9.8.19


Fraylandia: la neutralidad en ruinas

1a. quincena, agosto 2019

La invitación


El 2 de agosto pasado recibía un mensaje por whatsapp invitándome al pre-estreno de Fraylandia / / Ayer una tragedia, hoy una comedia1 en Cinemateca. La invitación me informaba que asistiría público diverso, críticos y realizadores de cine, pero además, quienes estuvieron a favor de la instalacion de Botnia en su momento y ahora de una tercera planta sobre el Río Negro. Agradecí la invitación y asistí a la proyección que tuvo lugar en la noche del domingo 4 de agosto.


Anacronismo por partida doble


El anacronismo que cunde en la teoría del arte contemporánea, de la mano de la lectura que hace Didi-Huberman de Aby Warburg, encuentra en Fraylandia confirmación por partida doble: el retraso en la proyección pública del film -data de 2011- en el Uruguay, puebla de huellas recientes el devenir presente del pasado.2 No se trata sólo, entonces, de la forma que la inclinación incluye en una obra (el pathosformel de Aby Warburg), sino además, de la patente distancia entre la lectura que se hubiera hecho de los mismos sucesos una década atrás y la que se hace posible ahora. La memoria de aquella mirada del pasado contrasta con el presente de una deriva de la sensibilidad, de forma que no sólo de cara al film percibimos cierta distancia con sus imágenes, sino que incluso la percibimos de cara a cómo se hubieran mirado tiempo atrás.

La decisión de comenzar la difusión en el Uruguay con un retraso de 8 años se ve motivada, según lo manifestó en la misma presentación uno de los co-directores, Sebastián Mayayo, por la redición del conflicto en razón de la instalación de una segunda planta de UPM (empresa que compró la planta que generó el conflicto sobre el Río Uruguay en 2005), ahora sobre el Río Negro. Este anacronismo de la exhibición pública (incluso en razón de la tardanza en difundir el film, el presente instruye en este caso al pasado), manifiesta a las claras que las pautas de lectura del conflicto han cambiado y con ellas, la propia percepción del film.

Tal contraste entre dos protocolos de lectura posibles cundió a través de las manifestaciones del público en el curso de la proyección. Cierto clamor decidido a festejar las invectivas anti-argentinas, rumoroso y decidido al inicio de la exhibición, fue cediendo paso a un creciente silencio, quizás tan compungido como atento. Sobre todo cuando las imágenes de archivo recordaron la movilización popular promovida por el régimen dictatorial, en favor de la inversión de financistas árabes, de ineludible semejanza con las que festejaban, en otra secuencia de archivo, la presencia de la planta finlandesa en la misma localidad. Quizás el momento más dramático para quienes miraban desde la butaca los efectos de lo que apoyaron durante aquel conflicto (¿ o éste de hoy?), haya sido la secuencia del cuasi-linchamiento de un grupo de activistas de Gualeguaychú, que habían llegado hasta aquí (a pocos metros de donde se exhibía Fraylandia) con la peregrina idea de una conversación entre pueblos vecinos, en plena Plaza Independencia de Montevideo.


La piedad del pensamiento


Parece fuera de lugar pretender que el rodaje se propuso habilitar una lectura contraria a la transnacional o a quienes defendieron el emprendimiento en suelo uruguayo. Incluso el subtítulo que adopta la difusión en curso (“ayer una tragedia hoy una comedia”) podría dar a pensar que se quiere debilitar el alcance estratégico del conflicto. También el acápite tripartito “Una fabrica finlandesa/un conflicto entre dos países/una mujer entre dos hombres” que luce en la tarjeta de presentación, reproduce el rótulo de "bi-nacional" que orquestó el gobierno uruguayo en 2005, para un conflicto que ahora se revela intra-nacional desde 2017. El debilitamiento estratégico que sugiere la apelación “comedia”, sobre todo cuando se la contrapone a un “ayer tragedia”, se convierte paradójicamente en el mejor aliado de la oposición al mega-proyecto, por la vía de habilitar el registro emocional de los argumentos.

Heidegger señala que pensar es recordar,3 no se recuerda sino lo que reviste intensidad psicológica. De ahí que los argumentos de potencia devengan por sí mismos en prepotencia agresiva. Tal es el caso de la opinión según la cual Botnia sería una pieza ineludible de un “complejo forestal” (Sandra Dodera) o la de quien (Hanno) ve en el conflicto mera “cuestión política”, ajena a la significación en juego. Los argumentos que vinculan el presente con el pasado de la estafa de inversionistas árabes, o la instalación de la planta industrial con la pobreza que la sigue circundando, alimentan por el contrario, un hilo dramático verosímil. Aunque pareciera debilitar la significación estratégica del conflicto, el rótulo “comedia” termina por girar como un boomerang contra la instalación de la pastera: nadie recordaría como ejemplo de la “piedad del pensamiento” (Vattimo)4 un razonamiento estratégico.


El silencio de los involucrados y el exceso de los críticos


Sorprende que el pre-estreno de un film de notable calidad técnica (en particular en el registro fotográfico), que ha sido galardonado en festivales significativos y que plantea, por añadidura, una lectura bivalente del “primer conflicto del siglo XXI en el Uruguay” -tal como lo bautizara la prensa en su momento, merezca tanto silencio de esos mismos medios. Quizás convenga entender que el silencio de hoy no es sino el eco, forzosamente vacuo, de una opinión pública que ayer obedeció mayoritariamente a una versión de Estado. Ante el filo que adquiere la crítica cuando se reedita un conflicto de las mismas características, ahora no exclusivamente desde el movimiento ambientalista de Gualeyguachú, sino con ingente participación uruguaya, pareciera ensayarse una retirada vergonzante.

La búsqueda de planteos críticos sólo presenta, sobre la película, un artículo de Alvaro Sanjurjo Toucon en un sitio gremial (de la Asociación Críticos de Cine del Uruguay) -no en un medio de prensa- algunos reportajes radiales y otro televisivo, de perfil informativo -incluso otro de Montevideo Portal que data de 2012. Intercalada en una serie dedicada a los seis documentales uruguayos presentados en el “Festival Doc de Cinemateca”, se encuentra la crítica de Agustín Acevedo Kanopa en La Diaria.

Contrasta el silencio generalizado sobre una obra cuya exhibición se plantea con efecto significativo, con la proliferación durante la primera década del siglo y nuevamente desde hace año y medio, de los análisis, las declaraciones y las publicaciones periodísticas sobre el “conflicto celulósico”. En cuanto los medios de prensa uruguayos no carecen de periodistas especializados y menos de tradición en crítica cinematográfica, cabe pensar que el silencio clamoroso ante el arduo contexto del film, obedece a la dificultad para leer, ya no información pasible de ser clasificada (política, ecológica o económicamente), sino propiamente un relato que trasciende la índole periodística o de opinión pública. Quizás esa pobreza de lectura corresponde a la misma frivolidad que ha pautado sucesivamente, primero el relato de los medios ante la instalación de Botnia en 2006 y ahora ante una 2a. Planta de UPM.

El silencio se hace tan elocuente como la expresión, sobre todo si se trata de una estructura de medios, de forma que cuando asoma la punta del iceberg de una opinión, denota la mole sumergida bajo la línea de flotación. Tal es el caso, aunque con significados contrapuestos, de las notas de Sanjurjo Toucon5 y de Acevedo Kanopa6.

Para el primero la película presenta notoria calidad cinematográfica, salvo en lo que hace a la integridad de su desarrollo dramático. Asimismo el artículo toma el curso de un análisis político e histórico, que inclusive plantea la cuestión de la creación del Uruguay para servir, como “estado-tapón”, los intereses de potencias mundiales y regionales. Esa perspectiva histórica adquiere verosimilitud, sobre todo si se recuerda que un ex-presidente confeso de haberse refugiado bajo el ala del águila yanki, fue requerido a domicilio por sus correligionarios para un segundo mandato. La reelección tuvo lugar, de forma que las mismas causas produjeron los mismos efectos, ahora con la instalación de una segunda planta de UPM y una tercera en el país, si se le suma la de Stora-Enso instalada en Conchillas. El irreprochable exceso de Sanjurjo Toucon respecto al análisis cinematógrafico, proviene de una neutralidad arruinada, esta vez, por la propia significación contextual que documenta un film documental.

El segundo toma el camino inverso. No contento con apuntar, tras algunas consideraciones formales sobre el estilo del film, que el montaje pudiera haber adulterado la participación de Sandra Dodera, tampoco se priva sobre el final del análisis de imputar un propósito propagandístico a los directores. Estos caen bajo la sospecha de cierto sectarismo militante, que los habría llevado a disfrazar un panfleto bajo la fachada de un documental. Preocupado exclusivamente por la presentación que se hace de los defensores del emprendimiento finlandés, echa en saco roto imágenes de archivo como las del cuasi-linchamiento de los militantes argentinos en plena plaza independencia, o las ilustrativas declaraciones de un ex-obrero del Anglo (Gregorio) acerca de la estafa que sufriera tras una precedente “inversión directa extranjera”. Finalmente Acevedo Kanopa dice lo que resume su lectura: se trata de una intervención de “radicales” camuflados de cineastas. Quizás podría recordársele al crítico en este caso, “de tu fábula narrador”, ya que publica la nota en un periódico con sus propios anclajes políticos y estratégicos, lugar a partir del cual un exceso de imputación, lindante con la caricatura, termina por arruinar la misma neutralidad que parece esperar de otros.


Radicalizar el sentimiento


El anuncio favorable a la inversión por parte de UPM en una tercera planta en Uruguay, suscitó recientemente un sentimiento de desazón, por una parte, de desencanto por el otro. Cierto círculo fatal entre la pertenencia patriótica y la referencia objetiva tiende a limitar el alcance de la cuestión en juego, ante todo, porque la reduce a la escena del Estado-nación. Entre las intervenciones que siguieron a la exhibición del film en el pre-estreno, una asistente de acento latinoamericano no uruguayo hizo notar, con acierto, que el presente deAmérica Latina está atravesado por numerosos conflictos de índole similar al que relata Fraylandia.

La entidad de la globalización al presente no sólo es mundial, sino que por serlo, irradia hacia la sensibilidad de cada uno, con registros siempre singulares y nunca radicalmente universales. Desde una perspectiva que se proponga cuestionar la racionalidad de la globalización, conviene desarrollar lo que Wolton denominó “la comunicación democrática de masas”, que a su vez, diferenció de la información, como sesgos propios de una misma “sociedad democrática de masas”.7 Esta “comunicación democrática de masas” no se aborda con cifras y datos, sino apelando al trasfondo de la sensibilidad intelectual, donde radican los registros básicos de la personalidad individual y colectiva. Allí se protagonizan los vuelcos y los desenlaces que luego suman para cambiar los rumbos públicos. Cabe suponer que Fraylandia // Ayer una tragedia hoy una comedia esté promoviendo, desde ya, muchos giros de opinión.


1Fraylandia, de Sebastián Mayayo y Ramiro Ozer Ami, 2011, protagonizada por Estela, Gregorio, Whilliam, Hanno, Sandra Dodera, Delia Villalba, Mirtha Colombo.
2Silva Echeto, V. (2016). La desilusión de las imágenes. Barcelona: Gedisa, pp. 27-29.
3Heidegger, M. (1964). ¿Qué significa pensar? Buenos Aires: Nova, p. 137.
4Vattimo, G. (1990). “Éloge de la pensée faible” en Magazine littéraire, No. 279, p. 24.
5 Sanjurjo Toucon, A. “Fraylandia” en ACCU. Recuperado de: http://accu.uy/index.php/2019/07/30/fraylandia-alvaro-sanjurjo-toucon/
6 Acevedo Kanopa, A. “Entre viajes y fantasmas: los documentales uruguayos del festival” en La Diaria. Recuperado de: https://ladiaria.com.uy/articulo/2019/8/entre-viajes-y-fantasmas-los-documentales-uruguayos-del-festival/
7Wolton, D. (1992). Elogio del Gran Público. Barcelona: Gedisa, pp. 94-95.