Aborto
de verdad: la excomunión ante Lacan
1ª
quincena noviembre 2012
Una coincidencia que
propicia la excomunión, vincula al libro La
no-excomunión de Jacques Lacan. Cuando el psicoanálisis perdió a Spinoza[1]
con la excomunión de los parlamentarios uruguayos que votaron la ley de
despenalización del aborto. El libro de orientación psicoanalítica origina en
estos días eventos lacanianos en Montevideo[2], de
manera que su presentación se pone en paralelo con la excomunión, que por razones doctrinarias la Conferencia
Episcopal uruguaya da por implícitamente sentenciada, sin notificación a los
interesados, a partir del texto teológico[3].
Igualmente implícita la
auto-excomunión de Lacan se infiere, según la presunción del célebre
psicoanalista, de los avatares de un congreso reunido en Stockholmo, por el año
1963. Inversamente a lo que ocurre con los parlamentarios uruguayos que han
votado la ley de despenalización del aborto, tal excomunión no cuenta con
ningún registro institucional de parte ejecutante. Sin embargo, en el sentido
que da Lacan al término, por más que vincule su peripecia sueca con la
excomunión de Spinoza en 1656[4], la
excomunión significa, en un sentido lato, la exclusión que margina de una
comunidad. Esta significación se encuentra asimismo extendida a partir de la
vasta significación del término francés que la designa: excommunication.
Tan vasta marginación
sigue caminos tortuosos, tanto en el relato del libro de José Attal, como en el
caso de las declaraciones que emanan de la Iglesia uruguaya, con relación a los
parlamentarios excluidos del sacramento de la comunión. Según el libro que plantea
la polémica, Lacan rectifica su auto-excomunión, en cuanto la convierte en mero
“hecho” al que refiere a posteriori
desde una comunidad alternativa que lo adopta, por manes de Althusser, en
beneficio de la influencia directriz que el segundo ejerce sobre la filosofía
marxista de los 60’. Integrado en l’Ecole
Normale por obra y gracia del aggiornamiento
teórico del marxismo, Lacan rehusa “todo Spinoza” según el criterio de José
Attal, cuando pocos meses después recusa la máxima “Amor intellectualis Dei” (Amor intelectual de Dios). Inversamente,
interrogada acerca del dictamen que fulmina a los parlamentarios que votaron la
ley, la iglesia uruguaya lo hace derivar del texto de la norma eclesial, como
si cierto pudor político la llevara a eclipsarse detrás de un dictamen
subrepticio.
Basta comparar el
edicto de excomunión que pesó sobre Spinoza en el siglo XVII con el aislamiento
que se cerniera sobre Lacan, o con cierta inconveniencia que encuentra la
Iglesia uruguaya en pronunciarse sobre las personas, para observar que el
criterio de excomunión toma, desde hace ya buen tiempo, un sentido lato difícil
de consignar con precisión. En el caso uruguayo se suma la postura presidencial
vernácula, cuyo zafarrancho de opinión apoya un plebiscito destinado a derogar
lo que dificultosamente llegó a aprobar la mayoría del partido de gobierno[5]. Tal
amplitud de miras democráticas presidenciales fue antecedida por el veto de una
ley con el mismo objeto, pero con contenido más radical, interpuesto por su antecesor surgido de las
mismas filas partidarias, mientras enfáticas declaraciones del propio Mujica
proclamaban, por entonces, un “principio
de no intervención” en el desenlace legislativo.
Excomulgada de la
institución, ante tantos vaivenes de laxitud, la excomunión queda vinculada a la verdad de
la exclusión. Llevada al gradiente de saber lo que supone la exclusión, en
cuanto se contrapone a la admisión, la excomunión queda a la merced de la
verdad del límite que dictaminan las instituciones. En tales términos de verdad
que instituye un adentro y un afuera, el dictum
del propio Lacan sobre el monopolio religioso propio a la Iglesia Católica[6]
alcanzaría para fundamentar, in voce
como en el caso de Spinoza, o sotto voce
como ocurre con los parlamentarios que votaron la despenalización del aborto,
la excomunión del propio autor de “La no-excomunión de Jacques Lacan”. El autor
de los Ecrits confiere a la Iglesia
Católica los derechos de autor sobre la única religión, que atribuyéndose el
vínculo propio al todo que mancomuna sentido y verdad[7],
excluye por sus propios fueros a todo otro culto dedicado a lo divino.
El propósito de Lacan es por demás tajante y
sibilino, lo sostiene a lo largo de una conferencia de prensa mientras polemiza,
en la Roma eterna que visita por el año 1967, con los mismos periodistas que
intentan infructuosamente cercarlo con preguntas trazadoras, ante la
impenetrable aseveración cifrada. Según Lacan existe una sola religión, la
católica, apostólica y romana. Su religiosidad consiste en la prolífica
extensión del sentido, que amenaza incluso con aniquilar la débil interrogación
psicoanalítica, en razón de la entidad concernida por el sentido religioso (exclusivamente
católico), que no es otra que la
mismísima verdad.
La puridad de la verdad
como criterio de la excomunión articula, sin embargo, todas las variantes
circunstanciales de exclusión que consideramos, en lo anterior, como
antecedentes. Spinoza es excomulgado por la verdad que profesa en tanto
filósofo. Lacan por la duración de su sesión ante la verdad práctica del
análisis. Los parlamentarios de izquierda que votaron la ley de despenalización
del aborto por la verdad de la concepción divina de la vida. Attal, que propone
un culto incrédulo en tanto modelo de escuela freudiana, por lo que dijo Lacan
de la verdad con relación a la religión católica. Mujica se excomulga a sí
mismo, no como presidente, sino como hablante incontinente de una verdad que es
tanto una cosa como la otra (digo que respetaré el laudo parlamentario sin
vetarlo, pero ya que estamos, me parece mejor un plebiscito).
Pareciera, si aplicamos
la verdad como medida para dirimir la exclusión, es decir la excomunión, que el
sentido de la verdad explica porqué un protagonista llega a ser marginado,
según la trascendencia de un dictamen. Pero asimismo, para que tal alcance de la verdad deje a un antagonista al
margen, es necesario que el sentido lo haya involucrado en una misma dirección. La direccionalidad trazada
desde el sentido de la verdad constituye la religión, en tanto laudo trascendente,
que no logra excluir sino porque, inclusive, incorpora negativamente.
Con idéntico propósito
Serge Margel explaya, 28 años después de aquella provocativa conferencia de
prensa que Lacan sostuvo en Roma, la clave de la enigmática declaración del
psicoanalista francés[8]. La
Iglesia Católica constituye la única religión, para Margel, porque su doctrina
iguala teológicamente este mundo con el celestial, en cuanto la divinidad
concibe el mismo designio, para un único orbe que comprende, por igual, más acá
y más allá[9]. La
trascendencia que une la verdad de dos esferas distintas proviene de la
encarnación, que el propio Dios sufre como cualquier mortal, de forma tal que
una misma provisión de destino trasciende, por encima del límite que separa
vida y muerte[10].
La trascendencia une los dos lados del mismo designio que la delimita, en tanto
el sentido de la verdad expresa el vínculo que comparten Creador y creatura,
existencia celestial y terrena.
Sólo puede excluir
quien puede discriminar. No discrimina sino quien incrimina, desde la verdad,
que sólo se alcanza, en verdad, por la trascendencia del sentido. No existe
verdad sin trascendencia del sentido y esa es toda la verdad de la verdad. De
ahí que Tarski no pudiera avanzar más allá de la índole semántica de la verdad[11].
Es que a la verdad le alcanza con alcanzar la trascendencia del sentido, donde
caben toda la semántica y la verdad. Por la misma razón la Iglesia, para ser
católica, apostólica y romana, debe ser excomulgando, ya que de no hacerlo no
tendría sentido, en verdad, la trascendencia de la divinidad, en cuanto todo
formaría parte de un único magma secular, democrático y multitudinario.
En eso estamos, mal que
le pese a las discriminaciones religiosas y laicas por igual, ya que unas y
otras se sostienen en ignorar que hace algunas décadas descubrimos, con
Wittgenstein, que el lenguaje en el que anida todo sentido no concierne sino al
propio mundo que designa[12],
mientras Foucault señaló asimismo que en verdad el poder no se toma sino a
través de “juegos de verdad”[13].
Quizás hayamos perdido a Spinoza, pero ¿quién encontraría a quién en el juego del
Amor intellectualis Dei?
[1] Attal, J.
(2012) La no-excomunión de Jacques Lacan.
Cuando el psicoanálisis perdió a Spinoza, Cuenco de Plata, Buenos Aires. En
este texto seguimos el original francés Attal, J. (2010) La non-excommunication de Jacques Lacan. Quand la psychanalise a perdu
Spinoza, l’Unebévue éditeur, Paris.
[2] L’Ecole Lacanniene de Psychanalise
organiza en estos días varios eventos en Montevideo en torno al libro de José
Attal. Entre ellos, una conferencia del autor en el Centro de Farmacias, Lauro Müller 2028, el 6 de noviembre próximo a
las 20h.
[3] “La Iglesia
Uruguaya excomulga a los políticos que votaron la ley del aborto” Religión Digital (19/10/12) http://www.periodistadigital.com/religion/america/2012/10/19/la-iglesia-uruguaya-excomulga-a-los-poiticos-que-votaron-la-ley-del-aborto-religion-obispos.shtml
(acceso el 1/11/12)
[4] “Decreto de
excomunión de Baruch Spinoza-1656” La
Máquina del Tiempo http://www.lamaquinadeltiempo.com/algode/spinoza.htm
(acceso el 1/11/12)
[5]
“Usted dirá” Montevideo Portal
(29/10/12) http://www.montevideo.com.uy/notnoticias_182947_1.html
(acceso el 1/11/12)
[6] Lacan, J.
(1980) « Conferencia de prensa del Doctor Lacan » en Actas de la Escuela Freudianna de Paris,
Petrel, Barcelona, p.23.
[7] Op.cit.p.21.
[8] Margel, S. (2005) Superstition,
Galilée, Paris.
[9] Op.cit.p.89.
[10] Op.cit.p.91.
[11] Tarski, A.
(1997) “La concepción semántica de la verdad y los fundamentos de la semántica”
en Teorías de la verdad en el siglo XX,
Tecnos, Madrid, pp.65-108.
[12] Wittgenstein,
L. (1961) Tractatus lógico-philosophicus,
Gallimard, Paris, p.141.
[13] Foucault, M. “La
ética del cuidado de uno mismo” Scribd http://es.scribd.com/doc/30828120/Michel-Foucault-La-Etica-Del-Cuidado-de-Uno-Mismo
(acceso el 1/11/12)