El
Palo Amplio: la Noche de la Nostalgia pachequista
2a
quincena, agosto 2015
Ante la acusación lanzada por gremialistas de la educación al gobierno actual, al que se acusa de colocarse a la par del pachequismo, conviene detenerse brevemente en algunos rasgos del presente. Los
lamentos acerca de la incomprensible actualidad que rodeó al penoso
retorno de Amodio, cuando no el reclamo de que los tupamaros hubieran
sido “más machos”,1
se han dado de bruces una vez más con la incomprensión del pasado.
Ya se sabe que quien no lo comprende lo hace presente. Amodio sigue
resonando y encontrando tribuna, pese a la inverósímil
justificación que intenta, porque la tragedia del Uruguay en los 60'
no fue superada por un replanteo ordenador de la perspectiva
presente. Si no fuera así, la reiteración farsesca de la
sublevación tupamara que encabezó Mujica no hubiera encontrado
prensa ni público. Es en esa línea que conviene entender tanto el
lugar que ocupan las lamentables argumentaciones de Amodio, como la
acusación que los sindicalistas de la educación acaban de lanzar
contra el gobierno actual: el decreto de esencialidad de la
enseñanza lo coloca junto a los interventores pachequistas y
post-pachequistas de aquel pasado.2
Un
reciente trabajo de investigación acerca de la reforma universitaria
en el Uruguay aclara el porqué de esta continuidad y de la misma
imposibilidad de comprender, a través del presente, el pasado. El
trabajo señala que una vez lograda aquella reforma universitaria del
58', la Universidad de la República se encontró ante un gobierno
decidido a instalar un organismo de conducción de la investigación. Asimismo, ante un contingente que contaba con muchos
universitarios afines a instalar una “ciencia pura”, al margen de
la articulación comunitaria que supone una universidad, sobre todo
una que acababa de lograr una reforma tan radical como aquella.3
Esta
descripción corresponde exactamente al elenco de actores de la
educación nacional desde los dos últimos gobiernos frenteamplistas.
La razón de esa continuidad es que desde el 58', esos tres actores
básicos -políticos que pretenden “gobernar” la educación,
académicos dispuestos a recibir apoyo a cambio de silencio crítico
y universitarios identificados con la autonomía del saber, con
distintas modulaciones políticas, ideológicas y teóricas, no han
dejado de constituir el elenco determinante del escenario
universitario en principio y de la educación en su conjunto
posteriormente.
Esta
curiosa continuidad es efecto, asimismo, de una significativa
tardanza: mientras el primer congreso de estudiantes latinoamericanos
se reúne en Montevideo en 1908 y el movimiento de Córdoba estalla
10 años después, en el Uruguay, pese a los intentos que comienzan
en los años 30', la reforma universitaria sólo triunfa 50 años
después del comienzo efectivo del autonomismo. La razón de esta
tardanza se debe al influjo que el sistema de partidos ejerció para
mantener a la universidad y con ella a la educación en su conjunto
bajo su férula.4
La radical reforma universitaria uruguaya sólo pudo culminar cuando
el sistema de partidos se encontraba, a fines de los 50', aquejado
simultáneamente de una crisis de modelo y de un cambio de mayoría
electoral.
El
efecto del retraso no es menor: una reforma concebida según el canon
del Estado-nación en formación, por el movimiento de Berlín en
1810, llegó a concretarse en el Uruguay recién cuando, tras la
segunda post-guerra, los estados-nación entraban en un declive que
no ha cesado hasta ahora, cuando ya no queda pensador serio que los
tome en serio. El cambio del “intelectual universal” por el
“experto científico” ya estaba,5
cuando la Universidad de la República concreta su reforma,
plenamente asentado, disuasión nuclear y carrera espacial de por
medio. Por entonces la tecnología ascendía como el principal medio
de producción, analizada por la escuela de Francfort desde el
paradigma mismo del aparato industrial-político-militar: Estados
Unidos.
La
perspectiva estratégica que inspiró al gobierno conservador del
Partido Nacional que firmó la primera Carta de Intención con el FMI
en 1958, ya incluía asimismo “gobernar” la educación por
encima de cualquier organismo autónomo y cogobernado. Tentados por
esa panacea de un financiamiento ad-hoc un sector importante
de académicos se sumaban a ese proyecto, cuestionando el arraigo
social y político de la autonomía educativa. Esta se encontraba,
asimismo, inscripta en las mismas condiciones de desarrollo de quien
intentaba manipularla desde la institucionalidad estatal, porque el
efecto más genuino que el sistema de partidos había pergeñado para obtener la cohesión
ideológica más amplia y la misma movilidad social pasaba, desde la reforma vareliana en adelante, por el
aparato de la educación pública.
Las
lágrimas de cocodrilo que derraman los actuales gobernantes
uruguayos mientras firman un decreto de esencialidad que intenta
intimidar y amordazar a los gremialistas de la educación tiene, por
consiguiente, una latitud de hipocresía histórica: el dolor6
proviene de que asimismo firman el decreto de su propia futilidad
social.
Pasando
por distintos registros políticos e ideológicos: el del primer
período de la Guerra Fría y la identificación con la revolución
socialista en versión tercermundista -Cuba mediante-, la
configuración de la Trilateral -EEUU-Europa-Japón- y la
intervención indirecta a través de regímenes de excepción
después, el Consenso de Washington y la satelización de las
socialdemocracias europeas en los 80', para finalizar en la
globalización y la hegemonía tecnológica comunicacional; el
proyecto de la educación no ha cesado de sumar contingentes a su entorno. Tanto a
favor del poder de un Estado cada vez más subordinado a la
mundialización, como a favor de un arraigo democrático creciente de
las reivindicaciones estudiantiles y educativas, de las que Chile nos
brinda hoy el mejor ejemplo.
Entretanto,
a aquella tríada de políticos, académicos puristas y movimientos
universitarios, se ha añadido un coro creciente de protagonistas que
amplían el escenario educativo: tecnócratas de la educación que
asisten a los políticos, organismos académicos -incluso estatales
en el Uruguay- colonizados o directamente instalados por los
empresarios, publicacionistas que esconden su adhesión a la
procedimentalidad empresarial tras el arbitraje académico, líneas
de pensamiento que plantean simultáneamente el fin de la soberanía y
el redespliegue de las universidades, movimientos sociales que surgen
en el ámbito democrático de las universidades o se apoyan en el él,
movimientos de defensa de la educación autónoma desde la sociedad
misma, finalmente.
En
medio de la represión del “Rey de Palos” pachequista ya sonaba,
entre nosotros, la música cuya nostalgia se oye y se baila en la
Noche de la Nostalgia.
1 Pereyra,
G. “Amodio y yo, vergüenza y frustración” El
Observador (10/08/15)
http://www.elobservador.com.uy/amodio-y-yo-vergenza-y-frustracion-n667680
2“PIT-CNT
reclama dejar en suspenso decreto de esencialidad” Caras
y caretas
(24/08/15)
http://www.carasycaretas.com.uy/pit-cnt-reclama-dejar-en-suspenso-de-decreto-de-esencialidad/
3Jung,
M. “la Udelar y la creación del Conycit: debates y conflictos
(1961-1964)” Encuentros
Uruguayos 1,
32-49,
http://www.encuru.fhuce.edu.uy/images/archivos/numero6/politicas_cult/m.e.jung-la%20udelar%20y%20la%20creacin%20del%20conycit.pdf
(ver pp.35-36)
4Van
Aken, M. (1990) Los militantes,
Fundación de Cultura Universitaria, Montevideo, pp.112-113.
5Foucault,
M. “Verdad y Poder” en Teorías de la verdad en el Siglo XX,
Tecnos, Madrid, pp.455-456.
6“Gobierno
anuncia esencialidad en la enseñanza” El
Observador (24/08/15)
http://www.elobservador.com.uy/gobierno-anuncia-esencialidad-la-ensenanza-n671519