Golpe
de ley: todo lo sólido se disuelve en los medios
2ª
quincena julio 2012
Un mal de archivo[1] corroe
la tabla de clasificación de los golpes de Estado. Cada quien recurre a la
analogía de su predilección extrayendo a
piacere, de una morfología al voleo, la explicación del golpismo en el Paraguay.
El presidente del Uruguay, fiel a su máxima de realidad al máximo, nos dice una cosa tanto como la otra, en tanto recurre a toda cosa que
de golpe pueda ser dicha “golpe”[2]. Luego,
hay quienes desagradados ven ante todo una cuestión de grado: en efectos de malversación política este golpe se parecería a otros (golpes de Estado)[3].
No dejan algunos de suponer que de Estado el golpe lo dio Ponsomby al crear, de
golpe con el Uruguay y Bélgica, el neocolonialismo: te parecerá golpe de Estado
todo lo que disuelva las reglas, sin preocuparte quién las pone[4].
Finalmente, no deja de pensarse cómodamente al golpe, cuando el Estado deja de
ser lo que de golpe sirve y comienza a ser golpeado desde un putsch al estilo cervecero de los nazis[5].
Sin embargo la ruptura
del trazo es de golpe lo más característico de este golpe: no queda nada que
rasgar, porque el mismo corte fue ensayado hasta el cansancio con anticipación.
El efecto de continuidad de las instituciones, en tanto lugares comunes de la
ley, desaparece cuando el ensayo de juicio político se ejerce 23 veces para
adquirir finalmente una forma legítimamente objetable. Lo que pasa a ser lugar
común y por lo tanto institución, en tales condiciones, es el propio golpismo.
Tal golpe de Estado a reiteración obedece a una licuación del efecto de
permanencia institucional, una vez que la base social es substituida, en aras
de la propia consistencia natural de toda relación representativa, por los comunicadores sociales, cuando no por
los relacionistas públicos. Agrupados en sus propias esferas de relaciones, estos
comunicadores relacionistas o viceversa no dejan de relacionarse
comunicativamente por emisiones dando su versión de los hechos, es decir, el
hecho de su versión. Tal versatilidad de las versiones que comienzan a
desfibrar el conjunto de la sociósfera pública, contribuyen decisivamente a la
instalación del golpe de Estado
informacional[6].
En un golpe de estas
condiciones, el inicio del golpe coincide con un incremento de la inestabilidad
de la opinión pública. Pero el que golpea primero no siempre golpea mejor, ni necesariamente gana la pelea. Presentar a Lugo nockt-out tras un golpe de Estado dado desde la ley, es olvidar que un golpe de
ley es ante todo un buen golpe. Es decir, que “ley” no dice sólo la norma, sino
también la calidad efectiva. “Golpe de ley” no significa apenas la tergiversación
de un texto legal para manipularlo desconociendo su sentido legítimo, sino también
lo apropiado de la fuerza puesta al servicio del mejor impacto.
Desde este punto de
vista, presentar a Lugo en tanto víctima de una conspiración exitosa pero antipopular,
no ayuda a sostener la trayectoria depuesta en lo que precisamente el golpe en
el Paraguay intenta detener: su capacidad de personificar un sentimiento
popular de dignidad y justicia. El presidente víctima de una maniobra
parlamentaria logró concitar en torno a su postulación una adhesión humilde significativa, que lo ubica como referente de una alternativa al poder
consuetudinario que asola al Paraguay, pasando por un régimen de excepción
permanente y dejando una opresión interminable.
Sin embargo, es
necesario observar que esa adhesión popular a un perfil presidencial no se
hubiera concitado sin contar con la misma índole mediática que transcurre por
abajo y por encima de las instituciones. La resonancia opuesta de un mismo canal
informativo supone una orquestación golpista de cuarteles, publicaciones y
sectas diversas, que termina por poner las leyes al servicio de cualquier
fuerza. El golpe de ley deviene régimen de enunciación del golpe de Estado
informacional, una vez que la regulación de la versión configura un régimen
público del sentido.
Ahora, una regulación
no es una fatalidad sino, por el contrario, los efectos acumulados de la contingencia,
en cuanto regula condiciones disímiles en pos de obtener cierto ritmo de
acaecimientos. La concepción esencialista que ve “determinaciones” fatales allí
donde cunden circunstancias variables, no hace sino consolidar una visión subtancial-esencialista,
que al igualar la naturaleza con la emanación de un orden, termina por generar la
fatalidad social de un campo de concentración (de derecha o de izquierda). De no ser así, todos los intentos de golpe de
Estado (infaliblemente consignados por el presidente Mujica bajo un mismo
rótulo) hubieran culminado exitosamente tras salir de bambalinas, lo que no fue
el caso, ni en Venezuela ni en Ecuador, por ejemplo.
Luego, Lugo no puede
ser remitido a una fatalidad de las instituciones que determinadas fuerzas (la
oligarquía, el imperialismo, las trasnacionales) quiebran en su continuidad,
sino que su deposición representa la continuidad de tantas fuerzas (la
oligarquía, el imperialismo, las transnacionales) sumadas, que pueden regular
lo que habrá de ocurrir para que, llegado el caso, lo maduro caiga. Esta fuerza
(de ley) que puede actuar en continuidad y con persistencia para lograr la
persuasión de una base de apoyo, también puede ser implementada contra un golpe
de Estado, a favor de la emergencia de luchas que se abran paso contra el
poder.
Cuando Marx anuncia la
evaporación de lo sólido en la atmósfera capitalista de la producción
incesante, no deja de advertir, en un tramo de la frase poco destacado, que
cierta condena de la persona a la frialdad prosigue a la combustión de los
vínculos sociales[7].
Sin embargo, la condena a la baja temperatura individual que consigna el
Manifiesto del Partido Comunista parece evaporarse hoy día, ante el paso súbito
al estado gaseoso que provoca una ebullición de medios.
Ante todo, esa fuerza de
evaporación institucional significa que la condición humana no está condenada a
determinaciones y trasfondos inalterables, sino que consigna una suma de
intervenciones, de apoyos y de resonancias, que también acuden a favor de los
sectores más postergados.
Entre tantas analogías que
colaboran infructuosamente con la comprensión del golpe de Estado en el
Paraguay, ninguna se detiene en el paralelo entre el presidente depuesto, sus
antecedentes y correlatos, como si su figura se encontrara atada a la misma
hechura del poder que lo depuso. Por el contrario, tanto por el perfil de apoyo
popular con que se inicia, como por la irradiación de una personalidad política
afín al sentimiento mayoritario, debiera sugerir inmediatamente el paralelo con
Mujica.
Este paralelo, más allá
de las pautas y trayectorias de una y otra figura presidencial emerge,
para una lectura atenta, entrelíneas pero inequívocamente, de la imputación que
el senador Bordaberry dirige al presidente uruguayo. El enésimo infortunio
declarativo de este último, que algunos confundieran tiempo atrás con
genialidad política –cuando no con enunciación filosófica, puso en cuestión la
condición jurídica de las normas, de cara a la pertinencia pública. Por un
efecto de contagio, que no debe ser desestimado en un contexto de versiones en
cascada, un jerarca policial llamó a “repetir” con Mujica el derrocamiento de
Lugo, generando de inmediato su propia defenestración jerárquica[8].
El fundamento de la
imputación de Bordaberry (Pedro) admite, desde el punto de vista de la violación
de la letra de la ley, la comparación con la acusación de desgobierno represivo
que se usara contra Lugo[9]. Tales
contagios, pueriles en el caso del policía exaltado, estratégico en boca del senador (Bordaberry), señalan a las claras
que el golpe de ley pasa por aquella versión exitosa en irradiar desde su
propio campo, para congregar simpatías y neutralidades. En el caso del Uruguay,
la puesta en cuestión de la legalidad configura un casus belli de la polémica pública, en cuanto abre la caja de
Pandora de una regulación discursiva y social primordial, de cara a la
labilidad de las condiciones nacionales e internacionales, que dieran origen y
sustentaran trabajosamente luego, la misma continuidad del Estado-nación.
Los manotazos de
ahogado de un gobierno aislado dentro de su propio partido[10]
no dejan de augurar condiciones para un golpe de Estado informacional,
que en el caso uruguayo se desenvuelve, paradójicamente, con el curioso
predominio de autogolpes de ley[11].
[1]
Para Derrida, el “mal de archivo” consiste en que “arriesga lo que salva”, ver Derrida,J.
(1997) Mal de archivo, Trotta, Madrid,
pp.19-20.
[2] “Entre votados
y botados” Montevideo Portal
(12/07/12) http://www.montevideo.com.uy/notnoticias_172209_1.html
[3] Moreira, C. “Democracia
Interrumpida” Compañero (30/06/12) http://www.pvp.org.uy/?p=2977
[4] Pereira, M. “Salivando
contra la ley de gravedad” La Diaria
(12/07/12) http://ladiaria.com.uy/articulo/2012/7/salivando-contra-la-ley-de-gravedad/
[5] Legnani, R. “No
es perro, pero ladra y tiene cola” La
Onda Digital (26/06/07) http://www.laondadigital.com/LaOnda/LaOnda/583/A3.htm
[6] Virilio,
P.(1996) El arte del motor (cap. “El
golpe de Estado informacional”) Manantial,
Buenos Aires, pp.33-44.
[7] Marx, K. (1992)
La cuestión judía y otros escritos,
Planeta-Agostini, Barcelona, p.251.
[8] “Fulminante
destitución de jefe policial uruguayo por alentar en Facebook el derrocamiento de
Mujica” La Red21 (12/07/12) http://www.lr21.com.uy/politica/1048200-fulminante-destitucion-de-jefe-policial-uruguayo-por-alentar-en-facebook-el-derrocamiento-de-mujica
[9] “La columna de
Pedro Bordaberry” Compromiso por Salto 85
(11/07/12) http://www.compromisoporsalto.com.uy/2012/07/la-columna-de-pedro-bordaberry-12/
[10] “Separados al
votar” Montevideo Portal (09/07/12) http://www.montevideo.com.uy/notnoticias_171899_1.html
[11] “Marihuana: si
el 60% no apoya, se irá “al mazo”, dijo Mujica” La República (12/0712) http://www.diariolarepublica.net/2012/07/sin-apoyo-se-va-al-mazo/