8.7.19




Políticas de unidad contra UPM 

1a. quincena, julio 2019


Políticas de la unidad


Recientemente adquirió relieve crítico, en la lucha contra la instalación de una 2a. fábrica de pasta de papel de la transnacional UPM (3a. Mega-usina en el Uruguay), la cuestión de la unidad entre una miscelánea de grupos y participantes.1 El tema tiene lugar en razón del abigarrado conjunto de grupos y organismos que se han empeñado en la misma causa, contra una nueva instalación transnacional en el Uruguay.2

La misma cuestión de la unidad no tiene lugar como problema, sino una vez que se plantea la diversidad de una base social como fundamento de la autoridad. Entendida como asunto propio al común de una sociedad, sólo con la democracia moderna se plantea el problema de la unidad, ya que deja de ser dictaminada desde un lugar ajeno a la diversidad, sea éste la teocracia, la monarquía o el bonapartismo.

Esta condición política que Foucault llamó “biopolítica”, no provee por sí misma una forma de gobierno ni puede considerarse, por lo tanto, efecto de un proceso universal de unidad política. Ciertas sociedades privilegian el vínculo entre la administración del común y las dinámicas empresariales, que prevalecen en el conjunto de la estructura pública, como en el caso de los EEUU,   en cuyo contexto los autores de la Escuela de Francfort percibieron el auge de un aparato político-militar-empresarial. Otras formaciones históricas privilegian, como en el caso del Uruguay, cierta primacía el estamento partidario, como efecto de un desarrollo histórico sumamente dependiente del propio aparato estatal, en razón de la escala de mercado relativa a la región, determinada a su vez por una génesis geopolítica de la entidad estatal (Lord Ponsomby mediante).

Si bien en el Uruguay las referencias relativas al mercado mundial, particularmente en el plano de las variaciones de precios relativos (de la carne, de la lana, del petróleo, etc.) siempre han sido elementos claves del proceso interno, nunca hasta el presente sucedió que una estrategia nacional anclara, de forma prolongada y prioritaria, en la implantación de emprendimientos productivos gobernados por empresas extranjeras. Si Julio Herrera y Obes decía verse a sí mismo, desde la presidencia del Uruguay, como el gerente de una empresa cuyo directorio residía en Londres,3 se expresaba tal contrariedad de cara a un desideratum, que el mandatario asumía como notoria incongruencia. El proyecto del batllismo en la primera mitad del siglo XX, se hizo el abanderado del trabajo y la producción nacional, quizás ante todo, de su consistencia educativa.

Los procesos de implantación de Mega-proyectos transnacionales introducen una innovación, en cuanto la entidad pública deja de referirse de forma estratégica al proceso interno a un país, para pasar a vincularse con las condiciones de desarrollo del mercado mundial. Por consiguiente el marco de referencia prioritario deja de ser un desarrollo histórico nacional o, si se quiere, la índole biopolítica de una población, para pasar a inscribirse dentro de las pautas propias de una entidad supranacional, cuya configuración es provista por la tecnología. La condición tecnológica pasa a solventar la consistencia del campo de relaciones, no sólo en la propia operativa sobre una base física (industria agroquímica, informatización de las operaciones comerciales, robótica aplicada, etc.), sino también en el ámbito del discurso. La actual polémica que se desarrolla en torno a las campañas propagandísticas orientadas a segmentos de públicos (que se vinculan a la discusión denominada “postverdad”) son un ejemplo esclarecedor al respecto.


Antipolítica”, “fake news” y “postverdad”: en defensa del poder institucional


En este blog se ha señalado como, desde fines de 2017, ya se desarrollaba una perspectiva que anticipaba el actual año electoral, a través de una campaña que vinculaba entre sí la “antipolítica” (entendida como crítica de los partidos políticos y el gobierno estatal) con la “postverdad” y las campañas de propaganda por segmentos de opinión denominadas “fake news”.4 Se ponía en esos textos particularmente de relieve, que tal campaña ya incluía la legislación represiva condenada a criminalizar, en un espectro difícil de separar de los intereses políticos en juego, el ámbito que escapara al control de quienes proponían tal represión desde el campo partidario.5

Conviene señalar que tales campañas signadas por el trinomio antipolítica/postverdad/”fake news” no pueden identificarse de buenas a primeras con “desinformación”, sin incluir bajo el mismo rótulo, por ejemplo, los condicionamientos informativos que genera la publicidad partidaria o la propaganda de empresas estatales. Si se pretendiera establecer un límite definitorio para tal “desinformación” que dividiera de forma ecuánime la “información seria” de las “fake news”, bastaría recordar la estampa del fin de campaña de elecciones internas de los partidos políticos (junio de 2019), donde formaba parte del estrado levantado delante de una sede partidaria el mismo pre-candidato acusado de implementar “fake news” en su favor. ¿Ha anunciado el candidato electo por el Partido Nacional que renuncia desde ya, a enrolar en el caudal que exhibe su partido esos votos, sumados por una vía supuestamente espúrea?

Tales ambigüedades a las que cabe agregar una alarma generalizada que proviene de sectores socio-profesionales que se encontrarían desplazados relativamente, se presentan como otros tantos síntomas del lugar que pasa a ocupar, en el devenir público, el campo tecnológico de la comunicación. A su vez, el elemento emergente de este proceso son las redes, terreno donde se dirime de forma creciente la cuestión de la unidad en el seno de un contexto público. Parece lo propio de la unidad en las redes, antes que la jerarquía organizativa que impone acatar cierta disciplina política, la expresión interactiva de cada quién, incluyendo a coordinaciones, grupos e individuos. La unidad consiste, para una política democrática de redes, en ampliar y diversificar la resonancia mediática de las campañas, en profundizar y proyectar a un plano más elevado los elementos críticos del debate.

Para dirimir tal criterio de unidad a partir de la diferenciación amplificada de protagonistas y opiniones, no nos encontramos desprovistos de antecedentes significativos. Uno de los más relevantes proviene de la “fake news” propalada por los medios públicos españoles en ocasión de los atentados de Atocha (se acusaba a ETA de un atentado de grandes proporciones, en el que no le cabía responsabilidad, con el propósito de obtener réditos electorales). Una contra-campaña desarrollada en tan sólo una semana desde medios alternativos (mailings, mensajes de textos) generó un sentimiento de aversión ante la política de comunicación desarrollada por el gobierno de Aznar y determinó su derrota electoral.

En una exposición recientemente llevada a cabo en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, el Dr. Héctor Méndez subrayó el rol de las redes sociales y particularmente de facebook, como medio de organización del movimiento de “chalecos amarillos”. Asimismo destacó Mendez, como la negativa de los voceros del movimiento a sostener con las autoridades cualquier intercambio que no fuera íntegramente transmitido en las redes, conllevó tanto la anulación en los hechos de toda negociación, como también consolidó la unidad del movimiento en base a su propia organización mediática.


El síndrome “Julio Herrera y Obes” y la lucha contra UPM2


Conviene señalar que el debate sobre la unidad, que se desarrolla en el movimiento contra la la instalación de una nueva planta de tratamiento de celulosa en el Uruguay, se intensifica en momentos en que se desarrolla un año electoral. Ha sido frecuente encontrar, en las mismas redes destinadas a ese movimiento, convocatorias o debates relativos a la formación partidaria más idónea para defender los intereses del movimiento, o con el signo contrario, referidas a la inutilidad genérica de la opción partidaria. El sesgo pro-partidario (o incluso cierta nostalgia del rol que "debieran" cumplir los partidos) que ha manifestado un sector significativo de las intervenciones, señala a las claras que el “síndrome Julio Herrera y Obes” trasladado al presente (es decir, el fantasma de una entidad nacional autónoma) sigue siendo parte de las inclinaciones que pautan la participación en el movimiento contra la nueva planta de UPM en el Uruguay.

Conviene a tal respecto recordar el planteo de Noam Chomsky en oportunidad de su reciente visita al Uruguay, ocasión en que diferenció el declive de la entidad nacional estadounidense del auge de las empresas de origen en el mismo país, destacando particularmente la hegemonía de las “empresas tecnológicas” (Microsoft, Google, Amazon, Facebook, Apple). Esto significa que la disputa por un gobierno nacional (y Chomsky se refería al de un país imperial) se convierte en mero placebo de la dominación, capaz de prolongar más eficazmente aún la enfermedad, por medio del suministro de un remedio ilusorio.6

En cuanto la hegemonía tecnológica es la condición propia del gobierno efectivo en la actualidad, la medida que pauta la eficacia de la lucha y por lo tanto también el rumbo de la unidad, no consiste en ocupar un lugar institucional, perforado ya desde tiempo atrás por las campañas mediáticas, sino en cuestionar pautas de conducta gobernadas tecnológicamente. Un ejemplo al respecto lo proveen las “encuestas de opinión”, que gobiernan desde una “realidad” que proviene de la emisión a distancia, las presuntas preferencias que debieran emanar de cada quién.

La tecnología se vuelve contra el poder, por el contrario, para pautar condiciones de unidad, cuando plataformas como whatsapp habilitan la identificación colectiva de reivindicaciones, que generan sus propias pautas de cohesión a través de mensajes ampliamente compartidos, que incluso pueden alcanzar circulación “viral”. Estas condicionas tele-sociales pautan un presente de la movilización que no se reduce a limitar o substituir dinámicas de Estado, sino que constituye desde ya un contra-poder ejercido desde la revuelta política.


El pánico mediático cunde institucionalmente


Antes que tratarse de un desborde del potencial económico y simbólico administrado por el Estado, que provoca una reacción sectorial desde la base social, con las redes se desciende sobre el plano mediático y desde ese plano se pauta la efectividad del presente. Esta situación es producto tanto de la extensión simbólica que alcanza la tecnología como del debilitamiento de la soberanía en el plano mundial (baste considerar el papel de la ONU o la OEA al presente). Se suscita así el pánico mediático de los poderes institucionales,7 capaz de suscitar “pactos” contra la nueva situación, como el que suscribieron los partidos políticos, a raíz de una iniciativa emanada de la Asociación de la Prensa del Uruguay (APU).8 Lo que está en juego no es, por consiguiente, el mero poder público que se ejerce desde el Estado (previa obtención del gobierno institucional), sino el propio vínculo público que orienta el presente, a través de una difusión potenciada interactivamente.

Signada por acontecimientos de opinión pública que suponen la diversidad como condición previa, la unidad del movimiento no puede ser percibida bajo una misma columna organizativa. En un planteo democrático de redes la unidad de acción no puede provenir de un único centro orgánico, en cuanto el acontecimiento que la concita cunde a través de la pluralidad más acentuada.

Nunca antes el poder estuvo tan lejos de la Soberanía, como una vez puesto bajo el signo de una democracia de redes. Por encima de anclajes históricos, la Soberanía significa la condición indivisible de lo uno. La unidad en la globalización va por la senda contraria, cumple con el propósito pluralista de sumarse como diferente, adviene cuando la democracia se traduce como posibilidad emergente de cada quién.


1Sarthou, H. “Informe sobre coordinaciones” (24/06/2019) Movimiento Ciudadano UPM2 No https://www.facebook.com/search/top/?q=movimiento%20ciudadano%20upm2%20no&epa=SEARCH_BOX&_rdc=1&_rdr
2Según el comunicado de prensa emitido por la Coordinadora Nacional contra UPM, con oportunidad de la presentación de una carta ante el consulado de Finlandia en el Uruguay, integran dicha coordinadora más de 40 organizaciones.
3José Batlle y Ordóñez” Protagonistas de nuestra América, http://servicios.abc.gov.ar/lainstitucion/protagonistas/batlleordonez.html
4Ver en este blog “Antipolítica” como alarma: “Regresistas del mundo, uníos” https://ricardoviscardi.blogspot.com/2018/02/antipoliticacomo-alarma-regresistas-del.html Asimismo el Prólogo de Viscardi, R. Carballal, R. (2018) Criminalización mediática de la crítica, Maderamen, Montevideo.
5Ver Otheguy, M. “Democracia y Redes Sociales”, La Diaria. https://ladiaria.com.uy/articulo/2018/6/democracia-y-redes-sociales/
6Respecto a la visita de Chomsky al Uruguay, ver en este blog “Caradamianto”: el caradura mediático” https://ricardoviscardi.blogspot.com/2017/07/caradamianto-el-caradura-mediatico-1a.html
7Ver al respecto en este blog “Denuncia, pánico mediático y criminalización de la protesta” https://ricardoviscardi.blogspot.com/2016/06/denunciapanico-mediatico-y_26.html
8“Partidos políticos uruguayos firmaron pacto ético contra la desinformación” PNUD (26/04/19) http://www.uy.undp.org/content/uruguay/es/home/presscenter/articles/2019/04/partidos_politicos_firman_pacto_eticto_contra_desinformacion.html