Entropía
representativa y grupos de presión: surge el partido
Nacional-Globalista
2a. quincena, agosto 2017
Entropía
representativa
Uno
de los politólogos más serios advierte, en un artículo
sugestivamente titulado “El suicidio de las ballenas”, que los
cetáceos representativos pueden autoeliminarse.1
La partidocracia uruguaya pone, ante la creciente defección de la
población, todas sus esperanzas en la pulsión electoral, ya desde
hace décadas asistida por la multa en moneda corriente. Antes que
encontrarse en riesgo de extinción electoral, la especie
partidocrática se encuentra amenazada, según Bottinelli, por una
crisis de credibilidad pública que puede generar alteraciones
permanentes en las bases nutrientes del medio ambiente social.
Conviene
observar que el diagnóstico del experto no parece en sí mismo
arriesgado, sobre todo si se tiene en cuenta que el propio planeta parece
dirigirse en masa hacia un cataclismo biopolítico del mismo tenor.
Quizás en su momento no se prestó los oídos que merecía a los
ayes que provenían del propio presidente en ejercicio, cuando en
aquel temprano 1995 en que amanecía la web multimedia, ya anunciaba
desde su egregia cúspide que “los medios y las encuestas son más
poderosos que los estados y los gobernantes”.2
Al día de hoy nos encontramos con que el mismo augur proclama que
“The house of cards” ha propiciado el descrédito del sistema de
partidos en EEUU, de forma que ha favorecido indirectamente el
irresistible ascenso de Donald Trump. ¿Qué decir del ocaso, en la
cuna misma de la democracia política moderna, de los partidos
históricos (post-gaullistas y socialistas), desplazados por un
partido cuyos militantes celebran sus asambleas partidarias a teclado
batiente?
Vaticinamos
desde ya, que mantenido a flote por los salvavidas idiosincráticos
que propician las dos máximas rectoras de nuestro ethos
político (“no le hagas el juego a...” y “podría haber sido
peor”) el sistema de partidos uruguayo logrará una atinada y
propicia reconversión, destinada a salvar lo único que queda por
delante: la fachada. Ahora, sólo la partidocracia sabe lo que le
queda por detrás del frente (sin que lo anterior signifique alusión
ninguna a un reconocido Tribunal de Conducta Política que juzga al vicepresidente en ejercicio). Si el demos
hace mutis incluso por la urna (según lo sostiene Bottinelli,
estaríamos ante una crisis de credibilidad, no de electorado),
entonces los representantes públicos quedan -famélicos ante el
faltante de nutrientes- a la merced de algunas mafias institucionales
convenientemente maquilladas de opinión pública. Quizás la mejor
estampa de esa liquefacción representativa sea la actual competencia
entre el MPP y el Partido de la Gente, que según refiere el
politólogo antes citado, pugnan entre sí por ganar la misma base
social ideológicamente decorticada.3
Grupos
de presión
El
ser se manifiesta, según Heidegger, por los sentimientos opuestos del
júbilo y la angustia.4
Otro tanto podría decirse, respecto a la democracia representativa,
de los grupos de presión: tanto podían encaramarse en los lugares
más propicios a la manipulación cuando la representación gozaba
del mayor prestigio, como denotar ahora la cruel ausencia de todo
piso real, cuando ponen en ridículo la legitimidad delegada.
En
Francia se hizo famosa la curiosa coincidencia partidaria de los
funcionarios de una comuna (que correspondería a una alcaldía de
nuestro actual sistema municipal): todos eran miembros del Partido
Comunista. Quizás los partidos comunistas hayan ofrecido el mejor
ejemplo de un grupo de presión que aprovechó, en su momento, el
“júbilo” simbólico de la democracia representativa. La
autoridad “organizativa” del disciplinamiento que infundían, se
revestía tanto de la legitimidad social del presente como de la
fatalidad histórica del futuro. Esa estrategia de grupo de presión
en las estructuras institucionales no logró, en el caso de los
partidos comunistas, sortear la propia declinación del paradigma que
los auspiciaba. El modelo cayó, por dentro y por fuera de fronteras,
aplastado bajo el peso del propio realismo socialista que proclamaba.
En
el polo inverso de la falencia representativa parece situarse al
presente la encrucijada del sistema de partidos. En un reciente
evento partidario un orador protestó contra la ostentación de la
bandera de la diversidad en la propia sede central del Partido
Nacional. Calurosamente aplaudido por los asistentes según el
informe periodístico, se vio sin embargo cuestionado por una tímida
defensa de la diversidad de género por parte de algunos oradores,
que sostuvieron “que los blancos (nacionalistas) somos diversos”.5
Parece difícil que una diversidad que apunta a la pluralidad de
géneros y otra que sostiene la ortodoxia binaria en la materia,
puedan sumarse sin diversificarse nuclearmente. ¿Que percepción
de la entidad partidaria nacionalista posibilitó que la bandera de
la diversidad de género ondeara en la sede de un partido cuyas bases
parecen tan lejos de la flamígera diversidad? ¿O se trató, ante
todo, de sumar un jirón más de base social?
Parece
incuestionable que este tipo de polémicas o contradicciones aumenta
la irradiación de las reivindicaciones transversales a la sociedad,
por encima de las pertenencias macro-sociales que trasunta la
ideología. Desde el punto de vista del incremento de la incidencia
de los movimientos sociales y de opinión en el conjunto de la escena
pública, estamos indudablemente ante una buena noticia. Pero al
mismo tiempo este escenario plantea la pregunta acerca de la
tergiversación que pueden sufrir las reivindicaciones de los
movimientos sociales cuando degeneran en posiciones explotadas, con
fines particularmente institucionales, por grupos de presión
enquistados en la estructuras (macro)representativas, particularmente
las estatales.
El
problema que se plantea no consiste en saber si una tendencia de
opinión puede cometer o no un exceso o incurrir en un desliz
respecto a los propósitos que la animan, llevada por el impulso de
la convicción. Los lamentos por los “excesos” del pasado siempre
fueron -en particular desde la Revolución Francesa, de la parte de
ex-revolucionarios (o entre nosotros de “guerrilleros
arrepentidos”) una señal de adhesión al poder, cuando no
provenían directamente de los sectores conservadores (como ocurrió,
en el Uruguay, al fin del período totalitario, con monsergas contra
el “violentismo”).
El
problema consiste, por el contrario, en que desnaturalizadas por el
sello de la impronta institucional, las reivindicaciones sociales más
sentidas por un trasfondo movilizado de la sociedad puedan
confundirse con dictados soberanos. Hacia fines del año pasado una
militante de la “nueva agenda de derechos” renunciaba a la
estrategia partidaria como vía adecuada para la transformación de
la sociedad, desencanto que se comentó desde este blog con tono
irónico. La ironía apuntaba a denunciar la fatal infelicidad de un
“matrimonio de conveniencia”: las estructuras de representación
del todo social no pueden hacer lugar a desbordes reivindicativos,
sin alterar ipso facto la media representativa de un
equilibrio general que constituye su propia razón de ser.6
Hoenir
Sarthou cuestionó más recientemente, en el sentido inverso a ese
estado de equilibrio representativo, la pretensión de hacer lugar a
formas de sensibilidad que obviamente no son ampliamente compartidas
por el común.7
Difícilmente Sarthou se oponga, desde una columna que se denomina
“Indisciplina Partidaria”, a que un colectivo, una orientación
dentro de la sociedad, o una familia adopten determinadas pautas de
educación sexual. Seguramente la denominación “indisciplina
partidaria” se asociaría, ante todo, con la idea de que un órgano
colectivo no puede esgrimir pautas claramente sectoriales sin ofender
un campo de libertades compartidas. A no ser que ese colectivo esté
definitivamente entregado, en su desamparo representativo, a grupos
de presión que quieren marcar desde lo alto el camino. Quienes así
lo pretendan, pueden desde ya tomar ejemplo de los partidos
comunistas del pasado, a costa, es cierto, de no considerar lo que
queda de tales aparatos en el presente.
Surge
el partido Nacional-Globalista
Aquejado
quizás por la angustia que domina a todo especialista, que aspira a
mejorar el dominio de su saber cuando lo ve en vías de deterioro,
Bottinelli se pregunta por la solución que podría poner coto a la
descomposición de los organismos partidarios. Entiende que nada
sería tan propicio a una salida exitosa como una alianza entre
sectores que reeditara, en clave de diversidad ideológica, el
contexto del antiguo consenso que primó durante la hegemonía
batllista.8
Bottinelli no parece tener en cuenta el antecedente que significó el
MLN-Tupamaros en tal sentido, en cuanto sin definirse
ideológicamente, se proponía al mismo tiempo reunir detrás de un
proyecto de Liberación Nacional, a sectores ideológicamente
diversos (marxistas-guevaristas, battlistas-colorados,
blancos-nacionalistas, cristianos de izquierda, socialistas
tercermundistas, etc.). Incluso el MPP no ha hecho otra cosa,
liderado por Mujica, que intentar contraponerse al sector del Frente
Amplio que proviene de la izquierda tradicional (que el MLN consideró
siempre un adversario táctico), mientras por otro lado el mismo
Mujica no cesaba de hacerle guiñadas a los sectores ex-wilsonistas,
como lo señalamos oportunamente en este blog.9
El
problema no consiste en que la clase política no atisbe que su
supervivencia exige recomponer el bloque político que gobernara
durante la “sociedad batllista”, sino en considerar bajo qué
condiciones, al presente, una configuración representativa puede
consolidarse como efecto de los asuntos públicos. La crisis de la
representación es ante todo una crisis del vínculo presencial entre
los individuos. La índole genuina de la representación está más
cerca del término “presencia” de lo que cierta doxa
empirista-cuantitativista cree: no existe representación sin
condición presencial en el punto de partida del proceso
representativo. Eso es efectivamente lo que la artefactualidad
del presente social excluye, en aras de la virtualidad de los
vínculos interpersonales.10
Con una economía penetrada por el capital transnacional (que
incluso el desarrollismo progresista presenta como desideratum)
y una sociedad atravesada por formas de mediación a distancia (léase
redes sociales y plataformas mediáticas), la condición de la
delegación representativa, en cuanto exige la cohesión orgánica y
nacional de una totalidad social-territorial, luce como un despojo
obsoleto.
La
articulación mundialista exige, con tales bases del presente, que el
campo interno al país luzca como una variante sucedánea del
paradigma globalizador. Esa articulación requiere a su vez
subordinar los movimientos sociales y de opinión a normas de
“corrección política”. Normativamente supeditados a las
estructuras estatales y porosos, desde allí, a las orientaciones que
imprimen los organismos internacionales (bancarios, comerciales,
jurídicos, universitarios, etc.), los movimientos de la base social
se reducirían a un contexto menor y manejable, de grupos de presión
enquistados en las estructuras institucionales.
La
matriz mundialista fue infundida en el Uruguay por el conflicto en
torno a la industria de pasta de papel instalada por la empresa
Botnia. Conviene tener en cuenta que una neta mayoría de la opinión
pública creyó estar defendiendo una reivindicación nacional contra
la Argentina, cuando en realidad defendía una estrategia
transnacional contra un movimiento ambientalista. El campo
Nacional-Globalista11
ya está configurado entre nosotros y no parece provenir del ámbito
politológico un planteo alternativo. Quizás porque la politología
de la alternativa no podría abrirse paso sin cuestionar el rol de
las estructuras del Estado en el presente de la globalización, ni
dejar de considerar como esas estructuras se ven llevadas, para
sostener una fachada representativa, a hacer lugar a grupos de
presión.
Como
lo señala Gonzalo Ferreira,12
al quedar como presidente de la Asamblea General en caso de renuncia
de Sendic, Mujica (desde ya, con el pulgar hacia abajo respecto al
vicepresidente) se encontraría en la mejor situación para manejar
el contexto de las políticas de alianzas. Recuérdese en particular
el idilio personal que mantuvo durante su presidencia con el Congreso
de Intendentes, donde se encontraba concentrada (y sigue así en este
período de gobierno) la mayor incidencia política del Partido
Nacional. Conviene asimismo recordar que le ha arrastrado el ala a
ese sector, acompañado de su gobierno, a partir de la celebración
del bicentenario de la independencia, con el intendente blanco de
Soriano.13
Se cumpliría así el sueño el antiguo político “blanco” que
Mujica nunca dejó de ser: demostrar que la auténtica transformación
pasa por el nacionalismo. Esa orientación significa, en cuanto
prospere a través de un devenir de “políticas de Estado”,
nutridas a su vez de “corrección política” en el curso de la
mundialización, el surgimiento del Partido Nacional-Globalista.
1
Bottinelli, O. “El suicidio de las ballenas” Factum
(01/07/17) http://www.factum.uy/analisis/2017/ana170701.php
2
Pereira, G. “Sanguinetti cree que los medios son “más fuertes”
que los estados y los gobernantes” (14/09/95) Búsqueda,
Montevideo, p.10.
3Ver
al respecto la afirmación al final del video: Bottinelli, O.
(entrevistado por N. Fernández) “El gobierno no tiene una
idea-fuerza clara en este período” (julio 2017) Factum
http://www.factum.uy/entrevistas/2017/ent170710b.php
4Heidegger,
M. (1951) El ser y el tiempo,
Fondo de Cultura Económica,
México, p.151.
6“El
bolero políticamente correcto”
http://ricardoviscardi.blogspot.com.uy/2016/12/elbolero-politicamente-correcto-2a.html
7Ver
Sarthou,
H. “El sexo en la escuela”, Voces
(27/07/17)
Montevideo, p.5 y
posteriormente “Error y diversidad”
Voces
(02/08/17)
http://semanariovoces.com/error-diversidad-hoenir-sarthou/
8Bottinelli,
O. (entrevistado por N. Fernández) “El gobierno no tiene una
idea-fuerza clara en este período” (op.cit.supra)
9“Bicentenario,
Patria Gaucha y Patria Chaucha: no es lo mismo pero da igual”
http://ricardoviscardi.blogspot.com.uy/2011/05/bicentenario-patria-gaucha-y-patria_312.html
10Respecto
al artefacto dice Derrida: “(...antes que saber de que está
hecho, hay que saber que está hecho...)”: la materialidad es
desplazada por la inteligencia programadora. Ver Derrida, J. (1998)
Ecografías de la televisión,
Eudeba, Buenos Aires, p.15.
11Nacional-Globalismo:
el título de uno de los
capítulos de Viscardi, R. (2013) Contragobernar,
Maderamen, Montevideo.
12
Ferreira,
G. “Una ayudita de Mujica” El
Observador (27/07/17)
http://www.elobservador.com.uy/una-ayudita-mujica-n1103683
13
“Bicentenario, Patria Gaucha y Patria Chaucha: no es lo mismo pero
da igual” (op.cit.supra)