Google-Ceibal:
la empresa-país
1a
quincena agosto 2015
La
decidida intervención del rector de la Universidad de la República y
de la decana de la Facultad de Ingeniería,1
entre otros universitarios que opinaron sobre el asunto, introdujo un
compás de espera en el acuerdo entre Google
y la educación pública uruguaya. Se puede desde ahora vaticinar,
sin embargo y sin ínfulas de augur, que este tema no abandonará la
agenda pública por bastante tiempo. En primer lugar, porque aquello
que se reitera con antecedentes señala una incidencia significativa.
El antecedente del Plan Ceibal, con el que se articula además
explícitamente la propuesta de acuerdo con Google, ya ha propiciado
un debate no sólo arduo, sino sobre todo escamoteado.
En
efecto, una vez conocidos los nulos resultados pedagógicos del
emprendimiento, el Presidente del Plan Ceibal afirmó que el mismo no
comportaba por sí resultados pedagógicos, sino tan sólo
comparables a los de un servicio de infraestructura.2
Este escepticismo respecto al impacto de la tecnología sobre la
incorporación de conocimientos curriculares no puede dejar de ser
compartido, pero se presenta en curiosa contradicción, no sólo con
el batiburrillo armado sobre el asunto, sino también respecto a los
fondos educativos invertidos, e incluso, el lugar institucional
elegido para hacerlo: las escuelas públicas del país.
Conviene
ante todo tener presente el anuncio institucional en su forma
primigenia, que se encuentra en el ítem “Historia” en el Portal
del Plan Ceibal y del que extractamos una flor:
“Ese fue el puntapié inicial de este ambicioso proyecto socioeducativo, que pone a Uruguay a la vanguardia en la reducción de la brecha digital, la inclusión y la equidad en el acceso a la educación”.3
Si
el lector se
queda
de esa declaración con
la conclusión que extrajo el responsable del Plan Ceibal, a saber,
que ese Plan tendría un efecto análogo al suministro de agua
corriente y potable (sin prejuzgar sobre esas calidades, hoy puestas
en cuestión)4
a los establecimientos educativos, debe entender por “educación”
algo tan distante del saber como el agua corriente de la
química, que la explica como la unión de un atómo de oxígeno con
dos de hidrógeno.
Si
la fórmula del agua no sale por la canilla, no se explica porqué
la educación pública toma por objeto privilegiado
de ingente inversión la
informatización de la aulas. Tampoco
se entiende
porqué comportaría doble discurso al borde de la inmoralidad, tal
como lo
pretende
entre
otros el
Ing. Omar Paganini -quién
ya se lució al hacer
el panegírico de la tecnología como negocio,5
la calidad de usuario de Google y la impugnación del Acuerdo
Google-Ceibal.6
Veamos: ¿el asalariado es cómplice del empresario que lo contrata?
¿Sostiene un doble discurso porque cobra a fin de mes? ¿La
oposición es cómplice del gobierno porque este cuenta con mayoría
absoluta en las Cámaras? ¿Implica
doble discurso cuando interpela a un ministro con nulas
posibilidades de que sea censurado?
Tanto
la líquida metáfora de Brechner cuando compara al Plan Ceibal con
el suministro de OSE,7
como la acusación de doble discurso dirigida contra los usuarios de
Google que impugnan el acuerdo Google-Ceibal, revelan una sugestiva
igualación, incluso moral en el segundo caso, entre educación y
artefacto. Efectivamente, un niño con sed aprende mal y poco. Pero
un niño sin computadora igual aprende. Ya sabemos que un obrero
explotado por el patrón no obtempera por cobrar a fin de mes, sino
que incluso puede encontrar más razones ese día para luchar por sus
derechos. Asimismo, un usuario de Google interviene en una red
haciendo valer un servicio que paga directa e indirectamente (abono a
la red, recepción de publicidad), eventualmente para difundir la
significación de las redes en el actual equilibrio tecnológico y
político mundial.
La
falacia de la contracción que encierra el ideologema
educación=artefacto conlleva tanto la confusión entre éxito
pedagógico e informatización, como la confusión moral entre
conocimiento y lugar social. Por esa vía se da por esencial, como el
agua, lo que es subsidiario, como el artefacto, al tiempo que se
confunde la integridad del lugar social con la conectividad a la red.
Si no se sale de esa identificación pueril pero cargada de lugares
de poder, por más que la Universidad de la República logre
desarrollar una plataforma educativa de primerísimo nivel, la
empresa-país, esa curiosa reducción de la organicidad de una comunidad
nacional al valor de cambio que introduce la conectividad, cundirá
como fatalidad tecnológica.
En
efecto, conviene recordar que Marx definió matemáticamente (con el
término “ecuación”)8
el valor de cambio de una mercancía por las cantidades relativas de
otras mercancías que exige el intercambio, para obtener una igualdad
comercial. Pero esa exactitud del valor de cambio, no se sostenía en
la condición matématica de una fórmula ni menos aún, en la
eficacia de un aparato. Es más, uno de sus aportes fundamentales
estribó precisamente en establecer que el valor es efecto del
trabajo social y no de la existencia de la mercancía, ni siquiera
en su valor de uso, es decir, de consumo en base a una necesidad
humana. Precisamente porque el trabajo social comporta un componente
subjetivo (que según Marx el materialismo había abandonado en manos
del idealismo),9
la igualdad matemática del valor de cambio no cierra la historia
sobre una cifra, como por ejemplo una factura de OSE, o una
dirección de Google.
Sin
embargo lo que sí comporta la dirección de Google y también la
factura de OSE con código de barras, es el acceso a una imagen a
distancia. De ahí que convenga, antes que presentar la identificación entre
artefacto y educación bajo el inocente manto del progreso social, ver bajo la excusa de la transparencia del conocimiento que
lo produce y que asimismo induce, el elemento que se introduce en
tanto que otro-que-sí: la imagen. Cuando esta imagen se encuentra
programada según imperativos estratégicos y viene a ser difundida
por vía comunitaria, no puede sino incidir como “tercero
incluido”, que obedece a su propias inclinaciones y mandatos.
La
vida de las imágenes ha comportado, desde siempre, ese avatar de un “más
allá” que interviene y gravita sobre los grupos humanos, en
particular cuando se la admite, a partir del ícono cristiano, como
portadora de trascendencia.10
Sin embargo, en las tecnologías mediáticas la imagen aparece
cargada de un efecto ideológico de conocimiento y verdad en la
perspectiva del progreso de todos y cada uno, que como condición
inherente al artefacto programado, esconde el designio programador.11
Ese
ocultamiento es concomitante, ideológica y políticamente, a la
fatalidad empresarial del neoliberalismo, que predica la reducción
de la experiencia social al valor de cambio del mercado (la
“ecuación” que criticó Marx). La razón de esa concomitancia
consiste, ante todo, en la eficacia operativa que facilita la
tecnología (“definición operacional del ser”),12
en cuanto confunde la exactitud cifrada en un programa con la entidad
del vínculo entre particulares.
Suplantar
el Acuerdo Google-Ceibal por una Plataforma Educativa Nacional es un
buen paso para neutralizar la ideología de la tecnología, para
derrotarla, es imprescindible sin embargo pasar a desarticular
críticamente la identificación, narcisismo cognitivo mediante,
entre educación y artefacto.
1Sarthou,
H. “Un Google y varias moscas” Voces (23/07/15)
p.2.
2“Todos
tenemos el Plan” Montevideo
Portal (18/09/13)
http://www.montevideo.com.uy/auc.aspx?213773
(acceso el 06/08/15)
3Portal
Plan
Ceibal
http://www.ceibal.edu.uy/art%C3%ADculo/noticias/institucionales/Historia
(acceso el 06/08/15)
4Marchese,
M. “Carta a Tabaré Vázquez acerca del agua de la contaminada
democracia” Uy.press
(01/06/15)
http://www.uypress.net/uc_60582_1.html
(acceso el 06/08/15)
5Ver
en este blog la crítica a la posición de Paganini en “Humanidades
del poder: los “contenidos” de Antel-Arena”
http://ricardoviscardi.blogspot.com/2013/05/lashumanidades-del-poder-los-contenidos.html
6Paganini,
O. “Plan Ceibal + Google ¿Discusión válida o doble discurso?”
Voces (16/07/15) p.4.
7La
sigla significa “Obras Sanitarias del Estado”.
8Marx,
K. El
Capital. El
Proceso de Producción del Capital. Sección Primera.
http://pendientedemigracion.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/capital1/1.htm
9Labica,
G. (1987) Karl Marx: les “Thèses
sur Feuerbach”,
PUF, Paris, p.45.
10Marie-José
Mondzaín ha subrayado la supeditación de la imagen a la mediación
que la articula: Mondain, M-J. (2003) Le commerce des regards,
Seuil, Paris, p.22.
11Virilio,
P. (1996) El arte del motor,
Manantial, Buenos Aires, pp. 43-44.
12Baudrillard,
J. (1988) El otro por sí mismo,
Anagrama, Barcelona, p.15.