19.2.20

Genealogía de la República Empresarial: el día después de la nostalgia

2a. quincena, febrero 2020

El trayecto regresista

Para considerar el proceso que lleva a la república empresarial, conviene presentar en primer término la condición regresista. Ciertos gestos emblemáticos aceleran la comprensión de este ciclo. Lacalle Pou se propone recorrer el tradicional trayecto de la toma de mando presidencial, el próximo 1o. de marzo, en el automóvil que trasladara a su padre en 1990, desde el Palacio de las Leyes hasta la sede del Poder Ejecutivo.1 Conducido habitualmente por el abuelo del papá de Lacalle Pou, el Ford modelo 1937 perteneció a Luis Alberto de Herrera, quien tutelara la primera victoria del Partido Nacional en el siglo XX. Un mismo partido político, una misma familia, un mismo automóvil y tres presidentes desde 1925.2 El afán de regresar al pasado pudiera ser leído, tal como se ha querido entender al gobierno que asumirá el 1o. de marzo próximo en el Uruguay, como un regreso al neoliberalismo de los años 90’. Sin embargo esa simplificación dejaría en el olvido otro regresismo que media entre el presente y aquel momento de hace 30 años atrás: este eslabón perdido es la camioneta Fordson de 1951 sobre la cual desfilara, para el mismo recorrido hacia la toma de mando presidencial, Tabaré Vázquez en 2015.3

Si se hiciera hincapié en el carácter cuasi-proletario de la camioneta Fordson, primer automotor adquirido por el mandatario ahora saliente, tal insistencia en una diferencia de clase auto-transportada, no haría sino reforzar el vínculo que comparten dos sendas de nostalgia.4 Tal estela del pasado se proyecta, hacia el futuro, a través de la mirada que guía las pupilas de un presidente que acaba de jurar la constitución en el Palacio de las Leyes, a lo largo del recorrido que lo lleva hacia la banda presidencial que recibirá, como gaje del futuro, de quien lo precediera, frente a una misma Torre Ejecutiva.

El vehículo del pasado conduce, tanto en la elección de los Lacalle Herrera-Pou como en la de Tabaré Vázquez, a la meta del futuro, lo que propulsa en los dos casos tal estela de nostalgia es el regreso al sentimiento, promisoriamente destinado al progreso. En el rumbo que traza la Modernidad, el regreso y el progreso no son sino las dos caras del tiempo lineal de la Historia, que no se separa del Jano griego, sino para adjudicarle dos lados de un único sujeto. Tanto el progresismo como el regresismo se sostienen, por igual, en la subjetividad unificada de La Humanidad: nada regresa tanto al sentimiento originario del pueblo como el progreso proletario encarnado por un trabajador exitoso: Tabaré Vázquez. ¿No se declaró él mismo “miembro de la clase trabajadora” cuando lo homenajeó en calidad de presidente saliente (pese a una aguerrida minoría de gremios que votó en contra), el organismo representativo de los trabajadores (y en este caso del pro(re)gresismo): el PIT-CNT?5 De ahí que Vázquez (y sobre todo el “presidente más pobre del mundo”: Mujica) conduzcan fatalmente a Lacalle Pou, heredero del patriciado.

Un revanchismo desde arriba

De los editoriales de La Diaria (bajo forma de “apuntes del día”)6 a las letras de las murgas carnavaleras, pasando por las frases de perdonavidas de Mujica,7 nada expresa mejor el desconcierto pro(re)gresista ante el desparpajo neoliberal de Lacalle Pou, que la esperanza puesta en que el gobierno entrante no resulte ser derechista en demasía. Unos temen que el hijo-bisnieto del patriciado “recorte nuevos derechos” (es decir, libertades de identidad), otros, que ampare a los empresarios en la negociación colectiva, algunos, que desampare a los sectores más vulnerables. Esas diferentes aprensiones presentan un denominador común: el espectro de un retorno de los años 90’ (la denominada “década perdida”), particularmente encarnada por el padre del actual presidente: Lacalle Herrera. El anterior Lacalle reprimió, en efecto, las libertades sexuales, dio libre curso al empresismo más desaforado y la brecha social se incrementó significativamente bajo su mandato.

Los dos períodos de auge neoliberal en el Uruguay (el que comienza con Lacalle Herrera en 1990 y finaliza con Jorge Batlle en 2005, por un lado, el que comienza ahora en 2020, por otro) presentan, sin embargo, diferencias claves justamente en el plano que más parece preocupar a la opinión opositora: la condición política neoliberal. Tales diferencias se expresan en el plano de la estrategia antes que en el de la doctrina: pautan dos sensibilidades generacionales enlazadas entre sí, de una misma genealogía neoliberal uruguaya.

La generación del padre de Lacalle Pou está en auge entre los años 60’ y los 90’, surge marcada por la revolución cubana, el alza de la izquierda latinoamericana, el climax del tercermundismo e incluso la llegada del post-68’ que habilitó, una década más tarde, el advenimiento de la “nueva agenda de derechos” de la socialdemocracia europea de los años 80’. Ese período fue, desde inicios de los 60’ hasta el consenso de Washington, un período de retirada mundial del liberalismo, la sensibilidad intelectual se alimentó de una crítica del marxismo soviético e incluso conjugó cierto reverdecimiento del anarquismo, habilitado por la diferenciación política movimentista de los 60’.

Para la generación de Lacalle Herrera, de Julio María Sanguinetti, de Jorge Batlle (para no citar sino a aquellos que ocuparon el sillón presidencial), el neoliberalismo significó un providencial salvavidas ideológico, en medio de un mar de desprestigio en que cayeron como efecto de su indisimulado apoyo al gobierno pro-golpista de Pacheco Areco, a partir del año 1968. Este desprestigio cundió tras el régimen totalitario finalizado en 1985, como desapego de los sectores juveniles, cuyo ascenso etario marcó, desde la victoria del Frente Amplio en las elecciones municipales de 1989 en Montevideo, el ocaso electoral de la derecha uruguaya, que recién viene a revertirse en 2020.

El día después de la nostalgia: la factura científica neoliberal

La actual generación neoliberal de Lacalle Pou, Talvi o Delgado no sufre complejos de minoridad ideológica ni de descrédito ético. No sólo pertenecen al período de descaecimiento de la Guerra Fría y de unificación mundialista bajo la égida de los EEUU, sino que el neo-liberalismo se presenta como el núcleo doctrinario de la gubernamentalidad, para regímenes tan disímiles entre sí como las socialdemocracias europeas o la “modernización económica” de las derechas latinoamericanas, algunas inclusive, con signo populista (Menem en la Argentina).

El interregno denominado “progresista” en Latinoamérica (entre 2003 y 2018) (Lula, Bachelet) y muy particularmente en el Uruguay (Vásquez, Mujica), subrayó ese carácter impar de la gubernamentalidad neoliberal. Que los propios gobiernos progresistas no se hayan separado de las recetas neoliberales en el plano macroeconómico, convenció a los neoliberales de 2a. generación de que no estaban ante una alternativa, sino ante una impostura a desacreditar y sobre todo, ante una usurpación oportunista de la cúspide institucional, que tenían por sello de casta (entre los Batlle y los Herrera-Lacalle suman 7 presidentes y 9 mandatos presidenciales). Esta generación adoptó desde entonces la simplificación de algunas recetas mundialistas (entronizar la tecnología, promover el “emprendedurismo”, contener el gasto público) por credo indiscutido, en cuanto las refrendaban gubernamentalmente incluso, quienes decían reprobar la desigualdad social que las promovía. El involucramiento con el golpismo de los 60/70', la corrupción de los “paraísos fiscales” de los 90' y la marginalidad instalada por sus fueros desde entonces, no podían significar, a los ojos de los nuevos cruzados del privilegio, sino una calumnia promovida por la ambición: había llegado la hora de volver. 

 
Los nuevos cruzados del neoliberalismo
 

El ejercicio de la doctrina neoliberal no será esta vez culposo o fracasado políticamente, como lo fue para Jorge Batle, para Sanguinetti o para Lacalle, sino que cundirá por los propios fueros de la convicción. Ahora: ¿en qué consiste este núcleo ideológico? Muy acertadamente, de Lagasnerie sostiene que, a diferencia de otras doctrinas sociales, el neoliberalismo no se presenta como una apropiación científica (racional) del proceso social (real), sino que funda su propuesta social (real) en la cientificidad enunciada (racional).8 Mientras en las concepciones precedentes (de Rousseau a Weber), la naturaleza (histórica, cultural) sostiene (ante) y provee (en) el sujeto humano la ciencia social, en la doctrina neoliberal el conocimiento se constituye como agente estratégico que habilita una condición, secundaria y derivada, de la existencia social. No existe programa neo-liberal que no se justifique a priori en las “leyes del mercado”, ni colectividad mercadocrática que no confíe el gobierno del destino común a un “think-tank” de expertos. El saber de lo común emigró de la naturaleza social al procedimiento cognitivo: como lo expresara Talvi ante cámaras, se trata de aplicar un método que le han enseñado en Chicago, por lo tanto, el candidato divisa a sus electores por detrás de ese reticulado (que según los ejemplos conocidos torna, una vez aplicado, al enrejado).9

La tradición marxista y socialdemócrata no percibe, sin embargo, que la limitación y la cortedad intelectual que trasuntan declaraciones como las de Talvi, no proceden inmediatamente de una “amenaza de la derecha”, o de un úkase de clase, como mero efecto de un interés anclado en la naturaleza social. Surgida en los años 30', pautados teóricamente por el abandono del organicismo del siglo XIX (Humboldt, Marx, Dilthey) y su substitución por el purismo conceptualista de inicios del siglo XX (Husserl, Frege, Saussure),10 la instrucción teórica neoliberal no entiende el saber como efecto evolutivo de la Historia, sino como efecto de las reglas que se da, por sí y ante sí, un sujeto cognitivo.

Pese a que este desideratum epistemológico sería revertido por el “giro lingüístico” de los años 50-60 (Lévi-Stauss, Wittgenstein, Austin, Benveniste, entre otros), el funcionalismo tecnológico vino (sobre todo a partir de inicios de los 90', con las “nuevas tecnologías de la información y de la comunicación”) a reforzar, desde una estrategia de masas, cierta fe laica en el desarrollo bajo el rótulo de “autopistas del conocimiento”. El Frente Amplio fue, entre nosotros, el principal adalid de esa fe en la “ciencia y la tecnología” que es el mejor soporte del “emprendedurismo”. Los nuevos cruzados del privilegio neoliberal quedarán eternamente agradecidos al Plan Ceibal y a la UTEC (que la Ley de Urgente Consideración de Lacalle Pou no sólo no cuestiona, sino que promueve).

La República Empresarial debe ser cholula

La campaña de Lacalle Pou expresó sin ambages ese (necesario, para el credo neoliberal) vaciamiento de la política como cuestión del común que nos mancomuna, en cuanto no sólo dejó en el limbo los términos de su programa (de Estado), sino que además, su principal tema de campaña fue su exclusiva proyección personal como titular del Poder Ejecutivo.11 La exhibición de un superyo proto-presidencial coincide a las mil maravillas con un relato cholulo del poder, que se acompaña de historias familiares, de estampas domésticas y de nostalgias del pasado, automovilístico entre otros. Quienes temen de Lacalle Pou un gobierno de autoridad o de medidas extremas, no están entendiendo el principio de legitimidad neoliberal: cada quien es transparente para sí mismo y configura en sí propio, incluido, un destino social. El interés más descarnado encontró quien lo encarne racionalmente. Las reglas de este juego serán las de lo público (sobre todo para “el público”) y quienes no puedan o no quieran conjugarlas serán excluidos, no por un úkase supérstite, sino por la mera regulación tecno-científica del mercado, a partir de una suficiencia formalista autoproclamada “racionalidad pública”.


1“Este Ford de 1937 será el que traslade a Luis Lacalle Pou durantesu asunción el próximo 1º de marzo” Telemundo (02/12/19) https://www.teledoce.com/telemundo/nacionales/este-ford-de-1937-sera-el-que-traslade-a-luis-lacalle-pou-durante-su-asuncion-el-proximo-1o-de-marzo/  

2Luis Alberto de Herrera presidió el Consejo Nacional de Administración, Poder Ejecutivo colegiado, entre 1925 y 1927. 3“El Fordson 1951 que transportó a Tabaré Vázquez” Infobae (01/03/15) https://www.infobae.com/2015/03/01/1671535-el-fordson-1951-que-transporto-tabare-vazquez/ 

 4“Nostalgia”: voz creada a partir del griego en1688, por contracción de “nóstos” (regreso) y “álgos” (dolor). Corominas, J. (1987) Breve diccionario etimológico de la lengua castellana. Madrid: Gredos, p. 416.  

5“Vázquez: pertenezco a la clase trabajadora” La República (13/02/20) https://www.republica.com.uy/vazquez-pertenezco-a-la-clase-de-los-trabajadores-id751866/   

6Pereira, M. “Apuntes del día” La Diaria (14/02/20) https://ladiaria.com.uy/articulo/2020/2/apuntes-del-dia-consideraciones-sobre-la-urgencia/                                                  

7 Mujica: “No podemos darnos el lujo de tener medio país contra medio país porque nos vamos al carajo” Uy.press (15/02/20) https://www.uypress.net/auc.aspx?102281

8de Lagasnerie, G. (2012). La dernière leçon de Michel Foucault. Paris: Fayard, pp. 59-60.

9“Entrevista a Ernesto Talvi” (F. Ponce de León) De Cerca https://www.youtube.com/watch?v=VqAfz3w6qOs
 
10Viscardi, R. “Al paso de la crisis” (Editorial) Revista Latinoamericana del Colegio Internacional de Filosofía, No.4 (2018) http://www.revistalatinoamericana-ciph.org/numero-4/
 
11Entrevista a Luis Lacalle Pou (F. Ponce de León) De Cerca https://www.youtube.com/watch?v=qY7oOCkWEmE