Víctor
Hugo entre militares: leer sin libro o la dictadura del relato
2ª
quincena agosto 2012
Victor Hugo creció
entre militares, ya que el escritor romántico era hijo del general Hugo, uno de
los principales jefes castrenses que rodeaban a Napoleón Bonaparte. Esta
filiación biológica del autor de Los
Miserables eslabona la infinitud histórica del vínculo entre el pueblo y la
literatura, en un sentido revolucionario que el célebre autor ilustró incluso con Noventa y tres, obra dedicada al año clave
del equilibrio entre la revolución y la contrarrevolución, por igual nacientes en aquel distante entonces. En la actualidad el relato
histórico no sigue a los hechos sino en vivo y en directo, simultaneidad que
zambulle la historia en la contemporaneidad[1] y
la política en la tecnología mediática.
Quizás Matías Rótulo
acertó en el elemento decisivo de la polémica en torno al libro Relato Oculto[2],
al subrayar la incidencia de intervenciones sobre una misma publicación que no
parecen instruidas por la lectura del texto, a comenzar por la suya propia[3]. Una
subordinación de la lectura del documento de referencia al desarrollo de la
polémica, que pasa a des-documentarlo por contextualización forzosa, funda la
posición de Rótulo, en razón de la hegemonía comentarista que ejerce el sistema
de medios sobre cualquier publicación singular.
En verdad, nadie polemiza periodísticamente
sobre un libro con el mero propósito de constituir un foro de discusión de
lectores avezados, sino ante todo para hacer cundir cierto sesgo entre recepciones
posibles, pero no necesarias, de terceros. En cuanto la publicidad suplementa
la discusión especializada, generalizando la extensión mediática de un
cuestionamiento, se configura cierto efecto público de convicción, que supera
en mucho el índice de lectores posibles y determina un estado de opinión
pública al respecto, que ante todo prescinde de la condición textual de su
objeto de discusión.
Subsiste en el polemista no instruido en la
lectura de la obra comentada, sin embargo, cierta culpabilidad relativa al
desconocimiento de eventuales elementos argumentales o informativos,
paradójicamente textuales antes que contextuales, que levanta la sospecha de una negligencia
culpable, ocasional causa de apreciación errónea acerca de la cuestión
debatida. De tal forma, la culpabilidad
furtiva del lector perezoso se posa, con “insoportable levedad” de omisión
crítica, sobre los hombros del polemista mediático.
Habrá advertido el
generoso lector de este blog, así como lo declaramos ahora para quien lo aborda
por primera vez, que difícilmente se encuentre en estas páginas referencia a lo
que se ha denominado “investigación periodística” o “ensayo histórico-político”.
En efecto, predomina en esas orientaciones de la elaboración crítica, una
indagación o una perspectiva atenida al contexto, entendiendo que tales
remociones de datos pueden aportar elementos decisivos, sea para elucidar
actuaciones o para esclarecer alternativas.
La indagación
periodística sistemática, concienzuda y muchas veces de singular coraje
personal, ha hecho aportes relevantes al conocimiento público de circunstancias
decisivas de la tragedia política vivida por la sociedad, hace tan sólo pocas
décadas, así como al esclarecimiento de circunstancias lesivas para los
derechos humanos y sociales en una gama amplia de circunstancias públicas. Sin embargo, la particular actitud uruguaya en el plano intelectual que siguió a la falencia universal de las concepciones
sistemáticas de la historia y la política, llevó a una actitud defensiva
predominante en el campo de la elaboración intelectual, como efecto de una identificación con el
sistema político, particularmente en sus expresiones afectadas por la crisis de
la modernidad. Esta coyuntura se ha expresado singularmente en una actitud resistente a las tendencias alternativas en el presente del pensamiento,
incluso académicamente, de tal modo que
se ha propiciado por renuencia crítica la confusión del relato de una tragedia
vivida ante la represión, incluso heroicamente, que sin distinguirse en aristas propias viene a ser identificada, por omisión conceptual, con la necesaria
reformulación de perspectivas teóricas. Pero denunciar no puede ser confundido
con trazar un rumbo, aunque aporte a esclarecer los pasos dados.
La posición que se sostiene desde estas
actualizaciones quincenales se contrapone críticamente a esa percepción de la
elaboración intelectual, en cuanto conducida por su propia necesidad conceptual,
la indagación esclarecedora acarrea, por la misma ambición probatoria que la
remite a lo sucedido, un espectro de diferenciaciones siempre sugestivas, pero
nunca suficientes de cara a una propuesta.
Más allá de casos y
circunstancias excepcionales que conviene compilar ordenadamente, el relato de elementos informativos desconocidos
encuentra en los órganos periodísticos un campo suficiente de desarrollo, así
como el debate ideológico proporciona por medio del periodismo de opinión
adecuada cristalización al esclarecimiento político. Ahora, ninguno de esos dos
extremos periodísticos de la crítica, incluso cuando posibilitan distinciones
en un eje histórico, alcanzan a infundir un relato alternativo, porque sus
propias premisas parten de aportar información inédita a versiones en vigor o
de inducir perspectivas ya elaboradas desde otros ámbitos. La actividad que
elabora perspectiva no se reduce a pruebas que parten de hechos ocurridos, ni a
la implementación programática de insumos conceptuales.
Por el contrario, desde
este blog se ha cotejado las informaciones periodísticas con un trasfondo
teórico que no puede provenir de ellas. Se destaca en el presente público la
generalización de la interactividad inducida por los “nuevos medios” (blogs,
sitios web, redes sociales), que perfora por anticipación activa (inter-acción)
todo “estado de la información” en tanto “estado de cosas”, al tiempo que
convoca a la elaboración teórica sobre un terreno de actualidad –en tanto
diferenciación entre “mirar” y “ver”. El cruce entre la generalización social de
la tecnología y la personalización del acceso bajo condiciones virtuales a la actualidad,
parece conducir a una generalización de las redes y a la significación
creciente que adquiere la formación intelectual, en cuanto potencia la lectura
configurada, cuando no la eliminación en buena parte, de una masa de información desbordante.
Esta tendencia hacia un campo mediático
constituido centrípetamente a partir de la convergencia de medios en un único
canal y diseminado a través de intervenciones ancladas en idiosincrasias
singulares, desplaza el lugar del libro en tanto soporte general de hábitos
intelectuales. Pero asimismo, con la especialización creciente de ese soporte
de papel y tinta, desaparece también un campo de sensibilidad crítica que se
asociaba a la cultura del Libro, es decir, a la lectura en tanto interpretación
de una fuente del saber trascendente, superior y soberana[4].
Es probable que la
confusión entre investigación teórica e indagación periodística, así como la
que predomina entre difusión cultural y elaboración intelectual, esté
determinada por la creciente subordinación de la naturaleza crítica
(humanística) a la interactividad mediática (tecnológica) y de la enunciación
discursiva a la campaña publicitaria. Derivando hacia un terreno menos
jerárquico y articulado, pero más mediatizado (en los dos sentido del término:
“encarcelado” y “formateado”), el campo de la crítica se (re)configura en clave
de crisis polémica, recuperando así el sentido contingente que también
atesoraba la decisión (krynein:
decidir) en la antigüedad griega. También pudiera ser que el sentido de
emanación de una fuente trascendente que se encuentra detrás de la infinitud
bibliográfica, que compendiaba simbólicamente el “Libro de los libros”, pase a
ser entendido en tanto agregación virtual (mal que le) pese a la totalidad de
la información.
Ilustrando ese criterio
alternativo, el libro Relato Oculto
revela márgenes de significación que superan, en ribetes de actualidad, la ya
ampliamente desplegada discusión sobre el totalitarismo, oportunamente instalada
bajo el benévolo rótulo de “dictadura militar”. Una quizás inadvertida, pero
igualmente sugestiva sobreexposición crítica, convierte la “revelación” sobre
un episodio ocurrido bajo aquella “dictadura” en un “revelado” que fotografía
el presente, en cuanto somete a un procedimiento de re-velado (una substancia
actúa sobre otra)[5]
la subordinación de la investigación y el ensayo (sobre la historia y la
política) al ejercicio periodístico y al campo mediático (sobre los medios y
los periodistas). En efecto (mediático), conviene advertir que la polémica en
torno a Relato Oculto involucra la
figura de periodistas en liza profesional, así como se vincula, por los sesgos
polémicos que induce, a la actual discusión en torno a una ley de medios, es
decir, replica la coyuntura que involucra al poder político de cara al “enemigo
con el que duerme”: el empresariado de los medios de comunicación.
En cuanto una discusión
sobre los sucesos asociados al totalitarismo en el Uruguay parece determinar
cuestiones relativas a la ética periodística, que por su lado presentan por
contexto los medios de comunicación, la factura que se extiende a Víctor Hugo
Morales da por sentado un “libro negro”: la condición diferenciada de aquel período
totalitario y los márgenes de su significación propia. En efecto, si la vesania
profesional de un periodista se encuentra suficientemente probada por su
proximidad con los militares, entonces las condiciones particulares que
propiciaron el ascenso castrense, fortalecieron su rol y finalmente le
entregaron progresivamente el acceso a los instrumentos del poder, es decir, el
contexto gravitante de los partidos tradicionales “históricos”, en pleno
ejercicio del gobierno y de las mayorías parlamentarias estratégicas del
período que lleva al golpe de Estado, se encuentra subrepticiamente sobreseído.
Es decir, el desarrollo
argumental que lauda la actitud periodística de Víctor Hugo Morales con base en
su proximidad con los militares en cierto período, en cuanto hace pie
exclusivamente entre la contradicción del relato imputado y lo revelado por la
documentación fáctica de los hechos, da por sentado un laudo con relación al
período en cuestión. Por consiguiente, apoya la hipótesis de un “mal radical”
de los militares y de su supuesta génesis en una “coyuntura aciaga”, donde no
puede sino surgir la figura contrapuesta de la “subversión” guerrillera, en
tanto contendiente fatal. Toda reducción de la coyuntura totalitaria a un
enfrentamiento entre militares y subversivos absuelve a las formas
tradicionales del poder en el Uruguay, o sea a blancos y colorados, inefablemente
convertidos en el “tercero distraído” que surge compasivamente constituido en
víctima, tras el curioso atropello al
poder que relata la “teoría de los dos satanes”.
Correlativamente, esa
“corrección tradicionalista” refuerza por su propia limitación crítica el
relato propio de la autocomplacencia uruguaya, que en la retrospectiva eterna
de una “edad de oro” del período batllista, confunde por convicción adquirida
corrección de procedimientos, en definitiva de índole moral e institucional,
con vigencia de actitudes. Ese trasfondo en que la “teoría de los dos satanes”
se configura sobre la base idiosincrática de una autocomplacencia conformista y
profundamente agresiva con toda diferencia idiosincrática –por ejemplo
“piquetera”- ha generado algunos de los sucesos más vergonzosos de la historia
reciente del Uruguay, entre los cabe recordar, como “frutilla en la torta”, la
“conversación en busca de apoyo ante la amenaza argentina” que el primer
presidente de izquierda (¿…?) confesó haber mantenido con Bush. O la defensa del “golpe de ley” paraguayo por
la derecha uruguaya porque “la letra de la constitución lo habilita”. ¿No sería
defendible el “pachecato” en el Uruguay por la mismas razones, porque en
definitiva no “violó” la letra, sino que “usó perentoriamente” la constitución
al reinstalar “de un día para el otro” las “medidas de seguridad”, que el
Parlamento levantaba una y otra vez en un gesto inequívoco? ¿No configura un
equívoco análogo dar por “perversa” toda actuación y gravitación militar sin explicar quien la
indujo, sostuvo y alentó en un sentido que no dejaba dudas, ni por el contexto
interno ni por el internacional de aquel entonces?
Si por el contrario el
libro no se dirige a una explicación de la dictadura sino a una aproximación
crítica al contexto actual del periodismo, en razón particularmente de una
falacia mitomaníaca, producto de un perfil de personalidad, la argumentación
debiera extenderse al contexto de los medios. En ese caso, cabría un análisis
en torno a las tensiones a que se ve sometido el periodismo en razón de la
transformación tecnológica, particularmente aunque no tan sólo, en razón del
surgimiento del periodismo digital, pero asimismo, en razón del cotejo entre las
expresiones comunitarias y los intereses colectivos más alejados del
empresariado, en cuanto al presente alcanzan mayor influencia relativa, por
intercesión ante los actuales regímenes gubernamentales de la región. En ese
caso, el trasfondo no sería la dictadura, sino el cotejo entre perfiles
profesionales, en cuanto tales tendencias reflejan transformaciones en el poder
mediático, particularmente en razón de la puja actual en torno a la definición
de instrumentos legales y de nuevos medios de comunicación.
En cuanto el planteo
tiende a laudar la cuestión en el trillado terreno de un esclarecimiento informativo
de los hechos, consagra sin embargo, en aras de esa misma verosimilitud
consabida de antemano, la carencia de alternativa explicativa a la “teoría de
los dos satanes”. La mera sugestión informativa no agrega nada al relato de la
dictadura como tal, en cuanto la proliferación de la polémica en réplicas
mediáticas a tropel, determina la fatal inscripción de la versión que sea, incluida
por añadidura cualquier crítica, en el metarelato que provee el registro
dominante. La sedimentación interpretativa previa, que inculca por andanadas
una difusión tan acelerada como escandalizada, también impone una dictadura del
relato, que ni siquiera ofrece margen de imputación relevante en torno a las
pasadas actuaciones de un relator en cuestión, más allá de una sensibilidad ética[6].
Pudiera ser que el “sistema de medios”
determine, a través de versiones hegemónicas para una misma sensibilidad, un curioso aire de familia entre el relato deportivo
facilista, el relato de la dictadura en tanto tropelía contra un “tercero
distraído” y la dictadura del relato en tanto incidencia rectora de un metarelato.
Un extraño hilo de conducción de la realidad informativa, o de la información
real, o incluso y por sobre todo, de la realidad a informar, pautaría en clave
de una sintonía compartida por la mayorías, una continuidad “real” del relato o
del “relato” de lo real. Tal realidad del relato “cubre” bajo pretexto de
comentario tanto como encubre al hilvanar, desde la transmisión radial de la
pugna deportiva hasta la versión histórica de una puja entre bandos
enfrentados.
Esta dictadura del relato
se desarrolla en el eje de una “sociósfera” confinada en la “agenda setting”
que programa la información, en cuyo devenir no es necesario pensar en un
afuera que la determine, ni siquiera como su “tercero distraído”, ya que el
principio de tal equilibrio informativo consiste en evitar la contingencia
diciéndose, sin embargo, su relator. Quizás por esa subordinación estridente a
la escena mediática, incluso cuando se vocifera la polémica, muchos prefieran
comentar el comentario del libro a leerlo, en cuanto tal re-velado (exposición
de una sustancia a la acción de otra) de la crítica (mediatizada) sobre la
crítica (literaria) corresponde a una discusión que ya circulaba en los medios
antes de llegar a la encuadernación de una obra.
Desde entonces el libro queda fuera de
cuestión, como posibilidad de relato desde un más allá que trascienda la propia
esfera periodística. En tal retorno sobre sí desde un límite infranqueable y
quizás abominado se configuran, entre sí, tanto un leer sin libro como una
dictadura del relato.
[1] Vattimo, G. (1990)
La sociedad transparente, Paidós,
Barcelona, pp.95-96.
[2] Haberkorn, L.
Alvarez, L. (2012) Relato Oculto,
Planeta, Montevideo.
[3] Rótulo, M. “El
libro de Alvarez-Haberkorn: alguien va a ladrar” Voces (09/08/12) Montevideo, p.29.
[4] “L’au-delà de
la clôture du livre n’est ni à attendre ni à retrouver » « El más
allá de la clausura del libro no debiera esperarse ni encontrarse »
(traducción R.V.). Derrida, J. (1967) L’écriture
et la différence, Seuil, Paris, p.436.
[5] Virilio, P. (2007) L’Université
du desastre, Galilée, Paris, p.32.
[6] Pereira, M. “Trapitos
al sol” La Diaria (06/08/12) http://ladiaria.com.uy/articulo/2012/8/trapitos-al-sol/