) afirmación de poder solventar un “estricto seguimiento epidemiológico”. Archivada en la memoria de tiempos mejores, aquella emblemática “libertad responsable” se asemeja cada vez más a una invocación nostálgica del “paraíso normativo”, desde cuya perspectiva, la democracia comienza y termina en “El Palacio de las Leyes”.

Las explicaciones que se presentan del desliz sanitario son, por el contrario, dignas de la mayor atención, en cuanto expresan cierta correlación entre el desconocimiento de la índole comunicacional de la tecnología y la criminalización mediática de la población. Mientras algunos sostienen que “nos descansamos en los laureles y eso llevó a los incumplimientos”, otros recomiendan la empatía con los sectores juveniles para inducirlos a conductas virtuosas,6 finalmente un buen número de iniciativas, sobre todo de sectores políticos e institucionales apunta a la represión, púdicamente disimulada incluso, bajo el término “restricciones”.7 Convendría interrogar la gestación de una diferencia tan marcada entre dos períodos que, en el desarrollo de la pandemia, pautan la conducta de distintos sectores de la población.

Caracteriza al sistema de medios en el Uruguay, tanto una cobertura sin fallas de la audiencia nacional (en particular, gracias a un fino entramado de medios en el país no capitalino) como su articulación vertical con el sistema de político, en particular, como reflejo del influjo estatal en el conjunto de la actividad (las empresas públicas suman un 20% del PBI). Por otro lado el periodismo nacional fue en sus inicios y hasta ya avanzada la segunda mitad del siglo pasado, ante todo un periodismo partidario. El Uruguay no cuenta, para valerse a escala regional e internacional, con mucho más que su Estado, sus medios no reproducen, en consecuencia, sino un registro partidocrático de la actualidad nacional.

Lo anterior no supone una perspectiva orwelliana de acatamiento generalizado, en cuanto una sociedad disciplinada mediáticamente favorece conductas individuadas, es decir, “dividuadas” entre la recepción y la emisión. Solo ese anclaje de la soberanía en el destinatario singular del mensaje soberano induce una “postura crítica”, capaz de diferenciar lo propio, por contraposición al mandato supérstite dirigido al todo social. Como lo señalara Heidegger, el individuo y el grupo, lejos de contraponerse en la Modernidad, conforman un todo in-diviso, cuyo proceso de subjetivación habilita la individuación de cada quién.

“Sólo allí en donde el hombre ya es esencialmente sujeto, existe la posibilidad de caer en el abuso del subjetivismo en sentido del individualismo. Pero, del mismo modo, sólo allí donde el hombre permanece sujeto, tiene sentido la lucha expresa contra el individualismo y a favor de la comunidad como meta de todo esfuerzo y provecho”.8

El marcado disciplinamiento adoptado por la sociedad uruguaya se explica, en un primer momento, por la adhesión generalizada a un sistema institucional cuyo mandato se difundía con efecto piramidal, desde la presidencia hasta los medios, decisivamente articulados entre sí por el sistema de partidos. Ese disciplinamiento conllevaba, asimismo, una incorporación individuada del mandato de “distancia social”, cuyo resquebrajamiento sucesivo, a través de las paradójicas “elecciones nacionales” primero y de la misma polémica inter-partidaria en torno a la represión de aglomeraciones después, no hizo sino agudizar, al promover la diferenciación relativa y particular de los grupos y los individuos. Desde ese momento se amplificó el proceso propio a una sensibilidad individuada, a la que le es propio calibrar desde un posicionamiento singular, beneficios y perjuicios de conductas relativas.

Tal anclaje diferenciado encontró un ejemplo paradigmático en la polémica desatada por Ramón Méndez,9 en cuanto puso de manifiesto la fisura en el sector imbuido, ante la epidemia, de cierto aura sacerdotal bajo el rótulo “Ciencia y Tecnología”. Este resquebrajamiento continúa en la actualidad, a través de una curiosa carta de “referentes frenteamplistas” con incumbencia médica,10 dirigida a la presidencia con recomendaciones estratégicas, al tiempo que un especialista connotado, presenta renuncia al “comando sanitario” de rango gubernamental, en razón del anclaje marcadamente político que, a su entender, han tomado las disposiciones sanitarias.11

El oscurecimiento mediático no hace sino extenderse gracias a las explicaciones científicas y las instrucciones sanitarias. La índole comunicacional parece entenderse tan sólo en un sentido de difusión, según la máxima narcisista “Quien piensa claro habla claro”. Reducida a la transparencia de la fórmula, la problemática mediática puede llegar a sumarse a la productiva devastación productiva que, a través de sucesivas epidemias, la tecnología hace pesar sobre el planeta,12 incluso mediante el incremento de la represión.

 


1Derrida, J. (2016). Surtout, pas de journalistes ! Paris: Galilée, p. 62.

2Derrida, J. (2001). L’université sans condition. Paris: Galilée, p. 20.

3Lacan, J. (1980). “Conferencia de prensa del Dr. Lacan” en Actas de la Escuela Freudiana de París, Barcelona: Petrel, p. 23.

4Derrida, J. (2016). Surtout, pas de journalistes ! Paris: Galilée, p. 39.

5“El presidente de ASSE opinó que la vacuna contra el coronavirus debería ser obligatoria” Montevideo Portal (15/01/21) https://www.montevideo.com.uy/Noticias/El-presidente-de-ASSE-opino-que-la-vacuna-contra-el-coronavirus-deberia-ser-obligatoria-uc775651

6“Roberto Balaguer: “el joven con tapaboca es visto como gil”, se tiene que volver “popular” Montevideo Portal (13/01/21) https://www.montevideo.com.uy/Noticias/Roberto-Balaguer--El-joven-con-tapaboca-es-visto-como-gil--se-tiene-que-volver-popular--uc775484

7“Propondán a Jorge Díaz que asistentes a fiestas hagan trabajo comunitario en hospitales” Montevideo Portal (18/01/21) Montevideo Portal https://www.montevideo.com.uy/Noticias/Propondran-a-Jorge-Diaz-que-asistentes-a-fiestas-hagan-trabajo-comunitario-en-hospitales-uc775928

8Heidegger, M. (1996) “La Epoca de la Imagen del Mundo” en Caminos de bosque. Alianza: Madrid. Recuperado de: www.fadu.edu.uy

9Ver al respecto en este blog “Poder de bloque: el lado oscuro de la angelología” https://ricardoviscardi.blogspot.com/2020/12/poder-de-bloque-el-ladooscuro-de-la.html

10“Carámbula mantuvo una reunión “franca” con Lacalle, sobre vacunas y “compromiso ciudadano” Montevideo Portal (14/01/21) https://www.montevideo.com.uy/Noticias/Carambula-mantuvo-una-reunion-franca-con-Lacalle-sobre-vacunas-y-compromiso-ciudadano--uc775619

11“El neonatólogo Daniel Borbonet renunció al GACH “hace semanas que no se nos solicita ninguna nueva recomendación” Uy.Press (15/01/21) https://www.uypress.net/Actualidad/El-neonatologo-Daniel-Borbonet-renuncio-al-GACH--Hace-semanas-que-no-se-nos-solicita-ninguna-nueva-recomendacion--uc110057

12Ver al respecto en este blog: “Tecnovirus: el contagio de gobierno” https://ricardoviscardi.blogspot.com/2020/04/tecnovirusel-contagio-de-gobierno-2a.html