El
virus se corona en la tecnología
1a.
quincena, abril 2020
“Querido
Roberto, ni “biología” ni “política” son términos
determinados con precisión hoy en día. De hecho, diría lo
contrario. Es por eso que no me gusta su ensamblaje”.
Respuesta de Jean-Luc Nancy a Roberto Espósito.
Campañas
de la ambigüedad
Se
desarrolla con marcado vigor periodístico, una campaña sustentada
en elementos de orden científico, que intenta promover entre la
población, en razón de la epidemia de “Covid-19”, las mejores
conductas preventivas. Son numerosos los artículos periodísticos
desarrollados por académicos y destinados a divulgar, en base a la
información disponible, el conocimiento alcanzado acerca del
Coronavirus, la prevención del contagio o las proyecciones
estadísticas del desarrollo de la epidemia.
Estas
campañas se enmarcan
en
disposiciones jurídico-políticas de tipo gubernamental
que
conllevan una carga política específica, en
particular, la eventualidad de cuarentena obligatoria, inicialmente
reclamada por algunos sectores académicos.
La
divulgación periodística
de
sustento académico debe tolerar, asimismo,
publicar
en
medios masivos que
conllevan un anclaje de opinión política, así como los pauta, con
gravitación económica,
la publicidad estatal o empresarial. No
existe, por consiguiente, campaña “científica” que se pueda
poner al margen de las desviaciones
relativas que le impone
cada contexto particular.
El mejor ejemplo de esta fatal amalgama
entre lo científico y las inclinaciones políticas lo provee, al día
de hoy, la campaña de Bolsonaro, dirigida
contra
la misma
campaña
sanitaria de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Sin llegar a ese extremo,
cada país presenta registros diferenciados, incluso reversibles,
como el abandono por parte del gobierno británico de la tradicional
“flema” que le llevó, en un primer momento, a tomar distancia de
las recomendaciones sanitarias más rigurosas.
Otro
tanto vale,
con sesgo inverso, para
quienes
denuncian
cierta complicidad entre la información sanitaria y los intereses
estratégicos
de
la gran prensa, los gobiernos y la OMS. La
crítica política debe
sustentarse en la información académica disponible, ya sea para
cotejar datos que desacrediten
el grado de peligrosidad atribuido a la epidemia, o incluso para
poner
en evidencia
la desviación impuesta
a
la información disponible.
Para
corroborar
la manipulación política o la tergiversación
periodística
de
la información acerca de la epidemia,
debe
recurrirse
al argumento
de una distorsión
interesada
del conocimiento,
que
no puede sostenerse sin la debida
información científica fidedigna.
Un
caso característico de
tal “discurso político fundado
en
la ciencia” lo provee
la comparación entre el
número de fallecidos en epidemias pasadas de Gripe A y el
número de fallecidos por Coronavirus,1
o incluso, la “desagregación” por franjas etarias de los
decesos,
que demuestra que la epidemia alcanza picos relativos, pero
en razón de
un diagnóstico equívoco, motivado incluso,
por la escasez de recursos disponibles
para la atención de la población.
La
ambigüedad argumental que se instala en el conjunto de las
intervenciones mediáticas, tanto en aquellas que favorecen la alarma
pública como en las que la desacreditan, parece desconocer una
ambigüedad aún más notoria: ¿por qué denominamos “virus”
tanto al vector de una afección respiratoria como al agente de un
desorden informático?
La
ambigüedad de “vida”
Hasta
no hace mucho tiempo, e incluso de nuestros días ocasionalmente,
se escucha decir, “la vida demostrará que...”. “Vida” aquí
no es estrictamente biológico, en
cuanto para esa expresión
“vida” significa, por igual, tanto lo que somos somáticamente
como lo que elaboramos ideológicamente. La clave de la concepción
de “vida” en tal uso del término, no es el sentido biológico o
el
político
por
separado
(ni el
económico,
o el
periodístico,
etc.), sino la totalización del sentido. El sentido que
adquiere esa “vida”
es uno y engloba al conjunto de
la existencia humana.
La
explicación de esta ambigüedad del término “vida” ha sido
magistralmente aportada por Canguillehm.2
La
noción de “vida” se inscribe en la de “organismo” a partir
de la búsqueda de un criterio para
explicar
la autoconservación y la autoregulación de los cuerpos. Si bien
este criterio de inmanencia de la vida en
los cuerpos existía desde la antigüedad griega, particularmente
expresada por Aristóteles:
“si el ojo fuera un animal, la vista sería su alma”, el planteo
cartesiano de
la vida supuso, en razón de las reglas propias al mecanismo de la
naturaleza,
una
transferencia desde
la inmanencia del sentido a la equivalencia intelectual.3
Nada
expresa mejor la perfección del inventor que la excelencia del
invento, porque la segunda trasunta la excelencia intelectual de su
creador. Esta distinción entre la regulación creadora
y la autoconservación de los cuerpos, sólo podía desde entonces,
ser provista por una acción exterior a la
naturaleza corporal.
Tal
dependencia de la vida respecto a una intervención creadora, dejaba
la condición
propia a los cuerpos
vivos
a
la merced de la mera noción extensa de “mecanismo”,
inaceptable para la inclinación espiritualista de la tradición
cristiana.
Leibniz
se va a oponer, nos
dice Canguillehm,
tanto a la noción cartesiana de un mecanismo que regularía (desde
“otro lugar”: el
intelecto-espiritual)
los cuerpos vivos, como a la noción newtoniana de una intervención
divina que compensaría, episódicamente, las desviaciones que
pudieran afectar a la maquinaria celeste y por consiguiente a la
misma vida. El planteo de Leibniz requiere
subsumir
la regla en la regulación, en
cuanto
la misma providencia divina sostiene,
en cada regla vigente para un cuerpo, la latencia de una regulación
provista por el Creador.4
En
esa perspectiva de una autoregulación de los cuerpos sostenida en
los decretos insondables de la divinidad, la noción de “organismo”
de Aristóteles es recuperada por Leibniz y sus contemporáneos, para
explicar la
existencia que
se sostiene
a
sí misma
en razón del Orden que la
provee.
“Vida” designa,
desde entonces,un Orden que es capaz de manifestarse, per
se,
en la regularidad
de la autoregulación y autoconservación (tanto
en lo orgánico-biológico como en lo orgánico-político, sobre
todo, cuando lo uno refuerza lo otro).
Incluso
cuando, nos dice Canguillehm, este orden acepta con Darwin una
“anomalía
menor” bajo la forma de “variación”,5
que lo transforma en el proceso evolutivo para llevarlo a un estadio
superior de adaptación, permanece la idea de una autoregulación que
sostiene el Orden en su conjunto. Cuando
llegado
el siglo XX, la
identificación entre vida, biología y Orden debe admitir,
para
explicar las determinaciones básicas de
los signos vitales,
la
supeditación conceptual
de la biología a la física y la química, la
significación de “vida”
se transfiere a
los intercambios con el exterior.6
La
regulación de
la vida pasa a depender, por consiguiente, de
las
condiciones de existencia de
los cuerpos,
que en nuestro tiempo determina la
tecnología.
El
“eslabón perdido” de la tecnología:
Darwin
Una
vez que “biología” se encuentra subsumida en la determinación
bio-física y bio-química de la vida, se
transforma
la propia significación del término “vida”. La
autoconservación y autoregulación de cada
cuerpo
que, según lo señala Canguillehm, desde la antigüedad vinculó la
biología a la medicina,7
pasa a depender del
contexto que lo inscribe
en
condiciones de desarrollo.
Se puede, desde
entonces,
determinar relativamente
lo que es “vida” o lo que es “muerte”, a partir de la
regulación
del
contexto público de existencia de
los cuerpos y
no tal
cual lo entendió tradicionalmente la medicina, en
razón de
un devenir
auto-sostenido
de
cada ser vivo.
En
este blog hemos traído a colación en reiteradas oportunidades, la
significación que otorga
Foucault
a la figura de Oppenheimer,
en tanto
el
creador de la bomba atómica se convierte, en el texto del analista
del panoptismo, en el emblema de la substitución del “intelectual
universal” (es
decir, el “intelectual orgánico”: “tribuno o literato” -dice
Foucault- que se debe a un “sujeto-pueblo”),
por “el experto con poder sobre la vida y la muerte”. Este
emblema del paso del intelectual al experto, subraya de inmediato la
substitución de la ciencia por la tecnología, así como la del
Soberano por el tecnólogo
(que
connota emblemáticamente la expresión “Ciencia y Tecnología”).
8
El
texto de Foucault ubica
el surgimiento de ese “experto” en un entramado anterior a la 2a.
Guerra Mundial y lo vincula a dos contextos: la figura de Darwin y
los evolucionistas post-darwinistas -que relaciona con una
incorporación literaria confusa por parte
de Zola; mientras destaca
por
otro lado, el debate entre los “teóricos del
socialismo” y “los teóricos de la relatividad”.9
Un
saber “específico”
(el del físico atómico, por ejemplo) pasa a determinar lo que es
“vida”, en cuanto
la disuasión nuclear gobierna
las condiciones de desarrollo de la “vida”, en tanto que
“exterior
geopolítico” de los cuerpos. No parece necesario abundar, para
ejemplificar este “exterior geopolítico”,
en los conflictos estratégicos que contraponen
actualmente a los EEUU con Corea del Norte o con Irán.
Otro
tanto podría decirse de la
“psico-biología”,
que
a través de la estructura fisiológica del cerebro, determina
estados de conciencia a partir de “neuro-transmisores”. Se trata
de un saber “específico”, pero su especificidad
condiciona
el
mismo desarrollo de
la “vida”, no como potencial inherente a las reglas propias de un
cuerpo, que asimismo
proveen su autoconservación, sino por el contrario, como
intervención farmacológica capaz de determinar estados de
conciencia.
Esta
substitución del “intelectual orgánico” por el “experto con
poder sobre la vida y la muerte” explica, asimismo, porqué ha
entrado en desuso la expresión que mancomunaba lo biológico y lo
político como partes de un único todo, con
destinación ineluctable:
“la vida demostrará que...”;
la vida no demuestra, es demostrada.
Catástrofe
emprendedurista: el
virus como contenido
Alain
Badiou nos recuerda que lejos de ser novedosa, esta pandemia en
curso mundial no
hace sino de réplica al sida, al ébola, a
la gripe aviar
y al SARS 1, con el agregado de noticia de afectar significativamente
al conjunto de las sociedades “desarrolladas”.10
Incluso, la
indefensión
que se nos presenta ante
la
velocidad
de propagación
y el riesgo fatal que
amenaza a algunas
franjas etarias, tiene como antecedente la caracterización
que acompañó al SARS 1: “la
primera enfermedad desconocida del siglo XXI”. Badiou
también
nos recuerda que el SIDA produjo varios millones de muertos, pero
ante todo, que la avalancha epidemiológica es efecto combinado del
mercado mundial, de la existencia de regiones
carentes
de cuidados médicos, e incluso, de la indisciplina gubernamental
que, en ciertos contextos, impide que las vacunas protejan a la
población.
El
análisis de Badiou parece sugerir que, una vez compensadas las
falencias
del mercado mundial, o incluso, una vez este subrogado en sus
fechorías, un
mejor gobierno de la salud pública podría prevenir el desarrollo de
las epidemias que enumera en
su texto.
La regulación podría, entonces, provenir de un ordenamiento social
mejor, gracias
a
una adecuada gestión sanitaria de los recursos públicos. Aunque
algunos de los peores episodios de la pandemia en curso dan razón a
la perspectiva de Badiou -en particular allí donde una gestión
neoliberal de la salud determinó
la carencia de asistencia decisiva para la
vida de
personas-,
quizás considerada en su conjunto, la coyuntura presenta otras
complejidades agregadas.
La
naturaleza (y su ordenamiento inmanente) se
ve
“subsanada”,
en
un universo de demiurgos tecnológicos, por el “emprendedurismo”,
en
tanto se
potencia
la gestión empresarial por medio de la instalación
de condiciones programadas
de existencia. Un buen ejemplo lo provee la figura socio-profesional
del “desarrollador”, programador
de software que habilita, conjeturalmente
y por adelantado,
intercambios
subjetivos
que no preexisten
al artefacto
que les da lugar. Ilustrando tal “desarrollo” recientemente fue presentada en el Uruguay una “aplicación”
que
se destina, con propósitos sanitarios,
a substituir la presencia del público en las ferias vecinales.
Creada
días atrás en nuestro país, esta
aplicación posibilita
que los clientes reciban a domicilio las
compras feriales,
para
evitar el contagio que favorece la
concentración de
público.
Pero,
¿no
requiere
tal “desarrollo” de
esta “app” sanitaria, a
su vez,
el “desarrollo” previo del Coronavirus? En efecto, aunque el
virus no provenga del laboratorio y sí se haya generado en el
mercado de animales de Wuhan (ciudad
caracterizada por constituir un “polo tecnológico” en China),
la
“realidad aumentada” en la pantalla
requiere
la “ciudad virtual” y la
escena
de la vida “a distancia”. Desde
el
mismo paradigma
que se predica como panacea (ahora sanitaria,
para
contrarrestar la pandemia)
del desarrollo comunitario
“virtual”,
habrá
que asumir una de dos lecturas de la catástrofe
de
Wuhan:
o entender
que
la “realidad
aumentada” enroló
al virus como
efecto de la redundancia de costumbres que acelera;
o
entender que
la
sinergia
mediática
que
potencia la
integración mundial
ha
propiciado
la
veloz incorporación
del
Coronavirus. En
ninguna de las dos lecturas
que habilita la perspectiva
del “emprendedurismo”,
el
virus deja de coronarse
en
la tecnología.
De
ahí quizás, su ambigüedad entre la informática y la biología.
El
totalitarismo sanitario va por adentro,
como la mediación
En
la anterior actualización de este blog se
destacaba, del
planteo de Virilio, que
“la
administración del miedo” suponía tanto la ocupación del
territorio propio, como la resistencia en razón de lo propio. Esta
percepción está a las antípodas de “sólo los desesperados nos
traerán
la esperanza”, que una vez más, supone que cumplido un ciclo
completo
(de la esperanza), la totalidad vuelve a restaurarla, en razón del
recomienzo “revolucionario”
de un único proceso.
Virilio apunta, por el contrario, a que la subjetividad (el terreno
de lo propio) es ocupado por la mediación tecnológica (las campañas
sanitarias, por ejemplo), pero no puede generar, asimismo, sino una
resistencia propia a la condición vejada. Tal fue el caso, en su
infancia,
de la ocupación nazi y de la resistencia francesa.
Las
denuncias de incumplimientos sanitarios
por la propia población,
la vigilancia del
común de las personas
como desideratum
de orden público,11
el atentado contra
vecinos finalmente,12
que pautan el presente, llevan
a imputar al
Covid-19
de
favorecer cierto
“irresistible ascenso”, como el que pautó la instalación del
fascismo. Los
teóricos de la técnica han destacado, de Williams a Simondon, que
no existe desarrollo tecnológico en la sociedad que no genere la
participación de los individuos singulares.
Dicho de otro modo, no existe tecnología soberana, toda tecnología
es una cuestión de masas. Esta percepción contradice el habitus
intelectual, porque este reproduce
la primacía del
sujeto y por lo tanto, no puede sino remitir todo
despliegue de
poder
a una cuestión de Soberanía.
Sin embargo, los “estallidos sociales” señalan en nuestros días
(recordemos,
entre
tantos otros que pautan el presente, Chile, Ecuador, Francia) que lo
propio de las
mayorías
se
manifestará, llegado el momento, como
perspectiva insumisa.
Quizás
esta insumisión
cunda como
epílogo de la crisis sanitaria,
una vez que se perciba, incluso
a través de la epidemia,
el
despliegue de
poderes ajenos
a la protección
de la
“vida”.
Al
instalarse entre el común, estos poderes también diseminan los
poderes del contragobierno.
1Aymat,
J. “La histeria interminable”, Diario
de la Tierra. Recuperado
de: http://diariodetierra.com/la-histeria-interminable/
2Canguillehm,
G. (1981). Idéologie et rationalité. Paris: Vrin. Existe
traducción al español: Canguillehm, G. (2005) Ideología y
racionalidad en la historia de las ciencias de la vida: nuevos
estudios de historia y de filosofía de las ciencias. Amorrotu:
Buenos Aires.
3Canguillehm,
G. (1981), op.cit. p.125.
4Canguillehm,
G. (1981), op.cit. pp.84-85.
5Canguillehm,
G. (1981), op.cit. p.131.
6Canguillehm,
G. (1981), op.cit. p.134.
7Canguillehm,
G. (1981), op.cit.p.123.
8Foucault,
M. “Verdad y poder” en Nicolas, J.A., Frápolli, M.J. Teorías
de la verdad en el siglo XX (1997),
Madrid: Tecnos, pp.454-455.
9Foucault,
M. “Verdad y poder”, op.cit.p.456.
10Badiou,
A. “Sur la situation épidémique” (texto difundido por el Prof.
Patrice Vermeren).
11“España:
junto con la cuarentena, surge la Gestapo del Coronavirus”,
Montevideo
Portal
(26/03/2020)
https://www.montevideo.com.uy/Noticias/Espana-junto-con-la-cuarentena-surge-la-Gestapo-del-coronavirus--uc748199
12“Intentaron
prender fuego rancho de infectado con Coronavirus que fue a Punta
del Diablo” Montevideo
Portal (01/04/2020)
https://www.montevideo.com.uy/Noticias/Intentaron-prender-fuego-a-rancho-de-infectado-con-coronavirus-que-fue-a-Punta-del-Diablo-uc748791