27.11.19


Volátil voto, de vuelo electoral gallináceo: el blooper de las encuestas


2a. quincena, noviembre 2019


Una comparación desgraciada


Henchido el pecho de orgullo patriótico y engolada la garganta de evidencia abrumadora, una vez más periodistas y “analistas” proclamaban pantalla mediante, una vez culminada la votación del 24 de noviembre, la excepción democrática uruguaya por encima del resto latinoamericano. El autoelogio provenía de la diferencia entre un continente convulsionado y el ejemplo de una votación sin incidentes que la empañaran. Tal asimilación entre un procedimiento comicial y la excelencia democrática, además de fallida ya en el concepto, en cuanto reduce la significación política a un formalismo procedural, es ante todo desgraciada porque lo que desprecia se manifiesta, justamente, contra lo que ensalza: la mayor parte de las “convulsiones” tan denostadas en países hermanos, no tuvieron lugar en instancias comiciales, sino en contra precisamente de los efectos políticos que se generaron una vez cumplidas las elecciones. Tales efectos no cundieron en el marco del evento comicial, sino con resultados a la vista durante cierto período, ante medidas de gobierno que provocaron la sublevación de sectores ingentes de la población.

Dice Rancière : “La democracia no es ni la autorregulación consensual de la pluralidad de las pasiones de la multitud de inviduos ni el reino de la colectividad unificada por la ley y amparada por la declaración de Derechos”.1 En buen romance: la democracia no se puede reducir a las formas republicanas, ni menos al minucioso recuento de papeletas tras una votación obligatoria.

Si se aludiera, con tal ejemplaridad uruguaya, a un clima social que se traduce en la particular instancia de los comicios, los contraejemplos serían aún más abrumadores: con un impeachment doloso contra Dilma Roussef, que equivale a un golpe de estado legal de por medio y el político (Lula) más popular del país preso, las ultimas elecciones brasileñas no generaron ninguna sacudida “violenta”. Más aún, la Argentina de la hiperinflación y del crecimiento exponencial de la pobreza acaba de celebrar elecciones en el clima más normal.

Los “incendios” que (según nuestros adalides mediáticos) hubieran hecho saltar en llamas una instancia comicial en tierras vecinas, describen con realismo imaginado (y no meramente imaginario) lo que nunca ocurrió: lo que sí ocurrió, es que tras un período de gobierno que siguió a una elección transcurrida según las formalidades tan ensalzadas, sectores significativos de la población se levantan contra gobiernos “electos democráticamente”, no porque los comicios hayan estallado en conflictos, sino ante todo, porque los efectos de las políticas que se instalaron a través de esos mismos comicios hicieron arder en llamas la legitimidad pública que supuestamente revestía el sufragio (abonando el razonamiento de Rancière : la democracia proviene de los bordes).

Tal es inequívocamente, el caso de Chile, de Ecuador, en otra medida el de Venezuela, donde los observadores internacionales refrendaron el último resultado electoral, más allá de una confrontación que no se originió en las elecciones, que el chavismo ha venido ganando sucesivamente, sino en el propio contexto de la gubernamentalidad que instalan -por vía legal- los ganadores. Otro tanto ocurre en el trasfondo del proceso boliviano, donde las elecciones, lejos de originar el conflicto, sirven de excusa para protagonizar un golpe de Estado, en el marco de una conflictividad que no tiene como marco general la violencia electoral, sino una conflictividad de marcado sesgo étnico como pauta de desigualdad.

Barthes hubiera integrado con placer el relato mediático al que asistimos el domingo por la noche en sus fragorosas “Mithologies”.2

E pur si muove

El intento de explicar el 8,5% que recupera el Frente Amplio en menos de un mes por una actitud reflexiva del votante en la semana previa a las elecciones (las compulsas hechas 7 días antes daban una diferencia de entre el 7 y el 10%, según las encuestadoras, a favor de Lacalle Pou),3 o de explicarlo por un supuesto impacto de declaraciones intrascendentes de militares, se mofan de la inteligencia de la gente. Quien reflexiona con enjundia hasta el último momento, por lo mismo lo habrá hecho desde el primero. La oscilación del electorado manifiesta, inequívocamente, la indiferencia ante las opciones en juego, en el mejor de los casos, por sacar un poco de donde se había puesto (en la primera vuelta) mucho (a favor de Lacalle Pou, que sumó apoyos de hasta el 55% de las expresiones políticas en la primera vuelta y ahora apenas se acerca a la mitad del electorado).

Quienes razonan tomando por paradigma a un elector ideal, que reflexionaría hasta el instante mismo de introducir la papeleta en la urna, no perciben lo que denuncia una antigua máxima: “cuando se quiere demostrar demasiado, se termina por demostrar lo contrario”: de existir, tanta vacilación comicial no traduciría, sin asomo de duda, sino la incertidumbre que inspiran las opciones en liza. Si las diferencias no son significativas, no hay elección precisamente en el sentido de la reflexión, sino un giro de perinola a suerte y verdad.

Sin embargo, percibimos que el electorado se apasiona, entusiasma y moviliza. Sí claro, porque percibe un trasfondo de incertidumbres y amenazas que el Frente Amplio, durante tres mandatos con mayoría parlamentaria absoluta no ayudó sino a empeorar (en inseguridad, desindustrialización y marginalidad). Los sectores coaligados contra el Frente Amplio representan lo que trajo el golpe de Estado o lo protagonizó (las mayorías del Partido Colorado y el Partido Nacional, que ahora suman el “apoyo electoral” del abanderado -Manini Ríos- del propio sector golpista), sin hablar de la neoliberalidad hoy ya mundialmente desacreditada por sus propias catástrofes gubernamentales, cuando no constitucionales,4 que esos sectores impulsaron en sucesivas presidencias (Sanguinetti dos veces, Lacalle padre, Batlle) cada vez más “bicoloras”, hasta llegar al “multicromatismo” de hoy.

Se configura entonces una movilización contradictoria, el voto volátil, confundido aún por la idea de una representación de Estado capaz de orientar el destino público, pero migrante de uno a otro sector y dispuesto, en buena parte, a borrar con el codo lo que escribió con la mano menos de un mes antes. Pero se mueve y seguirá haciéndolo, una vez incluso, que la promesa electoral cuaje en más inseguridad, más desocupación, más marginalidad.


Un objeto sin objeto: el blooper de las encuestas


Imbuida de un cientificismo pacato y obsoleto, cierta bienpensancia mediática se pregunta porqué por enésima vez, aquí y allende fronteras, fracasaron las encuestas. La proyección estadística de datos supone que la realidad tiene una consistencia que permite la aproximación a una predicción, a condición que el objeto a estimar cuente con relativa estabilidad observable. Para representar -re-presentar- (por ejemplo una opinión) es necesario contar inicialmente con una presencia. El saber que habilita la perspectiva encuestadora es concomitante, por consiguiente, al que pretende representar la sociedad según finalidades programáticas: la dos perspectivas suponen -y comparten- una misma convicción en la consistencia natural -y naturalizadora- de un único orden observable y sub-yacente a la actividad que (lo) “piensa”.

Protagonizada en la base de la comunidad por la diferenciación de perfiles personales y grupales, el proceso de la comunicación tecnológica traduce, al contrario de un pensar separado de un objeto yerto, la diferenciación activa y recíproca de unos y otros.5 Pretender “medir” el estado de la opinión pública equivale, por el contrario, a acertarle a un blanco fijo que sólo tiene de fijo su móvil. Este móvil se moviliza ya por sí mismo, desde que la opinión se constituye a través de medios movilizadores, masivos (prensa, periódicos, TV), interactivos (sitios web, blogs), “redes sociales” (facebook, whats app, twitter), que colectivizan los desplazamientos de pareceres. Tal conjunto heterogéneo configura sus propias tendencias, sin darle un ápice de importancia a un programa anclado en una supuesta totalidad estable y ajena a la actividad de los particulares (el todo social-material). El objeto de que se trata, en el caso de la opinión (particular o pública), no sólo tiene por finalidad buscar un alternativa desde el punto de vista del parecer propio, sino que cuenta además, en la actualidad, con los medios tecnológicos para diferenciar activamente esa búsqueda de cualquier instancia institucional (es decir, de un lugar donde venga a ser substituida su actividad propia).

La lucha por la democracia se instala desde ya en ese plano, contra los aparatos que intentan manipular las corrientes de opinión a través de corporaciones mundializadas, de mediciones de opinión y de empresas de información (por ejemplo, contra aparatos como Verificado.uy).6 En una comunidad religada por un profuso sistema de medios, intentar medir el estado de aquello que tiene por objeto incidir con móviles propios, equivale a estudiar un objeto sin objeto. Por añadidura, a proclamar una verdad de permanencias en un contexto donde la verdad configura un “tercero incluido” como equilibrio de influjos, circunstancias y tendencias. Tal movilidad, incluso la del volátil voto, de vuelo electoral gallináceo, habilita a pensar que mañana la calle será a la imagen de los designios, ya muy lejos del congelador predictivo.



1Rancière, J. (1994) En los bordes de lo político. Santiago: Editorial Universitaria, p. 43.
2Barthes, R. (1957) Mythologies. Paris: Seuil. Recuperado de: https://monoskop.org/images/9/9b/Barthes_Roland_Mythologies_1957.pdf
3Ver al respecto en este blog “UPM como poder: el sujeto declinante en la globalización” https://ricardoviscardi.blogspot.com/2019/09/upmhace-milagros-sanguinetti-defiende.html
4Navarro, Consuelo; Espinosa, Lorena. “¿Por qué cambiar la constitución chilena de 1980?: aportes para un debate democrático” (03/11/2019) Theclinic.cl https://www.theclinic.cl/2019/11/03/por-que-cambiar-la-constitucion-chilena-de-1980-aportes-para-un-debate-democratico/
5D'Almeyda, N. (2007) La société du jugement, Colin, Paris.
6Ver en este blog “Verificado.uy: el retorno de Bin Laden” https://ricardoviscardi.blogspot.com/2019/07/verificado.html