20.12.13



El lápiz-probeta o la verdad del medio: entre Josephine  Baker y Silvio Berlusconi


2ª quincena, diciembre 2013


En la última ilustración de este blog una lectora precoz vio sumirse, en la molienda carnal de los instrumentos del conocimiento,  lápices en vez de probetas.[1] Tal mutación visual pone de manifiesto, como consecuencia de quien mire, que una cosa puede ponerse (en lugar de) otra. La substitución universal de lo expuesto a la mirada provee un criterio omnímodo de representación: la violencia de la mediación que se ejerce a través de la  imagen. 

Desde que la mediación no permanece activa en lo que se ve, instruyendo el sentido propio de la inteligibilidad en presencia, cada quien queda librado a la libertad de ver lo que [(se) le (a)parece].[2] Por esa razón inobjetable a partir del objeto que sea, buscar razones en un régimen mundial de versiones termina por parecerse a racionalizar una media de la mediación, cargada de miradas carentes, en sentido propio, de lo que se dice ver. Una versión que mediara por la imagen entre Josephine Baker y Silvio Berlusconi, adoptaría al aire muchos niños, al tiempo que le enrostraría al populacho lo que nunca entendió.

Quienes pretenden racionalizar lo que es efecto de una mediatización del raciocinio terminan por buscarle razones al celular: su razón de ser es poner todo medio en medio de cualquier lugar. Una ubicuidad absoluta del contenido del mensaje cumple fatalmente la sentencia cartesiana: el sentido común es la cosa mejor distribuida del mundo, desde que cada uno entiende poseerlo en propiedad personal.

Sin embargo, el dictum cartesiano propende a una subordinación de la opinión, infundida por la condición sensible de los cuerpos, al gobierno del espíritu en espejo de la divinidad y por consiguiente del propio Orden del Orbe.  Por el contrario, la perfecta ubicuidad del celular, instrumentum primordial de la convergencia mediática,  en cuanto une en la pantalla la extensión planetaria, coloca cualquier orden posible bajo la selección de canal de un usuario antojadizo. 

El término “celular” es particularmente feliz para denotar la modificación de sentido que en este caso no gobierna el espíritu, sino la tecnología. Diferenciado del término francés “portable” que designa tan sólo la condición portátil bajo uso de un particular,  “celular” se inscribe en el más rancio abolengo espiritual.

Foucault identifica la condición celular como la característica distintiva de la Microfísica del Poder.[3] La microfísica de los cuerpos se instala en razón de una transferencia, desde un orden trascendente que gobernaba una distribución mundana de lugares, hacia el  propio cuerpo humano en tanto que partícula racional.[4] La misma condición del tiempo se transforma, en tanto pasa de la revelación de “los signos de los tiempos”, que dictaban por mandato divino las obligaciones de los cuerpos humanos, a la racionalidad de la máquina y la eficacia del ejercicio, que articulan el tiempo que se pone en acto desde el propio cuerpo de un particular.[5] Antiguo morador secular de la “célula-celda” del convento, el cuerpo humano pasa a constituirse en “célula-racional” de una microfísica que articula, a partir de fracciones de espacio corporal humano, ya no el sentido del Orbe dictado por el Creador, sino el propio sentido del Orden percibido, de ahora en más, por la “luz natural” de los pensamientos diferenciados ante el mundo.[6]

La significación alternativa de la lectura foucaldiana de la condición corporal en el período clásico,  en tanto organización por tabla distributiva de los lugares naturales, estriba en que trasciende la cuestión de la extensión física en tanto continuo matemático y señala la significación del “hombre-máquina” en tanto que lugar propio de la articulación del sentido.[7] Por esa razón, las decisiones no se toman sobre los cuerpos, sino desde los cuerpos humanos, razón suficiente que permite liberarlos  de una formalización previa, en cuanto el sentido del Orden cunde en el propio ordenamiento que se infunde en el mundo. La metafísica deja de confundirse con la condición inalterable pero ajena de la forma matemática y se extiende a la propia figura del cuerpo ordenado por sí mismo.[8]

 Convertido en “célula” de una “Microfísica del Poder”, el cuerpo humano supedita las decisiones a los efectos que obtiene en la sincronía de los movimientos, las posiciones y los miembros, interioridad del cuerpo que permite una “explotación” del tiempo, por parte del cuerpo que le da lugar.  

En esta perspectiva metafísica que Foucault advierte en los cuerpos, como efecto de una índole eficiente del poder social, una vez concebido el propio Orden social como eslabonamiento sincrónico, sostenido en la interioridad temporal de cada cuerpo particular, el sentido y el cuerpo humano configuran una única “célula” particular. De ahí que Foucault haya creído en la posibilidad de “desregular” la máquina total del Estado a partir de la sublevación de cadenas sub-secuenciales de la Microfísica del Orden Social, bajo la forma de  “movimientos sociales”. 

Sin embargo, la emergencia del neoliberalismo en tanto que fuerza política capaz de colocarse al margen del Estado y al mismo tiempo propugnar un orden secuencial y total de la sociedad,[9] llevó a Foucault a plantear el principio de la diferenciación del poder en la estrategia subjetiva de cada particular. En cuanto se entendiera el poder en tanto extensión pública de una forma de gobierno del sí mismo por cada quién, se volvía factible desarticular la subordinación colectiva, una vez que se la explicaba como un efecto (“cuidado de sí”) de la conducción de un sí mismo con destino a otros.

En la actualidad de la convergencia digital, que incluye en un mismo artefacto un conjunto de funciones mediáticas, la coordinación del particular con el poder no pasa por el cuerpo de cada quien, sino por el canal del que sirven los particulares para una eficacia interactiva. La sociedad no se conjuga a través de los disciplinamientos singulares de cada particular, sino en función de la conexión posible de estos últimos a través del canal mediático (“una mediatización del sentido y una mediación de las interacciones”).[10] Por esa razón la cuestión del sentido no se dirime en estas condiciones como efecto de un ejercicio de los cuerpos que gobierna la temporalidad del poder social, sino por fuera de toda corporeidad, como una condición intangible del canal que posibilita accesos diferenciados y estratégicos. La forma matemática ha vuelto a subsumir, dígito binario mediante, la propiedad del sentido, pero ya no en tanto garantizaría una ecuanimidad inalterable, sino por el contrario, en cuanto habilita a distancia insospechadas propensiones del deseo. Este deseo pasa a ser imaginado por “desarrolladores”[11] cuyo futurismo se coloca en las antípodas de toda evolución natural.

 Esta conjunción entre el poder y la tecnología desarticula el lugar singular de la soberanía, que deja a la merced del eslabonamiento mediático de los artefactos, generando una puja por su control estratégico. Al mismo tiempo la representación colapsa, en cuanto su estructura mediática –la misma que permite substituir, imagen mediante, probetas por lápices-  exigía un principio de soberanía tal que gobernase la significación de la totalidad social, en cuanto traducción secular de un destino final de la Creación divina, o de una causalidad de las “leyes naturales”.

Una rearticulación de la sociabilidad sobre la base de la artefactualidad genera una pugna por el gobierno efectivo de la tecnología,  entre las grandes corporaciones capaces de sostener el aparato de producción y distribución mediática, mientras por su lado, los particulares y las redes contraglobales pugnan por democratizar una reproducción estratégica del poder a través de la artefactualidad. 

Por esa razón pretender explicar el presente a partir de la oposición entre “movimientos sociales” y “Estado”, o incluso “Estado-nación”,[12] supone desconocer que unos y otros –partidos políticos o colectivos ciudadanos mediante, luchan por igual al día de hoy, para alcanzar la apropiación mediática que constituye la efectiva fuente de poder. Tal movimiento no incumple con el destino de la soberanía y de la representación, sino que constituye su propia conclusión histórica, en cuanto nos permite entender, una vez llegados a este punto, la condición mediática de aquel Soberano y de su propia representación, incorporados hoy conjuntamente en el tuit del vicario de Cristo.[13]

Se ha vuelto más importante ocupar la pantalla que articular un discurso. Bajo la excusa de una racionalidad que no admite las excusas, porque no se funda en la rectitud de miras, sino las miras de una suma de audiencia, el presidente de un país puede enunciar un propósito prohibido por la misma normativa que supuestamente obliga a otros a cumplir,[14] o condenar al escarmiento a quienes debiera representar democráticamente.[15] No debe extrañarnos que con un perfil compartido entre Josephine Baker[16] y Silvio Berlusconi,[17] el Uruguay pueda alcanzar cierta popularidad mediática. Ni debiera sorprendernos que llevada por una ola de irresistible popularidad Michelle Bachelet fuera electa por “arrasadora mayoría” en Chile, aunque tan sólo por amplia mayoría entre una minoría de votantes, ya que allende los Andes fueron menos los que concurrieron a las urnas que quienes se abstuvieron de hacerlo.[18]

El salto en el vacío mediático, que se practica más allá o más aquí de una cordillera de fracasos políticos, no dejará de dar de lleno en una inteligencia provista de otra altura, con su consiguiente diferencia de profundidad: ¿cuántas reivindicaciones de movimientos diversos se fundieron al unísono –de la educación al empleo, pasando por el transporte y la salud- en las redes del 15M español o en el anti-Mundial brasileño? Seamos realistas: quizás esa escritura de lo imposible esté llenando indeleble, por trazo de lápiz-probeta, un Uruguay de voto en blanco.




[1] Celina, quien ingresa en el 2º ciclo de la escuela primaria uruguaya.
[2] Heidegger, M. (2010) Caminos de bosque, Alianza, Madrid, p.84.  En este pasaje, comentado por Derrida en “Envío”, Heidegger señala que ya para Platón el entidad del ente se determinaba por  ad-spect y por lo tanto, por mediación de “vista”. Ese sentido surge con mayor claridad de la traducción francesa, que postergamos en este caso.
[3] Foucault, M. (1975) Surveiller et punir, Gallimard, Paris, p.151.
[4] Op.cit.pp.152-153.
[5] Op.cit.p.155.
[6] Op.cit.p.163.
[7] Op.Cit.p.138.
[8] Op.cit.pp.141-142.
[9] De Lagasnerie, G. (2012) La dernière leçon de Michel Foucault, Fayard, Paris, pp.148-151.
[10] Viscardi, R. “La mediatización en la comunicación artefactual: algunas interrogantes vinculadas con la cuestión del sentido” (2013) Nhengatu 01, Universidade Paulista, pp.7-8
[11] Neologismo que designa a los tecnólogos de “aplicaciones” (otro neologismo) obtenidas a través de artefactos informatizados.
[12] Jelen, M. “Revoluciones en movimiento” La Diaria (13/12/13) http://ladiaria.com.uy/articulo/2013/12/revoluciones-en-movimiento/?m=comunidad
[13] Twitter del Papa: https://twitter.com/Pontifex_es
[14] Delisa, C. “Mujica puede hacerse cargo de hasta 8 niños del INAU” El Observador (16/12/13) http://www.elobservador.com.uy/noticia/267614/puede-mujica-adoptar-30-menores/
[15] “Ahora hay que bancar” La República (12/12/13) http://www.republica.com.uy/ahora-hay-que-bancar/
[16] “Josephine Baker” Biografías y Vidas http://www.biografiasyvidas.com/biografia/b/baker_josephine.htm
[17] “Berlusconi: ya sólo falta que digan que soy gay” Dos manzanas (16/06/09) http://www.dosmanzanas.com/2009/06/berlusconi-ya-solo-falta-que-digan-que-soy-gay.html
[18] Cárdenas, J. “Chile: Abstención, mayoría absoluta” Pressenza (17/12/13) http://www.pressenza.com/es/2013/12/chile-abstencion-mayoria-absoluta/