Marenales:
tupamaro, por último
2a.
quincena, mayo 2019
Quien
quiera hacerse una composición de lugar acerca de la significación
política de la trayectoria de Julio Marenales, fallecido el pasado
martes en la ciudad de Salto, puede encontrarse con un complicado
rompecabezas. Sobre todo si un incauto lector intenta, confiado en
las publicaciones a su alcance, extraer de los obituarios una
apreciación certera de la personalidad política de Marenales.
La
casi totalidad de los medios recogen la información de tres fuentes
principales: el último reportaje a Marenales, publicado por
Montevideo Portal,(1) el comunicado del MLN-Tupamaros (2) y el
mensaje en twitter del MPP (Movimiento de Participación Popular).
(3) Mientras el mensaje del MLN destaca la coherencia de Marenales en
su conducta política, pero asimismo el “carácter revulsivo y
pensamiento transformador” de su actitud, el MPP, además de no
expresarse sino por twitter (no lo hace ni por su sitio web ni en su
fan page de facebook), se remite a un escueto y reducido dictamen
moral: “(...nos enseñó que se debe hacer lo que se dice y vivir
como se piensa”.
Por
encima de las edulcoradas declaraciones de Rosenkof (que lanza al
unísono flores para Marenales y Vidart -fallecido pocas horas
después de Marenales) y el texto cargado de odio de Amodio Pérez
en facebook, un único análisis plantea elementos significativos
sobre la figura de Marenales. Tras destacar los cuestionamientos y
apartamientos (del MPP y del Frente Amplio en particular), así como
las crecientes disidencias que desde 2005 jalonaron la trayectoria
de Marenales, el artículo de Mazzarovich en La Diaria mitiga
concienzudamente, renglón tras renglón, el mismo perfil impugnador
que esboza “(...pero
nunca se alejó de tiendas frenteamplistas”. (4)
Las
semblanzas del militante que plantean unos y otros no podían ser más
contradictorias. Si se enaltece ante todo una calidad moral, siendo
que Marenales
condenaba
el papel del
Frente Amplio en sus tres gobiernos “(...el
viejo Batlle hizo más que nosotros...)”
y
en
particular en los últimos tiempos a la
principal figura del MPP
“Mujica
podría callarse la boca más de una vez...)” y "(...es un showman internacional...)",
no
se entiende
como la rectitud (sobre
todo de “hacer lo que se dice”)
no lo
llevaría
a abandonar las
organizaciones que condenaba.
Si
se enaltece, por otro lado, la fidelidad a un campo político, no se
ve como esa fidelidad consistiría en retirarse, siendo que además
al hacerlo, Marenales declaró “(...no
me voy a quedar quietito...)” ya que “(...a mí no me comió el
sistema...)”.
Debiera
notarse que los relatos (del MPP, del MLN-T, de Mazzarovich) sobre
Marenales no se preguntan
el porqué de los cuestionamientos, ni la contradicción de un
salirse de filas que, sin embargo, no se encaminó hacia una
alternativa. Esa
curiosa
fidelidad de los obituarios a una supuesta
fidelidad moral
de Marenales a
un campo político, es al mismo tiempo una confesión de parte: no se
dispone de lectura crítica verosímil de esa trayectoria.
A
partir de aquí sí podemos plantearnos el porqué de la desoladora
pareja
“el
plan
y la fantasía”
con
que
titula Mazzarovich su obiturario en
La
Diaria:
el plan terminó por convertirse en una fantasía, pese a que
Mazzarovich
pretenda, por el expediente de un
título, diferenciarlos. Si el plan era que
el
Frente Amplio llegara
al
gobierno, el plan se convirtió en realidad, pero si se pretendía
asimismo
que eso supusiera algún tipo
de
alternativa,
el plan era una fantasía.
Preso
de esa contradicción, mucho más de lo que en su momento lo fue de
la represión, Marenales actuó, tal como se dice, con probidad
moral, retirándose de un juego político en el que percibía la veta
más conservadora. Sin embargo, no llegó a elaborar una fantasía
que sustituyera, ante
sus ojos , al plan desacreditado por su propia ejecución.
La
razón del fracaso que llevó al fundador del MLN a retirarse de las filas orgánicas no es ajena a la miopía intelectual que reduce las calidades políticas a la probidad moral (como si ser
coherente consigo mismo fuera privativo de una organización política en particular), o a la obediencia orgánica
(como si tal obsecuencia no haya sido la nota propia de los
peores totalitarismos).
En efecto, en cuanto la actividad pública y la transformación histórica se identifican con convicciones cristalizadas y estereotipadas (el fatalismo histórico de la toma del poder de Estado, la atribución de calidades ideológicas a condiciones económicas de clase, el planteo de la transformación histórica en términos ineluctables, etc.), la distancia que se instala entre las convicciones asumidas y la verosimilitud de las circunstancias sólo puede ser colmada por el injerto de un suplemento moral. Tal apósito debe ir a su vez in crescendo, acuciado por un devenir que marca otros rumbos (el fracaso de los estados-nación, de las “estrategias fatales” de la revolución, de la identificación de conductas políticas con condiciones económicas, etc.), al tiempo que surgen otros perfiles y acontecimientos alternativos (las luchas contra la tecno-ciencia y la devastación ecológica, el auge de los movimientos de opinión generados en redes, las diferenciaciones simbólicas que se instalan transversalmente a las clases, etc.).
En efecto, en cuanto la actividad pública y la transformación histórica se identifican con convicciones cristalizadas y estereotipadas (el fatalismo histórico de la toma del poder de Estado, la atribución de calidades ideológicas a condiciones económicas de clase, el planteo de la transformación histórica en términos ineluctables, etc.), la distancia que se instala entre las convicciones asumidas y la verosimilitud de las circunstancias sólo puede ser colmada por el injerto de un suplemento moral. Tal apósito debe ir a su vez in crescendo, acuciado por un devenir que marca otros rumbos (el fracaso de los estados-nación, de las “estrategias fatales” de la revolución, de la identificación de conductas políticas con condiciones económicas, etc.), al tiempo que surgen otros perfiles y acontecimientos alternativos (las luchas contra la tecno-ciencia y la devastación ecológica, el auge de los movimientos de opinión generados en redes, las diferenciaciones simbólicas que se instalan transversalmente a las clases, etc.).
Marenales
perteneció a una generación (la del 45) que postuló una
transformación provista de certidumbres críticas. Fiel a esa
impronta, se alejó de círculos y
condenó ámbitos
que veía crecientemente ganados
por lo que
había combatido con denuedo.
Quienes lo alaban por esa rectitud no debieran rasgarse las mismas vestiduras que desechó la persona que elogian. Por
más que Marenales no haya sido, como lo pretende un título, “el
último tupamaro”, (5)
su rebeldía, quizás la misma que nos viene de las luchas por la independencia, dejó en claro que era,
por último, tupamaro.
(1)
“Julio
Marenales: “Mujica es un showman internacional” y “debería
callarse la boca” Montevideo
Portal (2/05/19)
https://www.montevideo.com.uy/Noticias/Julio-Marenales--Mujica-es-un-showman-internacional-y-deberia-callarse-la-boca--uc717134
(2)
MLN-Tupamaros
https://www.facebook.com/MLN-Tupamaros-271080032939069/
(4)
“Julio
Marenales: el plan
y la fantasía” La
Diaria (15/05/19)
https://ladiaria.com.uy/articulo/2019/5/julio-marenales-el-plan-y-la-fantasia/
(5)
“Murió
Julio Marenales “el último tupamaro” 180
(16/05/19)
https://www.180.com.uy/articulo/79410_murio-julio-marenales-el-ultimo-tupamaro